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Tema: España e Inglaterra

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  1. #1
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    Re: España e Inglaterra

    Cita Iniciado por Valderrábano Ver mensaje
    ¿Sólo los últimos 200 años? No amigo no, España lleva más 400 años de clara decadencia. Prácticamente desde Felipe II hasta hoy todo ha sido un vertiginoso decaimiento... Salvando quizá la época de Carlos III.
    La decadencia real de España empezó cuando en este país dejaron de aplicar las leyes: pasarse por el forro de los "güevos" las leyes de sucesión a la Corona; convocando Cortes en Cádiz cuando no reunían ni el quorum; imponiendo gobiernos revolucionarios liberaloides... de manera que ¿de qué habla usted, es que va a darnos lecciones de Historia de España? ¡¡¡ JÁ !!!

    Pero fíjese si España es un gran país que ha pesar de ser gobernado por auténticos subnormales (incapacitados para cuidar de si mismos, imagínese para cuidar de un imperio) ahí sigue estando entre los mejores países del mundo A PESAR DE, y no GRACIAS A... ¿Me explico o hace falta que le haga un dibujo?
    El dibujo se lo hace a usted, que no entiende ni dónde está y deje de gritar que no por ello va a tener razón.

    No, no era eso. La inversión extranjera en España nunca fue a costa de traicionar a nadie. ¿qué se hizo mal? Puede ser, aunque yo eso lo discutiría en otro hilo.
    ¿Por qué en otro hilo, si este está muy bien? Además, lo que usted niega es una evidencia que conocen hasta los ciegos.


    Portugal sin embargo fue y es la puta barata de Inglaterra y traicionó a España con alevosía y nocturnidad como ya he explicado aportando documentación.
    Y dale con insultar a Portugal, ¿sabe usted qué significa traicionar? ¿es que acaso Portugal no ha tenido y tiene su propia soberanía e intereses, tal como los hemos tenido nosotros? ¿Qué lealtad y qué fidelidad nos deben a nosotros? Y los epítetos guárdeselos para usted. Y, por cierto, usted no ha aportado nada de documentación y si a eso lo llama usted así, no es más que papel sucio y mojado.


    Esa familia de banqueros la conozco bastante bien porque tengo un libro (infumable) sobre ellos. Las guerras de Europa (las napoleónicas por ejemplo) fueron pagadas o financiadas por ellos... en los dos bandos (Inglaterra y Francia). De tal forma que siempre ganaban. Son judíos. Invierten 5 y sacan 9. No hay más. Exactamente igual que Carlitos V hacía con los banqueros alemanes y genoveses. Por otra parte le aseguro que las inversiones de los Rotchild en España fueron marginales si las comparamos con las inversiones que hicieron en Francia o Inglaterra.
    O sea, ¡¡¡ tiene un libro !!!, tiene un libro sobre los Rothschild y ya los conoce, ¡asombroso! ¿ y quéeee? ¿es que cree que es el único librito que hay sobre ellos? Y, como es habitual, nos descubre usted el universo con sus argumentos.
    "He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.

    <<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>

    Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.

    Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."

    En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47


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  2. #2
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    Re: España e Inglaterra

    Relaciones internacionales entre España y Reino Unido

    Las relaciones internacionales y diplomáticas hispano-británicas se refieren a la coyuntura política, económica y cultural que existen entre España y Reino Unido. Actualmente, estos dos Estados son miembros de pleno derecho de la ONU, OCDE, UE, OTAN, etc., y aunque actualmente las mismas son muy buenas, a lo largo de la historia, y sobre todo debido a la pugna por el poder político y marítimo, estas han tenido sus diferencias.


    Las relaciones hispano-británicas tuvieron movimientos pendulares a lo largo de la historia, debido principalmente a la lucha por el control marítimo durante buena parte de la Edad Moderna y la pugna por la hegemonía cultural y política en los dominios de Ultramar, principalmente América y el Pacífico.

    Alianza Anglo-portuguesa

    Durante la Alta Edad Media, el deseo por parte, principalmente, del Reino de Castilla de la anexión de Portugal hizo que estos se aliaran con los ingleses para defender sus intereses. Así, y también en el contexto de la Guerra de los Cien Años, las distintas fuerzas europeas se decantaron por uno u otro bando (ingleses y franceses), donde Castilla apoyaba a los primeros, princiaplmente por intereses familiares, y Portugal a los segundos, tanto por intereses comerciales como territoriales.

    Tras más o menos un siglo de distensión entre Portugal y España, Reino Unido vuelve a apoyar la causa lusa durante la Guerra Civil Castellana, que enfrentaba por un lado un facción candidata al trono: Isabel I de Castilla, hermana del rey Enrique IV (muerto sin descendiente varón), con el apoyo del Reino de Aragón; y Juana la Beltraneja, hija ilegítima de Enrique casada con el rey portugués Alfonso V y aliada con Gran Bretaña. Finalmente, la victoria del primer bando hizo declinar esta alianza, que volvería casi dos siglos después para apoyar a Portugal en la independencia de la España de Felipe II (1680) que le hizo perder al Imperio Español un territorio importante, sobre todo el referente a África.

    Era de las Exploraciones

    Durante el siglo XVI, las relaciones entre ambos países fueron muy tensas. Al inicio de este siglo, la política matrimonial llevada a cabo por lo Reyes Católicos llevó a casar a una hija de estos, Catalina de Aragón, con el rey inglés Enrique VIII, cuyo divorcio abrió la puerta a la creación de la Iglesia Anglicana. Posteriormente, el que fuera hijo del Emperador Carlos, Felipe II, tomó nupcias con María I, por lo que Felipe II se convirtió en rey de Inglaterra. La prematura muerte de esta sin descendencia hizo que al trono llegara Isabel I, que desató innumerables guerras durante esta época con el Imperio de Felipe II, incluso llegando a apoyar a las Provincias Unidas para su independencia. En el transcurso de estas guerras tiene lugar la caída de la Grande y Felicísima Armada (Armada Invencible) en 1588, suceso que los historiadores anglosajones llegaron a exagerar, ya que no fue un derrota militar, sino un temporal meteorológico lo que acabó con la Armada.
    Durante esta época, las posesiones españolas en el Mar Caribe se vieron amenazadas por ataques de patrulleros ingleses y piratas financiados por estos para evitar el comercio español con la metrópoli.

    Guerra de Sucesión Española

    A la muerte sin sucesión del último rey de la Dinastía Habsburgo en España, Carlos II, se creó una poblemática sucesoria que se saldó con una guerra que duró casi un lustro. En esta guerra ``civil´´ se enfrentaron por un parte, los candidatos franceses al trono, con el duque de Anjou (futuro Felipe V, nieto del Luis XIV) al frente, y aliado por supuesto de Francia, contra los candidatos austríacos (Archiduque Carlos), que se aliaron con Portugal, Reino Unido, las Provincias Unidas, etc., ya que veían con recelo que la familia Borbón ostentara las Coronas de Francia y España.

    Al finalizar la guerra, el bando francés de los Borbones ganó y se hizo con el trono, en un acuerdo de Paz, el Tratado de Utrecht, mediante el cual, Felipe V rechazaba sus derechos al trono francés y España cedía a distintos países Nápoles, Milán, Sicilia, Borgoña, etc., y cede a Gran Bretaña el control de Menorca (que será en 1783) y Gibraltar, del que hablaremos más adelante.

    Guerra de la Independencia Americana

    Durante el tercer tercio del siglo XVIII, España volvió a entrar en guerra con Reino Unido, pero esta vez con un matiz muy importante. A la altura de la década de 1770, la entonces colonia británica de Nueva Inglaterra se sublevó contra la metrópoli y declaró unilateralmente la independencia, debido a diversos problemas administrativos, fiscales etc., que se inició a partir del Motín del té. Tras esto, tanto Francia como España, en su deseo de acabar con la hegemonía marítima inglesa y englobado dentro de los denominados Pactos de Familia, entraron en guerra apoyando a los colonos, tanto en materiales como logística y capital. Así, las grandes extensiones de terreno español en los que ahora es EE.UU, facilitó la campaña, que se llevó a cabo principalmente por Luisiana y el Caribe. Gran Bretaña, que se vio sin apoyos de sus principales aliados europeos (Austria y Portugal) cedió a la presión de los colones y los hispano-franceses y concedió la independencia a Estados Unidos, siendo así un promotor de los movimientos nacionalistas americanos.

    Al finalizar la guerra, España obtuvo algunas conquistas territoriales en América del Norte, así como la devolución por parte de Francia de Luisiana y por parte de Gran Bretaña Menorca y Florida, aunque no consiguieron acabar con el dominio inglés en los mares y recuperar Gibraltar.

    Guerra Napoleónicas

    El inicio del siglo XIX cambió la esfera política de Europa, sobre todo por un suceso que dio marcha sin retorno a un nuevo punto de vista político, la Revolución Francesa. Así, tras los vaivenes en las políticas bilaterales entre España y Francia, al fin estos se aliaron para combatir conjuntamente contra Reino Unido para acabar con su Armada, algo que intentaron en la Batalla de Trafalgar (1805), cuyo resultado fue drástico. La decadencia naval española se verá acrecentada a partir de aquí y el comercio y los contactos con las colonias (América y Filipinas) será menor, lo que dará lugar a movimientos independentistas.

