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Tema: Los errores más frecuentes en castellano

  1. #41
    Avatar de Hyeronimus
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    Re: Los errores más frecuentes en castellano

    Conforme en todo, salvo en el caso de "jueza", en el que me permito disentir. Es cierto que aquí en España lo habitual (incluso en estos tiempos de degeneración lingüística, con ese mal llamado "lenguaje no sexista" que en realidad es lenguaje muy sexista) lo habitual es decir la juez y no la jueza, que rechina. Pero habiendo vivido muchos años en Hispanoamérica, tengo que decir que allí lo habitual y lo natural es decir "la jueza" y no "la juez" (por eso cada vez que oigo "la juez" me suena a "la nuez"; no es chiste, de verdad me pasa), y eso en cualquier ámbito, no sólo entre los que emplean el lenguaje políticamente correcto. En este caso en particular es simplemente cuestión de estar más acostumbrado a un término o a otro. Lo que pasa es que antes no había juezas o era muy raro y por eso no se veía la palabra. También les choca a muchos eso de "la abogada", ahora que es más frecuente que haya mujeres que ejerzan la abogacía. Sin embargo, durante siglos hemos rezado la Salve (oración que nació precisamente aquí en España) y hemos llamado con toda naturalidad a Nuestra Señora "Abogada nuestra". Y ningún verdadero católico dirá que no está dicho en un sentido literal. Es ciertamente Abogada nuestra, intercede por nosotros ante su Hijo.

    Pero en todos los demás casos es verdad que el llamado lenguaje de género es en realidad lenguaje degenerado, que es antinatural y destruye la lógica y la esencia del idioma. El género no tiene nada que ver con el sexo aunque en general coincida. En italiano, por ejemplo, es normal aplicar a muchas profesiones no sólo el sustantivo masculino sino también el artículo, lo cual puede dar lugar a equívocos cuando luego resulta que cuando dicen "l'avvocato" es una abogada y no un abogado, o "il chirurgo" y la intervención quirúrgica la realiza una mujer. Lo curioso es que por influencia del francés, si bien lo habitual es decir "il ministro" cuando es una mujer, se está extendiendo la forma "la ministra". Pero como digo, hay muchas profesiones en que lo habitual es utilizar incluso el artículo masculino. Y en alemán, palabras como "Weib" (mujer) o "Kind" (niño) son del género neutro, prueba de que género no es necesariamente lo mismo que sexo. Y en cuanto a seres inanimados también van a contracorriente de la mayoría de los idiomas: "Die Sonne" ("la" sol) y "der Mond" ("el" luna). En español sin ir más lejos, decimos "fulano es una bellísima persona" para encarecer su bondad, y nadie pone en duda la masculinidad del tal fulano, porque los varones también somos personas, lo mismo que decimos "la criatura" hablando de un niño chiquito (también el quechuismo "la guagua" en los países andinos; sólo en Ecuador distinguen diciendo "el guagua" si es varón), y da igual que sea niño o niña.

  2. #42
    Avatar de Mexispano
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    Re: Los errores más frecuentes en castellano

    Pensar la ortografía

    Autor: Enrique G
    Edición:274
    Sección: Miscelánea



    A mamá, reverente de la ortografía



    «Sed realistas, pedid lo imposible».

    Graffito en París, mayo de 1968





    LA ORTOGRAFÍA DE LOS (IN)CULTOS

    El año pasado impartí clases en una preparatoria y en una universidad privada. En total, exponía a casi 200 alumnos. El primer día de clases acordamos las reglas y una especie de apuesta: exentarían cuantos descubrieran en cualquier palabra escrita por el profesor un error de ortografía. Como contraparte, les restaría puntos por cada error. Aceptaron entusiasmados. A la semana siguiente hubo protestas de todo tipo, y hacia el final del año varios me odiaban. Durante el año entero me lanzaron siempre la misma pregunta: ¿ortografía para qué, si la idea se entiende?

    No pude responder juiciosamente, lo confieso. La ortografía era necesaria, deseable, correcta. Lo sabía por una corazonada. Los errores ortográficos despreciables, equivocaciones, defectos eso: errores. Pero no podía explicarlo de una manera definitiva ni convincente. Tal vez no exista ningún argumento, pensaba. Mientras tanto, constataba cómo mi exigencia se había convertido en una tortura insoportable para la inmensa generalidad.

