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Tema: Contraste entre la colonización española, anglosajona y francesa en América

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    Re: Contraste entre la colonización española, anglosajona y francesa en América

    Chequen esta serie de artículos de este historiador estadounidense.


    «España en América: Lo real y lo irreal»


    Autor: Philip W. Powell

    «La atroz codicia, la inclemente saña, Crimen fueron del tiempo y no de España» [1],
    «El error más peligroso es aquel que contiene mucha verdad».

    Sydney Smith

    La dominación española en las Américas, que abarcó más de tres siglos (cuatro, si incluimos a Cuba y Puerto Rico) fue uno de los logros imperiales más importantes en toda la historia. Al descubrir a la vista de Europa tan vastos territorios, y al asumir entonces su dirección política, los españoles extendieron enormemente los horizontes materiales e intelectuales de la humanidad. La única acción que puede parangonarse con las actividades de España más allá de los confines del mundo entonces conocido, sería la exploración del espacio en el siglo XX. Si restringimos la comparación a los límites terrestres, esta formidable hazaña española se equipara con ventaja a la creación y durabilidad de los imperios romano e inglés, nada menos.

    La amplitud y complejidad de este proceso imperial español asombran la imaginación y confunden a los eruditos. Son numerosas las pruebas que por escrito existen de él, ya que probablemente sea aquel el período mejor documentado de toda la historia anterior al siglo XIX [2]. La inmensidad de la burocracia del Imperio Español, con un énfasis característicamente hispano sobre la jurisprudencia y sus correspondientes legiones de abogados, agregado a la preocupación real de conservar los archivos, aseguró el que enormes cantidades de documentos oficiales —cuño, parece, de las altas civilizaciones— dieran prueba de la acción de España en ultramar.

    Aquellos siglos imperiales fueron ricos en diversidad humana. En adición al multifacético español, otros europeos y africanos de diferentes clases y niveles de cultura, amén de indios nativos, asimismo de variados matices y timbres, formaron un caleidoscopio de la peor, mejor o indiferente clase humana. Se extendieron a través de la enorme diversidad e inmensidad geográfica del Nuevo Mundo, originando terribles problemas de carácter social, político y económico, que aún subsisten.

    Son frecuentes en demasía, las generalizaciones defectuosas sobre esta extensa zona y sus varios siglos de historia, incluso entre aquellos más familiarizados con tales materias. Todavía no se ha estudiado la documentación en escala suficiente; las variantes geográficas son tantas; la mezcla racial y cultural de europeos, indios y africanos es tan confusa que, incluso para expertos, resulta difícil el establecer juicios definitivos. La abrumadora complejidad de todo ello —a menudo ignorada por profesores y escritores— es la realidad: las generalizaciones simplistas, la irrealidad.

    En comparación con los puntos de vista comúnmente mantenidos sobre la acción de España en América, ciertos hechos e interpretaciones, basados en investigaciones eruditas y agregados a cierta dosis de lógica y a algún conocimiento del comportamiento humano, pueden ser propuestos para la revisión de las falsas interpretaciones populares. Así con mayor claridad, se podrán indicar las causas de estos conceptos erróneos, hondamente arraigados en los temas de la Leyenda Negra.




    Notas


    [1] Citado por Charles L. G. Anderson, Life and Letters of Vasco Núñez de Balboa(New York: Revell, 1941), p. 4. El original proviene de la oda del madrileño Manuel José Quintana «A la expedición española para propagar la vacuna [contra la viruela] en América bajo la dirección de don Francisco Balmis» (1806). Información obtenida por la generosa ayuda de mi distinguido colega el profesor Enrique Martínez-López.


    [2] Dos de las principales colecciones de documentos, el Archivo General de Indias (Sevilla) y el Archivo General de la Nación (México) son tan extensas, que están apenas explotadas. Hay otras colecciones importantes en España y numerosos archivos igualmente inexplorados, tanto locales como nacionales en Hispanoamérica.





    Fuente:

    conoZe.com | «España en América: Lo real y lo irreal»


  2. #2
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    Re: Contraste entre la colonización española, anglosajona y francesa en América

    La conquista española

    Autor: Philip W. Powell


    La creencia común de que la conquista española en América estuvo sistemática y profundamente caracterizada por singular crueldad, codicia, rapacidad y corrupción general, no se corrobora con la evidencia.

    Digámoslo lisa y llanamente: No existe nada en toda la historia española que pruebe que los españoles de entonces o de ahora puedan clasificarse como más crueles, más ambiciosos o más corrompidos que otros pueblos. No creo en la existencia de ningún intelectual respetable que, libre de prejuicios raciales y religiosos, pueda contradecir esta afirmación.

    Conquistas de esta naturaleza, por pueblos de alta civilización que dominan sobre otros inferiores, han ido, con mucha frecuencia, acompañadas de crueldades por una y otra parte, saqueos, depredaciones y atrocidades, que tanto contendientes como espectadores calificarían de criminales. El simple hecho de que los seres humanos, sean civilizados o salvajes, estén involucrados en ello, corrobora y confirma este aserto. Hay sobradas pruebas de haberse cometido tales inhumanidades, tanto por parte de los indios como de los españoles, durante el período de la Conquista. Hay, asimismo, suficiente evidencia de que tales atrocidades se consideraron y castigaron como crímenes cometidos contra las leyes vigentes y, como actos punibles, fueron en lo posible castigados según los principios de justicia de las naciones y sociedades más civilizadas. Cuando se reconoce, se comprende y se acepta que la España del período de la Conquista era uña nación hondamente civilizada y de un nivel cultural muy alto a la medida de aquella época, estos criterios y actuaciones resultan del todo comprensibles. En jurisprudencia y diplomacia, así como en materias de orden religioso, político y en general en lo relativo a todas las ramas de la cultura, ostentó España durante todo el siglo XVI y gran parte del siguiente, un prestigio cumbre entre las demás naciones europeas.

    Es común la creencia británica, que nosotros heredamos, de que los ingleses hubieran tratado a los indios americanos de forma más humana que los españoles. No hay ni una sola brizna de evidencia en qué apoyar este punto de vista comparativo y sí, por el contrario, argumentos y pruebas en su contra. En circunstancias similares, nuestros antepasados ingleses trataron a los indios con una dureza y crueldad iguales, si no peores, al comportamiento de los españoles. El gobierno y pueblo inglés y sus descendientes en el Nuevo Mundo mostraron, en su mayor parte, una manifiesta indiferencia por la protección y bienestar del indio americano, indiferencia que se destaca especialmente si se la contrasta con los enormes esfuerzos españoles, tanto gubernamentales como individuales, en un sentido diametralmente distinto.

    La afirmación inglesa, «nosotros hubiéramos tratado a los indios mejor que lo hicieron los españoles», es una tesis que se remonta a la época isabelina y que queda bien reflejada en la literatura popular. En una biografía de Francis Drake, del año 1942, por ejemplo, el autor insiste en que Drake puso de manifiesto que «el método inglés de ganarse amigos de razas inferiores, es mejor que el procedimiento [español] de convertirlos en esclavos por medio de matanzas y crueldades». Los españoles «no aprendieron nunca esta lección. Vivieron entre nativos dóciles y cordiales y los mataron y se quedaron sin servidumbre. Emplearon la tortura y se conquistaron acerbos enemigos. Jamás se dignaron hacer amistades con inferiores. Eran los señores del mundo. Para sus esclavos sólo tenían mano de hierro y bota de acero» [3]. Esto ni se aproxima a una descripción exacta de la política española en Indias, ni a la de Inglaterra por contraste. Más de un libro podría escribirse sobre la diplomacia española entre las razas nativas, que incluyó presentes, honores y distinciones, protección y privilegios, educación, y una serie de acciones que hoy en día serían automáticamente calificadas de prácticas y humanitarias.

    Para aquéllos que aún puedan creer en el mito de que el humanitarismo inglés fue superior en contraste al de los españoles, hay mucha literatura rectificadora. A título de ejemplo, podemos citar aclaraciones como las siguientes:

    «El reinado de Isabel fue uno de los más cruelmente bárbaros, en comparación con el cual las medidas represivas de María eran insignificantes. Y a este reinado, sucedió otro de igual crueldad, bajo Jacobo I ... El pueblo [en el tiempo de Carlos I] había sido formado en estos métodos crueles de sus gobernantes anteriores y llegó a ser tan feroz como sus reyes Enrique, Isabel o Jacobo»
    [4].
    «Del estudio de la Europa contemporánea [esto es, en particular, la del siglo XVII, se desprende claramente el patrón universal de crueldad, intolerancia e inhumanidad que caracterizaba la vida social, religiosa y económica del continente. El humanitarismo era, por aquel entonces, un simple concepto de relaciones humanas aún en estado latente y sin desarrollar, siendo por el contrario universal el desprecio de los derechos inherentes al individuo. Para un conquistador, el comportarse de forma compasiva hacia el conquistado, se consideraba generalmente todavía, como un signo de debilidad» [5].
    «Los hábitos de 'terror' adquiridos por los ingleses durante su prolongada agresión contra los últimos Celtas, en las montañas de Escocia y los pantanos de Irlanda, cruzaron el Atlántico y se practicaron sobre los indios norteamericanos» [6].
    Algo de la equivocación nuestra y de los ingleses sobre esta materia, procede de utilizar actitudes de los siglos XIX y XX como plataformas para lanzar cohetes moralizadores hacia los españoles del siglo XVI. Pero algo de ello está también basado en el general complejo de superioridad nórdico, en nuestra actual simpatía por el pobre indio y, lo que es más importante, en el simple desconocimiento de la historia de España e Hispanoamérica. En tanto que toda persona de habla inglesa está perfectamente enterada de, digamos, la victoria de Cortés y la consiguiente matanza de indios, cosa natural en tiempo de guerra, ni uno entre diez mil se enteró jamás de los sinceros intentos de los conquistadores y oficiales reales de evitar y prevenir tal disminución indígena, durante y después de la Conquista.

    El decrecimiento de esta población, debido a múltiples causas, constituyó una seria preocupación para la monarquía y representantes del Rey de España, a lo largo del siglo XVI e incluso más adelante, y se trató repetidamente en cédulas reales, correspondencia virreinal, etc. Es por ello, por lo que el profesor Lewis Hanke, uno de nuestros expertos sobre Latinoamérica, puede hacer declaraciones como esta: «Ninguna nación europea (con la posible excepción de Portugal) se responsabilizó de su deber cristiano hacia los pueblos nativos, tan seriamente como lo hizo España» [7].

    Es opinión popular, y con demasiada frecuencia aceptada como doctrina, que prácticamente todos los españoles vinieron al Nuevo Mundo como buscadores de oro, con una desdeñosa insinuación de que en ello había algo reprensible. El «goldseeker» español llegó a ser un estereotipo desde hace siglos y en tal forma perdura hasta nuestros días. Que para los españoles no era el oro su interés único y fueron atraídos al Nuevo Mundo por otras muchas cosas, queda patente en estas palabras del profesor Irving Leonard:

    «El conquistador ... tenía una poderosa razón para buscar tan implacablemente el oro, tan indispensable en la nueva economía [de Europa]. Si estaba tan seducido por un símbolo de riqueza y eventualmente pagó muy caro por su equivocación, en su propia ruina y en la de su país, no fue el único en la historia de la humanidad, y hay pruebas en tiempos más modernos, de que otros no han aprendido su lección ... Después de 1500, particularmente, la imaginación [del conquistador] estaba enardecida hasta casi una exaltación mística, de aventura y romance por los muchos libros que empezaban a brotar de las imprentas. Estos [los libros de caballería], trajeron a su mente enfebrecida la perspectiva de similares situaciones, de lugares fantásticos, riquezas, monstruos y encantamientos, y por eso ardía en descubrir y poseer para sí mismo las realidades que se describían en ellos. La Conquista misma, como resultado de ello, se hallaba imbuida de un espíritu de romance y caballería, que daba a estas expediciones, tal como [Washington] Irving ha señalado apropiadamente, 'un carácter totalmente distinto de empresas semejantes acometidas por otras naciones».
    De nuevo, comentando la abstracción simplista de Bartolomé de Las Casas sobre sus compatriotas como «buscadores de oro», Léonard señala:


    «Inherente a este concepto, es la imputación de que el español, más que cualquier otro europeo, estaba animado por un anhelo de riqueza material. No obstante, los habitantes de la península ibérica no son hoy, ni han sido nunca, característicamente más avariciosos que sus vecinos continentales. Por el contrario, los españoles y portugueses se cuentan entre las gentes menos materialistas de la Europa occidental»
    [8].

