Revista FUERZA NUEVA, nº 526, 5-Feb-1977
Terrorismo
Pensar que la acción terrorista es un hecho anecdótico, por muy grave que sea, en la vida de los pueblos o, como parece ser la tesis del Gobierno, una realidad que afecta actualmente a la gran mayoría de los Estados, no deja de aparecer, aparte de como un sofisma, como una tergiversación de la raíz impulsora de tal hecho concreto: la falta de autoridad.
Efectivamente, si miramos la proyección y realización de los movimientos terroristas en el inmediato pasado y en el presente, podremos comprobar que esta lacra sólo se proyecta, se realiza y se propaga (1977) en aquellos Estados que se configuran como democracias partitocráticas y liberales, donde la autoridad, en su gran mayoría, fluctúa en razón a un pacto político circunstancial, al resultado aleatorio de una votación en las Cámaras o a la presión de partido a partidos mejor organizados o con mayor poder de movilización de masas en las calles. Esto es así, desgraciadamente, cuando no en razón a servidumbres internacionales, a alianzas sectarias o presiones económicas internas o foráneas que impiden el ejercicio recto, continuado y firme de las normas drásticas de autoridades desde el Poder (…)
Claro está que se nos dirá que este es el precio de la libertad, de la democracia y otras lindezas por el estilo. Pero la realidad viva está basada en concreciones más elevadas y hasta más prácticas para el normal desarrollo colectivo, para el progreso nacional y la convivencia y paz sociales, que cuanto se pueda derivar de principios abstractos, grandilocuentes y liberales que, además, en el fondo, nada tienen que ver ni con el concepto metafísico del hombre, ni con su plena dignidad como persona humana, sino que responde en realidad a eslóganes demagógicos para adormecer sus mentes y llevarlos a un confusionismo ideológico, en donde toda verdad de la razón puede ser puesta en duda, y afirmada o no solamente en virtud de los resultados de unas papeletas introducidas, cada cierto tiempo, en una urna.
Concretándonos al caso de España, no cabe duda de que el fenómeno terrorista, cuya peligrosidad va en aumento, nace y se desarrolla -el “maquis” fue una acción militar y militarmente, solucionado- en el momento en que el Estado, aun con Franco, empieza a dudar de sí mismo, de su propio destino, y comienza a dar muestras de debilidad, a “democratizarse” diríamos, de lo que fue muestra el “proceso de Burgos y las penas de muerte conmutadas”. Postura que se agrava en el último año de la vida del Caudillo -desde el asesinato de Carrero Blanco- y que toma tintes alarmantes en el Gobierno Arias, para terminar desgraciadamente en este segundo Gobierno de la Corona (A. Suárez) , reflejo, sin duda, del confusionismo ideológico, de los pactos más insospechados y de las posturas cuya calificación los llevaría a indicaciones personales que en modo alguno deseamos.
Una consecuencia de lo dicho, eso sí, nos lleva, en honor a la verdad, a decir públicamente que el Gobierno es responsable, ya que la verdadera autoridad, la recta autoridad, parece ser sustituida por el parcialismo vindicativo partidista, y el ejercicio del poder da la sensación de estar sectarizado para dar gusto a grupos internacionales -capitalismo, marxismo y masonería- que, aparentemente al menos, son los que marcan las normas de acción gubernamental. Esto, entre otras cosas, hace dar palos de ciego a las fuerzas policiales ante las órdenes represivas recibidas desde el Poder. Órdenes que más parecen obedecer a motivaciones circunstanciales de enemistades políticas, de servidumbres pactadas, que al exacto ejercicio de la autoridad y el mejor servir a la Justicia, lo cual se traduce en intenciones arbitrarias y acusaciones gratuitas contra la dignidad, la postura personal y social, contra el honor, en definitiva, de honestos españoles.
Ramón de Tolosa
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