    Caí en la cuenta luego de que no sólo los mexicanos, sino el mundo entero estaba afectado. Hoy por hoy, es otro de los rasgos globalizados, impensable hace unos años. En Alemania, por ejemplo, muchas personas mayores de 25 años se han devanado los sesos para entender qué puede significar el concepto «error ortográfico». Simplemente no comprendían cómo podría escribirse mal una palabra: o se escribía otro vocablo o se trataba de algo inexistente.

    Parece una perogrullada, pero el alemán tradicional no se planteaba la posibilidad de escribir «liebe» en lugar de «Liebe», o «Universitat» en vez de «Universität». Era inadmisible. Pero los alemanes más jóvenes, por la premura de los messengers y la caducidad del epistolario electrónico, han sucumbido, y hoy escriben como los preparatorianos de México, sin respeto por los signos de puntuación, las versales o las demás pautas.

    La cuestión empezó, me parece, en Estados Unidos, donde era cool escribir abreviaturas o inventar nuevas palabras más cómodas que las existentes: «how R U?». El sentido práctico se impuso a lo correcto. A este fenómeno contribuyó, sin duda, el sistema escolar, deficitario para la mayor parte de la clase media estadounidense. Esa generación, ya familiarizada con el error dactilográfico, laxó su atención mientras escribía a mano.

    Gracias al auge económico, político, turístico y tecnológico, el inglés se profesa como lingua franca, sobre todo en internet, y va permeando el resto de las lenguas. Incluidos sus desaciertos. Si se aflojó en el inglés, era previsible la pérdida del rigor en las demás lenguas.

    La prensa y los libros impresos eran el último bastión, y sin embargo, en estos días, ya no se puede fiar uno ni siquiera de ellos. Siempre se escapan errores y, aún más cínico, se pacta con ellos: la sección «Gente!» de un periódico de prestigio nacional rehúsa el signo de exclamación de apertura, uno de los privilegios del castellano sobre las demás lenguas. Si la prensa no respeta las normas de la Academia, ¿cómo se le puede exigir a nadie revisar, corregir y releer? En México, la prensa y los profesores son la carta de Urías para la ortografía.

    La ortografía comprometía antes al redactor con la estructura fundamental de la palabra. En nuestros días, por el contrario, es de facto artilugio de sabios y entendidos. Pareciera que sólo un puñado de gente encuentra digno de interés escribir las palabras tal como son. Un fuero de iniciados, quienes suscriben la sentencia de Kierkegaard: «ser culto es saber distinguir la categoría de lo interesante». Pero no debería ser así, es falaz.

    A las palabras se las debe respetar ninguna dispensa aventaja a nadie porque refieren a muchos hombres amparados bajo una tradición literaria secular, desde el Mio Cíd hasta Borges, y porque lo protegen a uno mismo.



    RAZONES A DEBATE

    ¿Cuál es el lugar de la ortografía? Esa era la difícil pregunta de mis alumnos, más esgrimida para salvar la calificación y menos por sincera preocupación. Puedo ofrecer tres respuestas, a un año de distancia. Primero, una de corte minimalista, después, la tradicional, y por último, otra más bien práctica.

    Desde una perspectiva minimalista, la ortografía se manifiesta como pudor. Importa menos cuáles sean las partes pudendas o los actos disimulados que la invariable realidad de todas las tradiciones a favor del pudor. Parecen decir siempre lo mismo: «un hasta aquí a los ojos de los demás, una afirmación de que el ser humano no puede ser visto como eso que despierta curiosidad o apetito, sino como tú» [1] .

    El pudor es ante todo personal, mucho antes de su connotación sexual característica. El hombre pudoroso y la mujer púdica rechazan la mirada de quien pretende esculcarlos, como se desordena un cajón hasta encontrar lo escondido a los ojos. El ánimo se rebela ante esa intromisión inquisidora, tan curiosa como Pandora.

    De cierta manera, la ortografía es una de las formas del pudor para la inteligencia. En efecto, así como los vestidos ocultan en parte el cuerpo y la discreción las acciones, la ortografía resguarda en buena parte la vastedad y la universalidad de la cultura personal. Escribir defectuosamente desenmascara de inmediato la mala calidad de nuestra formación universal.

    Resulta muy difícil, casi imposible, imaginar la convivencia entre una cultura generosa y una mala ortografía. Para decirlo a la inversa: leer un texto plagado de errores desanima, invita a la deserción, pues se sospecha de las ideas. Como contraparte, la buena ortografía de una persona la coloca en el terreno de los hombres educados, en el sentido más llano, pero no por eso menos importante. Escribir correctamente equivale a andar vestido y a ser discreto en la urbe de las letras y las ideas.