    Tras esto, y la política impuesta por Napoleón a Carlos IV y Fernando VII, el primero invade la Península y coloca en el trono a su hermano José Bonaparte. La contestación por parte del pueblo español fue muy intensa, la cual se amplió con un contigente militar anglo-hispano-luso, que, liderado por el Duque de Wellington, logró expulsar a los franceses de la Península.

    Guerra Carlista

    A mediados del siglo XIX España se vio involucrada en un serie de guerras civiles debido a la legitimación de la reina Isabel II como tal, que enfrentaron a los bandos Carlista (el cual defendía que cuyo líder, Carlos María Isidro y hermano del rey Fernando VII, era el heredero legítimo al trono) e Isabelino (el cual apoyaba a la hija Fernando, Isabel). El sentido absolutista y el deseo de la restauración del Antiguo Régimen por parte de los Carlistas hizo que el Reino Unido apoyara al bando isabelino, que por otra parte era el legítimo y el que intentaba instaurar un régimen liberal en la sociedad española.

    Así, en 1835 el Reino Unido apoyó y promovió la creación de la Cuádruple Alianza (Reino Unido, Francia, Portugal y España) para apoyar al bando Isabelino. Estos países, con el Reino Unido a la cabeza, subvencionaron la economía bélica del ejército isabelino durante la batalla y mandaron diversos cuerpos militares para su ayuda logística, donde cabe destacar la British Legion, encabezada por el oficial Lacy Evans, la cual tuvo un importante papel en la contienda navarra.

    Siglo XX

    Durante el siglo XX, las relaciones fueron más o menos estables o moderadas en lo referente a siglos anteriores, aunque sin embargo existieron periodos de tiempo, principalmente drante la dictadura militar de Franco, en la que estas fueron débiles.
    A comienzos de dicho siglo, en 1906, el rey español Alfonso XIII contrajo matrimonio con una princesa inglesa y nieta e la emperatriz Victoria, Victoria Eugenia de Battenberg, con quien tuvo 7 vástagos, lo que reflejaba por un lado, la política matrimonial de la casa de Hannover durante el reinado de la reina Victoria (llegó a emparentar a la mayoría de las monarquías europeas) y a las buenas relaciones entre ambos países. Años después, durante la Guerra Civil Española, el denominado como Comité de No Intervención, encabezado por Francia y firmado por Reino Unido, privó de ayuda logística al gobierno legítimo español, aunque la ayuda no oficial fue constante, así, tanto capital privado como cuerpos de voluntarios ayudaron a uno y otro bando, a nacionales y republicanos respectivamente.
    Tras el final de esta y la instauración de régimen franquista, Reino Unido rompió temporalmente las relaciones diplomáticas hasta que España ingresó en la ONU en 1955, y no sería hasta la democratización de España cuando estas volvieron a su retorno, impulsándose con la entreda de España en la UE a partir de 1986.

    Actualidad

    En la actualidad, Reino Unido y España mantienen unas excelentes relaciones, ya que se encuentran entre las principales 4 potencias de la Unión Europea y las 10 primeras del mundo, aunque el principal escollo diplomático durate las historia moderna de ambos países es el caso del enclave británico de Gibraltar.


    El enclave geográfico y comercial de Gibraltar fue cedido por España en 1704 al Reino Unido como cláusula del Tratado de Utrecht, aunque la ocupación no se hizo efectiva hasta 1713. En esta misma cláusula Menorca también fue cedida, aunque esta fue devuelta a comienzos del siglo XIX, por lo que las pretensiones españolas sobre Gibraltar han sido estas hasta la actualidad.

    El principal problema que se plantea es la resolución de la ONU sobre la descolonización de los distintos territorios imperiales del siglo XIX y que el Reino Unido, según el punto de vista de la diplomacia española, debería cumplir. En 1967 y 2002 el pueblo gibraltareño se sometió a sendos referendos sobre la transferencia de soberanía a España, y estos dos tuvieron un alcance negativo, incluso el de 2002, que con el apoyo de Reino Unido y España, se llegó a un acuerdo para realizar una soberanía compartida. Por otra parte, durante la dictadura franquista, las pretendiones de España sobre la soberanía de Gibraltar aumentaron, e incluso obtuvieron ayuda de la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial para la ocupación del territorio (véase Operación Félix), aunque esta al final nunca se realizó.
    A pesar de estar diferencias, en 2004 se creo el foro internacional tripartito sobre el Diálogo de Gibraltar, y las relaciones anglo-españolas son buenas a pesar de las diferencias en este sentido.

    Durante el año 2003, España y Reino Unido, junto con otros países, principalmente Estados Unidos, impulsaron la intervención militar en Irak que desencadenaría en el Guerra de Irak, acordado entre los mandatarios José María Aznar (España), Tony Blair (Reino Unido) y George Bush (EEUU) respectivamente en la Cumbre de las Azores. Posteriormente, con la victoria electoral del PSOE en 2004, el nuevo presidente José Luis Rodríguez Zapatero quitó su participación de la alianza y retiró los contingentes militares.



    http://www.es.wikipedia.org/wiki/Rel..._y_Reino_Unido
    Última edición por Valmadian; 24/01/2014 a las 22:07
    "He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.

    <<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>

    Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.

    Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."

    En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47


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    Re: España e Inglaterra

    Invasiones inglesas al Río de la Plata. Guerra anglo-española (1796-1808)



    Las Invasiones Inglesas fueron dos expediciones militares fracasadas que la corona británica emprendió en 1806 y 1807 contra el Virreinato del Río de la Plata —perteneciente a la Corona española— con el objetivo de anexarlo.
    Ambos intentos fallidos significaron la incorporación de la región a las Guerras napoleónicas, conflicto que enfrentó a las dos potencias dominantes de la época, el Reino Unido y Francia. La guerra en Europa otorgaba a los vastos territorios de Hispanoamérica un papel estratégico y económico de gran importancia para el Reino Unido, que se hallaba por entonces en plena revolución industrial y que pretendía terminar con el Imperio español. Hubo dos invasiones inglesas al Río de la Plata:
    la Primera Invasión Inglesa de 1806, en la que las tropas británicas ocuparon la ciudad de Buenos Aires, capital del Virreinato del Río de la Plata, y que fueron vencidas 45 días después por un ejército proveniente de Montevideo comandado por Santiago de Liniers, al que se sumaron milicias populares porteñas, proceso conocido como la Reconquista.

    la Segunda Invasión Inglesa de 1807, en la que las tropas británicas, luego de tomar Montevideo, fueron rechazadas cuando intentaron ocupar Buenos Aires, por las fuerzas defensoras, que se componían de tropas regulares y de milicias urbanas, integradas por población que se había armado y organizado militarmente durante el curso de las invasiones; el proceso conocido como la Defensa.

    Quedó en evidencia la eficacia de las milicias del imperio español para defender a sus territorios en el contexto de los conflictos internacionales de la época. Pero la participación de las milicias en la Reconquista primero y al año siguiente en la Defensa aumentaron el poder y la popularidad de los líderes criollos militares e incrementaron la influencia y el fervor de los grupos independentistas. Paralelamente, estos motivos convirtieron a las Invasiones Inglesas en uno de los catalizadores de la causa emancipadora en el Virreinato del Río de la Plata.

    Tanto la Reconquista como la Defensa de Buenos Aires ante las Invasiones Inglesas tuvieron un lugar relevante como antecedente inmediato de la Revolución de mayo de 1810 que dio inicio al proceso de Independencia de la Argentina. Durante su curso, por primera vez prevaleció la voluntad del pueblo sobre el mando del Rey de España, cuando los vecinos de Buenos Aires, mediante el cabildo abierto del 10 de febrero de 1807, depusieron al virrey designado por el rey -hecho excepcional en los anales de la historia hispanoamericana- para elegir al francés Santiago de Liniers en su lugar. Asimismo, la creación en esa ocasión del Regimiento de Patricios, como milicias populares voluntarias, y la elección por parte de los propios milicianos del potosino Cornelio Saavedra —futuro presidente de la Primera Junta patria— como jefe del cuerpo, sentaron las bases de un ejército patriota capaz de alzarse contra las tropas realistas. La participación popular en la lucha armada es tradicionalmente representada con la imagen de los habitantes de Buenos Aires arrojando aceite hirviendo sobre los invasores desde los techos de las casas.
    Estos hechos se desarrollaron en un contexto histórico más amplio, de disputas territoriales en América, entre el Reino Unido, el Imperio español, Portugal, Francia y más tarde los Estados Unidos, en un período que se extendió desde la fundación de Colonia del Sacramento en 1680, hasta el reconocimiento por parte del Reino Unido de la Independencia Argentina con la firma de un tratado de paz y comercio en 1824, luego de la declaración de la Doctrina Monroe. Estos tratados no evitarían nuevos intentos de expansión del colonialismo británico sobre el Cono Sur de América que se produjo con la Invasión inglesa a las Malvinas en 1833.


