Sin duda este es otro aspecto, y no menor, acerca del arte asturiano chocolatero. Sea la que sea la localidad a la que se vaya, surgirá el comentario acerca de en cuál de ellas se elaboran los mejores chocolates. Siento no recordar ahora los nombres de chocolaterías concretas, pero recuerdo que en Oviedo se cita habitualmente el nombre de una de ellas. También sucede lo propio en Llanes, y en Rivadesella tuve la ocasión de conocer personalmente al maestro chocolatero, con quien mantuve una charla de más de una hora y a quien hice una compra de muchos, muchos euros. Peculiarmente, todos arriman el ascua a su sardina sobre quien es el mejor artesano, pues de eso se trata, de artesanía chocolatera, no producción industral.
Además, de convertir las pastelerías o bombonerías, incluso panaderías con despacho de pasteles, en salas de degustación con café, té, (pero esta costumbre también es común en sitios como San Sebastián), o a veces lamentablemente con refresco de cola o un "cubata", también son llamativos los expositores y escaparates. Realmente dan ganas de replicar a la pregunta de ¿qué le pongo?, con un sonoro y contundente: "de todo, póngame de todo, no se corte usted". Luego, encontramos también la imaginación en las formas. En uno de dichos escaparates uno cree estar delante del escaparate de uno de aquellos ultramarinos bien surtidos que hace años se prodigaban en los barrios. Cajas de todo tipo de alimentos bien expuestas para que el género se pudiese ver. Bueno, pues eso mismo lo podemos apreciar, con la misma estética y finalidad, con una sola excepción: todo es de chocolate. ¿Qué vemos una caja de madera con arenques secos? son de chocolate. Si, en cambio, lo que hay es un paquete de café sin moler, no importa, también está relleno de chocolates, al igual que lo que parece una lata de pimientos morrones estará rellena de marrón glacé. Ya digo, para un vicioso del chocolate, su perdición.
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