    Raramente se considera la posibilidad de que los españoles emprendieran la ruta a América por un simple deseo de mejorar fortuna, o que pudieran ir animados de sincero celo religioso o un mero anhelo de establecer hogares y colonizar, o que se interesaran en comenzar una industria ganadera, comercial o agrícola, o que ejecutaran cualquiera forma de servicio a la Corona, es decir, tomar parte en todas las múltiples ramas de la actividad humana—.

    Es lógico y evidente el hecho de que la mayoría de los españoles que emigraron al Nuevo Mundo aún durante la Conquista (es decir, primera mitad del siglo XVI) lo hicieron guiados por motivos de similar naturaleza y diversidad a los que mueven en todo tiempo las corrientes migratorias. He aquí una muestra cogida al azar:


    «Aunque no sea generalmente conocido, el hecho es que los conquistadores españoles vinieron al Nuevo Mundo tanto en busca de plantas medicinales como de oro. 'El caduceo, símbolo de los médicos, lo es también de la Conquista española tanto como la espada y la cruz', dice el doctor Francisco Guerra, catedrático visitante de Farmacología de la Facultad de Medicina (Universidad de California, en Los Ángeles) y catedrático de Farmacología en la Universidad de Méjico. España trajo al Nuevo Mundo, según él, un conocimiento de la medicina tan avanzado como el de cualquier otro país en el mundo de aquellos días»
    [9].


    A título incidental, es oportuno el que varias características sobresalientes de la Conquista española, especialmente en contraste con su contrapartida inglesa, sean tenidas debidamente en cuenta. La Corona española no escatimó esfuerzo alguno para evitar que los criminales y otros elementos socialmente indeseables emigraran a América; en tanto que, a veces, la política británica llevó a efecto la deportación de la población criminal a sus colonias de Australia y América. Los españoles, al revés de muchos de los ingleses, no sintieron la necesidad de ir a América para escaparse de persecuciones religiosas o de otra especie. Uno de nuestros historiadores, autor de un texto universitario, da a entender que los españoles no deben ser considerados verdaderos colonos como los ingleses, puesto que ellos no tuvieron que emigrar para librarse de tales condiciones opresivas en Europa [10].


    Como ya hemos visto, en estrecho paralelismo con la deformación del «goldseeker», está el común malentendido de que sólo los ingleses vinieron al Nuevo Mundo para construir hogares, mientras que los españoles vinieron para el saqueo y ulterior regreso a la patria con sus ganancias mal adquiridas. Los hogares más antiguos en América fueron construidos por los españoles en su doble papel de conquistadores y colonos. Cristóbal Colón, en su segundo viaje en 1493, llevaba cerca de 1.500 colonos, junto con los avíos e impedimenta (semillas, plantas, ganado, etc.) necesarios por lo regular en tales empresas. Y el gobernador Nicolás de Ovando, a su llegada al Nuevo Mundo en 1502, lo hizo con una flota de cerca de 2.000 colonos, funcionarios, clérigos, etc. De ahí en adelante, los barcos y flotas que viajaban desde España al Nuevo Mundo llevaban regularmente mujeres, niños, criados, menestrales, operarios, comerciantes, etc.; en suma, todo tipo de carga humana [11].


    Hasta las más lejanas fronteras, incluso a la llegada de los primeros españoles, las mujeres y las familias acompañaban con frecuencia a sus maridos y padres, haciendo frente a todos los peligros y dificultades con los que nuestros propios antepasados hubieron de enfrentarse en la expansión en tales territorios. En nuestros malentendidos sobre la colonización española en el Nuevo Mundo, normalmente ignoramos la fortaleza y el espíritu de la mujer española, y la lealtad hacia sus hombres; un buen número de fascinantes obras podrían ser escritas sobre la mujer española en la conquista y colonización de las Américas [12].

    En nuestra inveterada costumbre de condenar a los españoles como «exterminadores de indios» y «buscadores de oro», además de otros estigmas, pasamos por alto algunas de las cosas inevitables que tales procesos de conquista-colonización traen consigo.

    La conquista española en América fue marcadamente un logro más de diplomacia que de guerra. Tuvo que ser así, puesto que las fuerzas de exploración e invasión fueron tan pequeñas que, de otro modo, no hubieran podido sobrevivir y conquistar. Comparados con la perspicaz diplomacia española, las más famosas armas de fuego, caballos y espadas de acero fueron, a menudo, de menos eficacia. Como un erudito dijo, «Los conquistadores españoles podrían haber dado una lección a muchas de las cancillerías europeas» [13]. La famosa historia de Cortés en Méjico, es ejemplo clásico de un proceso diplomático que se repitió con frecuencia. Los conquistadores tuvieron una constante necesidad de aliados indios y los buscaron por medios diplomáticos, algunas veces con demostraciones ejemplares de fuerza y astucia, a veces por medio de regalos, «palabras endulzadas» y tratados de alianza con ciertas tribus y naciones indias, para combatir a sus enemigos tradicionales [14]. Los líderes españoles de la Conquista, según el espíritu europeo de aquellos tiempos, eran maquiavélicos en todo esto, si bien los jefes indios no les iban a la zaga. [En todo caso, ¿cuándo llegó a ser un crimen la astucia diplomática?, ¿después de la Segunda Guerra Mundial?] El más espectacular choque de armas eclipsa, con demasiada frecuencia, el fascinante y muy significativo juego mutuo de fuerzas diplomáticas en la confrontación hispano-india.

    Asimismo, es correcto caracterizar las victorias españolas en América como un proceso de indios conquistados por otros indios, bajo la supervisión blanca. A menudo, el indio americano fue un mayor conquistador de su propia raza que lo fueron los españoles. Y esto pudo ocurrir porque el indio carecía de una fidelidad básica al concepto de raza; así los tlaxcaltecos tuvieron un gran placer en ayudar a los españoles a derrotar a sus odiados y perennes enemigos, los aztecas; y los aztecas, a su vez, ayudaron a los españoles en su lucha y colonización en otras fronteras. Cualquier semejanza con la formación de una amplia y efectiva confederación de pueblos indios, unidos por el propósito común de batir o exterminar al hombre blanco, es muy difícil de discernir en la historia de la Conquista en general. Si este hecho causa perplejidad, bástese recordar cómo, en los tiempos de nuestra colonia, los Iroqueses, Algonquines, Hurones y otros, lucharon entre sí, instigados por consideraciones políticas trasatlánticas y por nuestros antepasados europeos. Si se recuerda al propio tiempo cómo los europeos de aquellos días se peleaban entre sí, tan a menudo y con tanta impiedad, aun entre grupos de vínculos comunes como religión, raza y cultura, no se hace difícil apreciar el que los invasores españoles fueran capaces de explotar estos odios y rivalidades para ganar dominio, frecuentemente con poco derramamiento de sangre.

    La fidedigna versión de la Conquista, difiere también en otros aspectos de nuestras descripciones usuales de héroes y villanos. Más fue, entre otras cosas, una empresa magna de la clase media —¡ni un solo Grande a la vista!— que una invasión a cargo de una arrogante aristocracia española. Rara vez en las filas de los conquistadores militó alguien más alto que los peldaños inferiores de la nobleza menor que, en nuestra terminología moderna, no pasaría de denominarse clase media. La mayoría de los hombres que componían las fuerzas de exploración y conquista ni alcanzaba este rango. Por lo tanto, la Conquista española y la ocupación de América se llevaron a cabo por niveles sociales aproximadamente equivalentes a los de aquéllos que dejaron a Inglaterra para construir sus cabañas en el Nuevo Mundo. También, como varios historiadores han señalado, esta conquista fue bastante democrática y fuertemente caracterizada por una iniciativa privada y por la aparición de líderes, elegidos a veces por votación popular, y por una especie de división de costos, peligros y recompensas, tal como lo hacen las corporaciones de negocios [15].

    Visto así, las constantes disputas, desavenencias, contiendas y las guerras civiles en miniatura, que tuvieron lugar entre los conquistadores, son perfectamente comprensibles. Estos, no eran soldados profesionales, operando bajo una estrecha disciplina y línea firme de mando —desde la Corona y sus oficiales, hasta el simple soldado; eran una representación variada de casi todas las categorías sociales (excepto, por supuesto, la alta nobleza)— que se podían encontrar en la España de aquellos días. Y buscando la oportunidad, arriesgando sus vidas a la vuelta de cada esquina, ellos naturalmente esperaban grandes recompensas, bien en forma de botín, en trabajo y tributos de indios, en tierras, en empleos gubernamentales o en cualquier otra cosa equivalente.

    Cuando se considera todo esto, aquellos hombres deben de ser juzgados, como ha señalado Salvador de Madariaga, no tanto por lo bárbaros que fueron, sino más bien por su buena conducta dentro de un ambiente de increíbles peligros y casi ilimitadas tentaciones. El hecho de que fuesen profundamente civilizados —es decir, de cultura tan avanzada como la del resto de los pueblos europeos de aquellos días— sin duda alguna explica la barbarie de algunas de sus acciones en el Nuevo Mundo. Se necesitan hombres civilizados para enseñar refinamientos de crueldad a los salvajes.

    Durante su conquista del Nuevo Mundo, algunos españoles cometieron algunas atrocidades a tal escala, que causa horror el contemplarlas; pero hay muchas razones para creer que los ingleses, holandeses, franceses, belgas, alemanes, italianos y rusos, en circunstancias similares en el siglo XVI, se hubiesen comportado tan mal o peor. (La crueldad de los alemanes en Venezuela en el período de la Conquista, fue duramente criticada por los españoles; esto puede indicar que los pueblos del norte de Europa, no eran más humanitarios que los españoles.)

    Las atrocidades españolas fueron severamente censuradas por un clero de gran influencia, decidido y poderoso, y por otros que informaban a una Corona decididamente dispuesta a escuchar las quejas, e inclinada a legislar contra el maltrato de los indios y castigarlo [16]. Tales restricciones, o no existieron, o fueron muy difíciles de discernir en el desarrollo de otros imperios europeos de ultramar hasta tiempos muy recientes. Y la verdadera y horripilante inhumanidad de las civilizaciones del siglo XX, comprobada, por ejemplo, en los campos rusos de tortura y esclavitud, en los atentados de genocidio real izados por los alemanes y otros grupos, y en el lanzamiento de la bomba atómica por los americanos sobre Hiroshima, no deja campo ni da derecho a que los de nuestro siglo sienten cátedra de moralistas y enjuicien la conducta de los españoles del siglo XVI. Si Hernán Cortés se hubiese atrevido a realizar una masacre de poblaciones no combatientes, en escala parecida a las que se han hecho en el siglo XX, la Corona española, con toda seguridad, hubiera ordenado su castigo como un criminal monstruoso.

    Los españoles, como todos sabemos, también buscaron oro y plata en América; es más, hallaron y explotaron fabulosas minas, con métodos similares a los empleados más tarde por europeos y americanos en la explotación del oro, cobre, caucho y petróleo. A lo largo de la Historia, en la cual abundan los casos de fiebre del oro, de la plata y los diamantes, la búsqueda, durante siglos, de ganancias en el comercio de esclavos y todas las demás formas de actividad explotadora, el interés español por las riquezas del Nuevo Mundo parece del todo lógico, enteramente normal y nada singular. Por contraste con el orgullo, eficaz rendimiento e interés con que los ingleses, franceses, holandeses, judíos, alemanes, anglo o italo-americanos buscan la riqueza material, el español aparece generalmente menos preocupado con tales metas, e incluso hasta desdeñoso de ellas. Tiene (y tuvo) mayor inclinación para alcanzar otros objetivos, arriesgando su vida y sus bienes al azar de una carta o de un conflicto bélico, ajustándose a la riqueza y a la pobreza (perennemente esta última), con una ecuanimidad que sorprende a la mayoría de los extranjeros. Con cierta ironía, se puede notar que la característica predominante de la moderna literatura antiyanqui en Latinoamérica, es el desprecio por la preocupación materialista de la gente de los Estados Unidos. Para el español y sus parientes americanos, este proceder viene a ser una censurable prueba de incivilización, si bien en este juicio centellea más de un poco de hipocresía.


