Valderrábano. No pongo en duda que los conocimientos y tecnología (para su posterior aplicación práctica a los procesos de producción y/o automatización mediante nuevas fuentes de energía) fueran aproximadamente paralelos en los países occidentales (a fin de cuentas, desde finales del XVIII y principios del XIX es casi imposible que la proliferación de patentes industriales así como de especialistas con conocimientos de ingeniería práctica y teórica no se difundieran y comunicaran de manera permanente y constante por todo el mundo occidental -se podría citar como caso más paradigmático el del Estado artificial de los EEUU, cuyo desarrollo es prácticamente debido a tecnología e ingeniería de inmigrantes extranjeros procedentes de Europa y casi nada indígena).
Ahora bien, cuando me refería al tema de la política financiera y del sistema financiero no me refería a que los financieros españoles no estuvieran al tanto de los mecanismos y técnicas de la finanza como los ingleses -y me alegra que haya puesto usted precisamente como "ejemplo" en ese sentido a los ingleses, pues es indudable que eran los representantes "ejemplares" del capitalismo industrialista de su tiempo- sino a que la política de los gobiernos revolucionarios españoles de entonces (dejando a un lado sus caracteres sumisos y subordinados a la política internacional o colonial y económica o comercial e industrial de los gabinetes inglés y francés alternativamente) no ajustaban correctamente (y, por supuesto hoy en día tampoco lo siguen haciendo) las finanzas (que no olvidemos es un atributo de la potestad política, o mejor dicho, debería serlo) a la realidad material ecónomica de su tiempo. Es decir, la política financiera llevada a cabo en ese momento por el conjunto del sistema financiero (formado por el Banco Central y el sistema bancario público y privado, indígena y extranjero) no emitían ni retiraban el crédito financiero ni de acuerdo a las necesidades sociales de la población ni de acuerdo a la realidad productiva, tanto actual como potencial, de dicha población (y que estaban en el origen o causa de la cada vez más progresiva depauperación y malestar social, más conocido popularmente como cuestión social, a medida que se iba produciendo el proceso de cambio de una economía de trueque y distribución-producción localista a una economía dineraria o de intercomunicación de transacciones en dinero y centralizada, dentro del proceso de destrucción que dichos gobiernos revolucionarios -Mendizábal, Madoz, etc...- realizaban respecto a la indepedendencia y seguridad económica de las distintas comunidades forales territoriales e institucionales: expolio de los bienes de las diócesis, expolio de los bienes de las órdenes, expolio de los bienes comunales de los municipios, etc...).
Ahora es fácil analizar todas estas cosas desde esta perspectiva gracias a los trabajos y análisis que el ingeniero C. H. Douglas realizó respecto al funcionamiento del propio sistema anglosajón de su tiempo, pero que, por supuesto, son perfectamente extrapolables tanto en el tiempo (a años anteriores, de la época de la Revolución Industrial) como en el espacio (a los demás países occidentales). Este asunto ciertamente sobrepasa la temática estrictamente industrialista de este hilo, pero básicamente se puede ver resumido en los tres principios fundamentales para el buen funcionamiento de toda economía dineraria e industrializada que recopilé en un mensaje anterior de este hilo, pero que aparece más ampliamente tratado en otros de este Foro y a los cuales me remito para potenciales aclaraciones si se desean.
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