    La faz pudorosa de la ortografía parece un argumento desconocido pero implícito en otro; me limito tan solo a sugerir la idea para una reflexión ulterior. En cambio, son muchos quienes articulan el argumento habitual, según el cual la ortografía se compara con la elegancia. Ambas reflejan buen gusto y la serenidad de un espíritu equilibrado.

    Redactar bien tiene algo de arte, y los poetas nacen, no se hacen, dice el refrán. Hemingway era aún más demoledor cuando respondía: «Escribir bien es intolerablemente difícil». No se pide a todos un estilo literario, mucho menos poético.

    Si la redacción literaria les está vedada a muchos, estos aseguran o pueden asegurar su pertenencia a la lengua mediante el dominio de las palabras: la ortografía es una técnica más sencilla que el difícil arte de la buena redacción. Está al alcance de cualquiera. Por eso compete a todos la exigencia de mantener la elegancia en la representación gráfica de las palabras.

    Los padres se preocupan por corregir el ceceo de sus niños, por ser un defecto, pero no parece importarles si escriben «zaztre». El desacierto es el mismo. Curiosamente, se pone más atención al lenguaje verbal que al escrito. Sólo la desgana y la falta de previsión pueden explicar este modo de conducirse. A lo largo de la vida escribiremos una caterva de palabras sin mucho concierto o importancia, donde los yerros podrán ser, a fin de cuentas, banales. Pero hay otra multitud con la mayor dignidad, como las cartas a la amada.

    Tan poco romántico sería escuchar: «Ay, me dedvela el adul de tud ojod», como leer: «Hay, me dezbela el hasul de tuz hojos». Y, sin embargo, es prácticamente nulo el interés por corregir esta clase de imperfecciones. Quien lo intenta se topa con críticas «por la ce-rrazón de mente y por ser tan conservador», tanto de alumnos, como de los padres de familia, e incluso de los mismos colegas.

    La elegancia, a fin de cuentas, no es un valor de moda. Ahora la gente se viste según el criterio de lo cómodo, lo caro o lo roto. La elegancia ha perdido terreno no sólo en el vestido sino también en la literatura, la arquitectura, la urbanística, la publicidad, las maneras, la música, las expresiones y hasta en la caligrafía. El diario o el epistolario de la bisabuela pueden constatarlo. En nada se comparan esos preciosos garigoleos con la desbaratada letra script.

    Es insuficientemente conocido el lema de la Real Academia Española de la Lengua: «Pule, fija y da esplendor». Mientras el pulimento y la esplendidez se refieren al buen gusto, lo de fijar se refiere al orden. La tercera razón está pues, poco involucrada con la elegancia, tiene un cariz pragmático.

    Es necesario cierto estado de reposo en las lenguas. Todo organismo vivo lo necesita. Desatender esta uniformidad mínima multiplica las discrepancias con la velocidad de las sectas. A estos les disgusta la hache y la apartan o la sustituyen por una gue, otros escriben indistintamente la be o la uve, aquellos declararon la guerra contra las tildes y los de más acá no han oído hablar de la diéresis. Reina la perplejidad, una ignominia para las lenguas. Sale entonces al paso la Academia con la única pretensión de orquestar, de ordenar, no de imponer. Si se impone es como último recurso.

    El efecto es siempre benéfico. A saber, la unidad del idioma a lo largo y ancho de la geografía y de los cuatrocientos millones de hispanohablantes. El famoso lingüista venezolano Ángel Rosenblat reconoció la unidad ortográfica como «la mayor fuerza aglutinante, unificadora de una amplia comunidad cultural: por debajo de ella pueden convivir sin peligro todas las diferencias dialectales El triunfo de la ortografía académica es el triunfo del espíritu de unidad hispánica». De esta manera, la propia Academia admite un nuevo entendimiento del antiguo lema: «Unifica, pule y fija» [2] .