    Notas


    [3] Este tema se ha discutido en varios trabajos, incluyendo: Parks, Richard Hakluyt, p. 89;Cawley, Voyagers, pp. 304, 380, 381, 388 y su Un-pathed Waters, pp. 220 y 252-253.

    [4] Hyland, A Century of Persecution, p. ix.

    [5] Leonard, Books of the Brave, p. 8.

    [6] Toynbee, Study of History, citado en Leonard, Books of the Brave, p. 10.

    [7] Hanke, Spanish Struggle for Justice, p. 175. Constantino Bayle, España en Indias, Capítulo 6 (titulado «¿Quién despobló América?») y en otras partes de este volumen introduce muchos comentarios sensatos sobre la disminución de los indios.

    [8] Leonard, Books of the Brave, pp. 4, 12, 3.

    [9] University of California Bulletin, V. núm. 28 (febrero 25, 1957), pp. 134-135.

    [10] Ver a Brown Holmes, A History of the Americas From Discovery to Nationhood (New York: Ronald Press, 1952), p. 190: «La mayor parte [de los españoles] vinieron al Nuevo Mundo como aventureros y buscadores de riquezas; no eran verdaderos colonizadores en el sentido de ser emigrantes huyendo de un país superpoblado o de una condición política opresiva en Europa, buscando nuevos y permanentes hogares en América».

    [11] Para obtener indicaciones de los diferentes tipos de emigrantes que fueron al Nuevo Mundo desde España, véase el Catálogo de pasajeros a Indias durante los siglos XVI, XVII y XVIII, editado por Cristóbal Bermúdez Plata, 2.* edic., Sevilla, 1940, 1942 y 1946. Acerca de este tema y posiblemente como ayuda especial y provechosa para aquellos interesados en corregir las perspectivas de nuestro proceso educacional, sugiero el ensayo del profesor Herbert E. Bolton, «Cultural Cooperation with Latin America», The Journal of the National Education Association(enero, 1942), pp. 1-4.

    [12] Algunas de las más conocidas: Doña Mencía de Sanabria y sus dos hijas, que hicieron un viaje de cerca de seis años para ir de España a Paraguay (por tierra, vía Brasil) y gobernar allí en nombre de su hijo (mitad del siglo XVI); la famosa compañera de Pedro de Valdivia en la conquista y colonización de Chile. Hubo una audaz y enérgica gobernadora en la isla Margarita, por los años de 1570; su entretenida historia espera en el Archivo General de Indias, para ser escrita. Hubo numerosas mujeres españolas viviendo en las más lejanas fronteras del norte de México en el siglo XVI (véase Vito Alessio Robles, Francisco de Urdiñola y el norte de la Nueva España(México, 1931); y también mi «Peacemaking on North America's First Frontier», The Americas, xvi (enero, 1960), pp. 221-250). Obsérvese igualmente a William Lytle Schurz, This New World, especialmente pp.282-299.

    [13] Bayle , España en Indias, p. 83.

    [14] Además de la clásica conquista mexicana, la diplomacia de Vasco Núñez de Balboa en el Istmo y de Domingo Martínez de Irala en el área del Plata, ilustran esta básica característica de la conquista española en América. Puede añadirse que los españoles, al extender sus fronteras americanas, fueron diestros para ganar aliados indios y rápidamente los incorporaron a sus fuerzas para servicios diplomáticos y militares (véase, por ejemplo, mi libro Soldiers, Indians and Silver, capítulo 9).

    [15] Otra vez las historias de Cortés, Núñez de Balboa y Martínez de Irala son ilustrativas. Véase a Silvio Zavala, New Viewpoints, pp. 69-70; en éste y en otros de sus trabajos, Zavala, para enseñar las pretensiones de los conquistadores y de los que les siguieron, revela por fuerza el origen, esencialmente clases media o baja, de estos invasores de América.

    [16] «... Reglamentos sobre conquistas y aquellos que emprendieron la guerra justa en México, Perú y también en la periferia del imperio en Nuevo México, Chile y las Filipinas, nunca escaparon del escrutinio de aquellos que insistieron en que la cristianización y bienestar de los indios fueran las metas principales de la Conquista» (Hanke, Struggle for Justice, p. 174). Véase también a Bayle, España en Indias, especialmente los capítulos 14.







    Fuente:

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    Última edición por Mexispano; 27/02/2014 a las 05:32

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    Re: Contraste entre la colonización española, anglosajona y francesa en América

    La colonización lusitana en las Américas tiene puntos de contacto con las no-ibéricas en el continente, por razones que claramente abandonan el ámbito religioso (ver mi comentario):

    En efecto, creo que no deberíamos menospreciar lo que han logrado preservar algunas de [las culturas autóctonas] (y no solo a pesar de la colonización española, sino precisamente GRACIAS A ELLA). El guaraní, por ejemplo, es una lengua que no le causa ningún tipo de conflicto a su propia comunidad de hablantes. Está regulada, enseñada y es hablada por la población de todo un país. Es un elemento de identidad, que la colonización jesuita hizo florecer en aquel rincón de América. Ahora comparen eso con el destino que han corrido las reservaciones indias en EU. Incluso, sin ir muy lejos, podemos atribuir esta marginación a causas distintas de las meramente religiosas: a diferencia de España, Portugal (otra nación católica), no otorgó derechos civiles de ningún tipo a las comunidades indígenas asentadas en sus territorios (la transferencia de territorios españoles en la banda oriental del Rio de la Plata, a la corona portuguesa, trajo consigo el desmantelamiento de las misiones y la esclavización de sus pobladores). Portugal no tuvo su controversia de Valladolid ni sus "repúblicas de indios" con legislación propia.
    Sobre ingleses y franceses, comenté más adelante:

    Ahora quisiera tocar un punto que se mencionado poco: el factor religioso. En contraste con el caso arriba citado de Portugal en el que las diferencias de credo no desempeñaron papel alguno, cabe preguntarse esto: si los ingleses hubiesen prevalecido ¿habrían "blanqueado" a América como hicieron en EU? ¿se debe esto a una tendencia al racismo inherente a su confesión protestante? Aunque parece muy probable (debido a su teoría de la predestinación), tengo mis dudas: también hay que tomar en cuenta el factor coyuntural y el factor "confesional". Entre los protestantes, los puritanos eran el equivalente de los actuales talibanes, y acabaron en un rincón pobre y marginal del Nuevo Mundo ("sin futuro") porque ¡nadie los quería en Europa! A menos que fueran holandeses, los calvinistas no fueron muy bien recibidos en ningún país oficialmente luterano o anglicano. Y es el caso de estos fanáticos ultraradicales que fueron a parar a Massachussets. La razón por la cual era mal tolerada su presencia, la ilustra perfectamente el trato que dieron en América a otros "protestantes": los cuáqueros. Estos últimos, con su perfil de "paleohippies" predicando el respecto a las diferencias, la convivencia pacífica con los indios (nombraron Filadelfia al centro de su colonia) y "el libertinaje", eran discriminados (y hasta linchados) en las colonias aledañas pobladas por la escoria calvinista, "por pecaminosos". Si hay que imaginarnos un escenario en el que los ingleses se hubiesen apoderado de todo el pastel [de las Américas], hay que ver el perfil de los colonos y la manera en que este último se viese determinado por las persecuciones religiosas. Y esto también cuenta para Francia (¿colonización mayoritariamente "hugonota" de Quebec produciría una Nueva Francia Protestante, si las guerras de religión hubiesen tenido otro desenlace? ¿Qué hubiese pasado en Florida sin el asesinato del Almirante Coligny? ¿[igualmente] hubiesen llegado piratas y Caballeros de Malta al Caribe? ¿Quién hubiese ido a buscar a El Dorado? ¿Un Aguirre más parecido a Klaus Kinski?).
    Última edición por Clanvloar; 27/02/2014 a las 06:49

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    Re: Contraste entre la colonización española, anglosajona y francesa en América

    En respuesta al comentario de un amigo (publicado en otras redes sociales) que refleja la opinión del mexicano -y del hispanoamericano- promedio:

    “Honestamente, ver a los Españoles como conquistadores de gran parte de Mesoamérica, a la luz de los otros europeos, nos permite darnos cuenta de que no fueron tan manchados*... […] Los Ingleses que llegaron a las trece colonias, hicieron un completo genocidio a su alrededor. Los franceses que llegaron a los territorios de Luisiana también hicieron un horrible genocidio. En Canadá de la misma manera.

    *mexicanismo que alude a una actitud proclive al ensañamiento

    Mi respuesta (publicada en el mismo medio):

    "Coincido completamente que en conjunto, los españoles no eran tan manchados, pero me temo que lo ocurrido en Canadá no puede encasillarse en la clásica dicotomía mestizaje vs. genocidio, y en favor de esto último. O por lo menos no con los mismos actores desempeñando los mismos papeles.

    Lo que hoy vemos superficialmente como "una sola" sociedad blanca y de origen europeo, en realidad es el resultado de un mestizaje en ciernes brutalmente interrumpido. Allá terminó predominando el fenotipo europeo, porque la población algonquina fue súbitamente fulminada (hasta rozar la extinción), por las enfermedades europeas y por las armas de fuego europeas empleadas eficazmente por unos indios más aguerridos que los aztecas, o que cualquier conquistador salido del viejo mundo: los iroqueses (tan es así, que infundieron temor entre los ingleses y fue su alianza a favor de estos europeos enemigos de la Nueva Francia, lo que marcaría el destino de la parte norte del continente).

    Tanto la diversidad étnica como la continuidad del mundo indígena en los países hispanoamericanos, se explican en función del equilibrio geopolítico del mundo prehispánico y de su sucesor: la Pax Hispanica. Algo muy distinto a lo que ocurrió en Norteamérica. Alrededor de los Grandes Lagos se dieron con todo, incluso entre indígenas (ser descubiertos no les cambió esto; más bien parece que lo intensificó). Ya visto así, también podemos afirmar que los aztecas no fueron tan manchados (o bien, por fortuna nunca tuvieron los medios para serlo).

    En cuanto a Luisiana, como bien dices, se trata de un "típico" genocidio perpetrado por el hombre blanco. Allí los franceses no fueron tan débiles como en Canadá y, al igual que los iroqueses (es decir, para su propio perjuicio), aniquilaron a la civilización local: los natchez."

  5. #5
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    Re: Contraste entre la colonización española, anglosajona y francesa en América

    La conclusión de mis dos anteriores comentarios es que a la luz de la evidencia histórica, el común denominador del catolicismo, no produjo una única colonización "católica y latina", opuesta a una única colonización "protestante y anglosajona". Antes bien, la española y la británica acabaron imponiendose en sus respectivas esferas de influencia, bajo las formas clásicas que las caracterizaron (modeladas, sin lugar a dudas, por principios ético-religiosos antagónicos que abogaron por la integración o por la exclusión, del "otro" "no civilizado"). Ahora bien, asumir una postura de inclusión o exlusión no garantiza per se el éxito de la misma: las actividades misioneras de Portugal y de Francia se sitúan en el extremo opuesto del éxito de las empresas auspiciadas por España. Por otra parte, los diferendos religiosos entre los colonizadores ingleses tuvieron poca o nula repercusión en el ámbito misional, pero una muy fuerte en el plano de la política regional y en numerosos aspectos de la vida cotidiana (los principios ético-religiosos de los cuaqueros se trajeron en posturas humanistas que fracasaron en su afán de conciliación entre indígenas y colonos, pero dejaron su impronta en la opinión pública, en la historia de las revindicaciones sociales, y en la defensa de los derechos humanos en los Estados Unidos).
    Última edición por Clanvloar; 27/02/2014 a las 08:45

  6. #6
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    Re: Contraste entre la colonización española, anglosajona y francesa en América

    La comparación de dos países que se pueden considerar análogos: Indonesia y Filipinas

    Manuel Morillo

    - Ambos son archipielagos con miles de islas dispersas en centenares de miles de kilométros cuadrados de océanos.

