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Tema: Discursos de Blas Piñar (durante y contra la "transición")

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ALACRAN Discursos de Blas Piñar... 29/05/2019, 18:03
ALACRAN Re: Discursos de Blas Piñar... 18/06/2019, 17:17
ALACRAN Re: Discursos de Blas Piñar... 09/08/2019, 17:48
ALACRAN Re: Discursos de Blas Piñar... 03/09/2019, 17:23
ALACRAN Re: Discursos de Blas Piñar... 03/09/2019, 17:40
ALACRAN Re: Discursos de Blas Piñar... 20/09/2019, 18:11
ALACRAN Re: Discursos de Blas Piñar... 09/10/2019, 17:48
ALACRAN Re: Discursos de Blas Piñar... 29/10/2019, 18:56
ALACRAN Re: Discursos de Blas Piñar... 05/12/2019, 18:45
ALACRAN Re: Discursos de Blas Piñar... 05/12/2019, 19:10
ALACRAN Re: Discursos de Blas Piñar... 27/01/2020, 18:59
ALACRAN Re: Discursos de Blas Piñar... 26/06/2020, 17:17
ALACRAN Re: Discursos de Blas Piñar... 10/09/2020, 18:16
ALACRAN Re: Discursos de Blas Piñar... 10/09/2020, 18:16
ALACRAN Re: Discursos de Blas Piñar... 24/09/2020, 17:29
ALACRAN Re: Discursos de Blas Piñar... 07/11/2020, 18:15
ALACRAN Re: Discursos de Blas Piñar... 05/12/2020, 17:30
ALACRAN Re: Discursos de Blas Piñar... 21/12/2020, 19:54
ALACRAN Re: Discursos de Blas Piñar... 20/02/2021, 17:58
ALACRAN Re: Discursos de Blas Piñar... 12/07/2021, 14:03
ALACRAN Re: Discursos de Blas Piñar... 06/10/2021, 13:48
ALACRAN Re: Discursos de Blas Piñar... 23/10/2021, 13:56
ALACRAN Re: Discursos de Blas Piñar... 01/08/2022, 12:52
DOBLE AGUILA Re: Discursos de Blas Piñar... 03/08/2022, 15:35
  1. #1
    Avatar de ALACRAN
    ALACRAN está desconectado "inasequibles al desaliento"
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    Re: Discursos de Blas Piñar (durante y contra la "transición")

    Discurso pronunciado por Blas Piñar en el teatro Circo de Albacete el día 25 de abril de 1976

    9
    Revista FUERZA NUEVA, nº 488, 15-May-1976

    DIEZ AÑOS DE EXISTENCIA

    Discurso pronunciado por Blas Piñar en el teatro Circo de Albacete el día 25 de abril de 1976

    Amigos y camaradas: Pronto se cumplirá el décimo aniversario de la salida de FUERZA NUEVA. En la portada de su primer número podía leerse, sobre un fondo lleno de simbolismo y a todo color, la siguiente frase: “El 18 de Julio ni se pisa ni se rompe”.

    Alguien, en aquella oportunidad, prejuzgándonos antes de conocernos, nos llamó “fuerza bruta”; hubo quien se escandalizó, calificándonos de cazadores de fantasmas; y no faltó quién, dándoselas de augur y de profeta, despectivamente, quiso concedernos, como máximo, seis meses de vida.

    Aquí estamos, cada vez con más ímpetu

    Pero vamos a cumplir diez años de existencia. La revista ha sido, y está siendo cada vez con más ímpetu, un revulsivo de la conciencia nacional, y en la medida en que el Movimiento se ha ido adocenando, desvitalizando y burocratizando, nosotros hemos ido recogiendo amorosamente, porque seguimos manteniendo la fe que a otros les falta, la historia, los ideales y las banderas del 18 de Julio. (Grandes aplausos.)

    Y aquí estamos, en Albacete, con vosotros, hombres y mujeres de España, como en este curso político hemos estado en Burgos y en Valencia, en Zaragoza, Badajoz y Pedreguer (Alicante), en Cartagena, Las Palmas de Gran Canaria y Puerto de la Cruz, en Guadalajara, Toledo y Madrid, conmemorando el aniversario de la liberación de la capital de España, anuncio de la jornada inolvidable de la Victoria nacional.

    Y estas conmemoraciones hacen falta: porque una cosa es el perdón, que generosa y cristianamente había concedido nuestro pueblo, y otra el olvido, que sería realmente imperdonable, porque sin la memoria histórica las naciones sufren y se torturan ante el aniquilamiento de su propia experiencia, del mismo modo que se tornan seniles o subnormales los hombres que pierden la memoria personal. Por eso tenemos que agradecer, en medio de la zozobra que nos produce, los graves errores políticos que detectamos, pues ellos nos permiten recordar lo que ocurrió en tiempo reciente, y que por espíritu de comodidad, por un progresivo aburguesamiento, parecía que hubiésemos olvidado del todo.

    En Albacete

    “Los enemigos de España y de la civilización cristiana (no sólo) están alerta”, como nos decía Franco en su testamento, sino que después de su muerte se pasean desafiantes y amenazadores entre nosotros.

    Pocas ciudades y pocas provincias sufrieron tanto como sufristeis vosotros bajo la pesadilla de la dominación roja. Fracasado el Alzamiento, después de la declaración del estado de guerra el 17 de julio de 1936, al que se sumaron, con el Ejército y la Guardia Civil, los grupos falangistas que acaudillaba Luis Herrero, comenzaron las matanzas. Albacete, dice un historiador de la época, ofrecía un aspecto dantesco. Ni siquiera fueron respetadas las mujeres. Carmen Llanos, modista, fue bárbaramente asesinada. En Hellín, los guardias civiles fueron arrojados al fondo de la mina y lapidados sin piedad hasta darles muerte. El campo de aviación de “La Torrecilla” y el cementerio son testigos de la vesania y crueldad marxistas; y ahí está, como aldabonazo a la conciencia ciudadana, el evocador “Paseo de los Mártires”.

    Pero el martirologio de Albacete no quedó ahí. Aún tuvo una segunda vuelta, provocada por la ubicación en la ciudad del cuartel de las Brigadas Internacionales y por la presencia del famoso general Kleber, seudónimo que encubría a un judío húngaro, especializado en revoluciones, y del tristemente famoso André Marty, “el carnicero de Albacete”.

    Todo esto, que parecía esfumarse en un ayer que considerábamos irrepetible, parece que se anuncia como algo próximo, al contemplar con indignación cómo se enaltece a los que hicieron posible tanta brutalidad, y cómo se alzan sin recato las hoces y martillos, las banderas rojas y los puños en alto que enmarcaban el ambiente oscuro de tragedia de lo que fue en todas partes la llamada zona roja.

    Devolver las alas a la Victoria

    Se debe todo ello, sin duda, a que se ha pretendido arrancar las alas a la Victoria (aplausos), deparándonos una paz sin alma, amputada de toda vinculación al sacrificio inmenso que la hizo posible. Pero una Victoria sin alas es algo así como un ave majestuosa en apariencia, que, privada de un punto de apoyo en el aire, se torna, rastreando el suelo, torpe y patizanca, y termina por caerse. De aquí que nosotros, por justicia a los que cayeron para lograrla y como garantía de futuro y de continuidad, hayamos hecho el propósito firme de devolver las alas a la Victoria que rehízo una patria a punto de perecer.

    En aquella ocasión difícil, el asesinato de Calvo Sotelo por agentes del Gobierno, encargados de la seguridad y protección de los ciudadanos, fue revelador y produjo el Alzamiento Nacional. José María Gil-Robles, ante la Comisión Permanente de la Cámara de los Diputados, se expresó de manera clara y rotunda dirigiéndose al Gobierno: “Tenéis la enorme responsabilidad moral de patrocinar una política de violencia que arma la mano del asesino. La sangre de Calvo Sotelo está sobre vosotros… y no os la quitaréis nunca”.

    Entonces, el asesinato se produjo desde el poder. Ahora, otro asesinato, no menos brutal que el de Calvo Sotelo, se produjo en fecha cercana: el de don Luis Carrero Blanco, jefe del Gobierno. Le precedieron actos de terrorismo en toda España y le han seguido muchos más, con víctimas cuyo número espanta. Los crímenes se han concebido, preparado y ejecutado contra las personas y contra lo que dichas personas representan, es decir, contra la seguridad del Estado nacido del 18 de Julio y de la Victoria, con el objetivo esencial de derribarlo. (Aplausos.)

    Pero ahora, después de muchos lavados de cerebro y de conciencia, aunque alarmados, permanecemos dormidos, y no sólo las rectificaciones políticas necesarias en una situación herida de gravedad no se producen, sino que, por el contrario, so pretexto de una reforma declarada urgente, se trata de estimular el proceso demoledor. (Aplausos.)

    Tres temas: exiliados, amnistía y ruptura sindical

    Hace meses, en vida de Franco, se hablaba de un entendimiento explícito o tácito entre los medios oficiales y la subversión. En ese pacto, se convenía por las partes la transformación del Régimen mediante la implantación del sufragio universal, la democracia inorgánica, la legalización de los partidos políticos, la abolición del Decreto-ley contra el terrorismo, el regreso de los exiliados, la amnistía y la ruptura del sindicalismo nacional.

    No es posible ocuparnos de temas tan sugestivos. Vamos a detener nuestra atención en el regreso de los exiliados, en la amnistía y en la ruptura del sindicalismo vertical, preanunciada no sólo por declaraciones oficiales, sino por el XXX Congreso de la UGT que acaba de celebrarse en Madrid.

    Regreso de los exiliados

    Vaya por delante que yo no me opongo a dicho regreso cuando quien vuelve lo hace agradecido o al menos con humildad y respeto, buscando un lugar, que la añoranza le recuerda constantemente, para pasar los últimos años de su vida y morir en tierra española.

    Pero de esto a lo que realmente sucede media un abismo. Es el Gobierno el que con actitud mendicante busca en el exilio y ofrece pasaportes que no se pidieron, y es el Gobierno el que autoriza que los exiliados de algún renombre regresen a España con aire triunfalista, pretendiendo incluso que se forme en su contorno algo así como una aureola popular.

    La hija de Casares Quiroga, al regresar, desde la portada de un semanario capitalista, nos asegura que su padre no ordenó matar a Calvo Sotelo. Si esto es así, y resulta, como sostiene cierto anarquista en un libro publicado en Barcelona, que los sacerdotes y religiosos no fueron asesinados por los marxistas y los ácratas, llegaremos a la conclusión teórica, a pesar de tanta evidencia, que Calvo Sotelo murió de una caída al pisar una cáscara de plátano (risas) y que los sacerdotes y religiosos que cayeron en zona roja no fueron sino las víctimas de una epidemia de gripe maligna…

    ***
    Claudio Sánchez Albornoz, aunque distante de la realidad, no ajustándose a los hechos, y en discordancia con cuanto ha escrito y hablado durante su exilio, estuvo recatado en sus declaraciones y tuvo el buen gusto, que le honra, de no descender al terreno de lo personal y de no zaherir con insultos y ofensas.

    ***
    Salvador de Madariaga ha sido todo lo contrario. En Zaragoza, traído y tratado a cuerpo de rey o de caudillo por su Caja de Ahorros, hizo unas manifestaciones hirientes para Francisco Franco. “Considero al Caudillo como el hombre más funesto que ha tenido España a lo largo de su vida política”, dijo como un exabrupto. Y añadió: “Cuando le he visto morir… he sentido piedad por esta alma torturada. Él ha sido funestísimo, pero sus últimos cuarenta años han sido una tortura”. (Gritos de indignación y repulsa general en el auditorio.)

    Doloroso resulta constatar que una institución benéfica, que recoge el ahorro popular, haya patrocinado y abonado el viaje de Salvador de Madariaga, a conciencia –pues su modo de pensar y actuar es sobradamente conocido- de que podría pronunciarse en los términos en que lo hizo; y doloroso también que el Gobierno tolere o autorice tamaños insultos a Francisco Franco, cuando se ha comprometido a mantener su recuerdo y su obra. (Grandes aplausos.)

    Uno de sus compañeros de la República llamó a Madariaga “tonto en siete idiomas”. Él sabrá los motivos. Lo que nosotros sabemos es que Madariaga no hubiera podido volver si la guerra la hubieran ganado los rojos, y que Franco no debió ser ni tan dictador ni tan funesto como él le ha calificado con frecuencia, cuando consintió sus habituales colaboraciones en un diario de la amplia difusión de “ABC”. (Ensordecedores aplausos y gritos de ¡Franco!, ¡Franco!)

    Amnistía

    La pregunta que la demanda de amnistía sugiere, hasta cuando la solicitan, en momentos solemnes y paralitúrgicos (risas), determinadas autoridades eclesiásticas, es la siguiente: ¿Para quién?

    Porque es evidente que… hoy por hoy lo que se pretende con la amnistía es el borrón y cuenta nueva, la libertad y la impunidad, por consiguiente, de los asesinos de Carrero Blanco, de los de la calle del Correo de Madrid, de los guardias civiles, policías, taxistas, trabajadores, vigilantes, alcaldes, industriales…

    Quizá la fuga, en parte frustrada, de los presos de Segovia hubiese paliado la insistencia en la amnistía… pero el asesinato del señor Berazadi ha replanteado las cosas. Como si los muertos fueran de distinto valor, este asesinato cobarde ha llenado de estupor a muchos de los que solicitaban la amnistía…

    Menos mal que el propio Fraga (ministro de la Gobernación) ha dicho que “si la ETA quiere guerra la tendrá”. ¿Pero es que no sabía que la ETA nació para hacer la guerra a España, para conseguir por la violencia lo que sus progenitores querían lograr por las urnas y el compromiso? (Aplausos.) … La guerra, sin embargo, que hará el Gobierno será una “guerra civilizada” (grandes risas), conocida así por el número considerable de guardias civiles que han perecido en la misma. (Aplausos.)

    Congreso de la UGT

    ¡Señor ministro de la Gobernación [M. Fraga Iribarne]! ¿Con quién se está usted jugando los cuartos? ¿Puede habar algo más anticonstitucional, que coloque al Gobierno fuera de la ley e incluso “contra legem”, que el XXX Congreso de la UGT? La interpretación derogatoria del ordenamiento político fundamental es evidente. ¿Cómo podrá pedir obediencia y disciplina quien, con escándalo grave, por añadidura, ni obedece la ley que ha jurado ni se atiene a la disciplina que ese juramento exige?