    Antecedentes

    Los territorios españoles de la cuenca del Plata sufrieron, desde su conquista y colonización, el asedio constante de los indios y la amenaza permanente del proceso de expansión de los portugueses desde el Brasil que intentaron vanamante alcanzar las inmensas riquezas de plata y oro del Alto Perú por vía fluvial desde el Océano Atlántico Sur, en un período dominado por la política económica mercantilista, en que la importancia de la tierra residía, mayoritariamente, en la existencia de minerales preciosos y en su posibilidad de explotación económica.
    No fue hasta la fundación de Colonia del Sacramento, en 1680, que el Río de la Plata cobraría real importancia estratégica para la economía y la política internacionales.

    El Tratado de Utrecht, del 11 de abril de 1713, puso fin a la Guerra de Sucesión Española que se había desatado en 1702 tras la muerte del rey Carlos II, último representante de la dinastía Habsburgo o de Austria. La casa de Borbón, de origen francés, fue la sucesora de la la corona española, emprendiendo las denominadas reformas borbónicas.

    La serie de acuerdos firmados entre las potencias europeas había otorgado a Inglaterra la concesión del envío de un barco anual al dominio español de las Indias, llamado el navío de permiso y el asiento de negros, monopolio de treinta años para el tráfico de esclavos negros con estos territorios. La reina Ana transfirió estas concesiones a la Compañía del Mar del Sur (en inglés, The South Sea Company) por 7.500.000 libras para financiar la deuda que había dejado la guerra. La especulación económica que se generó alrededor del comercio con las colonias españolas en Sudamérica hizo que los títulos de la empresa se multiplicaran por nueve en el primer semestre de 1720. Esta burbuja económica, conocida como la Burbuja del Mar del Sur, fue una de las crisis bursátiles más devastadoras de la historia del capitalismo.

    Esta institución estableció uno de sus mercados más importantes en la barranca del Retiro, en Buenos Aires. Los buques que transportaban esclavos hacia el Plata permitían el intercambio ilegal de manufacturas por los productos primarios de la región: cuero, tasajo y sebo.
    La primera expedición militar británica que llegó a la región lo hizo en el marco de la Guerra de los Siete Años. En enero de 1762 España se involucró definitivamente en este conflicto entrando en guerra con Inglaterra y Portugal. En octubre del mismo año, Pedro de Cevallos volvió a ocupar Colonia del Sacramento para España. Poco después, una flota anglo-portuguesa compuesta por diez barcos y más de mil hombres fue enviada con la orden de tomar Buenos Aires, pero fue vencida al intentar retomar Colonia.

    El Virreinato del Río de la Plata

    La fundación del Virreinato del Río de la Plata, en 1776, fue una medida de carácter estratégico militar con fuertes implicaciones económicas. Carlos III se vio presionado por el avance portugués sobre el Río de la Plata, las sucesivas expediciones británicas y francesas sobre las costas de la Patagonia y la necesidad de blanquear las operaciones ilegales en el puerto de Buenos Aires, alentadas por el monopolio comercial que el Virreinato del Perú, centro del poder español en América del Sur, otorgaba a su capital, Lima.

    Mientras en toda América y Europa se esparcían las influyentes ideas relacionadas con la Independencia de los Estados Unidos, la Revolución francesa y las políticas liberales del gobierno del Reino Unido, España continuaba con su política tradicional en sus tierras. Dado que prácticamente carecía de factorías, era incapaz de absorber los productos procedentes del Nuevo Mundo, desfavoreciendo así al desarrollo económico de los virreinatos americanos. El principal interés estaba colocado sobre la extracción de metales preciosos, con los cuales la metrópoli financiaba sus guerras y alianzas. En cambio, Inglaterra transitaba el camino hacia la industrialización y, por tanto, crecía allí la demanda de productos primarios. Dadas las numerosas restricciones aduaneras que se imponían en los puertos sudamericanos y la inexistencia de actividad minera en la región del Plata, el contrabando se convirtió rápidamente en la base del comercio de una región cuya actividad económica principal era la ganadería.

    La supresión del monopolio del tráfico de Indias en 1778, que había privilegiado hasta entonces a la Casa de Contratación de Indias de Sevilla y posteriormente Cádiz, por un lado intentó destruir por completo la plaza comercial portuguesa de Colonia del Sacramento, tras el resultado incierto de la ocupación española en el mismo año de su fundación. Por otro lado, si bien esta medida no logró contener el contrabando, fue un antecedente para el crecimiento económico de la capital virreinal: sólo entre 1800 y 1807, los ingresos del Cabildo se multiplicaron por catorce.

    En 1797, por orden de Carlos IV de España, el virrey Antonio Olaguer Feliú autorizó el comercio con países neutrales debido a las dificultades en el intercambio con España a causa de las hostilidades crecientes en Europa y al importante dominio inglés de los mares. Esto ubicó al Río de la Plata en las rutas del comercio internacional, atrayendo numerosas naves estadounidenses e impulsando el aumento de la presencia británica en la economía porteña. De manera intermitente, el comercio con Gran Bretaña pasaba de la legalidad a la clandestinidad, de acuerdo a las relaciones cambiantes entre la península y aquella nación. Las autoridades virreinales, en ocasiones fomentaron este tipo de actividad en lugar de prevenirla mediante funcionarios corruptos. Este comercio contribuyó al surgimiento de la élite de comerciantes porteños que pronto enviaron a sus hijos a estudiar a Europa, desde donde traerían las ideas revolucionarias.

    Las Guerras Napoleónicas


    Las guerras napoleónicas no sólo repercutieron en Europa sino que también tuvieron consecuencias en América y en la región del Plata. Desde los inicios de la Conquista de América, Inglaterra se había interesado en las riquezas de la región.
    La Paz de Basilea, en 1795, puso fin a la guerra entre España y la Revolución francesa. En 1796, por el tratado de San Ildefonso, España se alió con Francia, que estaba en guerra con Inglaterra, abriendo así la brecha que justificaría la actuación militar de Gran Bretaña, que buscaba obtener mayor influencia sobre las posesiones españolas.

    La llegada al poder de Napoleón Bonaparte en 1799 y su proclamación como emperador de Francia en 1804 alteró las relaciones internacionales y renovó la alianza española con Francia. La presión de Napoleón sobre Carlos IV de España vio como fruto la restitución de Manuel de Godoy en el poder, quien declaró en 1802 la guerra al reino de Portugal, principal aliado del Reino Unido en el continente.
    La batalla de Trafalgar, en 1805, puso de manifiesto el fin de tres siglos de supremacía naval española a través de su Armada Invencible, lugar que pasó a ocupar la flota británica. Asimismo, este resultado minó la capacidad de España para defender y mantener su imperio.

    El bloqueo continental napoleónico

    A comienzos del siglo XIX, el Reino Unido se encontraba en plena revolución industrial, lo que la convertía en la economía más productiva de toda Europa, posicionándose con fuerza como exportadora de productos manufacturados. Poco menos de la mitad de estos productos tenían como destino el mercado europeo continental. Tras el rotundo fracaso militar que significó para Francia y España la Batalla de Trafalgar, el 21 de octubre de 1805, Napoleón Bonaparte optó por la estrategia de la guerra económica contra Inglaterra y sus aliados.

    En noviembre de 1806, poco después de que Francia conquistara o se aliara con cada una de las potencias del continente, desde la Península Ibérica hasta Rusia, Napoleón promulgó el Decreto de Berlín, prohibiendo a sus aliados y a los países conquistados cualquier tipo de relación comercial con Gran Bretaña. Esta medida volvió a alentar las necesidades del Reino Unido de consolidar y asegurar sus intereses en el Nuevo Mundo.

    Política británica relacionada con Sudamérica


    En 1711, el gobernador de las islas Bermudas, John Pullen, envió una carta al ministro Robert Harley, conde de Oxford, diciéndole que “el Río de la Plata es el mejor lugar del mundo para formar una colonia inglesa”.11 A partir de entonces, una serie de planes de ocupar Buenos Aires y otras ciudades sudamericanas fueron propuestos, pero se vieron frustrados por diversas circunstancias.
    El fin de la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos, en 1783, tuvo un gran impacto en Gran Bretaña. En ese mismo año, William Pitt el Joven asumió como Primer Ministro del Reino Unido. Bajo su administración, que coincidió con los inicios de la revolución industrial, Pitt apuntó a la consolidación del comercio exterior y en lugar de buscar nuevas colonias procuró abrir nuevos mercados. Esta política se veía severamente perjudicada por las trabas que imponía España y las alianzas cambiantes entre las potencias europeas. Por lo tanto, la independencia de las colonias españolas en América pasó a ser un tema central de la administración Pitt.
    En 1789 la guerra entre Gran Bretaña y España parecía inminente tras el incidente del Estrecho de Nutka. El revolucionario venezolano Francisco de Miranda aprovechó la ocasión para presentarse ante Pitt con su propuesta para liberar la América Hispana. Miranda soñaba con emancipar los territorios del Nuevo Mundo bajo dominio portugués y español y convertirlos en un gran imperio independiente gobernado por un descendiente de la Casa de los Incas. El plan presentado en Londres solicitaba la asistencia del Reino Unido y los Estados Unidos para ocupar militarmente las principales ciudades sudamericanas, asegurando que el pueblo recibiría a los británicos cordialmente y que se apresurarían a organizar gobiernos soberanos. A cambio de esta ayuda, el Reino Unido obtendría los beneficios del intercambio comercial sin restricciones y el usufructo del Istmo de Panamá, con el fin de construir un canal para el paso de navíos. Pitt aceptó la propuesta y comenzó a organizar la expedición.