    - Los habitantes y las tierras de los futuros estados antes de su colonización europea no tienen nada en común, con diferentes razas,culturas, desconocimientos, geografía.
    - En algunas islas, tanto de Indonesia como de Filipinas, a la llegada de los europeos ya hay sultanatos musulmanes sometiéndolas.
    Hasta aquí situaciones paralelas.
    La diferencia:
    · Filipinas, sus miles de diferentes islas, sin relación entre sí, fueron conquistadas, evangelizadas, y como consecuencia de ello, civilizadas, por España. Resultado de ello hoy es una patria y una nación real con compatriotas
    · Los pueblos de la actual Indonesia fueron victima del colonialismo depredativo holandés, que creó yugos administrativos orientados principalmente a la explotación comercial. Y cuando los Estados Unidos, al servicio del capitalismo mundialista, decidió que debía terminar la era de las colonizaciones políticas directas, para pasar a la dependencia colonialista financiera y económica, Indonesia se convirtió en un Estado, una Administración, que dominaba unos territorios sometiendo una dispar multitud de realidades sociales y humanas diferentes.
    · Entre tanto, del descubrimiento y la conquista hasta la emancipación, Indonesia había pasado de tener algunas islas bajo dominio de sultanatos musulmanes, con la mayor parte de la población de religiones autóctonas, a convertirse en el Estado musulmán más grande de la Tierra.
    · Filipinas, que en su comienzo tenía mayor cantidad de musulmanes en algunas de las islas que después formaron la nación, al finalizar la colonización era una Nación católica en su integridad
    · Y a pesar de 100 años de tiranía estadounidense y sus intentos de protestantizar el archipiélago (Iglesia de Cristo), a dia de hoy es la tercera nación por número de católicos del mundo y la única nación mayoritariamente católica de Asía (Timor Oriental lucha por liberarse de la ocupación Indonesia)
    Son los frutos de una monarquía católica frente a la corona confesional calvinista de los Países Bajos que convirtió Indonesia en musulmana
    (Lo mismo ha pasado con varias decenas de países africanos colonizados por Francia y Gran Bretaña, que de pequeñas minorías musulmanas a finales del siglo XIX, cuando empezó su ocupación, se han transformado en naciones musulmanas, algunas ya sometidas a la Sharía. Es decir, el proceso de islamización se ha producido bajo el control de la potencias liberales).

    La comparación de dos países que se pueden considerar análogos: Indonesia y Filipinas | Tradición Digital
    ReynoDeGranada dio el Víctor.

  7. #7
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    Re: Contraste entre la colonización española, anglosajona y francesa en América

    Cita Iniciado por Clanvloar Ver mensaje

    Tanto la diversidad étnica como la continuidad del mundo indígena en los países hispanoamericanos, se explican en función del equilibrio geopolítico del mundo prehispánico y de su sucesor: la Pax Hispanica. Algo muy distinto a lo que ocurrió en Norteamérica. Alrededor de los Grandes Lagos se dieron con todo, incluso entre indígenas (ser descubiertos no les cambió esto; más bien parece que lo intensificó). Ya visto así, también podemos afirmar que los aztecas no fueron tan manchados (o bien, por fortuna nunca tuvieron los medios para serlo).

    Muy cierto, contrario a lo que proclaman los leyendanegristas antes de la llegada de los europeos había varias etnias nativas en conflicto, en algunos casos esas divisiones fueron de provecho para los recien llegados (como la ya celebre caída de Tenochtitlán). En otros fue muy diferente, uno de los ejemplos que me viene a la mente es la destrucción de la misión texana de Santa Cruz de San Sabá, la cual estaba planeada para congregar a los apaches lipanes. Cuando las etnias enemigas de estos (sobre todo los comanches) se enteraron de ello, consideraron que los españoles habían pactado con sus rivales y decidieron ir a destruir la misión, la construcción fue arrasada y muchos de los que ahí estaban fueron asesinados.

  8. #8
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    Re: Contraste entre la colonización española, anglosajona y francesa en América

    La dominación española en América

    Autor: Philip W. Powell


    El hecho de que España gobernase seriamente y con hondo sentido de responsabilidad una gigantesca parte del Nuevo Mundo, durante unos tres siglos, de ordinario se pasa por alto en nuestros libros de texto y en ía literatura popular. Esta defectuosa perspectiva, nace generalmente de:


    • Crasa ignorancia;



    • Atención desmesurada a la Conquista que, con sus episodios novelescos, las crueldades sangrientas, la búsqueda del oro, capta más vivamente el interés;



    • La atención abrumadora dada al movimiento de independencia hispanoamericano —se parece más a nuestra experiencia histórica, está más cerca a nuestros días y envuelve las emociones de rebelión y guerra, aparte de proveer excelentes oportunidades para sermones sobre la libertad frente a la tiranía española;



    • El distrayente romanticismo de la piratería, las rivalidades internacionales y las luchas en el Caribe,—los Lobos de Mar Isabelinos, Morgan, los bucaneros, etc.;



    • El cegador efecto del poderío de los Estados Unidos en tiempos más recientes, que desenfoca nuestra visión histórica del hemisferio para hacer que nuestro propio pasado aparezca desproporcionadamente grande e importante, en comparación con cualesquier otro; y



    • El haber centrado nuestro interés principalmente en las áreas periféricas del Imperio Español que más tarde llegaron a formar parte de nuestro propia nación.



    Cuando saltamos, tal como hacen frecuentemente nuestros textos escolares, desde Cortés a Miguel Hidalgo, desde Francisco Pizarro a José de San Martín y Simón Bolívar, o desde Francisco Vázquez de Coronado a El Álamo (*), con sólo alguna que otra frase sobre la tiranía española, el buen padre Junípero Serra, el exclusivismo comercial, la esclavitud de indios o la censura de la Inquisición, perpetuamos una aberración histórica en gran escala. Es más, esto constituye una patente injusticia contra España y un perenne insulto a los hispanoamericanos. Por ello, los puntos de vista de nuestros estudiantes del Mundo Hispánico, están casi siempre caracterizados por un abismo de ignorancia y una corrosiva deformación.

    Este no es lugar apropiado para hacer un resumen de la historia imperial de la América española, ni es tampoco el fin que aquí se pretende. Pero serán de ayuda ciertas observaciones sobre los malentendidos más usuales tocantes a este período, para poner de relieve lo mucho que nos ha influenciado la Leyenda Negra. Hecho ésto, podremos comprender mejor el significado del «furor loquendi, furor scribendi» que engendró esta aberración.

    La gran cantidad de literatura polémica sobre la Conquista, arroja poca luz sobre la totalidad de la acción española en América. Esta materia controversial se refiere principalmente a las primeras décadas de las relaciones hispano-indias y, desde luego, ésta fue la peor época en cuanto al severo tratamiento dado a los indios. Las Casas trató exclusivamente sobre ésto y, puesto que es el autor más conocido, su discutible versión de la lucha —despiadados buscadores de oro contra inocentes y pacíficos aborígenes— llegó a ser,ipso fació, la base más popular para caracterizar, o simplemente descartar por completo, los siglos subsiguientes de dominación hispana. Esto produjo la impresión de que el largo dominio de España fue, sencillamente, una continua lucha y una matanza sin fin, y esclavitud de indios, falsa perspectiva que ha sido fundamento para un masivo complejo de hispanofobia.

    (*) En el fuerte llamado El Álamo en San Antonio, Tejas, un contingente de 200 téjanos, de origen anglosajón en su mayoría, opuso tenaz resistencia a un ejército de 5.000 mejicanos al mando del General Santa Anna. El día 6 de marzo de 1836, los sitiados fueron vencidos y muertos hasta el último hombre. El grito de «Recuerden El Alamo» que siguió a esta derrota, estimuló en no poco la simpatía de los «gringos» por la rebelión tejana contra Méjico, al mismo tiempo que provocó profunda animosidad contra la gente mejicana, animosidad que alimentó el espíritu guerrero en la subsecuente guerra con aquél país vecino (1846-1848).

    El episodio de El Álamo vino a simbolizar la inquina, ya de larga vida, que ha existido entre mejicanos y angloamericanos, en la misma forma que, años más tarde, el grito de «Recuerden al Maine» contribuyó al ardor guerrero de los Estados Unidos contra España en 1898 (ver pp. 159-164). Este encono tenía raíces en la Leyenda Negra, que nos legó el tradicional antagonismo inglés hacia el tipo hispano-católico [P. W. P.].

    La versión vulgar y simplista del reinado de España en América, como época de tiranía y pillaje, esclavitud, tributación desangrante y obscurantismo, no está de acuerdo con los hechos. El gobierno español, a lo largo de este período, fue generalmente más benigno que lo han sido la mayoría de los gobiernos hispanoamericanos posteriores a la separación de España. De no haber sido así, la dominación española no hubiera tenido tan larga vida.

    Una de nuestras distinguidas autoridades en esta materia, el catedrático Lesley Byrd Simpson, escribe:

    «Considero que la capacidad media de los virreyes de Nueva España [Méjico] era tanta, que ningún país, a mi juicio, fue más afortunado con sus gobernantes. Nueva España tuvo muchas cosas en su contra... pero disfrutó una larga vida (¡300 años!) de relativa paz, estabilidad y prosperidad, en marcado contraste con las pendencieras naciones de Europa. Algunos de los hombres que hicieron ésto posible, merecen ser conocidos» [17].

    Un erudito inglés, Ronald Syme, dio a entender hace poco algo similar en un enfoque más amplio:

    «A pesar de las desventajas geográficas y de las distancias, España fue capaz de mantener sus extensos dominios durante tres siglos, y les dio el sello indeleble de su lenguaje, pensamiento e instituciones. Esa hazaña merece más honor del que comúnmente se le ha otorgado, y una más profunda investigación» [18].

    El concepto básico del Imperio Español, no fue lo que nosotros llamamos hoy día «colonial». Más bien puede calificársele como el de varios reinos de ultramar oficialmente equiparados, en su categoría y dependencia de la Corona, con los similares de la Madre Patria. En la práctica, los peninsulares consideraban a los nacidos en América, de sangre hispana, como inferiores, y ésta fue la causa de frecuentes antagonismos entre «coloniales» y «europeos», factor importante en las guerras de independencia.

    Al criterio de equiparación responde una transferencia, virtualmente libre, de la cultura europea a la América Española, y del generalmente afortunado esfuerzo para hacer llegar a las posesiones de ultramar la civilización metropolitana. Aún más: se da a veces la curiosa paradoja de que ciertos impuestos en el Nuevo Mundo fueron menos onerosos que en España misma [19]. También se observa el hecho de que la vida en América era con frecuencia más fácil, o más próspera, que en muchos lugares de la Península, donde la pobreza era pan de cada día. Por lo que se refiere a comida, por ejemplo, los hispanoamericanos, de cualquier nivel social, tenían posibilidades tan buenas o mejores que las de sus correspondientes españoles o europeos. Aún sus clases más bajas vivían mejor que muchos de los labriegos de Europa.

    Había, naturalmente, abusos por parte de los gobernadores, y gran cantidad y variedad de males característicos de una vasta burocracia, colesterol de todo imperio. Se cometieron crímenes de todas clases, como puede esperarse en un dominio de tal magnitud y tan larga vida, pero también existía una maquinaria judicial y legislativa para castigar tales abusos. Lo más importante, es el hecho de que las normas de legalidad y aplicación de las leyes estuvieran vigentes como en otras sociedades civilizadas. En general, la Corona no intentó imponer en América algo extraño o inferior a lo que regía en la Península. Los impuestos, ordenanzas municipales, estatutos universitarios, legislación criminal y civil, justicia, fomento de las artes, sociedades benéficas, prácticas comerciales, etc. eran, mutatis mutandis, muy semejantes al uso español y a las normas de los estados europeos. Por ejemplo, en prácticas gubernamentales y privadas concernientes al bienestar público, hay abundante prueba de que las acciones de los españoles demostraron una consideración muy avanzada para su época; y este tema merece mucha más atención y honor del que ha recibido. Según un catedrático de Farmacología de la Universidad de Méjico: «Lima, Perú, en los días coloniales, tenía más hospitales que iglesias y, por término medio, una cama por cada ciento un habitantes, índice considerablemente superior al que tiene hoy en día la ciudad de Los Angeles [California]» [20].