    La UGT, mientras el Régimen no sea liquidado por la ruptura o por la falsa reforma, es una institución ilegal, enfrentada con los Principios que animan al Estado. Ningún gobierno que sirva al Estado puede consentir –salvo que acepte una calificación que no puede honrarle- que los enemigos del Estado, tal y como el Estado se halla constituido doctrinalmente, conspiren contra él de forma abierta, con amplia difusión de sus acuerdos y con protección policial.

    Para que veáis hasta qué punto se ha llegado y para que el liberalismo en marcha no mantenga oculto lo que no le conviene, vais a conocer algunas de las cosas que se dijeron en el restaurante Biarritz, de Madrid, durante la Semana Santa.

    Herman Rebhan, extranjero, y secretario general de la Federación Internacional de Trabajadores de las Industrias Metalúrgicas, se produjo en términos tan elegantes y diplomáticos como los siguientes:
    “Hace 40 años, cuando la luz de la democracia se apagó en España y la barbarie fascista, con su triste secuela de víctimas, se desencadenó por Europa, todos los trabajadores del mundo se inquietaron y sufrieron por la suerte de sus compañeros españoles.”
    “En los años que siguieron, cuando la paz y la democracia volvieron a brillar en los demás países europeos, Franco y sus sicarios (debe referirse a los que ahora permiten este Congreso, añado yo) (aplausos) siguieron arrastrando su régimen nefasto y anacrónico.”
    Pero nosotros nunca hemos perdido la esperanza. Y los españoles demócratas prosiguieron valientemente su lucha”.
    “Su lucha se convirtió en nuestra lucha. Y hemos sufrido cuando la brutal policía fascista encarceló, torturó y asesinó a los jóvenes héroes de la clase obrera. Y hemos gozado también con ellos cuando han sabido arrancar, a tan alto precio, sus primeros logros, del déspota arrogante, despiadado y sediento de sangre que tenía entre las manos las riendas del poder”. (Gritos indignados de la totalidad del auditorio que puesto en pie prorrumpe en nuevos gritos de ¡Franco!, ¡Franco!)
    Hemos podido comprobar, por desgracia, hasta qué punto la influencia nefasta del déspota general Franco perdura aún en vuestro país.”
    “Es indudable que el fascismo se debate ya en vuestro país entre los estertores de la muerte”.
    Hemos luchado… en los innumerables conflictos de Altos Hornos de Vizcaya, los astilleros de Bilbao y El Ferrol, las fábricas de la ITT Standard, General Eléctrica y FASA Renault: lo mismo en el sector aero-espacial que en el metalúrgico, el siderúrgico y el del automóvil...”

    ¿Qué os parece? (Ambiente indescriptible de seria pero recia y viril repulsa que se refleja en las caras de los presentes.)

    Si esto fue lo más sustancioso del discurso de un extranjero en España, con el visto bueno gubernativo, Nicolás Redondo, español, dijo entre otras cosas, las siguientes, en el discurso de apertura del Congreso de la UGT:
    “… Con este Congreso se pone ahora de manifiesto el fracaso del fascismo en su afán de eliminar a la UGT por decreto y por una represión sin precedentes…”

    Por su parte, en la declaración de “principios fundamentales de la UGT” y en la llamada “resolución política”, se exigen, con la ruptura del Sistema –no dándose crédito alguno a los proyectos reformistas del Gobierno Arias-, los tres separatismos condenados por José Antonio: el de los hombres, las tierras y las clases, puesto que se solicita un régimen de partidos políticos que dé paso a la República y al socialismo; el reconocimiento y autodeterminación de las nacionalidades, y la desaparición del sindicato vertical.

    El cierre del Congreso, como era de suponer en caldo de cultivo semejante, terminó con el puño en alto y la “Internacional”. (Nuevos gritos aislados.)

    Claro es que, como precedente estimulante, se puede contabilizar la política gastronómica, que ha dado como consecuencia los diálogos amistosos del ministro de la Gobernación [M. Fraga Iribarne] con Tierno Galván, Rodolfo Llopis, Pablo Castellano y Manuel Murillo, todos ellos socialistas marxistas.

    Por cierto que el señor Murillo, según la prensa, después de su amplia conversación con don Manuel Fraga Iribarne, dijo que éste “no pondría obstáculos al desarrollo del Partido”, y Felipe González, en declaraciones a “El Sol”, de Méjico, aseguró –y a mi juicio con acierto- que “el Gobierno ha levantado la guardia”.

    ***
    ¿Cómo se concilia todo esto con lo que Fraga Iribarne dijo no hace mucho en Albacete?

    Creo que, literalmente, sus palabras fueron: “Tenemos que administrar una gran herencia, que recibimos con el respeto y la esperanza profunda de que sobre ella podemos construir el futuro. Ninguna clase de intento de ruptura o de destrucción de lo que tenemos tendrá la posibilidad de llevarse el poder, ese poder que se debe a la legitimidad histórica”.

    Pues bien, a la ruptura de lo que tenemos se va no solo por el camino de la destrucción violenta sino también por el de la reforma sustancial, es decir, por el desmonte pacífico –aunque con gravísimas consecuencias a la larga- del Régimen del 18 de Julio.

    Lo atado y bien atado se puede desatar, lo mismo cortando la atadura con una navaja que deshaciendo con paciencia y con las uñas el nudo que protege el contenido. (Aplausos.)

    Y con paciencia cautelosa unas veces, y con torpe y agitado apresuramiento nervioso otras, vemos cómo se desata el orden constitucional. Detalles mínimos: desde la desaparición de los símbolos del Movimiento en la televisión, hasta las dificultades puestas por una circular gubernativa a los monumentos al Caudillo, pasando por las citas, un tanto vagas, al anterior Jefe de Estado y el olvido de la magna demostración sindical de todos los años en el estadio Bernabéu, de Madrid. Y detalles de mayor calibre, que van desde la antes aludida interpretación derogatoria de los Principios Fundamentales, hasta la última asamblea de la CNT presidida por el antiguo exiliado Diego Abad de Santillán, pasando por la presencia del director del “New York Times” en Madrid para vigilar nuestra evolución democrática; la invitación hecha a Fraga Iribarne por el príncipe Bernardo de Holanda para asistir a la próxima reunión de los famosos y temibles “Bilderberger”, y la visita programada para Juan Carlos, durante su viaje a los Estados Unidos, a la Comisión de Relaciones Exteriores del Congreso que, como es público y notorio, interviene en la marcha y en los cambios de la política de muchas naciones.

    ***
    Se dice oficialmente que la apertura y la reforma tienen su frontera y que la misma deja extramuros al Partido Comunista. La verdad es, sin embargo, que con esta postura no coinciden las manifestaciones de algunos de los ministros del gabinete actual, hechas antes de su toma de posesión; que la legalización proyectada de los que públicamente quieren legalizar al Partido Comunista hará visible dicha legalización; y que el propio Fraga Iribarne, en declaraciones a “La Vanguardia” de Barcelona, publicadas el 5 de diciembre de 1975, afirmaba: “No he dicho en ningún momento que la exclusión del Partido Comunista tenga que ser definitiva”.

    Los viajes del señor Areilza

    La misma impresión de violentar lo que se halla atado y bien atado, produce nuestra política internacional y especialmente los viajes del señor Areilza al extranjero. Se ha dicho que Godoy vendió España a Europa. Ahora bien, la Europa de entonces era fuerte y poderosa, mientras que la Europa oficial de hoy, la que nos ofende e insulta, es una Europa caduca y corrompida (aplausos), traspasada de un complejo de inferioridad que la debilita y sentencia. Por eso es incomprensible que España, en este momento de su Historia, mendigue el aplauso de quienes por una parte nos odian y por otra se entregan. (Grandes aplausos.)

    En esta línea de pensamiento y de acción se enmarca también, a nuestro juicio, el tratado de cooperación y amistad con Norteamérica. Y no es que nosotros nos opongamos a la inteligencia y ayuda recíproca con los Estados Unidos. En repetidas ocasiones hemos dicho que España no puede renunciar a su propia defensa y a la defensa de Occidente. Pero una cosa es adoptar una postura gallarda en esta confrontación ideológica universal, y asumir las obligaciones que lleva consigo, y otra dejar a un lado nuestros legítimos y sagrados intereses para lograr la mirada benévola y protectora de la gran nación americana. En este sentido no es admisible que tengamos que importar material de guerra usado, con cargo a los créditos que se conceden a España, ni estimamos justo que, al tratar globalmente con los Estados Unidos, se olviden los aranceles prohibitivos con que se recarga el ingreso en aquella nación del calzado o las conservas españolas…

    ***
    Con la mejor voluntad por parte de quienes nos gobiernan, se está socavando el cimiento mismo de la nación. Decía Carrero Blanco que para conseguirlo hay que incidir en los elementos materiales, morales y orgánicos que la constituyen e integran. De aquí que los enemigos de la nación pretendan la ruina económica mediante las huelgas que disminuyen o anulan la productividad y agotan el espíritu empresarial, creador de riqueza y de puestos de trabajo; su ruina moral, mediante la corrupción administrativa y las publicaciones y espectáculos obscenos, amén de los actos de terrorismo; y su ruina orgánica, atacando y abrogando su orden constitucional, para producir la apertura de un nuevo periodo constituyente.

    La Corona

    De seguirse una política semejante, se pondría en juego la Corona. Ya sabéis que la subversión tolerada o combatida no se contenta con una consulta electoral sobre ciertas reformas, sino que pide y exige una votación sobre la subsistencia de la Monarquía.

    El dilema, pues que la Corona tiene planteado –ya lo dijimos en el almuerzo de Guadalajara- es muy simple: o se considera continuadora del régimen de Franco, de acuerdo con lo establecido constitucionalmente y con lo explícitamente jurado, o acepta, mediante la reforma proyectada, su distanciamiento del mismo, buscando en otra parte su propia legitimidad.

    En el primer caso, las fuerzas políticas del 18 de Julio, incluso aquéllas que habían mostrado reservas a la Monarquía, prestarán al Rey su apoyo, al descubrir, los unos, que la Monarquía instaurada responde a las características de la Monarquía tradicional, y al entender, los otros, que en la nueva Monarquía concurre aquella unidad de mando y de poder de que hablaba José Antonio y que la inmuniza del virus liberal que acabó con ella el 14 de abril, víctima de su contradicción interna.

    En quienes militamos en esas fuerzas políticas leales al Alzamiento Nacional, encontrará la Corona sus más esforzados luchadores, sus militantes entusiastas, dispuestos a todos los sacrificios que sean necesarios y que la lealtad propia y la lealtad superior postulan. (Aplausos.)

    Si, por el contrario, por un error de principio o por presión de las fuerzas ocultas que han jugado un papel decisivo en nuestra historia o por las evocaciones y amenazas del exterior, se quisieran apoyos distintos para lo que se llama consolidación de la Monarquía, tales apoyos no pueden ser más, en el panorama que nos rodea, que los siguientes: el del liberalismo, el de la democracia cristiana y el del socialismo.

    Ahora bien: el liberalismo es liberal antes que monárquico y no movilizó ni a uno de sus hombres para mantener a don Alfonso XIII, antes bien pactó sin escrúpulos con sus enemigos acudiendo a la cárcel y abandonando a su arbitrio todos los resortes del poder; la democracia cristiana, según afirmó José María Gil Robles, era aséptica e indiferente con relación a las formas de gobierno, y en los países donde ha tenido oportunidad de acceder al mismo, como en Chile e Italia, ha comprometido seriamente la paz y la economía, creando un ambiente propicio para la revuelta y la penetración marxista; los socialistas, por último, que colaboraron con don Miguel Primo de Rivera, le abandonaron después y trajeron la República, habiendo reafirmado, a través del XXX Congreso de la UGT, clausurado hace tan sólo unos días, su vocación republicana.

    ¿Es posible que haya monárquicos auténticos que quieran apoyar a la Corona sobre pilares tan quebradizos o tan hostiles? ¡Hace falta estar ciegos, demostrando poco cariño a la Corona, para propugnar una política semejante! (Aplausos.)

    Y, sin embargo, las cosas discurren por ese camino. Un periodista mejicano, que sigue con la máxima atención nuestro momento difícil, acaba de escribir: “La sociedad española contempla estupefacta la proliferación de las ratas en el fango de la traición” …

    ***
    Y puesto que hemos aludido y citado en repetidas ocasiones a dos ministros del Gobierno, hagamos también mención de otro, del ministro del Ejército, teniente general Alvarez Arenas, miembro ilustre de una estirpe militar. El ministro del Ejército, en unas declaraciones muy recientes, contestaba a una pregunta de su interlocutor sobre los enemigos de España, clasificándolos así: “El comunismo, la masonería los revanchistas y los despechados”. ¿Verdad que sabemos a la perfección a quiénes podríamos encasillar en esos cuatro grupos? (Aplausos muy vivos.)

    Para terminar

    Quiero terminar refiriéndome a un asunto de poca importancia, pero que revela, como tantos, la nueva situación política. En una reunión celebrada en una librería de Albacete, alguien, según afirma un periódico de la localidad, dijo que no intervendría y que guardaría silencio en señal de protesta por el acto de “afirmación nacional” de FUERZA NUEVA, en el que yo iba a hacer uso de la palabra, y por la no autorización formal de la reunión que se estaba celebrando.

    Yo creo, con el mayor respeto para tal postura, que quien la asumió públicamente no ha comprendido la magnitud del cambio, cambio que invalida su protesta. En efecto, en esa reunión expusieron libremente sus opiniones personas ligadas a distintos grupos políticos, incluso a la Coordinación Democrática, en la que se integra el Partido Comunista. Esa reunión pudo celebrarse sin autorización formal, pero no sin el consentimiento gubernativo…

    Lo que ocurre es que, en virtud del cambio que se ha producido entre nosotros, ese tipo de reuniones no requiere autorización formal previa, mientras que las nuestras, en las que habla un consejero nacional del Movimiento, que tiene el derecho y además el deber de propagar los Principios nacionales, velando por su aplicación, requieren la autorización gubernativa previa, sin la que no hubiéramos podido celebrar el acto al que ahora concurrimos. (Estruendosa ovación.)

    Lo que me ha entristecido es que, al presentar la noticia de la reunión a que hago referencia, se rotule con letra gorda: “Silencio por Blas Piñar”. Y me apena porque el silencio, el silencio laico de un minuto, se pide por los muertos, y nosotros, gracias a Dios, estamos vivos (grandes risas) y en pie, luchando por unos ideales que hemos jurado defender hasta la muerte. ¡ARRIBA ESPAÑA!