    La Convención de Nutka en 1790 puso fin a las hostilidades, con lo cual la misión fue cancelada. Según los términos de este tratado, el Reino Unido reconocía la soberanía hispana en los archipiélagos del Atlántico Sur próximos al continente americano a cambio de asentarse en la Isla de Quadra y Vancouver. Así, los colonos británicos que se habían establecido hacía unos años en las Islas Malvinas abandonaron el archipiélago.
    En 1796 el gabinete de Pitt elaboró un nuevo plan de intervención en Sudamérica en respuesta a la decisión de España de aliarse a Francia. Pero la pérdida de Rusia y de Austria como aliados puso a Gran Bretaña en una situación más comprometida frente a los inminentes ataques de las flotas navales francesa, española y holandesa, por lo que el proyecto tuvo que ser nuevamente abandonado.

    El 5 de octubre de 1804, cuatro buques británicos interceptaron en las proximidades de Cádiz a una flota española de cuatro fragatas cargadas con oro y plata del Alto Perú. El botín, evaluado en unos dos millones de libras, fue enviado a Londres. En este contexto, Pitt dio a conocer el plan de Miranda al comodoro Home Popham, quien se convertiría en un entusiasta del asunto de Sudamérica. El 14 de octubre, Popham y Miranda presentaron a Pitt un memorándum que contenía detalles específicos para liberar Sudamérica y del cual Popham se valdría en 1806 para solicitar tropas para atacar Buenos Aires.
    Ante la indecisión de Pitt para autorizar un ataque al Río de la Plata, a mediados de 1805 Popham se alistó en una expedición que tenía como objetivo la captura del Cabo de Buena Esperanza, en el extremo sur de África. Pitt le ordenó abandonar el plan de conquista de América del Sur por el momento.

    Primera Invasión a Buenos Aires

    Preparativos para la defensa


    Hacia fines de 1805 la posibilidad de una invasión inglesa ya recorría Buenos Aires. Esta capital sudamericana, con sus 45.000 habitantes, era uno de los puertos más prósperos del Nuevo Mundo (Nueva York, la ciudad más grande por entonces en la América anglosajona, contaba con unos 85.000 habitantes). El virrey del Río de la Plata, Rafael de Sobremonte, III marqués de Sobremonte, había solicitado refuerzos militares a España en varias oportunidades. Los cuerpos militares del virreinato habían sufrido muchas bajas en los últimos tiempos, en particular, durante la sublevación indígena liderada por Túpac Amaru II. Sin embargo, la única respuesta que obtuvo fueron unos cuantos cañones y la sugerencia de armar al pueblo para la defensa. Pero el virrey entendía que dar armas a los criollos, muchos de ellos influenciados por ideas revolucionarias, era una estrategia peligrosa para los intereses de la corona.
    El jueves 2 de enero de 1806 arribó al puerto de la Ensenada de Barragán el Bergantín mercante Espíritu Santo, el cual fue interrogado por el alférez Navarro por orden del Capitán de Puerto, Santiago de Liniers, de origen francés, al servicio de la corona española. El capitán del mercante Francisco Paula de Fernández informó haber avistado una flota británica en Todos Los Santos, Brasil, el pasado diciembre de 1805.12 Esta flota es parte de la expedición de David Baird que se dirigía a la colonia holandesa de Cabo de Buena Esperanza.

    Sobremonte recibió esta noticia de que una flota británica se había aprovisionado en el puerto de Bahía, Brasil, y siguiendo las medidas estipuladas por la corona, organizó las escasas tropas virreinales para la defensa del estratégico puerto de Montevideo, el cual poseía suficiente calado para permitir la entrada de buques de guerra, lo que lo convertía en la plaza militar más importante sobre el Río de la Plata.

    Liniers recibió la orden de armar una flota para resguardar las costas y asegurar la libre navegación entre Montevideo y Buenos Aires y fue designado comandante del puerto de Ensenada de Barragán, a unos 70 km al sur de Buenos Aires. Liniers había sido enviado al virreinato en 1788 como Capitán de Puerto. Era hermano del Marqués de Liniers, poderoso comerciante francés en Buenos Aires, y ambos pertenecían al grupo de porteños que simpatizaban con Francia.13 El gobernador de la Plaza de Montevideo convocó a los habitantes y a las milicias para organizar la defensa ante la posible invasión. A dicha convocatoria acudió Juan Bautista Azopardo, segundo comandante de la Fragata Corsaria Dromedario. Se le asignó la Lancha Obuse Invencible Nº4 para realizar misiones de vigilancia costera. La tripulación se compuso por parte de la perteneciente a la Dromedario.

    Organización de la invasión

    En enero de 1806 se produjo la segunda conquista del Cabo de Buena Esperanza por un ejército británico al mando del teniente general David Baird. La captura para la corona británica de la colonia holandesa del Cabo de Buena Esperanza en Sudáfrica había sido lograda con la misma flota que había causado alarma en el Río de la Plata. Por esos días Napoleón triunfaba en las batallas de Jena y Auerstaedt, lo que consolidaría a Francia como la potencia hegemónica en Europa. Inglaterra dominaba el acceso comercial entre el Océano Atlántico y el Océano Índico.
    Popham mantenía contacto con comerciantes establecidos en Buenos Aires, entre ellos William White, a quien debía una importante suma de dinero. El 28 de marzo llegó al Cabo desde Buenos Aires el barco negrero Elizabeth que habría traído una carta de White en la que éste indicaba que se encontraba en la ciudad un tesoro de más de un millón de pesos provenientes de Potosí listo para ser enviado a España, con el cual Popham podría saldar su deuda. El comodoro intentó persuadir a Baird para que le brindara su apoyo para tomar el Río de la Plata, valiéndose de varios argumentos y asegurando que recibirían el apoyo de la población local, pero el general no accedió.

    Baird se encontraba en una posición incómoda, lo que explicaría por qué le otorgó a Popham el Regimiento 71 escocés, uno de los cuerpos más sólidos del ejército del Reino Unido, al mando del teniente coronel Denis Pack, para una misión que no había sido aprobada oficialmente. Por un lado, los gobernadores de colonias remotas tenían el poder de decidir acciones militares de urgencia. Por otro lado, la ley británica establecía porcentajes de los botines de guerra que eran entregados a los participantes, en particular, los militares de alto rango podían recibir importantes sumas. Además, si la expedición partía sin la ayuda de Baird y fracasaba, Popham podría acusar a Baird ante un tribunal de guerra.

    El 14 de abril, la flota británica cruzó el Atlántico en dirección al Río de la Plata. Baird nombró general al coronel William Carr Beresford para que liderase el ataque a Buenos Aires. La escuadra llegó a Santa Elena el 29 de abril, Popham logró que el gobernador de la isla le prestara 280 soldados para su misión y envió una carta a Londres, dando a conocer los motivos por los cuales se dirigía a Sudamérica basando sus argumentos en el memorándum de 1804. Lo que Popham desconocía era que Pitt había muerto recientemente y que en su lugar había asumido William Wyndham Grenville, del partido opositor Whig.

    En mayo, Popham envió a la fragata HMS Leda por delante de la escuadra para sondear el río. El 19 de mayo el capitán envió a un oficial y tres marineros con un bote a las costas cerca de Santa Teresa, para que tomasen notas de las costas y la zona, pero fueron capturados por una partida de milicianos, que los trasladan a Buenos Aires, donde después de tomarles declaración, el virrey no tomó ninguna medida adicional,15 quizás porque no obtuvo nada del oficial, o este muy probablemente desconociera los detalles del plan (por su rango). Los prisioneros fueron confinados en Las Conchas.

    Ocupación británica de Buenos Aires

    La flota británica fue avistada frente a Montevideo el 8 de junio. El 24 de junio Beresford amagó un desembarco en Ensenada, realizando maniobras frente a Punta Lara y abriendo fuego contra las fortificaciones. El 25 de junio una fuerza de unos 1.600 hombres al mando de Beresford, entre ellos el Regimiento 71 de Highlanders, desembarcó en las costas de Quilmes sin ser molestados. Recién al día siguiente se dispuso en Buenos Aires marchar hacia ellos, bajo el mando del nuevo Subinspector del Ejército, coronel Pedro de Arce. Cuando se estuvo frente al enemigo, se rompió fuego, aunque la carga posterior de las tropas invasoras forzó a una retirada general de los defensores.
    Sobremonte intentó una estrategia de defensa, armando a la población y apostando a sus hombres en la ribera norte del Riachuelo, confiando en poder atacar a los británicos de flanco. Pero el reparto de armas fue un caos, y las tropas no pudieron detener el rápido avance inglés, de modo que el virrey quedó fuera de la ciudad, sin posibilidad de intentar nada.