    La gran innovación fue, por necesidad, en lo relativo a asuntos indígenas. Tres siglos de tutela je español y de interés oficial por el bienestar del indio americano, es un record no igualado por otros pueblos europeos en el gobierno de gentes de cultura inferior (o considerados como tales) en sus tierras de ultramar. De todas las faltas, de todos los errores, de todos los crímenes cometidos y aún admitiendo los intereses prácticos y hasta egoístas de la Corona, España no necesita, en su comportamiento general con el indio americano, justificación ni excusa ante ningún otro pueblo o nación [21],

    A la Inquisición española y a su estructura Iglesia-Estado, se les acusa de obscurantismo opresivo, de haber emponzoñado los tres siglos de dominio español y de haber incubado tantos de los males que aquejan hoy a las naciones hispanoamericanas. El prejuicio anticatólico que existe en nuestro país, hace este mito particularmente atractivo, y muchos latinoamericanos de los siglos XIX y XX han hecho gala de ello. Pero ningún investigador, familiarizado con la educación española y otros logros intelectuales en América —por ejemplo, educación del indio, promoción de la literatura, historia, investigaciones científicas, instrucción universitaria— suscribiría tal enjuiciamiento. El record español de unos veintitrés colegios superiores y universidades en América, con sus 150.000 graduados (incluyendo al pobre, al mestizo y a algunos negros), hace que la conducta de los holandeses más tarde en las Indias Orientales, y por tanto, en tiempos considerados más avanzados y propicios, aparezca, sin duda, con signos de franco obscurantismo. Los portugueses no establecieron una sola universidad en el Brasil colonial, ni tampoco en ninguna otra posesión de ultramar. El total de las universidades establecidas por Bélgica, Inglaterra, Alemania, Francia e Italia durante períodos más recientes de colonialismo afro-asiático, desmerece, sin duda alguna, al confrontarlo imparcialmente con el record anterior de España [22].

    Sobre este tema, examinemos algunos comentarios del catedrático John Tate Lanning, de Duke University, nuestra primera autoridad sobre la cultura colonial hispanoamericana:

    «Hasta hace una generación, la teoría de que todo producto intelectual europeo fue excluido de América por un celoso monarca y por la Inquisición, se aceptó sin discutirla. Pero ahora, ningún investigador de prestigio se pronunciaría sobre la abundancia de libros que existían en América, basados exclusivamente en la apreciable «Recopilación de Indias» o en el «Indice de Libros Prohibidos». La llegada de la Ilustración europea a Hispanoamérica, nunca fue tan obstaculizada como se deduce de los reglamentos y catálogos».

    Continuando:

    «Un intercambio literario, efectivo y relativamente sin trabas, con todo el mundo cultural, aparece ya en las tesis defendidas en las universidades [hispanoamericanas] hacia finales del siglo XVm. La censura de la Inquisición, bien arraigada y en vigor fue, todavía más que muchas otras aletargadas instituciones coloniales, esencialmente burocrática e ineficaz».

    Asimismo dijo:

    «Una grandiosa y tenaz injusticia, que brota de las tradiciones y emociones de los primeros historiadores nacionales [de Hispanoamérica], es la arrasadora condenación de la cultura colonial española calificada como tres siglos de teocracia, obscurantismo y barbarie» [23].

    Incidentalmente, observemos que fueron ejecutadas en Hispanoamérica poco más de un centenar de personas como resultado de los procesos de la Inquisición, durante unos 250 años de existencia formal. A mi juicio, ésto resulta bastante favorable (si me perdonan la palabra) en contraste con la tortura y ejecución de católicos en la Inglaterra de Isabel (1558-1603): 130 sacerdotes y 60 seglares, cifra que se eleva a 250 si incluimos los que murieron en prisiones del Estado. El cálculo de muertes de los acusados de brujería en los estados alemanes, durante los siglos XVI y XVII, alcanza sobradamente a varios millares [24].

    Este puede ser un momento tan adecuado como cualquier otro para añadir algo sobre la Inquisición española, en su faceta de actuación en América. No porque esta institución fuese acusadamente significativa en la historia total de estos territorios —en realidad no lo fue— sino por haber sido, durante tanto tiempo, punto de partida para prejuicios antiespañoles y porque ni fue, ni es hoy, cabalmente entendida.

    Como antes se ha dicho, el número total de los ejecutados en nombre del Santo Oficio, fue pequeño. El empleo de la tortura física era relativamente infrecuente si se compara con el cuantioso número de los procesos, y se aplicaba bajo estrictos reglamentos, con garantías y condiciones más humanitarias que la mayoría de semejantes procesos judiciales requería en la Europa de aquellos tiempos. Gran parte de la jurisdicción del Tribunal se refería a asuntos que ahora corresponden a los juzgados civiles, tales como: bigamia, blasfemia, falso testimonio y otras inmoralidades como la perversión sexual. Debe también recordarse que en los siglos XVI y XVII, el período de mayor actividad de la Inquisición, la práctica de religiones disidentes era virtualmente sinónimo de traición, y ésto era cierto no sólo en España y sus posesiones, sino también en gran parte del resto de Europa. Así, los cripto-judíos, crípto-musulmanes y protestantes, eran vistos por las autoridades como traidores o agentes subversivos. A este mismo tipo de delincuentes pertenecían muchos de los que fueron ejecutados en las Américas [25].

    El Santo Oficio, tanto en España como en América, estaba subordinado a la Corona. Salvo pequeñas excepciones, no tenía jurisdicción sobre los indios americanos. La censura de libros se ejercía principalmente en lo concerniente a literatura religiosa, sin que afectara de forma destacada a las principales corrientes por las que discurrían las bellas letras, obras científicas, etc. Como varios investigadores han demostrado, la censura, en general, no fue muy estricta ni exigente, y por ello su influjo sobre la totalidad de la cultura hispanoamericana fue relativamente ligero. Aun varios reconocidos enemigos de la Inquisición admiten que dicha institución trató el problema de la brujería con tino esclarecido, mientras en ciertas regiones de Europa se desencadenó una saña homicida en contra de la hechicería [26]. Una de las principales actividades de la Inquisición se desarrolló en la disciplina de eclesiásticos (por ejemplo, procesos sobre solicitación en el confesionario), actuando así como pantalla protectora del pueblo contra comportamiento tan dañino.

    El famoso auto de fe, ceremonia de alta popularidad, fue literalmente un acto de fe público, proyectado para exaltar el patriotismo, como diríamos hoy en día. Lealtad hacia la fe era sinónimo de lealtad hacia la Corona, al Estado, al Imperio y a la Cristiandad. El catolicismo romano era en la España Cristiana una universalidad más aceptada que el protestantismo en la Inglaterra Isabelina o en las rebeldes provincias holandesas en tiempo de Guillermo el Taciturno. De esta misma forma, aunque algo más moderada, la celebración de nuestro 4 de julio (*), especialmente cuando tenía el fervor patriótico de tiempos pasados, o las más recientes reuniones llamadas «I-am-an-Amerícan Day» (día de proclamarse americano), colmaban de modo similar nuestros deseos de reafirmación patriótica.

    (*) Fecha en que celebran los Estados Unidos su separación del Imperio Británico.

    La Inquisición española, como veremos más adelante, soporta en gran parte el peso de la Leyenda Negra, por las siguientes razones:


    • Sus pretensiones, métodos y poder, fueron fiera y escandalosamente exagerados, dentro de la general propaganda antiespañola de los siglos XVI, XVII y XVIII;



    • El interés de la institución en la censura y en el ataque a la herejía protestante, ha sido aireado en forma desmesurada, si se compara con el resto de sus actividades;



    • Los escritos sobre el Santo Oficio, casi siempre han sido de carácter sensacional, careciendo de objetividad y, sobre todo, son parcos en el uso de criterios comparativos tan necesarios para el justo entendimiento y comprensión del pasado;



    • La práctica en boga, en especial desde el siglo XVIII, de condena automática o dogmática de la Inquisición española, basada no en el conocimiento, sino en el tendencioso prejuicio, en la santificada propaganda y el injusto, aunque popular, hábito de utilizar cánones de la post-Ilustración en materias moralísticas, religiosas, racionalistas, políticas y humanitarias— para enjuiciar sucesos y hechos pre-Ilustración. De forma similar, la Ilustración condenó el «obscurantismo» de la Edad Media y calificó al «medievo» y «feudalismo» en términos de oprobio y pulverizó la religión revelada y la ley natural; así también los términos «Inquisición española» e «inquisidor», vinieron a ser sinónimos modernos para definir las más crueles opresiones. Quizás el más revelador de los estigmas, teniendo en cuenta el concepto iluminado de la Inquisición española en materias de brujería, sea nuestro hábito actual de emplear los términos «witch-hunting» (caza de brujas) e «inquisición» indistintamente.


    Al llegar a este punto se me ocurre que, para rectificar algunos de los errores de la Leyenda Negra, uno de los mejores servicios que los investigadores podrían prestar, sería el hacer un estudio historiográficamente documentado y sin prejuicios, sobre la Inquisición española, estudio que fuera fácilmente accesible al mundo occidental. Como ejercicio de verdadera ilustración, no puedo imaginar una tarea más provechosa [27].

    Próximo ya el fin del llamado período colonial, las universidades e institutos hispanoamericanos, tanto en el campo científico como en el de humanidades, se vieron muy influenciados por las corrientes del cambio intelectual en Europa. Por ello, entre los educados en tal ambiente, se fraguaron ideas y conceptos que en muchos casos condujeron o coadyuvaron al subsiguiente predominio de los movimientos independistas. Este ambiente cultural nació y se desarrolló bajo la égida y con el apoyo del gobierno español.

    La extensa y culta literatura sobre el desarrollo americano bajo el dominio español, continúa incrementándose, hecho que de ordinario sorprende a los estudiantes universitarios y a los intelectuales de los Estados Unidos. Resulta increíble para algunos de ellos, que logros culturales, dignos de consideración intelectual en tiempos posteriores, hubieran podido ocurrir en un ambiente inquisitorial hispano-católico; sin embargo, si se observa la situación con un mínimo de lógica, no hay lugar para asombrarse. España, como debiera ser bien conocido, disfrutó de su Edad de Oro durante la mayor parte de los dos primeros siglos de su imperio en América, y no había razón para obstaculizar la transferencia de este incremento intelectual a los territorios coloniales. Y la verdad es que no lo hizo. Los españoles de América y sus descendientes, tuvieron acceso a los grandes avances intelectuales de España, y lo que es más, las universidades americanas fueron réplica de la de Salamanca, una de las más famosas de Europa. A través de la Madre Patria, les llegaron las corrientes intelectuales del resto de Europa, hecho que se produjo tanto en el siglo XVIII como en el XVI y XVII.

    Casi toda la historia de España y de Hispanoamérica es un testimonio viviente de que los pueblos de origen español, tradicionalmente, no consienten una tiranía, que la mayoría, o al menos una gran minoría, considera insoportable. España gobernó en América durante más de tres siglos sin soldados profesionales o fuerzas militares establecidas, excepto en algunas plazas donde eran necesarias principalmente para repeler ataques extranjeros o protegerlas contra ataques indios. Durante este tiempo, no hubo rebeliones que indicasen un sensible grado de descontento con el gobierno de la Corona. Había, como era de esperarse, disturbios locales, conspiraciones y levantamientos que dejaron su marca en esta historia; pero, a excepción de algunas rebeliones estrictamente indígenas, se podían encontrar Peninsulares y Americanos en ambos bandos, y se limitaban a ámbitos de carácter regional, casi sin rastro de espíritu separatista. Aún cuando Napoleón invadió la Madre Patria, usurpó el trono y «agitó el árbol de la independencia», impulsando a los de América a tomar excepcionales medidas de tipo autónomo, la mayoría de ellos no intentó, en un principio, separarse de la Metrópoli. La idea de independizarse de la Corona creció con lentitud, a pesar de la desintegración de los valores tradicionales que caracterizó a esa época. La independencia vino a ser casi un hecho accidental, y hubo en ello factores de mayor importancia que la idea de una rebelión popular contra la tiranía y el obscurantismo. La fuerte propaganda antiespañola, nacida en círculos relativamente limitados, no obtuvo amplia popularidad en el comienzo. Después de varios años de ella, sazonados con sangrientos combates, cristalizó el odio dogmático y estimuló el entusiasmo por la independencia. Durante el período de la guerra y subsiguientes décadas, se produjo una abundante literatura de justificación con intenso colorido hispanofóbico.

    En resumen, la evidencia presentada hasta ahora en eruditas monografías, artículos y publicaciones documentales, no permite que un observador imparcial califique aquellos tres siglos como de una tiranía singularmente opresiva o de un régimen de especial crueldad y obscurantismo. Hay todavía mucho que aprender y descubrir en la historia de aquellas centurias, pero ya está claro que eran demasiado complejas para encasillarlas en epítetos tan generalizados. Sobre todo, es absurdo el considerarlas como una simple continuación de la Conquista. Aun si aceptáramos como ciertas las atrocidades conocidas a través del Obispo Bartolomé de Las Casas y si se admitiesen como usuales en aquella época, seguiría siendo un error imperdonable el estimarlas como imputables a la totalidad de dichos tres siglos, como frecuentemente se hace. Y tal error se duplica al aceptar sin crítica la versión de Las Casas sobre la Conquista.