    (Terminado el discurso, una ovación larga surgió del auditorio con el público puesto en pie. Los tres pisos del teatro Circo se venían debajo de adhesión y entusiasmo a lo que allí se había dicho, y espontáneamente el “Cara al Sol” y el “Oriamendi” fueron entonados como cierre a este acto de Albacete.)

    Última edición por ALACRAN; 27/01/2020 a las 19:02
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

  2. #2
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    Re: Discursos de Blas Piñar (durante y contra la "transición")

    Discurso pronunciado por Blas Piñar en el cine Apolo de Sevilla, el 23 de mayo de 1976:

    10

    Revista
    FUERZA NUEVA, nº 491, 5-Jun-1976


    BLAS PIÑAR EN SEVILLA

    HEROÍSMO Y MARTIRIO

    Discurso pronunciado por Blas Piñar en el cine Apolo de Sevilla, el 23 de mayo de 1976

    “Hace aproximadamente dos años –camaradas y amigos- nos reuníamos en Sevilla en una cena de confraternidad. Las cosas habían ya comenzado a deteriorarse seriamente en España. La ancianidad de Franco era aprovechada por sus enemigos de siempre y por la deslealtad ya iniciada por algunos de los que fueron sus colaboradores.

    Después de la inmensa campaña de difamación contra nosotros, con motivo del único homenaje celebrado hasta la fecha en honor al almirante Carrero Blanco, asesinado brutalmente por la ETA el 20 de diciembre de 1973, se llegó a decir, en un diario de Sevilla, que en aquella cena de confraternidad no se produjo como se esperaba un “piñarazo”. ¿Pues qué se creían?, ¿que éramos gentes de bomba de mano y metralleta? Lo que en realidad éramos y somos es un equipo de hombres y de mujeres dispuestos a luchar por los ideales del 18 de Julio. (Aplausos.)

    Contacto con Andalucía

    De entonces acá ha transcurrido el tiempo suficiente para que la cena se transforme en un acto multitudinario, rebosante, colmado y entusiasta, en el que se revela que el contacto directo con Andalucía ha producido ese conocimiento por amor que en aquélla oportunidad anunciamos. Hacíamos referencia antes a lo que en realidad éramos y somos, y conviene que ahora lo subrayemos aclarando lo que, aunque se haya propagado con propósito de tergiversación, no hemos sido nunca.

    Nosotros, en efecto, no hemos sido jamás: ni un grupo protegido de forma subterránea; ni un acantilado próximo a la costa del capitalismo reaccionario; ni una partida de aguafiestas y cazadores de brujas, milenaristas del caos; ni unos listillos avispados prestos a apoderarse de banderas y símbolos que no nos pertenecían.

    Síntesis principal

    Lo que somos y éramos desde el principio puede sintetizarse así:

    Un grupo independiente, no burocratizado y mucho menos sistemáticamente gubernamental, que con sus propios medios y su propio sacrificio, recogiendo agravios de todas partes, defendemos a la intemperie y a cuerpo limpio los ideales de la Tradición y del Nacionalsindicalismo.

    Si en religión, como dice el apóstol San Juan, sólo la verdad nos hace libres, en el servicio a la Patria sólo la independencia responsable es garantía de auténtica libertad.

    Por eso distinguimos siempre entre los ideales y el Régimen y el Gobierno. Por eso, leales al Caudillo, jamás fuimos sus aduladores, y por eso, ahora que tantos abominan de su recuerdo o callan cuando se ofende su memoria, nosotros salimos a defender su nombre. (Grandes aplausos.)

    La lealtad no puede confundirse con la adulación, del mismo modo que la crítica constructiva no puede confundirse con la infidelidad.

    Recuerdo que, al debatirse en la Comisión de Asuntos Exteriores de las Cortes el Tratado con la URSS, un periódico marcadamente capitalista, y nada simpatizante con el Régimen, me hizo saber poco más o menos lo que sigue: “Si usted se opone a la ratificación del Tratado con la URSS, usted se sitúa contra Franco”.

    Naturalmente que al defender mi enmienda a la totalidad negué las razones de esa admonición, y añadí que, aun cuando el Tratado tuviese el apoyo incondicional del Caudillo, yo seguiría votando en contra, esgrimiendo, a tal fin, entre otros, los argumentos que literalmente reproduzco de mi discurso:
    “1) Porque sería una ofensa al Jefe del Estado pensar que los instrumentos que su Gobierno envía a deliberación o dictamen deben ser aprobados sin el contraste de pareceres que la ley autoriza, y, por tanto, sin votos en contra. Tales instrumentos llegan aquí no para que los aplaudamos, sin más, como borregos (aplausos), sino para ser estudiados, discutidos, modificados o devueltos. De este modo, las Cortes y el Régimen salen fortalecidos.

    2) Porque siendo verdad que el que os habla es procurador en Cortes, por ser consejero nacional del reducido grupo de designación directa, lo cual me honra y enorgullece a un tiempo, también es verdad que no he recibido jamás “mandato imperativo” que me obligue a formular mi voto, como no sea aquél muy genérico de expresarme conforme a conciencia, y a conciencia formada.

    Porque una cosa es la lealtad y otra la disciplina. Aquella me obliga a exponer con respeto, pero con libertad, mi modesta opinión, cuando se me pide, y ello aun cuando sea, que no creo que lo sea, distinta y aun opuesta a la del Jefe del Estado.

    Yo no soy de aquellos que proclaman que “el jefe no se equivoca”. Yo sé que el jefe puede equivocarse y tengo la obligación, por lealtad, de evitarlo; y luego, si a pesar de no seguir el consejo, se equivoca –lo que es humano-, respaldarle, para rectificar la equivocación si es posible, y para evitar, si se puede, las consecuencias de su equivocación, que llenan de alegría a los desleales”. (Gran ovación.)

    • (Somos) hombres y mujeres de la clase media, profesionales, empleados, pequeños empresarios, trabajadores y campesinos y una oleada creciente de juventud no dispuesta a envilecerse, orgullosa del sacrificio de sus mayores, dispuestos a luchar y a morir por Cristo y por España. (Ovación grande y prolongada que levanta al público de sus asientos, en especial al piso de arriba, donde exclusivamente aparecían caras muy jóvenes.)

    ¿Capitalistas? Hemos marchado y seguimos marchando con los medios justos y precisos, escasos en muchas ocasiones, administrando con rigor. El ascetismo es una vía penitencial que nos madura y perfecciona. ¿Dónde están las ayudas y la publicidad de los auténticos capitalistas, de las multinacionales, de las grandes empresas con aportación de divisas? No precisamente en un semanario que se llama FUERZA NUEVA, sino en algunas publicaciones hostiles al Régimen, partidarias de la ruptura, abiertamente antifranquistas, eróticas o pornográficas y hasta a veces blasfemas.

    ¿Reaccionarios? Sí, efectivamente, si se trata de la reacción sana, que es símbolo de salud en el cuerpo social contra todo aquello que pretende aniquilar la nación. No, como conservadurismo de lo que se halla enclenque, caduco, envilecido y acartonado, como fruto del liberalismo, que termina con las verdaderas libertades, y del capitalismo, que acaba confiscando el capital por medio del monopolio o de la inflación.

    Nosotros estamos –lo hemos dicho muchas veces- al lado del capital que es fruto del ahorro y del trabajo, frente al capitalismo que destruye progresivamente las pequeñas y medianas empresas, en las que el llamado equívocamente patrono es el primero, el más eficaz de los trabajadores, asumiendo el riesgo de la obra que puso en marcha y ha de mantener y desarrollar.

    • (Somos) un equipo de vigías a los que el tiempo ha dado, por desgracia, la razón, porque resulta evidente que cuando la doctrina se enuncia pero no se aplica, se deteriora, y el vacío político se llena por los adversarios, a los que ya ni siquiera les merece respeto.

    ¿Acaso el panorama político actual no refleja esa falta absoluta de respeto por la doctrina política fundamental del sistema? La aparición, aunque ilegal, oficialmente autorizada, de los partidos políticos radicalmente opuestos a los ideales de la Cruzada, el congreso reciente de la UGT, la tolerancia de las manifestaciones separatistas, la oleada de huelgas…, ¿qué significan sino la falta de aplicación de una doctrina y la falta de respeto de los que se declaran beligerantes contra ella? (Aplausos.)

    • (Somos) una gavilla, en fin, de hombres y mujeres veteranos y bisoños, que identificados plenamente con el 18 de Julio, acudió y acude, con voluntad de acero, a reemplazar a los desalentados que abandonan, a ayudar a los vacilantes que dudan.

    Comprendo que alguien se alarmara y preguntase sobre nuestra procedencia y nuestra vocación, si tratáramos o hubiéramos tratado de subirnos en tiempo triunfalista al carro de los vencedores. Pero nosotros, que no hemos sido ministros ni embajadores de Franco, surgimos a la vida pública cuando los vencedores se sintieron fatigados o incómodos por la Victoria, cuando empezaron a dudar de sus razones, o cuando comenzaron a discutir entre ellos sobre el “modus operandi” para el futuro, dejando, mientras discutían, que el enemigo se infiltrara o se rehiciese. (Aplausos.)

    Discutirnos, y hasta acusarnos, cuando venimos a cubrir el hueco de los desertores, abandonando tantas cosas agradables, es fruto de una falta de camaradería o de un complejo de inferioridad.

    Aparte de que esas banderas, las del 18 de Julio, son tan nuestras como de todos. La única diferencia pudiera hallarse en que nosotros no estamos en los afluentes, sino en el caudal que los mismos originaron. La Tradición y la Falange no son más, para nosotros, que vías distintas para descubrir la misma España; sus diferencias no se hallan en lo esencial, sino en el tiempo y en el tono, y para mí, el arquetipo de la Patria nueva radica en el hombre traspasado del espíritu tradicional –bravo y cristiano, como un requeté dispuesto para la batalla- que alza su brazo sin complejos y grita como un adolescente de la Falange difícil el ¡Arriba España! de José Antonio. (Gran ovación.)

    ***
    Esos ideales galvanizaron al pueblo y al Ejército, porque constituían el alma de la nación, y mientras una nación mantiene su alma, no muere. España, con un esfuerzo sobrehumano y heroico, se recobró a sí misma.

    Ahora, en un momento de tinieblas y de confusión, como decía Arias Navarro, en que la subversión ideológica y caliente nos desafía, en que los aprovechados del Sistema piden perdón y se abrazan con los verdugos de ayer, conviene que volvamos la mirada –no para descansar y recrearnos, sino para tomar ejemplo- a las jornadas iniciales y duras a partir de las cuales en España comenzó a amanecer.

    Sevilla: heroísmo y martirio

    En Sevilla, como en tantas ciudades españolas, hubo heroísmo y martirio, entre cobardías y vacilaciones. No es posible ser exhaustivos enumerando a quienes de un modo o de otro supieron estar a la altura del momento. Me vienen a la memoria los nombres de Vara de Rey, Cuesta Monereo, Alvarez Rementería, Redondo, Miranda, El Algabeño, José Ignacio Benjumea (el primer caído sevillano el 18 de julio de 1936), Bassols y Castejón, que llegan con su pequeño grupo de legionarios.

    Se salvó el cogollo de la urbe. El resto hubo que rescatarlo con sacrificio y con esfuerzo. Los templos incendiados, los sacrilegios más espantosos, que dejaban confusos a los libertadores. Martirios brutales, como el del párroco de San Bernardo, o el del joven salesiano Antonio Fernández Camacho, que se niega a blasfemar, o el de el Libertario, que abandonó el anarquismo para militar en la Falange, difícilmente dejarán de estremecer al que los conozca. ¡Hasta se entronizó en el Hospicio a Satanás, retirando y destrozando las imágenes de Cristo y de la Señora!

    ¡Qué bien recoge esta presencia demoníaca la pastoral colectiva del Episcopado español, que algunos maestros actuales de la Iglesia desconocen o menosprecian!

    El general Queipo de Llano

    Mas todo esto, la salvación de Sevilla, la liberación de sus barrios y de su provincia, el socorro a otras ciudades andaluzas, la cooperación de la juventud sevillana a la Cruzada nacional, fue posible porque hubo un puñado de hombres –quizá no excedieran de doscientos- que con ánimo decidido y fe absoluta se dispusieron a la tarea; y porque, al frente de los mismos, un general inolvidable, Gonzalo Queipo de Llano, dirigió las operaciones militares y psicológicas que la compleja situación demandaba. (Aplausos.)

    El general Queipo de Llano fue, sin duda, el primer locutor militar de España, el pionero de la charla amiga y habitual con el pueblo, el que mantuvo, en medio de la incertidumbre, la esperanza contra toda desesperación, el que en aquella época y durante muchos años recogía el efusivo agradecimiento de la ciudad. Pero seamos sinceros: ¿qué ha pasado para que no sea una realidad, y en sitio de honor, el monumento que se había acordado erigirle? ¿Dónde está la magnífica talla de Enrique Pérez Comendador? ¿Cuándo la veremos en Sevilla? ¿Es que quedará arrinconada e inédita como el monumento a los Caídos de Madrid o el tantas veces prometido a José Antonio en la capital de España? (Grandes aplausos.)

    Aquel esfuerzo heroico, gigantesco, en cierta manera sobrehumano, se hizo imprescindible para que España, dormida, sesteante, no fuera aniquilada durante el sueño. ¿Se parecerá la situación presente a la que entonces superamos con sangre y con dolor?

    José Antonio habló de la España agarrotada, cosida al suelo por los enanos, con los gusanos babeantes que recorrían su piel; Carrero Blanco, en uno de sus bellos artículos, nos refería cómo un hombrecillo untuoso, con la escuadra y el compás, sonreía con sarcasmo al contemplar a España impotente, victimada de muerte por quienes no perdonan su existencia; y el texto sagrado alude a los diablos que regresan a su antiguo hogar luego de haber sido expulsados del mismo.

    Una orden: ¡Terminemos con España!

    Hasta el nombre de España resulta para algunos insoportable. La palabra España encierra tal cantidad de vida y de reactivos, incide de tal modo en la conciencia personal y en el mundo, que se hace preciso, por razones cautelares, esquivarla o eludirla. Por eso se habla con insistencia despreciativa de “país” o del “Estado español”, o de los pueblos y nacionalidades ibéricas. La orden de los conjurados es tajante: ¡Terminemos con España!

    Pero terminemos con España como vocablo y como nación, es decir, con sus tres unidades: unidad histórica, unidad de convivencia y unidad de destino, y sobre todo con su alma, con su unidad metafísica, que ha hecho y hace posible aquéllas.