    EL NOBEL Y LOS ESTUDIANTES

    En abril de 1997, teniendo por marco el Primer Congreso Internacional de la Lengua Española, y como auditorio al presidente Ernesto Zedillo, a los reyes de España y a otros dos premios Nobel, Gabriel García Márquez leyó su famoso discurso Botella al mar para el dios de las palabras. Transcribo con parcialidad el egregio y polémico párrafo: «Jubilemos la ortografía, terror del ser humano desde la cuna: enterremos las haches rupestres, firmemos un tratado de límites entre la ge y jota, y pongamos más uso de razón en los acentos escritos, que al fin y al cabo nadie ha de leer “lagrima” donde diga “lágrima” ni confundirá “revolver” con “revólver”».

    El zacatecazo, lo llamaron algunos. García Márquez tenía el prestigio necesario para sacudir a la opinión pública. Y lo consiguió. No fue el primero ni será el último en sugerir necedades.

    El nobel colombiano se limita a sugerir reformas sin justificarlas, con la frivolidad de la fama. Si de propuestas se trata, debería cimentarlas en la razón, me parece, y no colgarlas de sus diplomas y reconocimientos. Es una propuesta grave disfrazada con la noble intención de «simplificar la gramática».

    Suscribo la opinión de Mempo Giardinelli, quien reflexionaba esa misma semana: «Las reglas siempre están para algo. Tienen un sentido y ese sentido suele ser histórico, filosófico, cultural. La falta de reglas y el desconocimiento de ellas es el caos, la disgregación cultural. Y eso puede ser gravísimo para nosotros, sobre todo en estos tiempos en que la sabiduría imperial se ha vuelto tan sutil y astuta. Las propuestas ligeras y efectistas de eliminación de reglas son, por lo menos, peligrosas. Precisamente porque vivimos en sociedades donde las pocas reglas que había se dejaron de cumplir o se cumplen cada vez menos, y hoy se aplauden estúpidamente las transgresiones. Es así como se facilitan las impunidades» [3] .

    Incluso es posible trazar un parangón entre ética y ortografía: hay muchas maneras de escribir una palabra y de transmitir su contenido. Por encima de los defectos verbales o gráficos existe la capacidad de comunicar el mensaje, «vdd q si?». Sin embargo, sólo de una manera se pronuncian y escriben correctamente las palabras. Es un civismo lingüístico elegido por convención, aunque García Márquez pretenda obviarlo, como rehusó también acatar las normas de etiqueta la noche que recibió el Nobel en Estocolmo. Pero en esta época de desbandada ética, ¿cómo se puede exigir a la gente atención y cuidado a las normas ortográficas?

    En general, la utilización combinada y jerarquizada de tres criterios universales han regulado la evolución de la ortografía académica: la pronunciación, la etimología y el uso (como decía Horacio, es el árbitro definitivo en cuestiones de lenguaje). En un idioma donde conviven tantas naciones y gentes, las modalidades de pronunciación se atomizan como una diáspora. Sólo el lenguaje escrito tiene la posibilidad de mantenerlas a todas unidas. Podrá haber confusión en ciertas regiones al escuchar casa o caza, nunca al leer.

    Valdría la pena aprender a valorar la ortografía de nuestro idioma. En alemán, las vocales largas no se distinguen en lo gráfico de las vocales breves. Por ejemplo, «rot» se pronuncia «root», pero la «i» en «ich» es breve. El idioma inglés prefiere también los casos particulares a las normas generales. Es necesario ejercitarse en la duración de cada vocal de cada palabra.

    Cuesta entender, por lo tanto, el dolor que la ortografía castellana causa en muchos. En nada se compara la ardua tarea de aprender la casi infinita casuística inglesa o alemana con aquella otra de entender y aplicar nuestras reglas mínimas de acentuación.

    Un día, mientras exponía alguna de las tesis de la ética helenística en el salón de clases, escribí aposta en el pizarrón una palabra sin tilde. «Orgia», acordemos. Lamento reconocerlo: el año pasado ninguno de mis alumnos exentó, ni siquiera con esa ayudita.





    _________________________


    [1] Gabriel Zaid. «Pudor y curiosidad» en Letras Libres 62. México, 2004. p. 58.

    [2] Resulta provechoso observar, al menos de modo tangencial, cómo la Academia surge en un contexto católico, donde se reconoce la necesidad de la autoridad jerárquica. El cardenal Richelieu fundó en 1635 la Academia Francesa. Hacia 1713, Juan Manuel Fernández Pacheco, marqués de Villena, fundó la Real Academia Española, aprobada al año siguiente por Felipe V. La aspiración era conservar la lengua pura y comprensible para todos, dotarla de reglas y uno de sus principales instrumentos ha sido el diccionario. La Academia, pues, copia el modelo del Magisterio de la Iglesia: una autoridad no democrática, con rituales, un libro a guisa de hito, un recinto, protocolos, un catálogo de hombres ilustres y muchos otros detalles más o menos significativos.

