La pregunta aquí formulada (¿por qué no se declaró la guerra a la Unión Soviética?) se lo preguntaban los británicos de a pie el día 17/IX/1939 y en los sucesivos a este. El portavoz del gobierno británico ya declaró a la prensa, entonces, que el Imperio Británico no iba a declarar la guerra a la Unión Soviética debido a que el gobierno británico dio una garantía verbal al gobierno polaco de su apoyo a la integridad territorial polaca caso de un ataque de Alemania específicamente. Es decir, no garantizó esa ayuda contra un agresor que no fuera Alemania.
Francia, en cambio, tenía un acuerdo firmado con Polonia donde salía garante de cualquier agresión contra Polonia pero uno ha de observar que los franceses también tenían un acuerdo con la Unión Soviética (y Checoslovaquia), el mismo que habían obviado cuando lo del Pacto de Múnich de septiembre de 1938.
Resumidamente, desde el punto de vista diplomático del entonces eje franco-británico no se daban los mismos términos y condiciones para emitir una declaración de guerra contra la Unión Soviética por su agresión del 17/IX/1939 contra Polonia como se habían dado previamente en su declaración de guerra del 3/IX/1939 contra Alemania por su agresión contra Polonia dos semanas aproximadamente antes. Cualquier compromiso diplomático o moral que el eje franco-británico tuviera con Polonia ya se había colmado previamente con su cumplimiento formal de las garantías y tratados que habían contraído anteriormente al declarar la guerra a Alemania el 3/IX/1939. Una declaración de guerra a la U.R.S.S el 17/9/1939 o en los días posteriores fue tomado en los altos mandos militares del eje franco-británico como una especie de acto gratuito desde la perspectiva moral (y una locura desde la perspectiva política y la estrategia aliada), pues por esas fechas Polonia ya estaba virtualmente derrotada además de que dicha declaración de guerra no habría hecho más que fortalecer el pacto contranatura (pacto que se rompería en el verano de 1941 con la Operación Barbarroja) que habían suscrito germanos y soviéticos en agosto de ese mismo año. Desde el punto de vista de la política interna del eje franco-británico, particularmente Francia, estaba además el obstáculo de los partidos comunistas de ambos países que habrían actuado como quintacolumnistas realizando actos vandálicos, de sabotaje, terrorismo, etcétera. Finalmente no debe olvidarse que por esas fechas la U.R.S.S pertenecía a la Sociedad de Naciones, de la que sería expulsada en diciembre de 1939 tras su agresión a Finlandia.
Recomiendo un artículo de Anna M. Cienciala (El Pacto Nazi-Soviético de 23 de agosto de 1939: ¿Cuándo decidió Stalin alinearse con Hitler, y fue Polonia la culpable). En su artículo, Cienciala expone primeramente la historiografía existente para pasar luego a definir su tesis (que Stalin siempre prefirió un pacto con Hitler, que se sirvió de las negociaciones con las potencias occidentales para presionar a Hitler hacia ese pacto y que Polonia no jugó ningún papel relevante en la decisión de Stalin para la firma del Pacto de No-Agresión Nazi-Soviético de 23/VIII/ 1939) y acto seguido a demostrarla. Cienciala (1929) nació en Danzig (Gdansk) y en el año 2000 fue distinguida por su obra académica sobre la historia polaca por el Instituto de Historia de la Universidad de Gdansk y por la ciudad de Gdansk.
La invasión germana seguida la invasión soviética y la posterior ocupación de estos dejó tras de sí una persecución religiosa hacia la Fe católica dejando consecuentemente una lista de mártires, beatos y santos como San Maximiliano Kolbe (clérigo franciscano tradicionalista y acérrimo defensor de la Tradición frente al modernismo), mártires como Michał Czartoryski, Tadeusz Dulny, las mártires de Nowogródek (11 monjas, asesinadas por la Gestapo el 1/VIII/1943), Antoni Beszta-Borowski, Piotr Sosnowski, Stanisław Kubski, Antonin Bajewski, Kazimierz Gostyński, Alfons Maria Mazurek, Maria Klemensa Staszewska y otros tantos.
En esta fotografía, podéis observar a las mártires de Nowogródek, que como he dicho, fueron asesinadas por la Gestapo a comienzos de agosto de 1943.
Este es un cuadro (de Adam Styka) que relata el martirio de estas pobres monjas:
En esta imagen, observamos al cura Piotr Sosnowski, momentos antes de ser ejecutado por un miembro de las SS. Esta imagen (como tantas otras que relatan lo que sucedió en aquellos fatídicos años en Polonia), no es ni un montaje ni mucho menos «propaganda», afirmar esto, sería demostrar la misma capacidad de raciocinio que un comunista al ver la realidad de los crímenes cometidos por los regímenes que idolatra.
Dicho esto, Europa no comenzó a deteriorarse con la IGM y el Tratado de Versalles que provocaría a la postre la IIGM, Europa, comenzó a deteriorarse con la Reforma protestante y culminó su deterioración con la Revolución francesa tras la cuál se sucederían las Guerras Napoleónicas (dentro de la cuál se desarrollaría la Guerra de Independencia y las sublevaciones separatistas en Las Indias) que acabarían con un Congreso de Viena que dejaba de manera paupérrima una frágil «paz» y un futuro tumultuoso siglo XIX (como así fue) plagado de conflictos civiles y bélicos y el desarrollo de ideas que a la postre traerían gravísimas y tristes consecuencias (véase los ideólogos Mijaíl Bakunin, Karl Marx, Pierre-Joseph Proudhon, Piotr Kropotkin, Friederich Engels entre tantos otros) como fueron la IGM y la IIGM.
La invasión de Polonia por parte de la Alemania de Hitler y la Unión Soviética (se olvida con frecuencia mencionar que esta invadió también Polonia) de Stalin fue una injusticia contra Polonia y el pueblo polaco que no se tendría que haber dado, ni soy «germanófilo» ni viceversa, mí simpatía está con aquellos españoles de la División 250 que fueron a luchar contra el comunismo (no por Hitler) que tanto daño hizo en la Guerra de 1936-1939, españoles, que por cierto, tuvieron algún rifirrafe con algún que otro alemán antisemita (y es que, como españoles y católicos que eran, el honor y la Fe estaban por encima de todo), así lo relata por ejemplo periodista Eduardo García Serrano (mínuto 8:01):
Marcadores