    España sólo se entiende en la línea de su misión, concorde con su historia, desde Covadonga a la Cruzada contra el marxismo.

    España sólo se entiende a través de los arquetipos españoles que compendian y personifican el alma nacional: Don Pelayo (el “ultra” de la Reconquista); el Cid (exigiendo la jura de Santa Gadea); Fernando III el Santo (que rescata Sevilla para la Cristiandad), los Reyes Católicos (fundadores de la Patria), Hernán Cortés (quemando sus naves al iniciar la epopeya de Méjico), Velázquez (dando con sus magníficos pinceles un realce y un brillo mayor a la rendición de Breda), el Gran Capitán (anunciando a sus huestes como luminarias de la victoria la explosión de los polvorines del ejército), Don Quijote (sublimando literariamente a la estirpe, en la gran aventura de desfacer entuertos), San Juan de la Cruz y Santa Teresa (los grandes contemplativos), el tambor del Bruch, el Palleter, Agustina de Aragón, Daoíz y Velarde o el Alcalde de Móstoles (convocando y luchando hasta la muerte, con el pueblo, contra el invasor napoleónico), y el capitán Cortés (en el santuario de la Virgen de la Cabeza) y Moscardó (sacrificando la vida de su hijo al honor del Alcázar), o Franco (Caudillo de una nación que no se resigna a la esclavitud y nos deja un patrimonio espiritual y político, que hemos jurado defender y mejorar). (Ovación de gala.)

    ¿Qué tiene todo esto que ver con el comunismo, que niega a Dios y esclaviza al hombre? Una nación de ese temple, forjado en el curso de los siglos, probados en las más terribles encrucijadas, con unos arquetipos ejemplares como los que acabamos, entre tantos, de enumerar, no pueden subsistir, debe ser destruida.

    Ahora bien; el ataque frontal contra España ha sido siempre inútil: la invasión árabe, la penetración de los ejércitos napoleónicos, la agresión roja durante la Cruzada fracasaron al fin, se estrellaron contra el espíritu indómito de nuestro pueblo, que unido y obediente a los que intuye y considera como sus jefes naturales se torna monolítico e invencible.

    El método disociativo

    De aquí que se intente y se ponga en práctica un método distinto de aniquilamiento, una táctica sinuosa, solapada, que incide, como ha expuesto Horia Sima en su precioso trabajo “¿Qué es el nacionalismo?” (editado por FUERZA NUEVA), en los puntos de intersección en que se encuentran y anudan los ingredientes nacionales, con el propósito de dislocarlos, disociarlos y convertirlos en instrumentos de lucha, a fin de lograr que la nación, en sí misma, se destruya.

    El método disociativo actúa por tal razón sobre los individuos, las clases, las regiones, las generaciones y sobre aquella relación íntima y profunda que existe entre la nación y el Estado.

    Individuos: El ataque disgregador incide sobre todo aquello que imprime en el hombre personalidad y carácter. El liberalismo, en su sentido más amplio, acaba transformando al hombre en un “autónomo”, eje y centro de sí mismo. En este orden de ideas, progresivamente, el liberalismo religioso, es decir, el libre examen, no acepta en último extremo la verdad revelada, sino que la crea en conciencia; el liberalismo político no admite, en orden a la edificación de la comunidad, un índice de verdades objetivas, sino que se remite a la voluntad manifestada por el voto, para proclamar verdades que por el mismo método se cambian y derogan; el liberalismo económico, en fin, entiende que la única verdad, en su órbita, no se halla en hacer de su complejo engranaje un instrumento al servicio del bien común, sino en orientarlo a la obtención del beneficio más alto posible, aunque de ese propósito de lucro se deriven graves perjuicios para la comunidad.

    El individuo, de este modo, liberalizado, movedizo, se atomiza y desarraiga, pierde su autenticidad y se convierte en una ficción. De hombre, pasa a ser, para unos, “elector” y, para otros, “homo faber”; deja de ser persona, sujeto de derechos y obligaciones, ser social y real, miembro de una familia, de un municipio, de una corporación profesional, de una Iglesia, portador de valores eternos, capaz de condenarse y de salvarse y esclarecido por el ”lumen gloriae” de contemplar y gozar eternamente de Dios.

    Clases: Cuando hablamos de las clases nos referimos no sólo a las que se definen y discriminan por razón de los bienes materiales que poseen, sino también a las que se dibujan en función de los bienes espirituales, y de un modo especial por la cultura, que es, indudablemente, un signo claro de diferenciación social.

    La proclama marxista: “¡Proletarios de todos los países, uníos!”, tiene su origen en la afirmación absurda de que los trabajadores no tienen patria y de que el triunfo de la revolución obrera exige la destrucción de las naciones, aunque a la hora de la verdad los trabajadores, al quedarse sin patria y sin Estado, se encuentren con que nadie saldrá en el futuro en su defensa frente al monopolio capitalista y omnipotente de un gobierno único y mundial.

    Frente al esfuerzo disgregador que se intenta sobre la clase trabajadora, conviene subrayar el fracaso de las tesis marxistas. La realidad prueba que hoy ya no se invoca, y aunque se invoque, ello es pura ficción, la conciencia de clase como estímulo para la lucha revolucionaria, sino simplemente la conciencia de lucha, con independencia de la clase social a que pertenezca el militante: burgueses, hijos de papá, artistas millonarios, aristócratas rojos y hasta, por desgracia, sacerdotes. (Aplausos.)

    Por otra parte, el argumento esgrimido por los marxistas, cerca de la clase trabajadora, podría ser cierto parcialmente si de verdad la nación perteneciese a los llamados explotadores. Ahora bien; la nación es de todos, y si alguien, con abuso, la hubiera expropiado para sí, nuestro deber, el deber de todos, no consistiría en disolverla, sino en rescatarla. Más aún, la Patria pertenece con más arraigo a los humildes, porque el hombre rico puede acomodarse en otro lugar, lo que no es posible para el que sólo puede vivir de su trabajo. Por eso, el español humilde, no sofisticado, el que no tenía demasiadas ataduras materiales, el que veía limpiamente a España y limpiamente la amaba, el campesino y el joven estudiante, fueron, en su mayoría, los que se alistaron voluntariamente en el Ejército nacional y los que ganaron, sin compromisos ni reservas, a España para España. (Gran ovación.)

    Los marxistas no perdonarán nunca a José Antonio que anudase en una misma empresa política lo nacional y lo social, bajo el imperio de lo espiritual, hablando a sus jóvenes escuadras de Dios y de patria, de pan y de justicia.

    Pero no sólo el intento disgregante de la nación actúa sobre la clase trabajadora, sino que rodea y actúa sobre los capitalistas. El deseo de lucro, que puede ser inagotable, llega, como antes decíamos, a absorber el capital necesario, indispensable, para las pequeñas y medianas empresas, que constituyen un ingrediente necesario del tejido básico de la comunidad.

    Por otro lado, el eslogan “Bien venido sea el dinero venga de donde venga”, es peligroso y acaba hipotecando a la nación al poder económico extranjero.

    ¡Y qué decir de la presión psicológica sobre los intelectuales! A veces, la amenaza del descrédito o la promesa de la fama, les aturde y obnubila, haciendo tránsito a posturas ideológicas que jamás compartieron y que en época anterior vituperaron. En la mente de todos están casos y nombres demasiado conocidos y hasta escandalosos para que yo precise enumerarlos. (Aplausos.)

    Regiones: La patria, como se nos dice de un modo o de otro, no es una mancomunidad de regiones, fruto de un pacto entre las mismas, para administrar servicios generales, y con facultad implícita para disolverse por mutuo disenso o denuncia unilateral.

    Para nosotros, la Patria es una fundación, y a diferencia de los negocios contractuales subsiste en una voluntad fundacional que le dio vida y que es inderogable. La unidad de las tierras de una Patria muestra la unidad metafísica de que hablábamos al principio, y es el resultado de la fuerza genesíaca y creadora del espíritu nacional.

    El separatismo, y la llamada regionalización que conduce a aquél y lo prepara, se inscriben en el proceso desconstituyente de la nación, supone una negativa del camino histórico cubierto, una marcha atrás, una regresión demoledora que corroe y centrifuga los materiales de origen, fragmentándolos y desperdigándolos y dejándolos en disposición de ser arrebatados o utilizados por otros.

    ¿Acaso la reiteración con que se nos habla hoy –según advertíamos- de pueblos ibéricos, de regímenes especiales para las regiones, de “pueblos y nacionalidades del Estado español”, no son síntomas reveladores de esta campaña destructiva? Una cosa es la “exaltación de la rica multiplicidad de las regiones” que pedía Franco en su testamento y otra es la demolición de la unidad de la Patria, enfrentando y contraponiendo a aquéllas. (Grandes y prolongados aplausos.)

    Generaciones: La ruptura generacional, los hachazos en la línea de las generaciones, declarando a la presente insolidaria con la anterior, es uno de los objetivos del plan disolvente. Todo lo que sea burla, ironía, sarcasmo del esfuerzo que se realizó por nuestros mayores, goza del honor de la propaganda y de la publicidad. El traspaso de la antorcha es una fábula. Cada generación –para los que se suman a la insidia- debe construir la suya y encenderla en su propio fuego, aunque, a tal fin, sea preciso apagar la llama que se ofrece y envolvernos angustiados en la oscuridad, abrumados por la desesperación o la histeria.

    Para nosotros, al contrario, cada generación, cuando es fiel al estilo de vida nacional, recoge la antorcha ofrecida, para levantarla con un músculo joven y recio, y para auparla con un ímpetu juvenil y ardoroso. Las nuevas generaciones, en esta línea de pensamiento, añaden de su propia cosecha todo aquello que la cambiante coyuntura temporal demanda, permaneciendo fieles a la constante histórica.

    Nuestros jóvenes, enrolados en esta idea, tienen, por ello mismo, que alejarse de todo aquello que pueda identificarlos con la otra juventud envejecida. La presencia, el vestido y la conducta deben ser índices y expresión del grupo a que pertenecen y de la noble empresa de continuidad que libremente asumieron.

    Se ha hablado así, y a mi juicio con exactitud, de una generación permanente, que se mide, no por los años cumplidos, sino por el ideal que abnegadamente sirven. El joven que hace suyas doctrinas bastardas, ajenas a su nación, disgregadoras de la misma, que se aleja de la verdad y se identifica con sucedáneos, más que un joven se asemeja espiritualmente hablando a los vejestorios políticos que hoy se nos exhiben como modelo: Salvador de Madariaga, José María Gil-Robles o Claudio Sánchez Albornoz.

    Sucesos de Montejurra. A la luz de esta generación permanente, calificada por el noble ideal que se sirve, es clara la diferencia entre el asesino de la ETA, que ataca con alevosía, premeditación y nocturnidad, mata sin misericordia, se envanece del crimen y huye buscando la protección de Francia, y la figura, entrada en años, del que fue voluntario de la guerra de Liberación, José Luis Marín García-Verde, que cercado en la ascensión a Montejurra por una multitud rojo-separatista que parecía dispuesta a exterminarlo, permanece sereno, dispara –quizá en legítima defensa, lo que los Tribunales de justicia decidirán en su momento-, permite, sin disparar de nuevo, según las referencias, que evacúen al herido y se presenta a la policía –sin rehuir responsabilidades- en cuanto supo que la policía le buscaba.

    Entre el asesino de ETA, que acabamos de describir, y la conducta de Marín García-Verde, cualquiera que sea la resolución judicial que se dicte y que nosotros respetamos, pues sabemos de la independencia y honorabilidad de nuestros jueces, hay una diferencia abismal y a todas luces visible. (Grandes y prolongados aplausos.)

    Lo que ocurre es que, por razones que a nadie se le escapan, Marín García-Verde ha sido presentado por algunos periódicos como pistolero de extrema derecha, en una fotografía en la que aparece en solitario, como si el arma la manejase por exhibición o por placer, recortando con torpe habilidad el contorno que le rodeaba y en el que aparecen los grupos compactos que se aproximaban a él en actitud no precisamente amistosa.

    Lo que importaba no era tanto informar y esclarecer los hechos, como aprovechar la trampa de Montejurra y los acontecimientos dolorosos allí ocurridos, cuya responsabilidad se encuentra en otra parte, para echar lodo sobre personas cuya reputación personal y política era inmaculada, como los hijos de Fal Conde, el carlista inolvidable, o Pepe Arturo Márquez de Prado, del que se ha dicho que es un terrateniente riquísimo, cuando la verdad exacta es que se arruinó ofreciendo durante años todo su caudal a la causa gloriosa de la Tradición. (Ensordecedora ovación.)

    Nación-Estado: En pura doctrina ortodoxa, la nación crea el Estado como instrumento a su servicio. En esa concepción doctrinal, en la que José Antonio militó, el Estado no puede ser totalitario; es decir, panteísta y absorbente, sino hechura totalmente eficaz para ofrecer custodia y protección vitalizante a la sociedad entera: hombres y cuerpos intermedios. El Estado que perfila José Antonio no es totalitario sino subsidiario, no destruye, ni encorseta, ni nivela, presionando, el tejido social, sino que lo reconoce y desarrolla.

    De aquí que el tema delicado de la Banca no se resuelva con una fácil y simplista estatificación burocrática, a todas luces nada beneficiosa, sino en la nacionalización del crédito público y en la existencia de una banca no sometida a intereses foráneos y ordenada íntegramente al servicio de la nación y de la economía nacional.

    Ocurre que en este binomio Nación-Estado puede producirse o forzarse también el conflicto disociador a que venimos aludiendo. Tal sucede cuando el Estado propone a la nación lo que García Morente llamaba “el imposible histórico”; es decir, una tarea radicalmente discordante con su estilo de vida. La República, con su sectarismo, y la “Reforma” del Régimen instaurado por Franco que ahora se nos ofrece, son dos casos genuinos de situación trágicamente conflictiva entre la nación española y el Estado. García Morente decía que en los supuestos de “imposible histórico”, el Estado pierde su legitimidad moral, jurídica y política, y ello, añadimos nosotros, aunque, para su disculpa, recibiese el mandato de ese “imposible histórico” del voto unánime, aunque transeúnte, de una estadía temporal de la nación, y ello porque el Estado, según nuestro punto de vista, no se ordena sólo a la dimensión social transitiva, sino que se ordena y ha de mantener su fidelidad a la nación completa y entera, que es unidad de historia y de destino, que han de mantenerse superando la posibilidad de una coexistencia dispersadora. El Estado, en suma, creado por la nación, ha de servir, en última instancia, su unidad metafísica, consolidándola y vigorizándola.