    La rendición

    El 27 de junio las autoridades virreinales aceptaron la intimación de Beresford y entregaron Buenos Aires a los británicos. En la tarde de ese mismo día, las tropas británicas desfilaron por la Plaza Mayor (la actual Plaza de Mayo) y enarbolaron la bandera del Reino Unido, que permanecería allí por 46 días. El territorio bajo dominio británico fue rebautizado bajo el nombre de Nueva Arcadia, en alusión a la tierra pastoril griega de tanto peso en las fábulas neoclásicas.
    Manuel Belgrano, secretario del Consulado de Buenos Aires (y de todo el virreinato) y Capitán Honorario de Milicias Urbanas, manifestó la necesidad de reubicar el Consulado en el lugar en donde el virrey estuviese y se dirigió ante Beresford a presentar la solicitud. Mientras tanto, los demás miembros del Consulado juraron el reconocimiento a la dominación británica. Belgrano prefirió retirarse "casi fugado", según sus propias palabras, a la Banda Oriental del Río de la Plata, a vivir en la capilla de Mercedes, dejando en claro su postura al pronunciar su célebre frase: "Queremos al antiguo amo o a ninguno".
    El virrey abandonó la capital en la mañana del 27 de junio y se retiró a Córdoba junto con algunos centenares de milicianos que no tardaron en desertar: contrariamente a una persistente leyenda, no llevaba consigo los caudales, ya que los mismos habían sido evacuados dos días antes de acuerdo a un plan trazado el año anterior. Beresford demandó la entrega de los caudales del Estado y advirtió a los comerciantes porteños que en caso contrario retendría las embarcaciones de cabotaje capturadas e impondría contribuciones. El Cabildo no vaciló en enviar una comisión a Sobremonte rogándole entregara el tesoro a un destacamento inglés enviado en persecución del mismo. Este tesoro fue trasladado a Londres y paseado como trofeo de guerra, antes de ser depositado en un banco.
    El 14 de julio, Sobremonte declaró a Córdoba la capital provisoria del virreinato. Asimismo, instó a que se desobedecieran todas las órdenes provenientes de Buenos Aires mientras durara la ocupación. Se dedicó a organizar un ejército con el que reconquistar la capital, pero la tarea tropezó con toda clase de dificultades, y sólo dos meses más tarde estuvo listo.

    Los porteños estaban, en general, descontentos con la metrópoli y, por tanto, en un primer momento los británicos fueron recibidos con entusiasmo. Sin embargo, los grupos partidarios de la independencia reconocieron la amenaza latente en la ayuda británica. La ocupación era la excusa perfecta para establecer el dominio que el Reino Unido anhelaba sobre la región. Una de las primeras medidas que tomó Beresford fue decretar la libertad de comercio y la reducción de aranceles. Al darse cuenta de que los ocupantes no tenían otros planes, sino convertir al Plata en una colonia británica, los porteños comenzaron a agruparse para preparar una rebelión.

    La Reconquista de Buenos Aires


    Martín de Álzaga, el rico comerciante español de notoria actuación durante las Invasiones Inglesas.
    Ante la inmovilidad de las autoridades virreinales, los vecinos de la ciudad, criollos y españoles por igual, comenzaron a armarse para defenderse por sus propias manos. Se organizaron varios grupos clandestinos que planeaban atacar el Fuerte, residencia temporal de Beresford, con explosivos caseros. Estos movimientos tuvieron el apoyo de los monopolistas como el rico y poderoso comerciante español Martín de Álzaga, que se veían severamente perjudicados con el libre comercio decretado por el representante de Jorge III de Inglaterra (y que fuera aprobado por este soberano cuando los británicos ya no gobernaban el Río de la Plata).
    A fines de julio partieron unos 450 hombres comandados por José Ignacio Garmendia y Alurralde desde Tucumán. Al llegar a Santiago del Estero, recibieron una comunicación del virrey pidiendo que una compañía fuera a marcha forzada para llegar cuanto antes a Buenos Aires. Salvador Alberdi, a cargo de unos doscientos hombres, fue el encargado de hacerlo.

    El 1 de agosto una guerrilla amparada por Martín de Álzaga en los Caseríos de Perdriel, fuera del casco urbano (la actual Chacra Pueyrredón, en el partido de General San Martín),16 dirigida por Juan Martín de Pueyrredón, fue derrotada por una fuerza inglesa de 550 hombres. Pero la mayor parte de las tropas quedaron intactas para reconquistar la ciudad.


    Plano del movimiento de las fuerzas durante la Reconquista.
    Antes de que los rebeldes porteños pudieran llevar a cabo su plan, nuevas tropas arribaron a Buenos Aires: estaban comandadas por Liniers, que había abandonado su posición en Ensenada y cruzado el Plata para organizar las tropas para la reconquista. Desde Montevideo, y con la ayuda de Pascual Ruiz Huidobro, gobernador de esa ciudad, el francés organizó un ejército que partió el 23 de julio para Colonia y el 3 de agosto fue embarcado en una flota de 23 naves hacia Buenos Aires para iniciar la Reconquista. Cruzó el Río de la Plata aprovechando una sudestada, tempestad que dejó inmóviles a los buques británicos y en medio de la niebla. Avanzando desde el Puerto de las Conchas, en Tigre, se sumaron a este ejército miles de hombres entusiasmados.



    La Reconquista de Buenos Aires. William Carr Beresford se rindió ante Santiago de Liniers.
    El 12 de agosto, Liniers avanzó sobre la ciudad desatando una batalla campal en distintas calles de Buenos Aires, hasta acorralar a los británicos en el Fuerte de la ciudad. Primero fue tomada la Iglesia de la Merced, ubicada a pocos metros de la Plaza Mayor, y desde el atrio del templo se lanzó la ofensiva al Fuerte. También salieron a la calle centenares de voluntarios organizados y entrenados por Álzaga. Cerca de doscientos prisioneros ingleses fueron custodiados y llevados por las tropas de Garmendia hasta la ciudad de Tucumán, que debía encargarse de alojar, alimentar y custodiar. Beresford se rindió y firmó la capitulación el 20 de agosto, en la que se acordaba el intercambio de prisioneros entre ambos bandos. Temiendo un segundo ataque, el Cabildo presionó para que los prisioneros británicos fueran enviados al interior, anulando así los términos de la rendición.

    Retomada la ciudad, la Real Audiencia de Buenos Aires asumió el gobierno civil y decidió entregar la Capitanía General a Liniers. Asimismo, la corona española le agregó el título "La muy fiel y reconquistadora" a la ciudad de Montevideo y en el escudo de dicha ciudad se agregaron banderas británicas caídas, indicando la derrota de los británicos frente a Montevideo. Popham fue juzgado por una corte marcial británica por haber abandonado su misión en Cabo de Buena Esperanza pero su castigo se limitó a ser "severamente amonestado". La ciudad de Londres le otorgaría luego una espada de honor por sus esfuerzos por abrir nuevos mercados; la sentencia nunca llegó a afectarlo.

    Creación de las milicias urbanas

    Tras la capitulación de Beresford y ante la posibilidad de una nueva invasión, Liniers emitió el 6 de septiembre de 1806 un documento instando al pueblo a organizarse en cuerpos separados según su origen. Este documento contenía una proclama acerca de la creación de diversos cuerpos urbanos, y una segunda orden de convocatoria fue emitida el 9 de septiembre. La mayor parte de los hombres adultos se enlistó como miliciano de alguno de los diferentes cuerpos y regimientos que se organizaron. El Comandante General de Armas logró agrupar una fuerza popular a la que se le sumaban las tropas veteranas, de menor tamaño, formando un ejército de infantería, caballería y artilleros:
    (...) Vengan, pues, los invencibles cántabros, los intrépidos catalanes, los valientes asturianos y gallegos, los temibles castellanos, andaluces y aragoneses; en una palabra, todos los que llamándose españoles se han hecho dignos de tan glorioso nombre. Vengan, y unidos al esforzado, fiel e inmortal americano, y a los demás habitadores de este suelo, desafiaremos a esas aguerridas huestes enemigas que, no contentas con causar la desolación de las ciudades y los campos del mundo antiguo, amenazan envidiosas invadir las tranquilas y apacibles costas de nuestra feliz América.
    Infantería[editar · editar código]
    Cuerpo de Patricios o Legión Patricia, de tres batallones formados por los nacidos en Buenos Aires, mayormente pobres y liderada por Cornelio de Saavedra y que contaba con Manuel Belgrano como sargento mayor.
    Cuerpo de Arribeños, comandado por Pío Gana y formado por peones provenientes de las provincias del interior; entre sus oficiales se hallaba Juan Bautista Bustos.
    Compañía de Granaderos de Infantería o Provinciales, cuerpo colonial posteriormente denominado Granaderos de Fernando VII, dirigidos por Florencio Terrada.
    Tercio de Montañeses, originarios de Cantabria (La Montaña), luego de su creación al mando de José de la Oyuela y posteriormente durante la segunda Invasión Inglesa y acciones posteriores del coronel Pedro Andrés García.17
    Tercio de Vizcaínos o de Cántabros de la Amistad, formado por asturianos, vizcaínos y castellanos.
    Compañía de Cazadores Correntinos, bajo el mando de Juan José Fernández Blanco.
    Tercio de Gallegos o de Voluntarios Urbanos de Galicia.
    Tercio de Andaluces
    Tercio de Miñones Catalanes
    Cuerpo de Indios, Pardos y Morenos.