    Bartolomé de Las Casas, héroe de los hispanófobos desde mediados del siglo XVI hasta nuestros días, es la persona más responsable de nuestros deformados puntos de vista sobre los españoles y su papel en América. Este obispo español, tan a menudo santificado en la literatura durante cuatro siglos y colocado hoy en un nicho de «santo» de la propaganda antiespañola, hizo más que cualquiera otro individuo para manchar el nombre de un pueblo y de una nación, la suya propia. Seguramente no fueron éstas sus intenciones, ya que no podía adivinar cuánto su trabajo iba a favorecer los propósitos extranjeros; pero sus escritos permanecen cerca del corazón y centro de la denigración de España. El es, entre otras cosas, un magnífico caso de estudio para valorar el daño que a largo plazo puede hacer un exaltado irresponsable, cuando es explotado por los fabricantes de propaganda dirigida contra su propia casa.




    Notas

    [17] Simpson, Many Mexicos, al principio del capítulo 6, titulado «Don Antonio de Mendoza».

    [18] Colonial Elites: Rome , Spain and the Americas(The Whidden Lectures). London: Oxford University Press, 1958, p. 42.

    [19] Por ejemplo, cuando el rey español introdujo la alcabala en México en la década de 1570, fue a un porcentaje mucho más bajo que en la madre patria (véase mi «Portrait of an American Viceroy: Martín Enríquez, 1568-1583», The Americas, XIV, p. 11). Arnoldsson, en suLa Leyenda Negra (pp. 40-41), indica que en el Reino de Castilla la norma de los impuestos era mucho más pesada que la de sus dominios en Italia. «Menos de una cuarta parte de los ingresos anuales del estado [mitad de 1590] venían de remesas en plata americana; el resto, lo pedían prestado, o eran pagados por los impuestos levantados originalmente en Castilla» (Elliott, Imperial Spain, p. 279).

    [20] Véase arriba, p. 25 y también la nota 9.

    [21] La monumental Recopilación de leyes de los reynos de las Indias, la gran colección de la legislación de España para América, se puede consultar en casi todas las bibliotecas universitarias y puede ser comprada sin grandes dificultades. Este solo trabajo, aun si es leído ligeramente, puede ilustrar tal punto. Además, hay muchas otras colecciones de correspondencia virreinal, edictos reales y ordenanzas (locales e imperiales) que apoyan esta afirmación; juntamente con varios buenos estudios monográficos, ahora disponibles en inglés. He incluido en mi Bibliografía, Sección III, algunas de las autoridades de habla inglesa en estas materias, que más fácilmente pueden ser consultadas.

    [22] Tomemos sólo el ejemplo de los holandeses: «Holanda ha decidido recientemente impartir educación superior. Tres siglos después de la fundación de Batavia (1619) no había aún nada de esta naturaleza en sus Indias» (Georges H. Bousquet, A French View of the Netherlands Indies, London: Oxford University Press, 1940, p. 95). Amry Vandenbosch, The Dutch East Indies: Its Government, Problems and Politics(Berkeley: University of California Press, 1944) y Bernard H. M. Vlekke, The Story of the Dutch East Indies(Cambridge: Harvard University Press, 1946) confirman la misma impresión de que no había prácticamente nada de tipo universitario aún en tiempos recientes y que el récord holandés era débil incluso a nivel secundario.

    [23] Lanníng «A Reconsideration...», The Americas, I, pp. 166-178.

    [24] Meyer, pp. 163-164 y Janssen, XVI, especialmente los capítulos 5, 7 y 8.

    [25] Para diversas lecturas que confirman y elaboran los puntos indicados, véase la Bibliografía, Secciones I y III. Véase también el capítulo III, pp. 75-77, concerniente en particular al establecimiento de la Inquisición, relacionado con el problema de los cripto-judíos. Véanse los Capítulos IV, pp. 89-92, y V, p. 122, referentes a la propaganda anti-inquisitorial.

    [26] Por ejemplo, Cecil Roth, Marranos, p. 84.

    [27] El esfuerzo de Henry C. Lea, en el único tratado de importancia en inglés, con alguna pretensión de responsabilidad escolar, está ahora fuera de época y malamente desfigurado por errores y prejuicios. Véase la Bibliografía, Sección I, y el trabajo de Richard Greenleaf citado en la Sección III.



    Fuente:

    conoZe.com | La dominación española en América

  9. #9
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    Re: Contraste entre la colonización española, anglosajona y francesa en América



    https://www.facebook.com/77125717629...type=1&theater




    Bonita forma de tratar a la "joya de la corona" inglesa.




    INDIA: El holocausto del Imperio Británico en Bengala

    Por

    IPS Correspondents© Reproducir este artículo|



    LONDRES, 14 ago 1997 (IPS) - Medio siglo después de que Londres censuró la noticia, la televisión de Gran Bretaña exhibió la verdad sobre la hambruna que sufrió la provincia de Bengala, India, en la que murieron entre tres y cinco millones de personas.

    Muchos la consideran la más infame de las atrocidades cometidas por el Imperio Británico en India, similar en magnitud al holocausto que sufrían al mismo tiempo los judíos europeos en los países ocupados por la Alemania nazi durante la segunda guerra mundial.

    Las nuevas revelaciones sobre la hambruna en Bengala enmudecieron las celebraciones este jueves del cincuentenario de la independencia de India, declarada el 15 de agosto de 1947, pues se trató de una tragedia que se pudo haber evitado.

    Fue el resultado de la segunda guerra mundial, un conflicto que India no comenzó pero al cual fue arrastrado.

    Nacionalistas indios moderados se tragaron entonces su orgullo y respaldaron a las potencias aliadas contra el fascismo, aun cuando de ese modo cooperaban con los odiados británicos. India despachó a la guerra el mayor ejército voluntario de la historia, con unos 2,5 millones de soldados.

    La hambruna ocurrió cuando Japón amenazaba con invadir el sudeste de Asia. Las fuerzas de Tokio ya habían tomado Birmania y dominaban la frontera con India, lo que convirtió a Bengala en uno de los frentes de batalla.

    El ejército británico requería alimento para mantener su avance. Y ese alimento fue suministrado a un costo de millones de vidas civiles, una muestra de cínica estrechez mental sin paralelo en la historia.

    Miles de toneladas de arroz fueron desviadas de su original destino, la población bengalí, hacia los soldados británicos, lo que provocó una escasez artificial.

    Bengala era un estado de escasez crónica de alimentos, y la invasión japonesa le impidió importar arroz, su plato básico, de Birmania y Tailandia.

    Esta semana, millones de británicos conocieron este capítulo de la historia de su Imperio, ocurrido hace 54 años, a través de un documental difundido por la televisión y titulado "La hambruna secreta".

    Pero este episodio no fue nunca un secreto para los indios. Por el contrario, consolidó el sentimiento antiimperialista y contribuyó a establecer la autosuficiencia alimentaria como objetivo principal del país tras la independencia.

    Sin embargo, las autoridades coloniales prohibieron en 1943 que el público británico conociera la hambruna, a través de una censura draconiana, hasta que fue demasiado tarde.

    Las imágenes de muertos y agonizantes que ingresaron a los hogares británicos la noche del 12 de agosto de 1997 habían sido conocidas por los indios en 1943. Lo peor había pasado entonces. El resto del mundo sabía de la hambruna por las agencias internacionales de noticias.

    El documental explica como el diario The Stateman, de Calcuta, no publicó ninguna foto sobre la hambruna en junio y julio de 1943 por orden de las autoridades coloniales.

    Afiches de artistas de izquierdas fueron destruidos, entre ellos 5.000 ejemplares de la obra del pintor Chitto Proshad titulada "Bengala hambrienta".

    Las etapas iniciales de la hambruna en zonas rurales pasaron desapercibidas. The Stateman publicó fotos solo cuando 100.000 desfallecientes campesinos irrumpieron en Calcuta, la capital de la provincia, para mendigar aunque fuera tazas de fécula. Los bengalíes morían de a millares en las calles.

    Solo en Calcuta murieron 30.000 personas. Entre tres y cinco millones fallecieron en Bengala Oriental (donde hoy se encuentra Bangladesh) y Bengala Occidental, la provincia india.

    Los británicos saben desde el martes que en Calcuta llegaron a alimentarse del vómito de aquellos que estaban débiles para digerir, que las madres llegaron a arrebatar comida a sus hijos y que los chacales atacaban a jóvenes débiles, casi muertos.

    En las aldeas rurales, mujeres y niños eran abandonados por los hombres que emigraban a las ciudades en busca de trabajo. Muchos sobrevivieron ingiriendo plantas silvestres hervidas. Miles de cuerpos fueron arrojados a los ríos, lo que desató una epidemia de cólera y más muertes.

    Las autoridades coloniales intentaron destruir los "Documentos Nanavati", conclusiones de una comisión que investigó la tragedia. Pero fueron archivados en Nueva Delhi, contra el deseo de la antigua metrópolis.

    Los documentos, al parecer, demuestran que la hambruna fue deliberada. Los realizadores del documental afirmaron que Londres "eligió muerte en las aldeas para no sufrir caos en la ciudad".

    "No queremos oir nada sobre una escasez en Bengala. No queremos creerlo. Y ustedes tienen que sacárselo de la cabeza. Esta escasez está por completo en su imaginación", dijo un representante del gobierno británico en India a comienzos de 1943.

    Quizá el papel más dudoso le cupo a cuatro gobernantes que ignoraron todos los pedidos de ayuda. Se trata del primer ministro, Winston Churchill, el secretario de Estado, Lord Amery, el virrey de India, Lord Linlithgow, y el gobernador de Bengala, John Herbert.

    Churchill, en particular, era conocido por sus sentimientos contra India, e ignoró y hasta rechazó pedidos de importación de alimentos.

    "La hambruna en Bengala es uno de los grandes desastres que haya sufrido pueblo alguno bajo la ley británica. El daño sobre nuestra reputación en India es incalculable", escribió en una carta a Churchill el virrey Lord Wavell, quien sustituyó a Linlithgow en 1944.

    Lord Amery anunció entonces que permitiría la importación de 400.000 toneladas de trigo, pero a cambio de la exportación de 150.000 toneladas de arroz indio. Wavell rechazó la oferta.

    "El Imperio Británico mantuvo el genocidio y el asesinato masivo fuera de la percepción pública mundial", escribió el historiador Maxwell Polya, quien redactó el capítulo sobre la hambruna en Bengala para un volumen de la Red Internacional sobre Holocausto y Genocidio.

    Polya no encontró mención alguna a la hambruna en los manuales de historia editados en Gran Bretaña.

    "Incluso en mi bibliteca personal, muy bien provista, no había ningún apunte sobre la hambruna de 1943, excepto una breve referencia en una cronología de origen alemán", recordó.

    Escrito en 1995, 50 aniversario del fin de la segunda guerra mundial, Polya denominó el episodio histórico "el holocausto olvidado".

    "El holocausto que segó de forma deliberada la vida de seis millones de judíos y medio millón de gitanos ha llegado a la conciencia humana y nunca será olvidado. Pero una tragedia similar provocada por el hombre ocurrió en Bengala, y fue ignorada por perversidad cuando ocurrió", observó.


    (FIN/IPS/tra- en/dds/rj/mj/ip/97




    Fuente:

    INDIA: El holocausto del Imperio Británico en Bengala | IPS Agencia de Noticias
    Última edición por Mexispano; 20/03/2015 a las 00:37 Razón: Resaltar texto

  10. #10
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    Re: Contraste entre la colonización española, anglosajona y francesa en América

    "Felipe II mostró vivo interés por desarrollar el conocimiento científico de América. En 1570 envió al doctor Francisco Hernández a Nueva España como protomédico, con la misión especial de investigar las virtudes medicinales de las plantas americanas; y, pocos años después, al cosmógrafo y matemático valenciano Jaime Juan, para realizar observaciones astronómicas en Nueva España y las Filipinas. El rey, ansioso de contar con una descripción lo más extensa posible de sus posesiones de ultramar, enviaba de tiempo en tiempo cuestionarios a los virreyes y Audiencias, así como a otros funcionarios, pidiendo información completa sobre la historia, geografía, flora, fauna y población de todas las colonias de Indias. Una encuesta de este tipo se envió a los oficiales del tesoro en 1569, y en 1577 otra de mayor amplitud de miras, a todos los funcionarios políticos de importancia en América (...).