    Los países de tradición protestante, en cambio, en donde las libertades individuales priman sobre las imposiciones colectivas, no habían contado, hasta hace poco, con algo semejante. En los últimos años, la necesidad de reunir a los habitantes de esta babel les ha empujado a reformas y otros artificios. Tal es el caso, por ejemplo, de la reforma de 1996 en Alemania, y la reedición de los doce ma-nuales Duden.

    [3] Mempo Giardinelli. «Jubilación de la ortografía» en Página/12. Buenos Aires, viernes 11 de abril de 1997.





    Fuente:

    Pensar la ortografía | Revista ISTMO

  3. #43
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    Re: Los errores más frecuentes en castellano

    Al hilo de este artículo que traes, Mexispano, una noticia tremenda:

    Un catedrático estadounidense propone abolir los signos de puntuación para acomodarse a los nuevos tiempos de Internet:
    U.S. academic claims punctuation mark could be abolished from English language with 'little loss of clarity' | Mail Online
    «Eso de Alemania no solamente no es fascismo sino que es antifascismo; es la contrafigura del fascismo. El hitlerismo es la última consecuencia de la democracia. Una expresión turbulenta del romanticismo alemán; en cambio, Mussolini es el clasicismo, con sus jerarquías, sus escuelas y, por encima de todo, la razón.»
    José Antonio, Diario La Rambla, 13 de agosto de 1934.

  4. #44
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    Re: Los errores más frecuentes en castellano

    Se acuerda uno de aquello que se cuenta sobre el edicto del zar, en que una coma hacía toda la diferencia del mundo: no era lo mismo "perdón, imposible desterrarlo a Siberia" que "perdón imposible, desterrarlo a Siberia". O, en el caso de los acentos, aquella famosa ocurrencia de que no es lo mismo "no sé cómo sobrellevar la pérdida de mi mujer" que "no sé cómo sobrellevar la perdida de mi mujer". De un minúsculo signo de puntuación o un acento depende una importante diferencia de matiz.

  5. #45
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    Re: Los errores más frecuentes en castellano

    Cita Iniciado por Kontrapoder Ver mensaje
    Al hilo de este artículo que traes, Mexispano, una noticia tremenda:

    Un catedrático estadounidense propone abolir los signos de puntuación para acomodarse a los nuevos tiempos de Internet:
    U.S. academic claims punctuation mark could be abolished from English language with 'little loss of clarity' | Mail Online

    Por lo menos los comentarios en la parte inferior de la nota coinciden en que sería una sandez hacer cosa semejante. No todo está perdido

    Dudo mucho que el uso correcto de la ortografía vaya a desaparecer, aunque a decir verdad, errores garrafales los he visto hasta en personas que cursaron la universidad (o dicen haberlo hecho), diciéndolo con la mayor humildad ya que tampoco soy un erudito en cuestiones del idioma. Pero estoy seguro que si los libros, revistas, periódicos, etc., que a diario se imprimen y circulan en nuestros países, fueran redactados de esta manera:


    Hey! xD Komo stzzzzzz? K hciendow? A vr si ns vemo Uz prontooooow y vamz x ahi a tomar un kfe, no kreeeeeezzzzz? Hac rato k no ns vmoz! Mal plan! T_T


    Inmediatamente perderían de toda credibilidad.

  6. #46
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    Re: Los errores más frecuentes en castellano

    Cita Iniciado por Mexispano Ver mensaje
    Por lo menos los comentarios en la parte inferior de la nota coinciden en que sería una sandez hacer cosa semejante. No todo está perdido
    Opino lo mismo después de haber leído un artículo en el Infobae (que es el diario argentino en el que he visto más errores), en los comentarios atacaban al redactor por las faltas de ortografía (y también por frases incoherentes que son características de este medio). Cuando iba a la escuela y algún alumno borraba el pizarrón con su guardapolvos o blazer el maestro le decía "gran invento el borrador"; en estos tiempos digitales les podríamos decir a los jóvenes periodistas de algunos medios "gran invento el corrector de Word".
    Mexispano dio el Víctor.



    Imperium Hispaniae

    "En el imperio se ofrece y se comparte cultura, conocimiento y espiritualidad. En el imperialismo solo sometimiento y dominio económico-militar. Defendemos el IMPERIO, nos alejamos de todos los IMPERIALISMOS."