    Caballería

    Juan Martín de Pueyrredón, líder del Primer Escuadrón de Húsares durante las Invasiones Inglesas.
    Primer Escuadrón de Húsares, cuyo nombre oficial era "Húsares del Rey", pero más comúnmente conocido como "Húsares de Pueyrredón", en honor a su afamado comandante Juan Martín de Pueyrredón.
    Segundo Escuadrón de Húsares, conocidos popularmente como "Húsares Infernales" o "Húsares de Vivas", en honor a su primer jefe Lucas Vivas.
    Tercer Escuadrón de Húsares o "Húsares de Núñez", por su comandante Pedro Ramón Núñez, también llamados "Húsares Infernales", al igual que al segundo escuadrón.
    Cuarto Escuadrón de Húsares o "Carbineros de Herrera", por haber sido su primer jefe Diego de Herrera. Su denominación más comúnmente difundida (pese a haber sido organizados originalmente como Cuarto Escuadrón) es la de "Cazadores de la Reina".
    Quinto Escuadrón de Caballería Ligera, denominado "Carabineros de Carlos IV", cuerpo de caballería al mando de Lucas Fernández.
    Sexto Escuadrón de Caballería Ligera, o más comúnmente denominados "Migueletes de Castex", organizados por el abogado de la Real Audiencia Alejo Castex.
    Escuadrón de Quinteros y Labradores.
    Regimiento de Caballería de Blandengues de la Frontera, cuerpos de caballería para la defensa de las fronteras interiores asediadas por los indígenas.
    Artillería[editar · editar código]
    Cuerpo de Voluntarios Patriotas de la Unión.
    Compañía de Artillería de Indios, Pardos y Morenos, formada por indios y exesclavos.
    La creación de estas fuerzas paralelas al ejército regular imperial causó desconfianza en las autoridades españolas, dado que la militarización trajo como consecuencia la politización y permitió que los líderes milicianos obtuvieran poder y popularidad dentro de la sociedad rioplatense.

    Bloqueo británico a los puertos del Plata

    Tras la capitulación de la Plaza de Buenos Aires, la flota británica continuó en el Río de la Plata a la espera de los refuerzos que había solicitado a Inglaterra.
    El comodoro Popham mantenía bloqueados los puertos de Buenos Aires, Montevideo y Maldonado, y por tal motivo, Liniers emitió una patente de corso a favor de Juan Bautista Azopardo, quien alistó la goleta Mosca de Buenos Aires. Esta patente le permitía ejercer el corso en el área del Río de la Plata a la vez que tenía encomendada la vigilancia de la escuadra enemiga y la notificación de cualquier desembarco.

    En una de las salidas de la Mosca, el bergantín HMS Protector y una goleta británica, no identificada a la fecha, entablaron combate con la nave corsaria. Dada la inferioridad de fuego, Azopardo decidió fijar rumbo a la costa sur del río con dirección a Quilmes, donde quedó varado intentando salvar el navío. Los británicos aprovecharon la oportunidad para asaltar al corsario desembarcando cuatro embarcaciones livianas que izaron Bandera Negra. La primera barca fue capturada con un oficial y cinco marineros, mientras que las tres restantes regresaron a los buques, que estaban fondeados fuera del alcance de los cañones de la Mosca.
    Azopardo organizó en tierra una posición defensiva ante un posible contragolpe británico. Cuando volvió la crecida, volvieron a balizas. Los prisioneros fueron remitidos a Buenos Aires y las bajas totales del navío corsario computaron tres marinos.

    Invasión a la Banda Oriental

    En julio de 1806, el almirante Charles Stirling, que había participado de la Batalla del Cabo Finisterre, fue designado comandante del navío HMS Sampson con la orden de transportar las tropas del general Samuel Auchmuty a Buenos Aires para brindar soporte a Popham. Recién el 22 de septiembre, el gobierno británico resolvió por primera vez la conquista de Montevideo y de Buenos Aires. Pocos días después, arribó a Londres el botín obtenido durante la primera invasión, que fue paseado en carretas por la ciudad y festejado por sus habitantes.

    Mientras tanto, Popham merodeaba las costas del Plata en espera de refuerzos. Finalmente en el mes de octubre, llegaron al comando del teniente coronel Backhome los 1.400 hombres del regimiento 47 de infantería, provenientes del Cabo de Buena Esperanza. Tras un leve bombardeo a Montevideo, Popham decidió atacar Maldonado. Esta población contaba con escasas fortificaciones y tan sólo unos 250 hombres, destinados al resguardo de lo que por entonces era la frontera entre los dominios españoles y portugueses. El 29 de octubre, los británicos desembarcaron en Maldonado y en la isla Gorriti y al cabo de tres días tomaron control de ambos enclaves. Los soldados españoles que resistieron este ataque fueron apresados y reclutados a la Isla de Lobos. Mientras tanto, los británicos saquearon Maldonado y apresaron a sus habitantes. El coronel Vasall fue nombrado gobernador, quien liberó a la población cautiva y devolvió al pueblo algunos de los objetos robados durante el saqueo inicial. Las tropas británicas tuvieron que enfrentar en varias oportunidades a las fuerzas enviadas desde la capital de la Banda Oriental.
    La población de San Carlos, cercana a Maldonado, recibió el reconocimiento del rey Fernando VII por su acción de resistencia a los embates británicos, y la nombró "la muy fiel y Reconquistadora villa de San Carlos", título que luce como blasón en su escudo de armas.

    El 5 de enero de 1807, Auchmuty llegó al Río de la Plata con una expedición oficial de 4.300 hombres. Por entonces, Sobremonte había llegado a Montevideo con una fuerza de caballería de 2.500 cordobeses. Sin embargo, el Cabildo de esta ciudad impidió la entrada del virrey y puso la defensa en manos de Ruiz Huidobro. El 14 de enero se apostó frente a Montevideo una escuadra británica de cien velas repletas de manufacturas británicas y que ahora contaba con casi 6.000 hombres al mando del vicealmirante Stirling (que venía a reemplazar a Popham). El 16 de enero, Auchmuty desembarcó a diez kilómetros de Montevideo, muy cerca del sitio en el que se apostaba la fuerza de Sobremonte, quien luego de pedir fuerzas a la plaza abandonó la batalla.

    Ruiz Huidobro contaba con una guarnición de tan sólo 3.000 hombres, que salieron a resistir el ataque de manera desorganizada mientras el gobernador solicitaba el auxilio de Buenos Aires. El 2 de febrero los británicos lograron abrir una brecha a través del portón de San Juan, una de las dos puertas de acceso a la ciudad. A partir de entonces, la población participó activamente en la defensa de la plaza y se produjeron numerosas bajas. Finalmente el 3 de febrero, la operación conjunta de infantería y de marina británica logró ocupar la ciudad. Liniers había decidido cruzar el río con unos 3.000 milicianos cuando ya era tarde, por lo que debió volver a Buenos Aires.

    Auchmuty ordenó la creación del periódico The Southern Star o La Estrella del Sud para que se distribuyera en Montevideo y también en Buenos Aires, no sólo con el fin de transmitir noticias, sino también de servir de medio de comunicación de artículos propagandísticos en favor de la ocupación.


    Temiendo que las fuerzas españolas llegaran a Montevideo vía Colonia del Sacramento, Auchmuty encargó al coronel Denis Pack la toma de aquel pueblo fortificado, de unos 2.800 habitantes. Pack ocupó esta plaza, prácticamente sin oposición, en el mes de marzo. Al tener conocimiento de estos hechos, Liniers envió al recién llegado de España, coronel Francisco Javier de Elío, a recuperar Colonia. Elío tomó por sorpresa a las fuerzas de Pack el 22 de abril, pero el ataque fue rechazado y la flota de Elío se retiró y sentó campamento cerca de la desembocadura del arroyo San Pedro. Pack pidió refuerzos a Montevideo y atacó el campamento de Elío el 7 de junio. Los españoles sufrieron unas 120 bajas y la mayoría de los hombres se dispersaron. Elío se vio forzado a regresar a Buenos Aires.

    Durante los meses de ocupación, a pesar de los esfuerzos del Consulado, las mercaderías británicas comenzaron a contrabandearse libremente desde Montevideo. Los artículos llegaban a Buenos Aires vía Quilmes y Ensenada, a Santa Fe por el Río Paraná y de allí hacia todo el virreinato. También por tierra y por mar los productos británicos llegaban al Brasil. La Audiencia intentó persuadir a los contrabandistas imponiendo duras penas, que nunca fueron llevadas a la práctica. Los mismos comerciantes montevideanos pidieron al virrey que la ciudad no fuera sitiada para favorecer el intercambio comercial.

    Segunda Invasión a Buenos Aires.

    Destitución de Sobremonte y fuga de Beresford.