    Los relatos o relaciones resultantes, la mayoría redactados entre 1579 y 1582, y en muchos casos acompañados de mapas o planos, son aún una de las fuentes de información más rica con respecto a las comunidades española e indígena en el Nuevo Mundo, antes de 1600. Ancianos y caciques indígenas colaboraron en muchos casos, suministrando sobre el pasado de sus tribus datos que de otra manera no se hubieran conocido. Las relaciones estaban destinadas a ser utilizadas en la compilación de una Descripción general de Indias por el cronista mayor; pero este plan nunca se concretó en la escala prevista. Sin embargo fueron aprovechadas para la composición de trabajos análogos, especialmente en su Historia general por Antonio de Herrera."


    Fuente: El imperio hispánico en América del estadounidense Clarence Haring.













    https://www.facebook.com/pages/Asoci...315?fref=photo

  11. #11
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    Re: Contraste entre la colonización española, anglosajona y francesa en América

    Y aquí un video sobre la hambruna en Bengala:



  12. #12
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    Re: Contraste entre la colonización española, anglosajona y francesa en América

    Tomás Pérez Vejo pone dos ejemplos de la diferencia entre dos habitantes de los imperios inglés y español. Robert Clive se traslada durante un tiempo de su vida a la India, joya del imperio británico, hace fortuna y vuelve a Londres, a disfrutar de la fama y dinero logrados en la colonia, con una colección de objetos históricos exóticos. Fernando de la Campa Cos marcha por la misma época a México, también triunfa, se convertirá en uno de los hombres más ricos y poderosos del Imperio, pero nunca regresará a la metrópoli porque no tiene la sensación de vivir en tierra extraña: México es España para De la campa Cos; una forma muy distinta de ver las cosa a Clive, que nunca entenderá a la India como el Reino Unido.

    Son dos modelos de imperios distinto: El español es el imperio civil, el inglés el imperio heril.

    Imperio heril o depredador: Tipo de norma fundamental que preside las relaciones uni-plurívocas que las sociedades políticas pueden mantener entre sí [580]. La norma del imperialismo depredador propone a la sociedad de referencia X como modelo soberano al que habrán de plegarse las demás sociedades políticas y, en el límite, tenderá a anexionarlas bajo su tutela. Es la norma del colonialismo. Las demás sociedades políticas sólo existirán, para la de referencia, a título de colonias, susceptibles de ser explotadas. La norma es poner a las demás sociedades al servicio de la sociedad imperialista. Como ejemplo canónico en la Antigüedad cabría citar el Imperio Persa de Darío. Como ejemplo de la Edad Moderna al imperialismo inglés u holandés, en tanto que aquel se regía por la regla del exterminio, en sus principios americanos, o por la del gobierno indirecto en sus finales del imperio africano y asiático. Como ejemplo de la norma del imperialismo depredador en la Edad Contemporánea es obligado citar a la norma de la Alemania nazi del III Reich, basada en los principios de la superioridad de la raza aria.

    Imperio civil o generador: Imperialismo generador es un tipo de norma fundamental que preside las relaciones uni-plurívocas que las sociedades políticas pueden mantener entre sí [580]. La norma del imperialismo generador es la de la intervención de una sociedad en otras sociedades políticas (en el límite: en todas, en cuanto imperio universal) con objeto de «ponerse a su servicio» en el terreno político, es decir, orientándose a «elevar» a las sociedades consideradas más primarias políticamente (incluso subdesarrolladas o en fase preestatal) a la condición de Estados adultos, soberanos. La norma del Estado, por tanto, es generar Estados nuevos, y la dialéctica de esta norma es que ella, o bien habrá de cesar al cumplirse su objetivo (transformándose en una norma de tipo II) o bien habrá de cesar si se llega a la constitución de un estado universal único, a la creación de la clase de un solo elemento, que podría simbolizarse en la Ciudad o Estado universal (la Cosmópolis de los estoicos). Los ejemplos más notorios en la Antigüedad que cabría citar son: el Imperio de Alejandro Magno y el Imperio Romano (al menos en la medida en que su norma fundamental se considere expresada en los célebres versos de Virgilio: Tu regere Imperio populos, romane, memento). No es nada fácil mantener esta norma emic como criterio de interpretación de la historia del Imperio romano, que habitualmente suele ser interpretada, incluso desde el materialismo histórico, como ejemplo eminente de imperialismo depredador. Ni se trata de negar la justeza de la interpretación, según el tipo III, de la historia de Roma en la mayor parte de su trayectoria; se trataría de evaluar de qué modo influyó, sin embargo, la norma estoica (por ejemplo, considerando la concesión del título de ciudad --con Senado, &c.-- a diversos municipios del Imperio en la época de Caracalla). El ejemplo más notorio de imperialismo generador en la época moderna es el del Imperio español, y en ello cabría establecer la diferencia entre su imperialismo y el imperialismo inglés coetáneo. Tampoco se trata aquí de ignorar las prácticas depredadoras del imperialismo español, pero sería absurdo considerarlas como derivadas de su norma fundamental, teniendo en cuenta que estas prácticas fueron continuamente vistas como transgresiones de la norma fundamental, ya desde la época de la Conquista (Las Casas, Montesinos, Vitoria, Suárez). Como ejemplos de sociedades políticas regidas en nuestro siglo por la norma IV hay que citar, desde luego, a la Unión Soviética, por un lado (en cuanto impulsora de los movimientos de liberación nacional, y esto sin perjuicio de sus prácticas depredadoras) y a los Estados Unidos de América por otro (en tanto se presentan como garantes de la defensa de los derechos humanos y de las democracias, y esto dicho con las mismas reservas que hemos aplicado a la Unión Soviética)




    Erasmus dio el Víctor.

  13. #13
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    Re: Contraste entre la colonización española, anglosajona y francesa en América

    Leyendo los comentarios en la página de donde se extrajo el meme que se burla del bienestar de las colonias inglesas, obviamente no podían faltar los habituales quejosos:















    Si la India es una potencia, es una potencia bastante peculiar.





    Abr 22, 2013 Posted by editor 9 Noticias, Opinión

    La India una nación insalubre

    Por: L.C.C. Jorge Arena Elizondo



    Este país tiene 1,100 millones de habitantes (el más populoso del planeta sólo después de China) y el 92% de la población es considerada por la ONU, pobre o indigente. Las calles están repletas de basura, y no existe higiene en la preparación de los alimentos en la vía pública. Los animales deambulan y defecan por todos los lugares, siendo recibidos hasta dentro de las casas; muchos son considerados “dioses,” como las vacas.

    Por detrás de los suntuosos monumentos está la miseria causada por el dominio de las castas, apoyadas en una religiosidad traicionera, mórbida, hegemónica.

    Los “dioses” hindúes, llevaron al país a ser uno de los más miserables, sucios y politeístas del mundo. Al rio Ganges le atribuyen el origen y el fin de la vida. Por eso acostumbran arrojar sus muertos al rio. Es por el designio de los “dioses” que gobiernan. El rio Ganges es extremamente hediondo, lleno de basura, los cadáveres pasan flotando en todo momento. Y las personas se bañan, beben agua y hacen sus rituales en las orillas de ese “dios” putrefacto.

    La ONU envió enormes cantidades de dinero para que fuesen construidos sistemas de saneamiento en las ciudades que están en las márgenes del Ganges, pero los líderes religiosos vetaron la obra, diciendo que el rio Ganges no precisa de eso, ya que él es un dios y siendo que el Ganges es un dios, todo puede ser lanzado en él.

    Su religiosidad y sus innumerables dioses, de nada servirán para mínimamente conducir ese pueblo por el camino del buen sentido, la equidad y la higiene.

    Reflexiones: En un sentido o en otro, la gran mayoría de los países subdesarrollados, persisten e imperan poderosos modelos de control masivo, ya sean del ámbito político, mediático o religioso. Son además ampliamente proclives a las “poderosísimas deidades,” y a verdaderos “líderes iluminados” quienes se autoproclaman “genuinos embajadores inmaculada perpetuidad.”

    Y todo esto es alimentado por una enorme pobreza, a una muy escaza educación académica y una cultura tradicional milenaria, la cual prohíbe las prácticas individuales o grupales de análisis, cuestionamiento, comparación, razonamiento, disertación. ¡No pienses, sólo obedece!

    ¿Con una educación tan precaria y escaza, cómo podríamos en México, evitar caer en un régimen manipulador y totalitario como La India…?




    Fuente:

    La India una nación insalubre, Por: L.C.C. Jorge Arena Elizondo | Grupo Informativo Así Sucede

  14. #14
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    Re: Contraste entre la colonización española, anglosajona y francesa en América

    ¿Con una educación tan precaria y escaza, cómo podríamos en México, evitar caer en un régimen manipulador y totalitario como La India…?

    Precisamente mientras leía el artículo pensaba que los gobiernos "boluvarianos" nos pueden llevar a ésto.

    Recomiendo la película "¿Quién quiere ser millonario?", sobre los chicos de la calle en Bombay.



    Imperium Hispaniae

    "En el imperio se ofrece y se comparte cultura, conocimiento y espiritualidad. En el imperialismo solo sometimiento y dominio económico-militar. Defendemos el IMPERIO, nos alejamos de todos los IMPERIALISMOS."







  15. #15
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    Re: Contraste entre la colonización española, anglosajona y francesa en América

    Cita Iniciado por Erasmus Ver mensaje
    Precisamente mientras leía el artículo pensaba que los gobiernos "boluvarianos" nos pueden llevar a ésto.

    Recomiendo la película "¿Quién quiere ser millonario?", sobre los chicos de la calle en Bombay.



    Pues habría personas (nuestros intrépidos animalistas) que darían brincos de felicidad si en nuestros países se hicieran está clase de rituales:


    Última edición por Mexispano; 16/04/2015 a las 16:28

  16. #16
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    Re: Contraste entre la colonización española, anglosajona y francesa en América

    La imagen que da el artículo de la colonización francesa es bastante positiva, y diría que hasta casi romántica. Francia por ejemplo, aunque no llegó al nivel castellano y portugués de integración de los nuevos territorios (Francia por ejemplo no dejó en América o África las universidades, iglesias, etc... que España si dejó) consideró posteriormente en África a sus colonias como parte de la metrópoli, y de hecho, cuando la independencia de Argelia en 1962, muchos piednoirs se resistían a abandonar Argelia, que para ellos era un departamento francés más.Supongo que el haber sido un país católico, a pesar de los posteriores galicanismos, absoutismos, mercantilismos, etc... Dejó en ellos una mentalidad más noble que no les convirtió en otra potencia depredadora como Inglaterra o Holanda, con sus compañías comerciales y sus saqueos y exterminios a los nativos.
    «¿Cómo no vamos a ser católicos? Pues ¿no nos decimos titulares del alma nacional española, que ha dado precisamente al catolicismo lo más entrañable de ella: su salvación histórica y su imperio? La historia de la fe católica en Occidente, su esplendor y sus fatigas, se ha realizado con alma misma de España; es la historia de España.»
    𝕽𝖆𝖒𝖎𝖗𝖔 𝕷𝖊𝖉𝖊𝖘𝖒𝖆 𝕽𝖆𝖒𝖔𝖘

  17. #17
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    Re: Contraste entre la colonización española, anglosajona y francesa en América

    Les comparto una breve síntesis histórica de mi autoría. La idea es ampliar el debate tomando en cuenta el fenómeno de la colonización en una escala temporal de larga duración...

    Je me souviens: una mirada a la historia quebequense

    Como en todo Canadá, en Quebec (del algonquino Kebec, «allá donde el río se estrecha»; en adelante me referiré a toda la provincia), los indios son llamados amerindios y en la historia oficial son nombrados " las primeras naciones". En este rincón septentrional del continente, la superioridad técnica y militar de los europeos enfrentó duras pruebas contra las susodichas naciones: comparadas con las civilizaciones maya o inca, las confederaciones tribales de hurones e iroqueses podían parecer más "primitivas" pero afrontaron con éxito las primeras acometidas del colonialismo europeo y le impusieron, desde el principio, sus límites. Debido a la relativa debilidad táctica y demográfica de los franceses, más bien se considera que estos se incorporaron al mapa político de la región como una tribu más (situación derivada en gran parte de una fatal equivocación del primer gobernador Champlain en el momento de enajenar a los aliados y enemigos del futuro).