    Precisamente por eso, el Estado del 18 de Julio, que era una institución embrionaria y en periodo constituyente, tuvo, en medio de tantas dificultades, el apoyo de la nación en armas, al proponerla, por medio de sus cuadros representativos, una tarea concorde con el estilo español de vida y con su genuina constante histórica.

    Si esa concordancia deja de existir, como parece que ahora ocurre, la noche pierde su estrella polar; el piloto, la brújula; el barco, su timón, y el buque navega a la deriva, a meced del viento y del oleaje, a merced de todas las tormentas, sin ruta propia, sin puerto a la vista, sin singladura lógica a recorrer. Todo predice el encallamiento, el naufragio o quizá el desguace: ¿Para qué vivir en común? Venimos de un error y no tenemos ni meta a alcanzar ni empresa colectiva que acometer. ¡Sálvese el que pueda! Lo importante es la autodeterminación, que cada uno haga lo que más le guste, lo que le parezca más cómodo, buscando su propia y personal andadura y logrando como le venga en gana su objetivo personal o de grupo. La lucha de clases, los partidos políticos, las nacionalidades independientes, acaban deshaciendo a la nación, cuyo Estado, lejos de salvaguardarla, se convierte, por un fenómeno de inversión, en su primer enemigo.

    La nación, lenta o apresuradamente, en función de factores muy diversos, endógenos y exógenos, vegeta, se mineraliza y, como una roca erosionada, ahuecada y sin cohesión interna, se pulveriza y evapora.

    ***

    Tal es el fruto ya iniciado por el proceso de descomposición en marcha: los insultos a Franco que nadie se encarga de reprimir, aunque se le dediquen algunos elogios oficiales; la prohibición a los combatientes de exaltar la memoria y el recuerdo del Caudillo con una manifestación en las calles de Madrid; la pobreza de los argumentos gubernamentales para justificar dicha prohibición; el homenaje autorizado a Tierno Galván, con los discursos de sus antiguos y nuevos admiradores, y entre éstos últimos el de Ruiz Giménez, dando a entender que seríamos incapaces de comprender su postura, cuando está claro que esa postura consiste, sencillamente, en el abandono de una trinchera política para pasarse a la del adversario y disparar dialécticamente desde ella contra sus viejos amigos… (Aplausos.)

    El señor Areilza, rector de nuestra política internacional, regresó no hace mucho de Marruecos, prometiendo un maridaje feliz de España con el país que acababa de visitar; pero no muchas horas después, las lanchas militares marroquíes expulsaban del mar sahariano a los pesqueros españoles. (Aplausos y gritos de indignación.)


    ¿Cuántos farsantes hubo?

    Estamos, amigos, en una época decisoria para la Humanidad, y ante un momento en el que España, otra vez va a jugarse todo, hasta su propia existencia a cara o cruz.

    En esta hora conviene que acertemos a distinguir entre la farsa, el mito y la mística.

    Los farsantes, luego de terminar el espectáculo, de fingir y disimular, de poner en escena el papel que asumieron, vuelven a su propia personalidad. ¿Cuántos farsantes hubo bajo el Régimen de Franco? (Gritos en la sala.)

    Los que viven del mito, de la ficción artificialmente creada, fruto de una imagen más que de una ideología, decaen y regresan descorazonados a sus casas, cuando el mito se hunde, cuando la figura se desvanece. ¿Cuántos vivieron en función del mito bajo el Régimen de Franco?

    Finalmente, los místicos son los que se hallan traspasados por una vida interior, oculta, pero real, los que en el jefe aciertan a ver personificada la idea pero no la confunden con él, los que saben de la imperfección de toda empresa humana por noble que sea, pero no se escandalizan de las imperfecciones, sino que tratan de corregirlas, los que continúan luchando, inasequibles al desaliento, con fortaleza y alegría sobrenatural, porque han sentido en el alma una vocación sugestiva y trascendente. ¿Dónde están los místicos que han trabajado por España mientras Franco vivía y después de la muerte de Franco?

    Frente a la moral democrática que trata de invadirnos, nosotros preconizamos una moral heroica, no para pusilánimes, sino para magnánimos, porque hemos identificado nuestro destino personal con el destino de la nación.

    José Antonio hizo referencia a las vías misteriosas, religiosas, a través de las cuales se propagaba su doctrina y su Movimiento. Nosotros estamos convencidos, porque sabemos de nuestra pequeñez y de nuestra debilidad, de que algo semejante le sucede a FUERZA NUEVA en la España tensa de hoy.

    España está en espera, Europa en esperanza, obsesivamente mirándonos, para conocer la respuesta española al tremendo desafío que nos aguarda, e Hispanoamérica, o al menos una gran parte de ella, su cono sur, en acción reconstructiva y militante.

    “Una nación es grande –decía José Antonio- cuando traduce en realidad la fuerza de su espíritu.” Pues bien, nosotros empeñamos nuestra palabra y nuestra vida al servicio de la unidad de historia, de convivencia y de destino de nuestra Patria, y en prueba de ello, clamorosamente, gritamos, ahora más que nunca, como reza el repostero que nos preside:
    ¡ARRIBA ESPAÑA!

    (Una ovación encendida y final cierra el grito del orador. Se mezclan algunos gritos patrióticos, llenos de fervor político y nacional, y surgen espontáneas las estrofas del “Cara al Sol”. Inmediatamente después se canta el “Oriamendi”.)
    Última edición por ALACRAN; 26/06/2020 a las 17:24
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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    Re: Discursos de Blas Piñar (durante y contra la "transición")

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    Última edición por ALACRAN; 10/09/2020 a las 18:23

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    Re: Discursos de Blas Piñar (durante y contra la "transición")

    Se había generado cierta polémica por las manifestaciones del discurso Blas Piñar en Sevilla, referentes a Montejurra, imaginando algunos que hizo apología del "hombre de la gabardina". autor de los disparos homicidas...


    Revista FUERZA NUEVA, nº 492, 12-Jun-1976


    Una canallada imperdonable

    Blas Piñar a la prensa leridana (“decir que yo he hecho la apología del delito”)

    En el reciente viaje de Blas Piñar a Lérida para intervenir en el acto de afirmación nacional celebrado el domingo pasado en el teatro Principal, la prensa local entrevistó al consejero nacional y fundador de Fuerza Nueva. Dicha entrevista tuvo lugar, al mismo tiempo, con los dos diarios de la capital, “La Mañana” de la cadena del Movimiento y “Diario de Lérida”.

    -La prensa ha aireado estos días unas palabras suyas referentes a Montejurra…
    -Sí, la prensa desconoce las palabras auténticas. Yo ya estoy harto y cansado de tener que hace rectificaciones que a veces no se publican o se publican en lugar distinto, se publican con comentarios que sirven para seguir dándole al tema más vueltas. Pero me remito estrictamente a las cintas magnetofónicas que recogieron el discurso mío de Sevilla sobre el acto de Montejurra. Las palabras que ese sector de prensa a que usted se refiere ha dicho, no coinciden en absoluto con la realidad, y además, lo que estimo que es una falta de caballerosidad y de lealtad es que en “Arriba” se diga que yo he hecho la apología del crimen. Si la he hecho, el que ha escrito ese editorial o el director debería tener el valor suficiente como para llevarme a los tribunales de justicia (sube el tono de voz…)

    -¿Usted no llamó héroe a nadie, señor Piñar?
    -Yo comparé a los asesinos de la ETA, que asesinan con nocturnidad, con premeditación y en cuadrilla a personas que muchas veces ni conocen, que buscan el refugio y el amparo para su crimen de la frontera francesa y del gobierno francés, con la postura del señor Marín García Verde, voluntario de la Cruzada española a los dieciséis años de edad en un tercio de requetés, a quien yo no conozco y del cual nunca había oído hablar, que es militar en situación de retiro, que se siente carlista y que trata de rescatar el monte sagrado de Montejurra para el carlismo, profanado por las banderas marxistas, por la hoz y el martillo, por las banderas separatistas, por los gritos hostiles a la religión, y que se ve brutalmente amenazado –yo no he hablado de fotografías trucadas, sino que no reflejan la realidad-, porque se ha dado en un periódico la fotografía de este hombre solo, con la pistola, y alguien me decía: este hombre o es un ciego o es un héroe; sin embargo, otras publicaciones han reflejado las fotografías auténticas y este hombre está rodeado de una jauría que va con garrotes tremendos a pegarle o a matarle a palos. Pero este hombre, sereno, creo yo, tendría que disparar en legítima defensa; los tribunales de justicia lo dirán, yo lo respeto.

    Pero entre la figura de ese asesino de la ETA y la figura de este hombre, que se mantiene sereno, que posiblemente disparara en legítima defensa, que cuando van a evacuar al herido no dispara más, sino que permite que sea retirado, y que cuando se ve fotografiado en la prensa, que dice que la policía le busca, espontáneamente se presenta a la policía para que le juzguen, hay una diferencia tan enorme, que me parece que hay que hacer una distinción… Ahora, de eso a decir que yo he hecho la apología del delito, eso es una canallada imperdonable y más cuando se hace en la prensa del Movimiento, a un consejero nacional del Movimiento y no se tienen las agallas y el valor de que si eso es cierto ir a los tribunales a denunciarlo. Puede usted recogerlo literalmente.


    Última edición por ALACRAN; 10/09/2020 a las 18:25
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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    Re: Discursos de Blas Piñar (durante y contra la "transición")

    Blas Piñar en Lérida:

    Revista FUERZA NUEVA, nº 494, 26-Jun-1976

    BLAS PIÑAR EN LÉRIDA

    EN “TERRA FERMA”

    Discurso pronunciado por Blas Piñar en el teatro Principal de Lérida el 6 de junio de 1976

    En pocas ocasiones como ésta –camaradas y amigos- me hubiera gustado seguir siendo espectador. Comparto de tal forma cuanto han dicho, con elegancia y arrebato, Simón Clavera y Magín Vinielles, que el ideal, para mí, sería continuar escuchando, aplaudiendo y compartiendo el entusiasmo reinante entre la multitud apiñada en este local.

    Pero es preciso cumplir con el programa, levantarse y pronunciar el discurso prometido, discurso en el que he de recordar la cena que celebramos el 1 de diciembre de 1973, luego de soslayar numerosas dificultades y luego de las tres prohibiciones gubernativas para un acto como el que hoy se celebra.

    En aquel discurso, luego de unas notas sentimentales, de la intervención de Magín Vinielles, del comentario de su precioso libro “La sexta columna”, del homenaje a los cien mil voluntarios catalanes que, después de abandonar la zona roja –doblemente voluntarios por ello-, se alistaron en el Ejército nacional, de referir las proezas del famoso Tercio de Requetés Nuestra Señora de Montserrat y de la Bandera catalana de la Falange, hice una exposición de las cuatro grandes propuestas que dos catalanes insignes, y a la vez cardenales primados, hicieron para la reconstrucción de España después de la Victoria nacional: Isidro Gomá y Enrique Pla y Deniel.

    Estas grandes propuestas, a modo de coordenadas fundamentales, eran y son las siguientes:

    I.-Restaurar el alma de la nación, herida por campañas descristianizadoras y disolventes. No era bastante haber ganado la guerra en el campo de las armas. No era suficiente la recuperación física y militar del suelo de la Patria. No podíamos contentarnos con la geografía. Era necesario llevar a término feliz, sin fisuras ni dejaciones, la restauración metafísica. “La civilización no es la molicie –afirmaban-, sino un estado heroico y combativo contra la barbarie ajena y contra la desgana propia”, es decir, contra la desilusión y la pereza.

    II.Montar la guardia de las ideas, que no son cambiables a capricho, porque las que triunfaron en la contienda, avaladas por el testimonio de la sangre de tantos cientos de miles de españoles, son consustanciales con el ser mismo de la Patria. De no ser así, hubiera sido absurdo e injustificable el Alzamiento Nacional. Por eso no me es posible compartir el punto de vista del ministro señor Garrigues, cuando, luego de invocar al Dios del Sinaí, asegura que sólo los Mandamientos contenidos en las Tablas de la Ley son inderogables. Y no estoy de acuerdo con el ministro de Justicia, por las siguientes razones:

    Primero: porque los Principios del Movimiento, que se pretende derogar, y que de hecho han sido conculcados y derogados por el Gobierno, no son inderogables por decisión de una persona, por elevada y noble que sea, sino “per se”, a menos que la Patria se liquide.

    Segundo: porque aun suponiendo, a fines puramente dialécticos, que tales principios pueden ser derogados, son inderogables para el Gobierno, ya que, con independencia de su valor intrínseco, tienen para los ministros un valor subjetivo y personal: los han jurado; y de ese juramento no les puede relevar ni siquiera el referéndum derogatorio y unánime de todos los españoles. (Aplausos.)

    Tercero: porque, pese a cuanto nos dicen los demócratas y liberales, en todas las naciones hay unos principios que el Régimen no pone jamás a votación: la filosofía marxista en los países soviéticos, la República en Francia, la Corona en Inglaterra y la Constitución en los Estados Unidos.

    III.Mantener la unidad de la Patria, exaltando, como nos pidió el Caudillo en su testamento, la rica multiplicidad de sus regiones, pero fortaleciendo con ella, y a la vez, los lazos de confraternidad entre las mismas.

    Por ello, cuando vuelve a hablarse de autonomía, en lenguaje tolerado, y de regímenes especiales, en lengua oficial, no puede olvidarse que podrá llegar un momento en que la única región con régimen especial sería la que no lo hubiera solicitado y siguiera sometida al que en un principio tuvo carácter común. (Grandes y prolongados aplausos.)


    IV.Culto y veneración a los muertos de la Cruzada, por lo que tiene de exigencia religiosa, por lo que tiene de ejemplo estimulante y por lo que tiene de lección, que tanto se precisa, para mantener la fortaleza en el momento duro y difícil que hemos comenzado a vivir. Ellos murieron por los amigos y los enemigos, y hora es de recordarlo, cuando nos pasean con reto a García Lorca o a Miguel Hernández. (Ovación de gala.)

    ¿Y acaso Lérida, como todos los pueblos de España, no tuvo sus mártires y sus héroes? ¿Y acaso cuando se pide amnistía, o quizá amnesia, para los asesinos de Carrero Blanco, de las víctimas numerosas de la calle del Correo de Madrid, del alcalde Víctor Legorburu, de tantos agentes del orden, trabajadores de toda profesión y oficio, no debemos pensar que quienes realizan tales crímenes acampan ideológicamente en los grupos que cometieron tales delitos monstruosos en la zona roja durante la Guerra de Liberación? (Gritos y ovaciones.)