    El 5 de febrero de 1807 llegó a Buenos Aires la noticia de la caída de Montevideo. Al conocerse la actuación del virrey, se avivaron las protestas públicas y las pintadas en contra del representante de la corona. El 10 de febrero se convocó a cabildo abierto que, reunido como Junta de Guerra, presionó a la Real Audiencia y decretó -en un hecho sin precedentes- la destitución del virrey Sobremonte, su detención y la designación de Liniers en su lugar. Las autoridades españolas entendieron que lo ocurrido en Buenos Aires podía servir de ejemplo para los vasallos del resto de los virreinatos americanos. Para evitar que trascendiera el hecho de que por voluntad del pueblo se había destituido a un virrey, la Audiencia enmarcó los hechos dentro del ámbito jurídico colonial, comunicando que Sobremonte había renunciado al cargo por cuestiones de salud.

    Asimismo, la Junta ordenó el envío de Beresford, que se encontraba preso en Luján, a Catamarca, ya que éste mantenía contacto con grupos criollos promotores de la ideas independentistas. Sin embargo, los oficiales que trasladaban a Beresford fueron interceptados en las cercanías de Arrecifes por un grupo de criollos, entre ellos Saturnino Rodríguez Peña y Manuel Aniceto Padilla, que lograron que el jefe inglés les fuera entregado. Los criollos mantuvieron oculto al general inglés hasta que fue clandestinamente embarcado en el puerto de Buenos Aires en el navío HMS Charwell, enviado desde Montevideo con mensajes para las autoridades. El objetivo de esta misión era negociar la rendición de Buenos Aires para evitar una batalla sangrienta. Sin haber llegado a un acuerdo, Beresford rechazó la oferta de comandar la expedición a la capital virreinal y se embarcó hacia Londres. Este general ocuparía la isla Madeira ese mismo año y se convertiría en su gobernador. Más adelante tendría un papel prominente en la Guerra de la Independencia Española.

    El avance inglés


    En los primeros días del mes de marzo, el HMS Thisbe partió de Inglaterra hacia Montevideo con el teniente general John Whitelocke, nombrado comandante de las fuerzas británicas en el Río de la Plata, con la orden del gobierno británico de capturar Buenos Aires.

    Whitelocke llegó a Montevideo el 10 de mayo y tomó el comando general. Poco tiempo después, la flota al mando del general Robert Craufurd llegó desde El Cabo con 5.000 hombres. El 17 de junio el formidable ejército de Whitelocke, compuesto de unos 10.000 hombres,20 partió rumbo a Colonia. El 28 de junio los británicos desembarcaron en Ensenada; en su avance derrotaron a una fuerza local muy inferior en número. Tras cruzar el Riachuelo aguas arriba de la posición elegida por Liniers —a orillas del Riachuelo, dando espaldas al mismo— sitiaron la capital el 4 de julio.

    Mientras tanto, había llegado al virreinato la resolución de la corte española declarando a Ruiz Huidobro virrey interino. Sin embargo, el gobernador había sido embarcado hacia Londres luego de la caída de Montevideo. Por lo tanto, Liniers, siendo el militar de mayor rango presente, fue nombrado en reemplazo de Huidobro por la Audiencia.

    El ejército británico avanzó con dificultades los cincuenta kilómetros que separaban el lugar escogido para el desembarco y la capital. El ejército del flamante virrey interceptó el primer avance del enemigo cerca de Miserere, pero la brigada de la vanguardia comandada por Craufurd logró dividir y hacer retroceder a los hombres de Liniers en el breve Combate de Miserere. Al caer la noche, la lucha cesó y muchos milicianos se retiraron a sus casas.
    Parecía que todo estaba perdido, pero Whitelocke decidió esperar; suspendió el avance de Craufurd hacia la ciudad y exigió rendición inmediata. Les dio a los porteños tres días, que los criollos utilizaron para organizarse militarmente.

    Asalto y defensa de Buenos Aires


    El alcalde de Buenos Aires, Martín de Álzaga, ordenó montar barricadas, pozos y trincheras en las diferentes calles de la ciudad por las que el enemigo podría ingresar. Reunió todo tipo de armamento y continuó los trabajos en las calles bajo la luz de miles de velas.
    En la mañana del 5 de julio, la totalidad del ejército británico volvió a reunirse en Miserere. Confiado de la supremacía de su ejército, Whitelocke dio la orden de ingresar a la ciudad en 12 columnas, que se dirigirían separadamente hacia el Fuerte y Retiro por distintas calles. En un alarde innecesario, llevaban orden de no disparar sus armas hasta llegar a la Plaza de la Victoria.

    Sin embargo, los invasores se enfrentaban a una Buenos Aires muy diferente a la que se había rendido ante Beresford. Según cuenta el general inglés G. E. Miles, los vecinos en la calle San Pedro arrojaron sobre las cabezas de los famosos "casacas rojas" del Regimiento de infantería N° 88, piedras y líquidos hirviendo, los que serían según algunos autores agua,21 o más frecuentemente se menciona aceite, o grasa vacuna derretida, la cual era muy económica, y estaba disponible para freír alimento en todas las casas.22 Liniers y Álzaga habían logrado reunir un ejército de 9000 milicianos, apostados en distintos puntos de la ciudad. El avance de las columnas se vio severamente entorpecido por las defensas montadas, el fuego permanente desde el interior de las casas y desinteligencias y malos entendidos entre los comandantes británicos. Whitelocke vio cómo sus hombres eran embestidos en cada esquina. Mediante la lucha callejera, los vecinos en el centro de Buenos Aires superaron la disciplina de las famosas "casacas rojas". No obstante, tras una encarnizada lucha los ingleses se apoderaron de la Residencia y el Retiro, donde fue herido mortalmente el teniente de navío Cándido de Lasala.23 pero perdieron también entre muertos y heridos unos 1070 hombres. Cuando la mayoría de las columnas habían caído, Liniers exigió la rendición. Craufurd, atrincherado en la iglesia de Santo Domingo, rechazó la oferta y la lucha se extendió hasta pasadas las tres de la tarde. Whitelocke recibió las condiciones de la capitulación hacia las seis de la tarde ese mismo día.

    El 7 de julio, el general inglés comunicó la aceptación de la capitulación propuesta por Liniers y a la cual -por exigencia de Álzaga- se le había añadido un plazo de dos meses para abandonar Montevideo. Las tropas británicas se retiraron de Buenos Aires; abandonarían la banda oriental recién el 9 de septiembre.
    Las bajas inglesas, según David Marley, siempre correctamente informado en cifras inglesas por haber consultado muy bien sus archivos, fueron 311 muertos, 679 heridos, y 1808 capturados o desaparecidos.

    De regreso al Reino Unido, una corte marcial encontró a Whitelocke culpable de todos los cargos excepto uno y fue removido de su función, al declarársele incapaz de servir a la Corona inglesa. Uno de los factores determinantes para esta decisión fue el hecho de que el general hubiera aceptado la devolución de Montevideo dentro de los términos de la rendición. Los cuerpos de los caídos de ambos bandos durante las invasiones inglesas a Buenos Aires aún no han sido hallados.

    Testimonios británicos del combate

    Los siguientes son testimonios de los combates sostenidos en las calles de Buenos Aires, realizados por jefes británicos que intervinieron en la lucha.
    Avancé con los rifleros hasta el costado oeste del edificio del Colegio de los Jesuitas, sin sufrir pérdidas considerables, cuando, al adelantar el cañón liviano para abrir una brecha en la entrada principal del edificio, el enemigo apareció de repente en gran número en algunas ventanas, en la azotea de aquel edificio y desde las barracas del lado opuesto de la calle y desde el extremo de la misma. En un momento, la totalidad de la compañía de vanguardia de mi columna, y algunos artilleros y caballos fueron muertos o heridos...

    Antes de que me hubiese escasamente aproximado a la Iglesia de San Francisco, ya había perdido bajo el fuego de un enemigo invisible, y ciertamente inatacable para nosotros, los oficiales y la casi totalidad de los hombres que componían la fracción de vanguardia, formada por voluntarios de distintas compañías, los oficiales y casi la mitad de la compañía siguiente, y así en proporción en las otras compañías que componían mi columna...

    No bien alcanzamos la entrada de la iglesia de San Miguel, el enemigo comenzó un terrible fuego desde las casas opuestas. Habiendo perdido unos treinta hombres en esta entrada, y comprendiendo que era imposible forzar las puertas de la iglesia con las herramientas que me habían entregado, juzgué prudente desistir y penetrar más en la ciudad esperando encontrar una posición más ventajosa. Al abandonar la entrada de la iglesia fuimos castigados con un fuego continuado. Después penetré en la ciudad hasta que juzgué que me hallaba cerca de la fortaleza. Viendo que había perdido tanta gente en la calle, que los cuatro oficiales de granaderos estaban heridos, que el mayor, el ayudante y el cirujano auxiliar habían sido muertos, y que había perdido, entre muertos y heridos, de ochenta a cien soldados de mi débil columna, doblé a la izquierda y busqué refugio ocupando tres casas...