    Desafiando los malos presagios (el fraudulento hallazgo de los diamantes encontrados por el descubridor Cartier ya había enfriado irreversiblemente los ánimos de la corona), el comercio de las pieles y la implantación en la región progresaron sin quedar exentas de vicisitudes; la evangelización católica se llevó a cabo con éxito entre algunos pueblos, en medio del crónico desinterés de la monarquía por los asuntos de una colonia remota, pobre y poco rentable: la pésima administración llevada a cabo por compañías concesionadas contribuyó muy poco a desarrollar una colonia que, salvo por las pieles, producía prácticamente lo mismo que metrópoli. Remota, pobre, poco rentable y descuidada, la Nueva Francia no escatimó esfuerzos en su formidable expansión. Los franceses abarcaron mucho (desde el corazón del continente, fueron los primeros europeos en abrirse paso hasta la lejana costa del pacífico), pero apretaron poco.


    En la Nueva Francia también se produjo el mestizaje; sin embargo, la falta de defensas biológicas entre la enorme mayoría de la población aborigen frente a las enfermedades europeas y el recrudecimiento de las guerras intertribales con armas de fuego, incubaron una catástrofe demográfica, que la escasa afluencia de colonos europeos (el desenlace de las persecuciones religiosas en Francia acabó drenando el flujo de refugiados hugonotes hacia las colonias inglesas) no pudo compensar y comprometió el porvenir de la colonia, incapaz ya de poblar la descomunal franja de territorio “ocupado” hacia el sur (desde los Grandes lagos hasta la Nueva Orleans). Ni su amplio margen de maniobra, ni sus excelentes defensas, ni su formidable poderío militar terrestre, de ningún modo inferior al de sus rivales europeos, lograron contrarrestar esta debilidad estructural en vísperas de la contienda decisiva contra sus vecinos ingleses e iroqueses.


    En Quebec también se habla de la conquista. Pero los conquistados son ellos, los descendientes católicos de los colonos franceses, y los conquistadores son los ingleses protestantes. Quebec cayó en 1759 y Montreal se rindió al año siguiente. Como muestra del interés secundario que representó para Francia su colonia norteamericana, al finalizar de las hostilidades, la monarquía de Versalles pudo elegir un territorio para serle restituido por parte de Inglaterra, entre Quebec y la isla caribeña de Guadalupe y eligió lo más obvio para cualquier persona “cuerda” de la época: Guadalupe (solo hoy puede parecernos absurda aquella icónica afirmación de Voltaire, tildando a Quebec de no ser más que “unas cuantos acres de nieve”). Por su parte, los nuevos colonizados se verían sometidos al desprecio y a la discriminación por parte de la población anglosajona, en su propia tierra. No obstante, dicha actitud prepotente se reveló incompatible con los intereses de la corona británica; tras la ignominiosa pérdida de las 13 colonias, salió a relucir la necesidad urgente de garantizar la lealtad de los súbditos que aún quedaban en el continente. Frente a la población francófona, esta logró enajenarse mediante la rehabilitación de la iglesia católica con todas las concesiones necesarias para mantener el orden establecido: el clero exaltó los beneficios de la dominación británica, “que los salvó de las atrocidades de la revolución en la madre patria” para permitirles “generosamente” conservar la verdadera religión y las buenas costumbres.

    En lo sucesivo, la iglesia garantizaría la supervivencia de la educación, de la lengua, de los usos y costumbres arraigados; en suma, la conservación de la civilización francesa pagando el costo del inmovilismo político y social (mantenido, una que otra vez, a punta de bayoneta). Por su parte, la población de origen anglosajón los miró siempre con recelo y los relegó. A estos últimos nunca ha dejado de parecerles ridícula y anacrónica la actitud de los francófonos en su empeño por defender el rasgo más característico de su identidad: su lengua (un viejo dicho de los canadienses anglófonos prescribía speak white, speak english!). Para evitar fricciones, la metrópoli decidió mantener la segregación territorial entre las poblaciones francófona y anglófona por medio de la creación del Bajo Canadá (francófono) y el Alto Canadá (anglófono), entre 1791 y 1841. A la larga, el primero se convertiría en Quebec; el segundo, en Ontario.

    El desarrollo del capitalismo en esta región, tiene un claro antecedente en la economía mercantil de la Nueva Francia, pero es, sin lugar a dudas, de impronta británica. La eclosión de la revolución industrial impuso a los francófonos el estigma de la segregación cultural y socioeconómica al asignar para ellos el papel subordinado de proletarios y empleados de segunda categoría dentro del nuevo marco económico y jurídico aportado por los vencedores, con el respaldo de una pequeña burguesía francófona de carácter católico y tradicionalista, políticamente muy activa pero con posturas oscilantes entre el conservadurismo y el liberalismo, el colaboracionismo y el separatismo, el federalismo y el autonomismo. Después del último (y abortado) proyecto de asimilación a la cultura anglosajona impuesto desde la metrópoli (informe de Durham, 1838), seguido por las primeras reformas parlamentarias de corte social (en materia educativa y laboral, entre otras), y de corte político (erección de la nueva provincia de Quebec en 1867, dotada de autonomía en un marco federal), el pueblo quebequense comienza a levantar cabeza en medio de una silenciosa bonanza económica auspiciada por las dos guerras mundiales.

    Finalmente, en la posguerra, la visita del General De Gaulle enciende los ánimos nacionalistas y separatistas, mientras los autoreivindicados quebequenses (ya no más "francocanadienses" ni "franceses de América") consiguen llevar a cabo, durante la década de los 60, su propia versión "tranquila" de la revolución cultural (La Révolution Tranquille), que se traduce en la secularización y la modernización radical de la sociedad y de las instituciones.

    Los giros del nacionalismo comienzan a apuntalar el proyecto de la independencia. Pero el efecto del péndulo, las turbulencias políticas, y los temores con respecto a la viabilidad económica y geopolítica del futuro país polarizan la opinión pública, que finalmente se pronuncia a favor o en contra de la independencia, en un 2º referéndum llevado a cabo el 30 de octubre de 1995, de la siguiente manera:

    SI: 49,42% NO: 50,58%

    Repitiéndose la derrota del “si” del primer referéndum celebrado en 1980 que había arrojado el siguiente resultado:

    SI: 40,44 % NO: 59,56 %

    Lo cual muestra un tímido aumento de las opiniones favorables a la independencia en un periodo de 15 años.

    No existe por el momento ninguna fecha para un próximo referéndum. Sin embargo, El 27 de noviembre de 2006 el parlamento canadiense, con el apoyo del partido gobernante, reconoce a los quebequeses como una nación dentro de un Canadá (en un sentido cultural y social, pero no legal), en un intento de apaciguar los ánimos independentistas y las tensiones acumuladas con el resto de Canadá a raíz de la polémica Carta de la lengua francesa (o Ley 101) que promueve la preeminencia del francés en la provincia de Quebec (concebida, entre otros motivos, para contener el riesgo de que la sociedad francófona terminase convertida en una minoría más debido a la preferencia del inglés por parte de los inmigrantes), lo cual, en la opinión mayoritaria de los canadienses anglófonos, atenta contra la libre elección de los individuos, la equidad y la modernidad (incluso “contra la democracia”).

    Como puede verse, hace tiempo ya que los quebequenses dejaron de ser francocanadienses o franceses de América para asumir una identidad propia (por una curiosa ironía, ellos siguen llamando ingleses a sus “compatriotas” anglófonos). En más de un sentido, aquí termina Europa y comienza América.
    Kontrapoder dio el Víctor.

  18. #18
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    Re: Contraste entre la colonización española, anglosajona y francesa en América

    Para complementar el texto de Clanvloar hay que agregar lo expuesto en otro tópico donde se habla de la visión del francés Francisco Depons respecto a la vida en los virreinatos americanos y las colonias francesas.


    Testimonio de un francés sobre los Reinos de Indias


    Además, podemos encontrar gran similitud con el escrito que hace una comparación entre el inglés Robert Clive y el peninsular Fernando de la Campa Cos (página 2 de este hilo).

    En ambos casos se termina haciendo hincapié en la visión de patria grande que existía entre los habitantes de la monarquía hispana.

  19. #19
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    Re: Contraste entre la colonización española, anglosajona y francesa en América

    "México, Lima y diez o veinte otras aglomeraciones urbanas hispanoamericanas eran ya ciudades respetables antes de que los ingleses intentaran su primer establecimiento en Norteamérica. México tuvo imprenta en 1548. Las Universidades de México y Lima fueron fundadas en 1551. Para 1576 había en Hispanoamérica nueve Audiencias, treinta gobernaciones, veinticuatro asientos de Oficiales Contadores, tres Casas de Moneda, veinticuatro Obispados, cuatro Arzobispados y trescientos sesenta monasterios; y todas estas instituciones, así como las residencias virreinales y de otros grandes señores estaban alojadas en imponentes edificios que todavía hoy perduran. En contraste, Boston no fue fundada hasta 1630, y todavía a finales del siglo XVIII era, lo mismo que Nueva York o Filadelfia, inferior a las ciudades virreinales de la América española."




    "Del buen salvaje al buen revolucionario. Mitos y realidades de la America Latina".

    Autor: Carlos Rangel (venezolano)









    ___________________________



    Fuente:

    https://www.facebook.com/SomosHijosD...type=1&theater

  20. #20
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    Re: Contraste entre la colonización española, anglosajona y francesa en América

    "A fines de la era colonial, la mayoría de las provincias americanas gozaban de mayor prosperidad y bienestar que nunca. Las colonias españolas habían sido siempre mucho más ricas que la América inglesa y mostraban todos los signos exteriores de la opulencia: imponentes edificios públicos, universidades, iglesias, hospitales y populosas ciudades que eran centros de lujo, cultura y refinamiento. Florecían las artes, especialmente la pintura y la platería, en México, Quito y Cuzco. Había una escuela de minas y unas de bellas artes en México y un observatorio astronómico en Bogotá, antes de que tales instituciones aparecieran en las colonias inglesas, francesas y portuguesas. La cultura literaria colonial era rica y variada, y hombres de letras, historiadores, matemáticos, poetas y sacerdotes compusieron numerosas obras en el Nuevo Mundo. Los virreyes eran a menudo hombres cultos y distinguidos, algunos de ellos aficionados a las artes y letras, y mantenían salones literarios en el palacio virreinal.

    La era de la Ilustración bajo el reinado de los Borbones no sólo vio la disminución de las antiguas restricciones sobre el comercio, sino también grandes cambios en la organización política y económica. La administración de las colonias se vigorizó y el personal de gobierno tendió a mejorar considerablemente. Existen pruebas de que Hispanoamérica estuvo casi tan bien gobernada como España, y el peso de los impuestos tampoco fue mayor. El aumento de prosperidad se reflejó en los crecientes ingresos de los tesoros reales y en el aumento de la productividad de los diezmos eclesiásticos. Los indios contaron siempre con firmes defensores entre jueces y eclesiásticos humanitarios y, aun siendo una raza explotada, en el siglo XVIII sus pesadas tareas se redujeron en parte. Los horrores de la mita en las minas del Perú fueron grandemente mitigados y el sistema de corregidores se abolió por ley. El trabajo pago voluntario sustituyó al trabajo forzado, y las condiciones de labor de los aborígenes tendieron a mejorar.

    (...) De no haber surgido las circunstancias de las guerras en Europa, y de haber existido la posibilidad de que Fernando VII, después de su restauración hubiera acordado a sus súbditos una moderada libertad política y económica, el imperio se habría conservado, al menos por un tiempo. Las guerras de la independencia fueron esencialmente guerras civiles. Uno de los rasgos más llamativos de todo el movimiento fue la prueba de lealtad a España, que dio gran parte de la población. En muchas regiones el núcleo de las fuerzas realistas estaba constituido por hispanoamericanos, y, en algunas provincias, resultaba imposible crear una oposición seria o sostenida contra la Corona."

    Haring, Clarence, El imperio hispánico en América, Ediciones Solar, Buenos Aires, 1966, pp. 350-352.




    __________________________





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