    Permitidme por ello que rinda homenaje al concejal Antonio Hernández Palmés, que votó en contra de la petición de amnistía formulada no hace mucho por el Ayuntamiento de Lérida. (El público, puesto en pie, aplaude enardecido.)

    Sólo junto a las tapias de vuestro cementerio se fusiló sin causa y sin juicio a 536 personas, amén de las que fueron cazadas de modo salvaje por las calles y plazas de la ciudad. Claretianos en Lérida, carmelitas calzados en Tárrega, franciscanos en Balaguer, sacerdotes seculares, sacrificados en la saca brutal de la noche del 20 al 21 de agosto de 1936. No se ahorró ni siquiera la vida de vuestro obispo, don Silvio Huix Miralpeix, que como buen pastor no pensó abandonar a su rebaño perseguido.

    Hubo martirio y no hubo apostasía. Cuando pase este tiempo oscuro, la Iglesia, ante la imposibilidad de seguir tanto proceso individual de canonización, proclamará al mundo la santidad de «los innumerables mártires de la Cruzada española», para alegría de muchos y vergüenza de los que hoy tratan de olvidarlos y hasta de escarnecerlos. (Aplausos.)

    Y con los religiosos y los sacerdotes, cayeron inmolados por Dios y por España tantos y tantos cuyo nombre deberíamos citar aquí con emoción y reconocimiento: Casimiro de Sangenís, el diputado carlista; Arcadio Agelet y Salvador Ruiz, de la Falange leridana; Ramos Arques, el piloto civil que prefirió el martirio a cumplir la orden de bombardear Zaragoza; los jefes y oficiales de la guarnición, que se habían unido al Movimiento salvador de la Patria y que fueron fusilados frente a la puerta del Campo escolar.

    ¿Pero quién ordenó estas ejecuciones? ¿No hubo en Lérida, sujeta al Gobierno autónomo, una Junta Militar del Comité de Salud Pública, que entonces se constituyó? ¿Y quién formaba ese Comité? ¿No estaban representados los partidos políticos cuya legalización hoy se pretende?

    ¡Buena levadura la de Lérida! ¡Buen martirologio el de los leridanos! ¡Cómo se descubre la vieja solera tradicionalista, de la que en parte, como fruto del genio de España, nació la Falange! Las páginas de «El Correo Leridano», de «Terra ferma» y de «Toca ferro», ofrecían, en serio y en broma, buena doctrina y espíritu de combate.

    • • •

    ¿Habremos aprendido la lección? Unos, sí; otros, no. El Gobierno, desde luego, no, puesto que el enemigo derrotado en la guerra, y al que hay que imputar los crímenes citados, sale de sus covachuelas, se le anima a organizarse y hasta, en cierto modo, se le invita para que acepte puestos de confianza y honor a la vez que se margina y se consiente que se viertan toda clase de infamias sobre las personas y los grupos políticos que salvaron a la nación de tanta ignominia y de tanta maldad.

    ¿Qué ofrecieron y lograron para España los enemigos del Régimen? ¿Qué pueden brindarnos en orden a la paz, el bienestar y la prosperidad de los españoles? ¿Qué metas alcanzaron durante el tiempo que detentaron el poder? No es un problema sólo de confrontación de doctrinas, sino de confrontación de realidades.

    Y en vista de todo ello toleran los insultos a Franco: de Salvador de Madariaga, en Zaragoza; del Congreso de la UGT, en Madrid; de Jiménez de Parga, en su conferencia de Orense; de Antonio Gala, en un semanario madrileño, y del rector de la Universidad ovetense, que ha retirado no hace mucho el retrato del Caudillo de su aula magna. (Gritos unánimes de ¡Franco! ¡Franco!)

    En este orden de cosas se exalta a los poetas de la subversión, Alberti incluido, se celebra el festival de música de los llamados pueblos ibéricos, se autorizan las reuniones y asambleas de los partidos políticos ilegales, se solicita el cambio de denominación de ciertas vías públicas, se pretende terminar con el desfile de la Victoria y con la conmemoración del 18 de Julio, se conculca el ordenamiento jurídico vigente apelando al ordenamiento jurídico futuro, se pone de manifiesto la sumisión a las cancillerías extranjeras cuya sonrisa y beneplácito se pretende. (Aplausos.)

    ¿Os figuráis al presidente Ford explicando en España su plan de gobierno para los Estados Unidos y la reacción del pueblo norteamericano al conocer dicho programa a través de la información facilitada desde Madrid?

    A mi modo de ver, hay que destacar hoy en la política española tres signos alarmantes: la abdicación del Movimiento, la claudicación del Estado y la posible falta de independencia de la nación.

    El proceso electivo para la designación de un consejero nacional del llamado «grupo de los cuarenta» ha puesto de relieve que tanto dicho grupo como el Consejo apoyan al ministro secretario general [Adolfo Suárez, poco antes de ser nombrado presidente del Gobierno], que propugna, con sus compañeros de Gobierno, una reforma que, de prosperar, lleva consigo la desaparición del propio Consejo y del Movimiento mismo. Es decir, que implícitamente la representación colegiada del Movimiento, a escala nacional, ha acordado su liquidación. La cosa me parece muy grave.

    El Estado nacional, por otro lado, al convertirse en Estado liberal, niega sus orígenes, su partida de nacimiento y renuncia al equipaje doctrinal constituyente que le ha dado savia y vida durante años.

    Por último, España, a mi modo de ver, se engancha plenamente y sin reservas a los Estados Unidos, olvidando que una cosa es el pueblo norteamericano, que merece nuestro respeto y nuestra simpatía, y otra los cuadros oficiales de gobierno que lo sacrifican en aras de intereses extraños a aquella comunidad.

    Y no es que nosotros nos opongamos al entendimiento con Norteamérica. Son tan duros los momentos que vivimos, que una política de amistad con los Estados Unidos será conveniente. Pero una cosa es la conversación y el tratado entre dos potencias soberanas, y otra la entrega con armas y bagajes al poderoso, que sabemos por experiencia cómo nos trató en otras ocasiones. (Grandes aplausos.) Ahí está nuestra lista de agravios, más que suficiente para que nos comportemos con cautela que no impide la cortesía:
    • Les ayudamos en la lucha por la independencia y nos contestaron con la invasión de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. (Aplausos.)
    • Les ayudamos en la última guerra con nuestra neutralidad y nos bloquearon, reduciéndonos al hambre. (Gran ovación y algunos gritos.)
    • Se proclaman los campeones de la descolonización, pero no nos prestaron ayuda, ni poca ni mucha, para la descolonización de Gibraltar. (Ensordecedora ovación.)
    • Se dicen amigos y nos dejaron solos cuando la «marcha verde» sobre el Sahara y no se pronuncian con claridad cuando surge el tema de Ceuta o Melilla.
    • Prometen, pero en Asia abandonaron, después de una guerra inútil en la que hubieran podido fácilmente conseguir la victoria, Vietnam, Laos y Camboya, y en África, en contactos ocultos, entregaron a Rusia las provincias portuguesas de Ultramar.

    • • •

    Tengamos presente, al mirar a España con amor, que hoy no caben compartimientos estancos, que la importancia geográfica y cultural de nuestra Patria se conjuga con la dialéctica ideológica que conmueve al mundo. Por eso, aquí se libró y se continúa librando un combate de dimensión universal. Esto es lo que algunos, obnubilados por los temas próximos y que suponen más acuciantes, ni siquiera imaginan o vislumbran. En la línea de pensamiento que nosotros seguimos está claro que para dominar a España lo mejor es dividimos y escindirnos y si, con evidencia que salta a los ojos, el Régimen de Franco nos dio unidad y nos arrancó de la miseria, lo que urge y conviene al adversario es destruirlo, y con la máxima rapidez posible.

    Los tres motivos de división condenados por nuestra doctrina constitucional, vuelven a ser declarados lícitos. Creo que fue José Antonio Primo de Rivera el que dijo lo siguiente:
    • Se abolirá implacablemente el sistema de partidos políticos.
    • Organizaremos corporativamente a la sociedad española mediante un Sistema de Sindicatos verticales, por ramas de producción, al servicio de la integridad económica nacional.
    • Todo separatismo es un crimen que no perdonaremos.

    Hablando precisamente del fenómeno separatista catalán, el mismo José Antonio aseguraba que era una especulación de la alta burguesía capitalista con los más nobles sentimientos de los catalanes. El separatismo, que tan escasamente ama a Cataluña, acabó por convertirla, no ya en una Cataluña de papel, como decía Torras y Bagés, sino en una Cataluña sovietizada y roja. (Aplauso unánime.)

    No juguemos con las palabras

    Cataluña, dijo Calvo Sotelo en su discurso de Tarrasa de 28 de abril de 1935, es España, por ser y seguir siendo Cataluña.

    Por eso no cabe seguir jugando con las palabras regionalismo, nacionalismo y separatismo, sin darnos con exactitud su significación. Así, cuando se habla de nacionalidades del Estado español, parece incontestable que el Estado es uno y las naciones varias; y como el Estado no es más que una investidura jurídica, un instrumento, nada más viable que la pretensión de que a cada nacionalidad corresponde un Estado diferente.

    Para nosotros, la nación, aunque diversa, es una, y esa nación única, que es España, tiene un Estado, que podemos y debemos configurar de aquel modo que mejor la sirva. En este orden de cosas el propio Calvo Sotelo pedía la descentralización administrativa y social y repudiaba la descentralización económica y política.

    En esta hora en que, de nuevo, hablando de autonomía, estatutos y regímenes especiales, se intenta deshacer España, a Cataluña le corresponde un papel excepcional. «Hay que salvar España, y Cataluña debe aprestarse a ello, con cariño, con hegemonía inclusive —solicitaba con exaltación el protomártir de la Cruzada—. Porque España en ruinas, Cataluña será puro escombro; y Cataluña destruida será la ruina de España.» (Aplausos muy fuertes y prolongados.)

    Dadnos, pues, catalanes, para la tarea difícil y hasta dolorosa que hemos asumido, vuestra tenacidad, vuestro espíritu de trabajo, vuestra vocación por el arte, vuestra sensibilidad poética, de igual modo que habéis arrancado el rojo y el amarillo de vuestra bandera para darnos la enseña nacional. La bandera catalana es así una bandera española reiterada; multiplicada, como un refrendo de españolismo de Cataluña. Por eso yo os pido que no os la dejéis arrebatar por nadie, y menos por los separatistas: que la enarboléis con orgullo, porque es vuestra, porque es tributo permanente de amor a España, e izada por el viento junto a la enseña nacional, repite al mundo que aquí, como en la Patria entera, hay sangre dispuesta a verterse para que no se la ofenda y no habrá oro bastante para pretender comprarla. (Gran ovación y algunos gritos.)

    • • •

    Se anuncia, bajo el signo que todos conocéis, una marcha, a la que se denomina «marcha de la libertad». Si llega a efectuarse, yo os invito a que convoquéis otra de signo diferente: la «marcha de la unidad». (Gritos ensordecedores en toda la sala). Y por el mismo itinerario, y recorriendo los mismos lugares y con la meta de Montserrat, donde nos aguarda el monumento del requeté caído, la cripta donde yacen aquellos combatientes heroicos de la Cruzada y la «Mare de Deu», Patrona de Cataluña.

    • • •

    Habéis respondido, catalanes de Lérida, a nuestra llamada. El acto que nos congrega es consolador, por la multitud aquí reunida, por el entusiasmo colectivo que a todos nos embarga. Decía José Antonio, y creo que es aplicable a nuestra conducta, que «estamos sirviendo, al par que nuestro modesto destino individual, el destino de España y de Europa, el destino total y armonioso de la creación».

    i Y qué bello es pensarlo y sentirlo en medio de tantas y tan diversas tribulaciones!

    Lérida es, en Cataluña, la capital de la «terra ferma», ¡y cómo hace falta pisar tierra firme, segura, en esta hora de vacilación y de cobardías I No abandonéis nunca la recia capitalidad de la tierra firme, vuestra capitalidad interior. No dejaros arrebatar por el centralismo que se disfraza de autonomía.

    Recordad la obra de Franco, la prosperidad alcanzada, el sacrificio de los que fueron victimados por la horda, el patriotismo de los que, salvando mil peripecias, consiguieron alistarse en el Ejército nacional, y disponeos a defender y mantener lo alcanzado con tan indomable espíritu.

    Una buena amiga me entregó en FUERZA NUEVA un soneto que voy a leer como conclusión de mi discurso. Tiene una sencillez encantadora y contagia una emoción indecible de agradecimiento. Se titula «Lección de una madre española a su pequeño». Y dice así:

    «Franco crece en mi alma cada día
    y se eleva, coloso sin frontera;
    pienso en él y, sencilla, a mi manera,
    quisiera yo sentir como él sentía.

    Amar a Cristo, como nos decía
    con su vida entregada y ¡tan austera!;
    ser, del amor a España, prisionera,
    sin vacío, barrera o lejanía.

    Y mirando la efigie del Ausente,
    quiero grabar su ejemplo en la memoria
    del hijo que Dios puso a mi cuidado:

    ¡Este es Franco, mantenlo así en tu mente!,
    —único en los anales de la Historia—:
    mitad, monje —mi bien—; mitad, soldado.»

    (Una ovación cerró los versos, poniéndose inmediatamente en pie la totalidad del auditorio, que interpretó
    las estrofas del «Oriamendi» y el «Cara al Sol».)
    Última edición por ALACRAN; 24/09/2020 a las 20:03
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

  6. #6
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    Re: Discursos de Blas Piñar (durante y contra la "transición")

    ... "el 9 de junio de 1976 hubo en las Cortes una votación histórica. Por mayoría, los procuradores decidieron volver a un régimen de partidos, abrogando el Movimiento Nacional. Os confieso que lloré..." :


    Revista FUERZA NUEVA, nº 495, 3-Jul-1976


    “UNA SESIÓN DE CORTES”

    (Discurso pronunciado por Blas Piñar en Villavieja, Castellón, el 13 de junio de 1976)

    No sé –amigos y camaradas- si habéis caído en la cuenta de que hoy se cumple un nuevo aniversario de la entrada en Castellón, capital de la provincia, de una avanzada del Ejército nacional, que izó la bandera de España en una ciudad dominada por el marxismo y el miedo, sobre la torre del campanario de una de sus iglesias.