    Edición de The Times sobre las invasiones

    Los partes oficiales de la capitulación de Whitelocke en Buenos Aires, dando cuenta del fracaso de la segunda Invasión, llegaron a Gran Bretaña el 11 de septiembre de 1807, y fueron dados a publicidad por el diario The Times, de Londres en el artículo Evacuación de Sudamérica. Se reproducen aquí algunos párrafos principales:
    "El ataque sobre Buenos Aires ha fracasado y hace ya tiempo que no queda un solo soldado británico en la parte española de Sudamérica. Los detalles de este desastre, quizás el más grande que ha sufrido este país desde la guerra revolucionaria, fueron publicados ayer en un número extraordinario...”. "El ataque de acuerdo al plan preestablecido, se llevó a cabo el 5 de julio, y los resultados fueron los previsibles. Las columnas se encontraron con una resistencia decidida. En cada calle, desde cada casa, la oposición fue tan resuelta y gallarda como se han dado pocos casos en la historia. La consecuencia fue que el plan de operaciones se frustró”

    ”El comandante en jefe parece haber estado en la más perfecta ignorancia tanto acerca de la naturaleza del país que debía atravesar, como sobre el monto y el carácter de la resistencia que debía esperar. Con el propósito, suponemos, de evitar un encuentro molesto desembarca a treinta millas del lugar donde debía operar, prosigue su marcha a través de un recorrido lleno de pantanos, cortado por riachuelos y finalmente, con un ejército jadeante y exhausto se asienta frente a una plaza fortificada enteramente, en la cual según el tenor de su despacho, «llovían sobre él metrallas desde todas las esquinas y desde los techos de todas las casas, mosquetazos, granadas de mano, ladrillazos y piedras»”

    ”Este ha sido un asunto desgraciado de principio a fin. Los intereses de la nación, así como su prestigio militar, han sido seriamente afectados. El plan original era malo, y mala la ejecución. No hubo nada de honorable o digno de él; nada a la altura de los recursos o el prestigio de la nación. Fue una empresa sucia y sórdida...”

    ”¿Cómo podría esperarse que estuvieran con nosotros las manos o los corazones del pueblo, si los primeros que ocuparon la ciudad se mostraron menos ansiosos de conciliarse con los habitantes que de colocar fuera de peligro el botín obtenido? Había un vicio radical en el plan original, que ninguna empresa posterior pudo remediar. Si los desautorizados promotores del primer desembarco hubieran dispuesto de una fuerza igual a la que ha sido ahora expulsada de Buenos Aires, el país podría estar en este momento en nuestras manos”.


    Consecuencias

    La derrota de los ejércitos de la corona británica producida en las dos Invasiones Inglesas tuvo como primera consecuencia que el imperio español retuvo la posesión del Virreinato del Río de la Plata gracias a la acción del ejército español formado por grupos de milicias urbanas. La voluntad del pueblo jugó un papel sin precedentes en la destitución de un virrey y el nombramiento de su sucesor. La participación de los cuerpos militares creados en "la Defensa" y "la Reconquista", puso en evidencia la ineficacia del sistema defensivo colonial de la metrópoli pero convirtió a estos eventos en catalizadores del camino hacia la independencia de los territorios sudamericanos bajo dominio español.

    El virrey Sobremonte se sometió a un consejo de Guerra y fue absuelto de todos los cargos en su contra.30 Sería recordado por los porteños como un funcionario inepto y cobarde, pero hay otros puntos de vista: tras sus repetidos fracasos en la solicitud de refuerzos a España, la huida a Córdoba con el tesoro puede considerarse una estrategia apropiada, dado que era eso mismo lo que Popham había ido a buscar. Sin embargo, debido a la presión de los representantes del Cabildo, en su mayoría comerciantes acaudalados, Sobremonte se vio forzado a entregar los fondos públicos a Beresford.31 También pesó en su ánimo el conocimiento de que existían grupos de tendencia independentista en Buenos Aires, por lo que entendía que armar al pueblo para la defensa implicaba la entrega de una importante cuota de poder a los criollos.32 De regreso a España, el marqués compareció ante un consejo de guerra celebrado en Cádiz en 1813 que lo absolvió de todos los cargos. Además, recibió el pago de sus sueldos atrasados, fue ascendido a mariscal de campo y nombrado consejero de Indias.33
    Beresford regresó a Inglaterra y fue recibido con toda la pompa. Desembarcó con una carreta colmada de tesoros y la trasladó directo al Banco de Inglaterra entre los vítores del pueblo, las autoridades y los grandes comerciantes. Los caudales entragados forzosamente por parte de Sobremonte, los ingleses lo consideraron un pago del Virreinato del Río de la Plata por el derecho de la implementación del libre comercio. En 1808 las calles de Buenos Aires sufrieron una modificación global de su nomenclatura honrando a quienes se distinguieran en las jornadas de las Invasiones inglesas. Esta nomenclatura se mantuvo hasta 1822. Las Invasiones Inglesas fueron uno de los antecedentes inmediatos que tuvo la Revolución de Mayo que inició el proceso hacia la independencia que se extendió por todo el Virreinato del Río de la Plata a partir de 1810.


    Nuevo plan inglés para otra invasión a Hispanoamérica


    Los comerciantes británicos continuaron desesperados por el bloqueo continental de Bonaparte y aunque el fracaso del ataque de Whitelocke a Buenos Aires desanimó a los dirigentes ingleses, el gobierno de Londres reinició la idea de una intervención militar en América. Esta vez planeaba presentarse como libertador y no como conquistador, para así obtener el beneplácito de los criollos.

    El general Arthur Wellesley tomó a su cargo esta nueva acción, asesorado por Francisco de Miranda. Wellesley tuvo la idea de crear en América una monarquía constitucional, con dos cámaras como en Gran Bretaña, donde los integrantes de la Cámara Baja serían elegidos por los cabildos y terratenientes. Las demás instituciones coloniales españolas serían en principio conservadas.

    Las tropas destinadas a América se comenzaron a preparar en el puerto irlandés de Cork, a fines de 1807. El plan consistía en enviar nuevamente al Río de La Plata, con fecha de desembarco en junio de 1808, una fuerza con 10.077 soldados y llevar armamento tanto para las tropas británicas como para un ejército criollo que se pensaba constituir al llegar. También se enviaría una expedición militar a México.

    Pero al producirse el levantamiento del pueblo de Madrid durante la Guerra de la Independencia Española contra los franceses, el 2 de mayo de 1808, Wellesley ordenó a las tropas en Cork que fueran conducidas a Portugal con el objetivo de ir a brindar apoyo a la insurrección, desembarcando en ese país el 1 de agosto de ese año. De esta manera se diluyó el nuevo intento de una intervención militar inglesa al Río de la Plata.



    Invasiones Inglesas - Wikipedia, la enciclopedia libre



    NOTA: Se utilizan expresiones tales como Sudamérica, pero son propias de la Wiki, no mías.
    "He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.

    <<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>

    Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.

    Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."

    En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47


    Nada sin Dios

  4. #4
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    Re: España e Inglaterra

    Cita Iniciado por Valderrábano Ver mensaje
    ¡¡Ya!! Pero es que yo tengo la sana costumbre de no creer en la propaganda antisemita.
    Cita Iniciado por juan vergara Ver mensaje
    .
    En mi caso tampoco creo en la propaganda antisemita, ni lo soy.
    El término "antisemita" es absurdo (ya se habló bastante en este foro sobre el tema), más lógico sería propaganda antijudía o judeofóbica.

    Está bien que tengan la sana costumbre de no creer en cualquier teoría conspirativa en circulación (ya en los '80 en los kioscos del subte porteño y ciertas librerías siempre aparecía un libro nuevo sobre el "complot judeo-masónico" y en la prehistoria de Internet ya circulaban una gran cantidad de documentos sobre conspiraciones varias*), pero la alianza entre el judaísmo y el imperialismo inglés es un hecho más que notorio.


    * Ver textfiles.com.
    juan vergara dio el Víctor.



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    "En el imperio se ofrece y se comparte cultura, conocimiento y espiritualidad. En el imperialismo solo sometimiento y dominio económico-militar. Defendemos el IMPERIO, nos alejamos de todos los IMPERIALISMOS."







  5. #5
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    Re: España e Inglaterra

    Cita Iniciado por Erasmus Ver mensaje
    ... pero la alianza entre el judaísmo y el imperialismo inglés es un hecho más que notorio.* Ver textfiles.com.
    Lo será para Vd. Para mí lo único notorio es que todos los judíos que apoyaron al imperio ingleś eran judíos... Y todos los judíos que apoyaron a Alemania eran judíos... y todos los judíos que apoyaron a EEUU u otro país o régimen cualquiera eran judíos también.

    ¿Se ve lo ridículo de esta forma de pensar circular y cerrada que no aporta absolutamente nada?

  6. #6
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    Re: España e Inglaterra

    Cita Iniciado por Valderrábano Ver mensaje
    Lo será para Vd. Para mí lo único notorio es que todos los judíos que apoyaron al imperio ingleś eran judíos... Y todos los judíos que apoyaron a Alemania eran judíos... y todos los judíos que apoyaron a EEUU u otro país o régimen cualquiera eran judíos también.

    ¿Se ve lo ridículo de esta forma de pensar circular y cerrada que no aporta absolutamente nada?
    Desde que los expulsaron de España siempre han sido aliados de sus enemigos (primero de Holanda y Turquía y luego de Inglaterra); además como católicos nos basta todo lo que ha enseñado la Iglesia sobre este tema.

    Si Ud. quiere combatir al imperialismo inglés desconociendo quienes son sus principales aliados y soporte entonces está frito.
    raolbo dio el Víctor.



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