  7. #47
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    Re: Los errores más frecuentes en castellano

    Los Mitos del Bicentenario: La hermandad del horror ortográfico


    Jueves, 22 de Agosto de 2013 10:09 Daniel Salinas Basave


    El que nuestros libros de texto estén plagados de errores ortográficos no debería sorprendernos.

    El material bibliográfico que ya estudian millones de niños de primaria a lo largo y ancho del territorio nacional es el más fiel reflejo de lo que somos: un país gobernado por políticos que no han leído un triste libro en sus vidas. El buen uso del español no es ni ha sido nunca nuestro fuerte. En México hablamos mal y escribimos peor.

    La fiebre de las redes sociales no ha hecho más que sacar a la superficie nuestro miserable nivel gramatical. Los horrores que antes permanecían en el ámbito de lo privado, hoy se multiplican por decenas de miles.

    Lo peor del caso, es que la multiplicación de nuestras pifias ha dado como resultado la tolerancia frente a la mala ortografía. La gente no siente vergüenza alguna a la hora de mostrar su pobrísimo dominio del español.

    En la era de las redes sociales, la mala ortografía se ha vuelto políticamente correcta y socialmente aceptada. Tener mala ortografía es ser “cool” y estar en onda. Nadie se siente agraviado o molesto por un párrafo salpicado de errores groseros. Ni hablar de escribir con acentos. La acentuación se ha convertido en una verdadera rareza, un lujo atípico y para muchos innecesario.

    Se sobreentiende que escribir mal es la regla y hacerlo correctamente es la excepción. Generalmente se argumentan las prisas y la falta de Ñ o acentos en el teclado de dispositivos móviles, minimizando las pifias con pretextos estúpidos basados en que lo importante es el fondo del mensaje y no la forma.

    En el caso de los jóvenes y su repugnante jerga del “ke” los textos llegan a extremos ilegibles, pero lo verdaderamente aberrante es leer a figuras públicas que en teoría deben guardar una imagen, mostrando con desparpajo su ignorancia.

    Políticos y funcionarios que ganan un sueldo al que millones de mexicanos jamás podrán aspirar y que en teoría tienen cierto nivel educativo, se regodean en redes sociales exhibiendo sin inhibiciones su bajísimo nivel. Ahí los podemos ver, con sus juguetes tecnológicos de última generación, subiendo rimbombantes frasecitas de superación personal, presumiendo sus actividades o fijando posiciones en los grandes debates nacionales.

    Pese a todo, lo peor que me ha ocurrido es leer a personajes que pretenden destacar en el mundo de las letras y se las dan de poetas, mostrando sus creaciones literarias ricas en abominaciones ortográficas. Si al político no le importa exhibir su ignorancia, creo que el aspirante a literato debería al menos sentir un mínimo compromiso con el idioma que le sirve como materia prima.

    En cualquier caso, es inútil señalar o poner en evidencia los errores. En la hermandad del horror ortográfico el que se atreve a corregir una pifia es un pedante, un fijado, un sangrón sabihondo que no es bienvenido.

    Cuando me he atrevido a señalar públicamente a alguien por un error, yo acabo siendo el malo de la película, el anticuado, el aferrado a usos y costumbres idiomáticas que ya ni se usan, pues sin duda la hermandad del horror ortográfico pretende abolir de una vez por todas y para siempre ese insoportable lastre llamado gramática.




    Fuente:

    https://plus.google.com/+BAGLIETOAso...ts/Zf6tUt2W6dm

  8. #48
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    Re: Los errores más frecuentes en castellano

    Confieso que soy admirador y promotor de las regularizaciones verbales. Aunque todavía incorrectas, que espero que no por mucho, me encantan:

    YO: producí - traducí - conducí - andé...
    USTED / ÉL / ELLA: produció - tradució - condució - andó...

  9. #49
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    Re: Los errores más frecuentes en castellano

    ¿Por qué el castellano utiliza signos de apertura?