    La avanzadilla de Franco fue entonces alivio y promesa. ¿No será hoy cuando la zozobra y la inquietud sacuden a nuestro pueblo, este acto de “afirmación nacional”, que celebramos en Villavieja, alivio y promesa también para muchos que, a juzgar por los acontecimientos y por la propaganda tendenciosa, pudieran creer que el esfuerzo de tantos años se halla en trance de resultar baldío? ¿No seremos nosotros, los hombres y las mujeres de FUERZA NUEVA, la avanzadilla ideológica y dialéctica que, en 1976 continúa convocando a la lucha por Dios y por la Patria, por el Pan y la Justicia?

    La provincia de Castellón está llena de hitos recordatorios de la Cruzada. El 15 de abril de 1938, Viernes Santo, llegaba a Vinaroz la cuarta Brigada de Navarra, y al frente de la misma el entonces coronel Camilo Alonso Vega. El Mediterráneo se ofrecía en su ancha y diáfana transparencia, como un augurio de la victoria final. Por el Mediterráneo nos vino la fe y la cultura, como nos llega el amanecer de cada día. El coronel Alonso Vega, al igual que los héroes de la conquista americana, penetró en el mar, y con su espada sobre las olas que se iban acercando a la playa, trazó la señal de la cruz. Los soldados le siguieron, y arrodillándose en el mar, tomaron agua con los dedos de la mano derecha y se santiguaron con agradecimiento y con amor. Pío XI, emocionado al conocer la noticia, regaló un Santo Cristo, llamado de la Paz, para que todos los años saliese, como recuerdo, en procesión.

    La liberación

    Luego de aquellas jornadas, vino la liberación, hacia arriba y hacia abajo, de los pueblos de la Plana. El Ejército nacional se detuvo por aquí, en las proximidades de Villavieja y de Nules. Nules fue tierra de nadie, ciudad destruida y arrasada, en cuyo frente se cubrió de gloria la Bandera valenciana de la Falange.

    Con la liberación quedaron atrás meses de angustia y pesadilla. La vacilación y la duda –tan nefastas en momentos decisivos- habían dado al traste con el Alzamiento nacional en Castellón, donde los carlistas –de tanta solera entre vosotros- al mando de José Gómez Aznar, y los grupos falangistas, nacidos al calor del acto de Burriana, en que intervino José Antonio, estaban prestos para lo que fuera menester.

    La capital y la provincia saben de memoria los brutales asesinatos cometidos, la actuación vesánica de la Columna de Hierro, de las checas “Amanecer” y “La Desesperada”, de los fusilamientos del “Isla de Menorca”, convertido en prisión flotante.

    Una mujer anciana, tradicionalista fervorosa, Josefa Martínez Caballer, fue paseada por los pueblos, insultada, escupida y al fin martirizada y muerta, clavándole en el cerebro, y a martillazo limpio, un punzón de acero.

    ***
    De aquella España en ruinas de todo cariz, surgió una España nueva, distinta y próspera, recobrada para sí misma, independiente y soberana. Fue la obra del Régimen, con defectos, claro es, como propios de una empresa humana, pero con logros visibles que jamás se habían conseguido.

    ¿No habéis sido vosotros beneficiarios de esa obra? Aquí, gracias al Instituto Nacional de Colonización y a vuestro sacrificio, desapareció el proletariado agrícola y todos os habéis convertido en propietarios. Los naranjos cubren vuestra tierra, y si alguna vez, voces malintencionadas se atrevieron a insinuar que sólo con la caída del franquismo el fruto de vuestro trabajo tendría un precio remunerador y podría exportarse a Europa, hoy sabéis por propia experiencia, cuando Franco ha muerto y el franquismo con urgencia suicida trata de desmontarse, que los precios bajan para vosotros, aunque suban para el consumidor, y que jamás como ahora la naranja tuvo tantas dificultades para llegar a los mercados exteriores.

    No penséis en el Mercado Común como solución. El Mercado Común es una suma artificial de intereses en muchos casos antagónicos. Vosotros sabéis cómo acaban de ser -como en tantas ocasiones- asaltados y quemados en Francia los camiones que transportaban frutas y verduras españolas, pero no ignoráis tampoco las batallas campales contra los respectivos Gobiernos de los agricultores franceses, belgas e italianos. Y es que Europa no puede concebirse sólo como una empresa económica, sino que, para que la misma sea viable, es preciso que antes se construya espiritualmente Europa y surja la vocación europea de cada una de las naciones que la integran. En este sentido podemos afirmar que España es quizá el único país de Europa en que ese espíritu fue salvaguardado y sobrevive como una esperanza para todos.

    Aunque no fuera más que por este motivo, el Régimen de Franco merecería nuestro generoso agradecimiento, como lo merece –y tenemos pruebas evidentes de ello- de muchos hombres de Europa, de la llamada Europa libre y de la Europa sojuzgada por el marxismo.

    No se puede adivinar el futuro

    Pero el Régimen, cuya labor no podemos ensalzar aquí y ahora por extenso, ha realizado un avance social tan enorme, que cuesta trabajo pensar que la locura, la ambición, el revanchismo y las corrientes inflacionistas del nuevo sistema liberal que pretende implantarse, se ceben y complazcan en destruirlas.

    Ante esa batalla social ganada, que ha rebasado incluso las aspiraciones teóricas, y a fines propagandísticos de los grupos marxistas, yo no puedo adivinar cuál sea para el futuro el programa, en este orden de cosas, de la oposición. Porque se han quedado sin programa, a no ser que éste no aspire a otra cosa que a dejar sin eficacia las reivindicaciones conseguidas en un ambiente de paz, de entendimiento y de justicia, sin recurrir a las huelgas salvajes, a la lucha fratricida y al deterioro de las empresas […]

    ***
    Pero volvamos a la realidad acuciante de los últimos días. El 9 de junio de 1976 hubo en las Cortes una votación histórica. Por mayoría, los procuradores decidieron volver a un régimen de partidos, abrogando el Movimiento Nacional. Os confieso que lloré, tanto por la decisión lamentable como por la falta de pudor ajeno. No voy a entrar en el análisis de lo que un juramento solemne exige. Hay reflexiones en voz alta absolutamente inútiles cuando, como aquí ocurre, todos los presentes tenemos una conciencia clara de la valoración moral que merecen los sufragios emitidos en la sesión de Cortes que acabamos de citar.

    Valga nuestro reconocimiento y homenaje a los procuradores que dijeron gallardamente que no, y en especial a Raimundo Fernández Cuesta, primer secretario general de la Falange, que supo exponer, con lógica diáfana, una argumentación jurídicamente irrebatible, ofreciendo a todos, incluso a los adversarios, una lección de ortodoxia y de lealtad a la doctrina profesada y jurada.

    Al lado del discurso de Fernández Cuesta, y por contraste, hay que destacar, para comentarlo, el del ministro secretario general del Movimiento, don Adolfo Suárez, discurso que, con todos los respetos para la persona, yo me atrevo a calificar de hueco, por retórico; pesado, por reiterativo; absurdo, por incongruente, e insostenible, por sofístico.

    Vayan por delante tres observaciones que estimo fundamentales:

    • Se ha hurtado a la Cámara política [Consejo Nacional del Movimiento] un asunto de su exclusiva competencia –y no de la competencia de las Cortes-, de conformidad, claro es, con la legislación vigente, que es la única observable. En efecto, el artículo 4º de la Ley Orgánica del Estado dice que el Movimiento Nacional promueve la vida política, y a su representación colegiada, es decir, al Consejo Nacional, se atribuye, por el artículo 21 de la misma Ley, el estímulo de la participación auténtica y eficaz de las entidades naturales y de la opinión pública en las tareas políticas y de encauzar el contraste de pareceres.

    • Por una Ley aprobada por las Cortes y que no va a referéndum, se modifican dos leyes fundamentales, a saber, la Ley Orgánica del Estado y la del Fuero de los Españoles (al menos en sus artículos 10 y 17) y se deja sin efecto el Principio VIII del Movimiento Nacional.

    Claro es que el argumento, aunque frágil, no se elude. La reforma, en virtud de la cual se vuelve al sistema de partidos, no deroga ni modifica nada, tan solo aclara y desarrolla una normativa potencialmente inserta en nuestro ordenamiento constitucional.

    • La urgencia con que la reforma-ruptura se produce contradice, de una parte, la mesura y reflexión con que la misma, de reputarse necesaria debiera hacerse y, de otra, produce la impresión de que se realiza con esta rapidez por razón de compromisos serios contraídos con fuerzas políticas y económicas que actúan dentro y fuera de nuestra Patria y que en ocasiones parece que exigen y hasta ordenan.

    Sobre esta triple argumentación de base, el discurso del ministro secretario general del Movimiento [Adolfo Suárez] puede analizarse sin dificultad.

    A primera vista resulta evidente que ha prescindido de toda alusión a la legalidad. Y es lógico, porque en este terreno no era posible conseguir ni una sola adhesión. Todo el encaje legal que el señor Suárez hubiera pretendido se le hubiera vuelto radicalmente en contra. Por eso rehuyó medrosamente el tema y acudió al terreno de las realidades, o, al menos, de las realidades que a él le interesa imaginar. Estas realidades son, para el ministro, las siguientes:

    Hay, de hecho, partidos políticos. Pues bien, los hay porque el Gobierno los ha convocado y estimulado, aunque no sean más, en ciertos casos, que unas siglas y unos cuantos recortes de prensa. Si, como el ministro dice, “ante los partidos, el Gobierno puede hacer tres cosas: combatirlos, ignorarlos o legalizarlos”, salta a la vista que el Gobierno de un Régimen “anti-partido” ha incumplido con su deber: primero, al ignorarlos y, ahora, al querer legalizarlos.

    La legalización no es, sin embargo, una panacea universal. Por ese procedimiento se acabaría con el delito, desde el robo a la fabricación de moneda falsa. Para ello bastaría una modificación del ordenamiento jurídico; pero antes sería preciso abdicar del bien común, que es la razón de existencia del Estado y de la comunidad política.

    Los partidos no son malos, pues dice el señor Suárez, ya “no son grupos ideológicos que se enfrentan violentamente, sino diversidad de acciones programáticas”. Yo no sé qué información tiene el ministro sobre los programas de los grupos políticos que actúan en el mundo y comienzan a actuar en España. Pero un examen, por superficial que sea, sobre su comportamiento en el Líbano, en el Ulster o en Italia, por no citar el muy reciente de Chile, sería bastante para entender que tales programas conllevan un enfrentamiento ideológico radical y conducen inexorablemente a una lucha cargada de violencia.

    Por si eso fuera poco, tenemos en España no sólo la experiencia reciente, que nos condujo a un doloroso trauma en el que se puso en juego la existencia de la nación y la vida de cientos de miles de españoles, sino las proclamas bien conocidas, carentes de rectificación y a todas luces desafiantes, de algunos de los partidos políticos que ahora renacen, impulsados por el Gobierno, y a los que hay que imputar aquel trauma doloroso, haciéndoles responsables del mismo.

    Los partidos recogen el pluralismopara someter a debate lo que es accidental. Al legalizarlos, dice el ministro, estamos en la línea del Estado al que servimos, que nació plural”. ¿Por qué hemos de insistir –concluye el señor Suárez- en la uniformidad?

    En primer término, será usted, y algunos como usted, los que han insistido en la uniformidad. Nosotros, que estamos en desacuerdo con la ley que autoriza los partidos políticos, nunca hemos querido, ni menos aún impuesto, la uniformidad; y ello, entre otras razones palmarias, porque no hemos formado parte de ningún Gobierno del Régimen.

    Una cosa es que la vida política de una nación discurra a través de los partidos políticos y otra que se anquilose y encorsete a través del partido único; una cosa es el partido único y otra es el Movimiento. Los que han confundido el partido único con el Movimiento, habrán sido ustedes, nosotros no, y sólo a ustedes habría que hacer responsables de las consecuencias nefastas de la uniformidad pretendida.

    Desde que nacimos a la vida pública, hemos dicho que la unidad no podía confundirse con la uniformidad, de igual modo que la diversidad, que es inevitable y conveniente, no podía, ni puede, confundirse con la desunión.

    Naturalmente que lo accidental hay que ponerlo a debate. Si no fuera así estaríamos ante una tiranía. Pero eso, que es posible en el Movimiento, no lo es en un régimen de partidos, porque ideológicamente los partidos que cuentan ponen a debate lo fundamental; y eso equivale a la anarquía y al caos.

    No entenderlo así supone que se construye con entes irreales y que se desconoce, por error o por habilidad dialéctica, el mundo de las realidades a que, primariamente, se hizo apelación.

    Los partidos legalizados responden a nuestro compromiso histórico, “terminando la obra realizada por el Régimen mediante la consolidación definitiva de una democracia moderna, que ofrezca al 70 por 100 de los españoles que no conocieron la guerra los instrumentos precisos para la conservación de la paz, rompiendo de una vez los círculos viciosos de nuestra historia”.

    Las frases, entresacadas del amplio discurso del señor Suárez, son, al menos para mí, ininteligibles: porque entiendo que Franco rompió de una vez por todas, esos círculos viciosos de nuestra historia, que ahora se trata de repetir; porque entiendo que la democracia inorgánica que se persigue ni es la mejor, ni es, siquiera, la más moderna; porque, precisamente porque muchos millones de españoles son beneficiarios de la paz lograda por el Régimen, son tributarios de la Victoria que conquistó esa paz y de la ideología que la sirvió de base y fundamento; porque siendo ello así, no comprendo cómo a las nuevas generaciones se le arrebatan los instrumentos de la paz conocida y se le entregan los instrumentos de la subversión que acabará con ella; y porque no llego a entender tampoco que la coronación de una obra consista en el retorno al punto de arranque y de partida.

    Los partidos legalizados cumplen una de las cláusulas del “pacto” entre quienes detentan el Poder y quienes militan en una oposición todavía no reconocida. El “pacto”, asegura el señor Suárez, pretende una síntesis del pensamiento colectivo de las distintas fuerzas políticas.

    La ventaja de estas afirmaciones del ministro secretario general del Movimiento [Adolfo Suárez] está en que ya sabemos, sin remilgos, a qué atenernos.