    Que sean difíciles de ubicar en el teléfono, a la hora de escribir mensajes de texto, no quiere decir que omitirlos no sea un error



    Daniel R. Esparza

    30 julio, 2016






    © Juan Carlos Pachón / Flickr / CC

    Los signos de puntuación, hay que decirlo, no están pasando por su mejor momento. El hecho de que no sean inmediatamente accesibles en la mayoría de los teclados de los teléfonos móviles hace que los signos de apertura de exclamación e interrogación sean, las más de las veces, olvidados. Y si bien en otros idiomas estos signos son absolutamente innecesarios, su omisión, en castellano, sigue considerándose una falta de ortografía, básicamente por dos razones. Una de ellas es histórica y la otra, gramatical.De acuerdo a un artículo escrito por Rubén Conde para UnoUno, los signos de apertura de interrogación y exclamación son de origen (no debería extrañarnos) romano: son apócopes de las palabras latinas quaestio e interiectio, esto es, “pregunta” e “interjección”. En los manuscritos latinos, antes de una frase, se indicaba que se trataba de una pregunta incluyendo una abreviatura: “qo”, la primera y última letras de la palabra “quaestio”. Lo mismo si se trataba de una interjección: “io”, por “interiectio”. Con el uso, la “o” se convirtió en un punto junto a la “q” o a la “i”, que dieron así origen a nuestros “¿”, “?” e “¡”.



    De acuerdo a un artículo escrito por Rubén Conde para UnoUno, los signos de apertura de interrogación y exclamación son de origen romano: son apócopes de las palabras latinas quaestio e interiectio, esto es, pregunta e interjección.La razón gramatical, por su parte, es tanto más sencilla: en otros idiomas, en los que se prescinde de los signos de apertura, la pregunta está ya indicada por estructuras particulares, que bien alteran el orden de la oración (poniendo un verbo auxiliar en primer lugar, como en el caso del inglés “do” o “did”, por ejemplo).A propósito de los orígenes de los signos de puntuación (una historia realmente apasionante, que incluye lo mismo a bibliotecarios alejandrinos que a santos españoles del siglo VI), puede leer un artículo que ya hemos publicado anteriormente, haciendo clic aquí.


    _______________________________________

    Fuente:

    ¿Por qué el castellano utiliza signos de apertura? - Best Of The Web - Aleteia.org | Español



  10. #50
    Avatar de Isidorus Hispalensis
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    Re: Los errores más frecuentes en castellano

    Señores, es una verdadera pena que la instrucción clásica (más que todo la latina, pero el griego también sirve) haya sido echada del salón de clases. Me parece que serviría, cuando menos, para instruirnos en los fundamentos de nuestra ​lengua, pues los métodos que se utilizan para el aprendizaje de lenguas modernas se centran en la «inmersión», no el en estudio pormenorizado de la gramática. El latín, debido a sus casos, requiere este estudio, el análisis martirizador de las tablas de casos. Ahora bien, yo no he venido como emisario del Vaticano, y me es necesario listar unos cuantos errores.

    • ‹z› por ‹s› y ‹c› por ‹s: Hispanoamérica (y algunas regiones sureñas de la Península, y Canarias), ¿por qué me causas estos disgustos? ¿Es tan difícil escribir produzco, no produsco? ¿Cómo puede resultar tan compleja escribir haciendo, no hasiendo. Cosas de seseo, me temo decir.
    • ‹v› por ‹b›: España también va incluida en este caso. Labar por lavar, confusión entre tubo y tubo, etcétera.
    • haiga por haya: no digo nada.
    • pérdida de la diéresis: no sé si por germanofilia (o quizá por catalanofilia), pero siempre me gustó. Se habla mucho de los acentos ortográficos; de la diéresis, sin embargo, nada. ¡Viva la lingüística y el estudio de la Antigüedad!
    • x› feminista: esto es un fenómeno de retrasados. ¡No puede ser otra cosa! Ya llevaba meses tolerando espanol@s, aunque me parecía horroroso, pero esto es un desmán. Ahí no terminan las cosas; la degeneración —efectivamente, la insolencia e idolatría de la «corrección política»— no cede.

    Solicito que se me corrija cualquier error. No quiero pontificar y terminar en lo mismo.

    Gracias y saludos.
    Kontrapoder dio el Víctor.
    All’armi, Spagna, all’armi per l’ideal,
    fino alla meta trionfal!

  11. #51
    Avatar de Hyeronimus
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    Re: Los errores más frecuentes en castellano

    El problema de la ortografía está en que la gente no lee, porque si no, aunque olvidara las reglas que estudió en el colegio estaría familiarizada con la grafía correcta. Así como la puntuación y la acentuación, que en muchísimas casos es caótica o inexistente, cuando de una coma o un acento depende el sentido de la frase. Por supuesto, los sistemas educativos actuales no ayudan nada, porque en cualquier asignatura se enseña poco y mal. Y no se enseña --o ha quedado relegado a una asignatura opcional que casi nadie escoge-- el latín, lengua que enseña a matizar y pensar. Y de la abominable corrección política mejor no hablar.
    Kontrapoder dio el Víctor.

  12. #52
    Avatar de Montealegre
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    Re: Los errores más frecuentes en castellano

    Cita Iniciado por Isidorus Hispalensis Ver mensaje
    • x› feminista: esto es un fenómeno de retrasados. ¡No puede ser otra cosa! Ya llevaba meses tolerando espanol@s, aunque me parecía horroroso, pero esto es un desmán. Ahí no terminan las cosas; la degeneración —efectivamente, la insolencia e idolatría de la «corrección política»— no cede.


    Gracias y saludos.
    Esa estupidez de la "x inclusiva" en la Ex Universidad Católica del Perú se usa por todos lados (no sorprende tendiendo en cuenta que en ese lugar la ideología de género y el progresismo reinan soberanos). A tal punto han llegado estos impresentables que, nada menos que en la misma MAESTRÍA EN LINGUÍSTICA, contra todas las reglas del idioma y la lógica, usan esta "x" ridícula. No hay mejor ejemplo de que en esa universidad la ideología prevalece sobre el conocimiento.
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  13. #53
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    Re: Los errores más frecuentes en castellano

    También es erroneo decir en base a. Lo correcto es decir con base en.

  14. #54
    Avatar de SignaSuperVestes
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    Re: Los errores más frecuentes en castellano

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    Interesante hilo.

    Bueno, algunas veces aparecen errores no solo de ortografía -o fe de erratas-, además efectivamente determinadas políticas anti-occidentales intentan menoscabar el rico lenguaje occidental, para ello ofrecen algunas técnicas innovadoras y progresistas para inventar cosas absurdas.

    Cuando se habla de errores y se hace referencia al lenguaje, tendríamos que aportar algunos términos o frases hechas que sobreabundan ( redundancia ) en algo que ya se sobreentiende y también es inncesario.

    - ¨ Voy a subir para arriba ¨ ó ¨ Voy a bajar para abajo ¨ .

    - ¨ Cuatros, repito, cuatros han sido los goles de CR9 ¨ . ( Posiblemente no fuese andaluz el enfático hombre periodista... ).

    Pero, que, me quedo con la voz insufrible de algunos contertulios en esas ¨ Teles de Soros ¨ ( y de la misma empresa editora que suministra las mismas noticias aunque con siglas de canales indistintos, A-3, LaCuatro, etc.. ) y sus mesas de debates :


    - ¨ Eso es una absurdez...sí, sí, es una auténtica absurdez, jamas he visto semejante tontería... ¨

    ( un contertulio en representación del PP, en España ).

    - ¨ Hay que evitar la radicalización del Radicalismo...sí, repito hay que terminar con la radicalización del Radicalismo.. Susana déjame que lo repita otra vez más a los televidentes... ¨

    ( una contertulia ¨ experta ¨ en alguna temática, para con los asuntos sensibles y a los pocos días de los atentados de París, sesión matinal ).

    - ¨ ¿ Qué va a pasar ahora con los inmigrantes españoles en Estados Unidos... ?, ¿ qué les va a pasar..?, repito, hay muchos inmigrantes españoles allí... ¨

    ( Mesa, ( repleta de extranjeros periodistas del país norteamericano ), de un supuesto y aparente formato, de debate televisivo, con un presentador excesivamente inquieto en gestos y ademanes innecesarios, matinal, a los pocos días del triunfo de D. Trump en las Elecciones del 2016. Y que se confundía emigración con inmigración, excepto en aquellos que estaban presente en esas ¨ mesas ¨ con su sonrisa socarrona antes de responder ante tal adoctrinamiento político incesante en ¨ La Mass Media ¨. )

    Hay muchos más símiles, pero me sobreviene la idea de ¨ no hacer sangre ¨ con éstas frases erróneas y apresuradas del más puro y riguroso ¨ directo ¨ para con las noticias de la más rabiosa actualidad, en ocasiones.

    Saludos jóvenes y jóvenas ( otro ejemplo ). Todos gentes de buena fe, si cabe.


    Última edición por SignaSuperVestes; 09/12/2016 a las 17:37 Razón: Megapolítica

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