    Hay, en primer lugar, un pacto, y este pacto no es el de las fuerzas nacionales que se dieron cita, con el Ejército, para la Cruzada. Este pacto no es de los Principios del Movimiento. Se trata de un pacto distinto entre el Poder y la oposición no reconocida legalmente. En virtud de ese pacto se va a una síntesis ideológica. Como propuesta teorizante podría admitirse. Como realidad es imposible. ¿Cómo va a hacer esa síntesis el señor Suárez, cuando en torno a la mesa de la reconciliación unos partidos políticos expongan en su programa que la vida individual y comunitaria se ordena conforme a una concepción espiritual, que arranca de la existencia de Dios, de una ley moral objetiva, de un destino trascendente del hombre, portador de valores eternos, y otros, hasta golpeando la mesa, aseguren que Dios no existe, que no hay otro derecho que el positivo, que la ley es pura decisión de la voluntad, que la conciencia o el Estado o el partido o la clase crean los baremos morales, y que el hombre no es otra cosa que un animal biológicamente evolucionado, cuya existencia termina con la muerte?

    Preguntas

    ¿Qué síntesis hará el señor Suárez entre los que estiman indisoluble el matrimonio por derecho natural y los que exigen la ruptura del vínculo por mutuo disenso o por un índice más o menos largo de causales?

    ¿Qué síntesis hará el señor Suárez entre los partidos monárquicos y los que, como el socialista, reiteran su vocación republicana y su propósito de abolir la Monarquía, a la que el propio señor Suárez ha jurado servir?

    Entre la “Comunión” en los ideales de la Cruzada, que uniforma el Movimiento, tal y como está definida en nuestro Derecho constituido y la “Síntesis del Poder con las fuerzas políticas adversas, en un Derecho constituyente, yo me quedo, naturalmente, con la primera.

    Pero si éstas son las conclusiones elementales de un análisis del discurso del ministro secretario general del Movimiento, lo que no atino a vislumbrar que pueda sufrirse es que el regreso a un sistema de partidos políticos, abierto a los que militan contra el Régimen, pueda producirse, como ha dicho el señor Suárez, “sin renunciar a ninguna de nuestras convicciones”.

    La “contradictio in terminis” es flagrante y para mí escandalosa, ya que si las convicciones oficiales del ministro coinciden con las mías, y las mías coinciden con las de la Comunión Tradicionalista; con las de José Antonio, que concibió a la Falange, desde el discurso fundacional del Teatro de la Comedia, como un anti-partido; con las de Franco, que con insistencia machacona los repudió, y con la doctrina informadora del Estado nuevo, no comprendo cómo es posible, sin abdicar de las propias convicciones, propiciar desde el Gobierno, y aún más, desde la Secretaría General, la formación, legalización e institucionalización de los partidos políticos.

    Que esto, además, sea, según el ministro, para mantener la obra de Franco, al que se juzga y califica de “hombre irrepetible”, que llevó a cabo “una obra gigantesca, de la que todos somos beneficiarios y al que se debe un continuo homenaje de gratitud”, es inaudito. Y es inaudito, porque elogiar a un hombre y enaltecer su obra no se concilia bien con la destrucción de la misma, poniendo en práctica lo que él aborreció. Y porque si es cierto que se debe a Franco ese homenaje de gratitud, no se acierta a vislumbrar por qué se prohibió a los combatientes que lo llevaran a cabo en Madrid al cumplirse un semestre del fallecimiento del Caudillo.

    ¿Es ésa la libertad?

    Por último, asegurar, como lo hizo el ministro, que de este modo se levanta “el edificio de la concordia nacional, en el que habrá un lugar holgado para cada español”, fue, sin duda, profético, porque la Providencia, que nos mira con afecto, quiso, para avisar a todos y al que hablaba con representación tan llena de responsabilidad, que pocas horas después de aprobarse ese “edificio para la concordia nacional”, que son los partidos, Luis Carlos Albo, jefe local del Movimiento de Basauri, cayera cosido a balazos por los pistoleros de la ETA, y de acuerdo con su “opción programática” hallase en el cementerio sitio holgado para su cadáver.

    Si esa es la democracia moderna a la que el Gobierno nos empuja, yo, personalmente, no quisiera vivir bajo su sombra, que tan escasa libertad para vivir me ofrece.

    ¡Qué tremenda lección para la clase directora del país! ¡Qué advertencia! Porque morir en la lucha, por una causa que los capitanes asumen y por la cual pelean, situados al frente y en el puesto de mayor peligro, tiene, en medio de su dolor, su alegría y su júbilo; pero morir por una causa entregada, poco después de que los mandos de la más alta significación rindieron sus banderas y estimaron errónea la razón del combate, y confraternizaron con los enemigos, es rabiosamente heroico y dolorosamente indignante.

    Por eso nosotros reclamamos como un timbre de honor la sangre vertida por nuestro buen camarada Luis Carlos Albo, suscriptor y entusiasta de FUERZA NUEVA. A su esposa y a sus hijos les enviamos desde aquí, con nuestro pésame, el perfume de una oración muy sentida, y la promesa de nutrirnos espiritualmente de su ejemplo.

    “Familia inmensamente cristiana y española”, que perdonó cristianamente, pero que tiene el deber cristiano también de no olvidar; familia, en fin, que ha hecho suya la hermosa frase del testamento de Franco: “Mi marido, mi padre, no tuvo más enemigos que los enemigos de Dios y de España”. ¡Qué contraste entre el holocausto de un camarada de filas del Movimiento Nacional y la votación de las Cortes, con el discurso del señor Suárez, del 9 de junio de 1976!

    • Vamos a tener ahora, dijo el ministro, “una política de rostros descubiertos”; y ello ha comenzado a cumplirse, pues hemos sabido, en aquella histórica jornada, quién es quién, cómo piensa realmente, cuál es su criterio sobre las lealtades prometidas.

    • “La política o está asentada en la piedra angular de la autenticidad o no es política”, aseguró el ministro. Pues bien, si la autenticidad doctrinal de antes no coincide con la autenticidad doctrinal de ahora, la autenticidad no existe, y por ello, ni antes ni ahora hubo, en manos de ciertos gobernantes, una política verdadera, ¡y así, como es lógico, han marchado las cosas!

    • “La subversión, la excluirá la sociedad misma cuando pueda organizarse con fórmulas civilizadas y atractivas”, concluyó, para quitar temores, el ministro secretario general del Movimiento fenecido [Adolfo Suárez].

    ¡Pero qué ligereza! Hasta ahora la sociedad española, por lo visto, y “a sensu contrario”, no había podido organizarse de una manera civilizada. Ahora, indudablemente, sí. Sin embargo, la subversión no se autodestruye, sino que aumenta, no sólo fuera de España –con fórmulas tan organizativas, tan envidiables-, sino en España misma, donde al amparo de las falsas libertades proliferan los asesinatos y los secuestros terroristas. Yo no sé en qué mundo vive el señor Suárez, pero lo que sí sé es que en la fórmula que el Gobierno Arias nos ofrece habrá más sobresaltos que atractivos, aunque las atracciones sean muchas, a base de columpios, tiros al blanco, y tíos vivos que se aprovecharán de las circunstancias, con notable perjuicio para España y para los españoles.

    ***
    Ante la situación real, no la imaginada retóricamente, nosotros hacemos hincapié en nuestra postura conocida.

    Escribió Benavente que “el enemigo sólo empieza a ser temible cuando comienza a tener razón”. Pues bien, nosotros, que no somos enemigos del Sistema, sino que hemos sido, a la intemperie y al margen del oficialismo, los guardianes de la doctrina, comenzamos a ser temibles, no porque tengamos razón, sino porque estamos hartos de razones. Por eso nuestros actos públicos son multitudinarios y entusiastas, y pese al silencio y a la difamación casi generales, nuestra marcha es incontenible y arrolladora.

    Desde la lealtad que debemos al jefe del Estado, y desde las razones que nos asisten ante el desgobierno suicida que padecemos, le decimos con la esperanza inicial que en él depositamos: “Cuenta con nosotros para mantener, continuar y perfeccionar la obra de Franco, que hizo posible la Monarquía y la Corona; no cuentes con nosotros para alentar y avalar con nuestro aplauso o nuestro silencio a los que tratan de destruirla”.

    A esa línea de pensamiento responde la existencia de FUERZA NUEVA, su comparecencia en las grandes ciudades –el cine Morasol, de Madrid, o el Palau de la Música, de Barcelona- o en los pueblos pequeños como Talarrubias, en Badajoz; Pedreguer, en Alicante, o Villavieja, en Castellón.

    Aquí, entre vosotros, como en tantos lugares, os recordamos a la avanzadilla que, hoy hace años, izara la bandera nacional, como una esperanza, o mejor, como un adelanto de la Victoria.

    ¡ARRIBA ESPAÑA!

    (Fuertes aplausos cerraron el discurso del fundador de FUERZA NUEVA, cantándose a continuación el “Cara al Sol” por todos los presentes.)
    Última edición por ALACRAN; 07/11/2020 a las 18:29
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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    Re: Discursos de Blas Piñar (durante y contra la "transición")

    Discurso pronunciado por Blas Piñar en la Puebla de Almoradiel (Toledo), el 20 de junio de 1976


    Revista FUERZA NUEVA, nº 496, 10-Jul-1976


    “EL FUTURO ES DE LOS QUE CREEN”

    Discurso pronunciado por Blas Piñar en el teatro Maestro Guerrero, de la Puebla de Almoradiel (Toledo), el 20 de junio de 1976

    Camaradas, amigos, paisanos:

    Hoy se cumplen siete meses de la muerte de Franco. Mas parece que transcurrió mucho tiempo, a juzgar por el cambio que se impone con urgencia democrática y suicida. El cambio ha sido tal en la gobernación del Estado, que los antiguos colaboradores de Franco, por una parte, tratan de deshacer su obra, y por otra, de que su nombre se olvide (grandes aplausos).

    Ejemplo de lo primero: la Ley de Asociaciones Políticas. Ejemplo de lo segundo: la prohibición a los combatientes para manifestarse en Madrid el 20 de mayo. Pero, por contraste, se autorizan los homenajes a García Lorca y a Miguel Hernández, transformándolos en mítines subversivos.

    Me decía un amigo: “Si un combatiente nacional caído antes del primero de abril de 1939 levantara la cabeza y contemplase el espectáculo que tenemos a la vista, llegaría a la conclusión de que la guerra la ganaron los rojos”.

    Hoy celebramos un acto político de signo nacional en La Puebla de Almoradiel, que recordará a muchos, sin duda, por su talante y por su momento histórico, el 22 de abril de 1934, en el que habló José Antonio.

    Tres afirmaciones de José Antonio

    No conservamos su discurso. No hubo taquígrafos ni había entonces cintas magnéticas para grabarlo. Pero nos queda un resumen, del que entresaco tres afirmaciones que hacemos nuestras:

    1.”Emoción y orgullo al dirigir la palabra a los campesinos, depositarios del verdadero espíritu nacional, en los que se conservan puras, en lo profundo del ser, las virtudes de la raza”.

    Por eso, FUERZA NUEVA toma contacto con los pueblos: Talarrubias, El Entrego, Pedreguer, Vall de Uxó, Valdepeñas…

    El Ejército nacional, fundamentalmente, fue un ejército de campesinos y estudiantes. Aquéllos confían en el Dios Todopoderoso, que envía soles y lluvias para la granazón de la cosecha. Estos, con el alma limpia e inquieta, saben ofrecerse con generosidad por las causas nobles y grandes que demandan sacrificio y esfuerzo.

    2.Concepción de la política, no como arte de componendas o como camino de acceso a los cargos públicos, sino como una empresa al servicio de España.

    Por eso nuestra oposición a la vuelta al sistema de partidos, aceptado con júbilo por nuestra clase directora.

    3.La vida sólo es aceptable para asumir esa empresa noble.

    Por eso abandonamos la vida muelle, confortable, y damos un paso hacia adelante desde la mayoría silenciosa, desde la fiesta y la siesta que susurran voces tentadoras en nuestros oídos, para andar por las tierras de España, para galvanizar y advertir y organizar a nuestro pueblo en esta hora doblemente difícil: porque Franco ha muerto y porque los enemigos de la Patria y de la civilización cristiana, que en sus cubiles vigilaban con acecho, pasaron a la ofensiva y atacan con furor.

    Nuestra ascética religiosa y política nos exige alejarnos de la devoción falsa por un cielo fácil –el reino de Dios pertenece a aquellos que se hacen violencia-, y dedicarnos a la conquista del paraíso que se alcanza con dificultad y hasta con sangre –sin sangre no hay redención-, de ese paraíso en cuyos puestos hay, como decía José Antonio, y la basílica del Valle de los Caídos nos recuerda, ángeles erectos y firmes, con espadas (gran ovación).

    Origen de la situación actual

    Los problemas que hoy contemplamos no han surgido de la noche a la mañana. Durante los últimos años de Franco, la presión internacional, el despegue ideológico de muchos de sus colaboradores, la actitud oficial de la Iglesia, erosionaron la arquitectura del Régimen.

    La confianza de la nación en Franco, en su patriotismo, en su experiencia y hasta en su habilidad pudo ser motivo justificante de la orientación hacia temas no esencialmente políticos, de las preocupaciones generales. El pueblo, contra lo que de ordinario se dice, no aspira a gobernar, sino que lo único que desea es ser bien gobernado (aplausos).

    Esta confianza de la nación tuvo su parte positiva evidente, pero tuvo también su aspecto negativo. De una parte:
    1) Franco no era eterno,

    2) las fuerzas vencidas en la Cruzada no renunciaron al desquite,
    3) en la clase directora del Régimen cundían el desaliento y la voluntad de “pacto” a través de la reconciliación, de los cambios y de las reformas,
    4) los gobiernos de las naciones liberales, de un lado, y los marxistas, de otro, no podían resistir el desafío de una España unida y en orden, con un creciente poderío económico y un extraordinario prestigio internacional.

    • Así, los veinticinco años de la victoria (1964), es decir, las bodas de plata, con la paz lograda por la victoria, no se celebraron de acuerdo con las exigencias requeridas. En un acto inolvidable celebrado en aquella ocasión, bien significativa, en el teatro Calderón, de Valladolid, pusimos de manifiesto cómo desde los medios oficiales quería identificarse a la efemérides con una paz amputada de la guerra, surgida por generación espontánea, poco menos que regalada, sin heroísmo y sin esfuerzo, una paz burguesa y aséptica, conmemorada por unos carteles sin banderas, pero plagado de palomas y cornúpetos, a manera de anuncios de un circo pobre o de unas fiestas patronales con tiro de pichón y corrida de toros.

    Pero la verdad es, aun cuando haya querido ocultarse, que sin la victoria la paz hubiera sido imposible. La victoria sin alas no estremece porque le faltan las alas, porque alguien por sorpresa o con ira se las haya arrancado, porque mientras haya vida interior en ella, las alas retoñarán con brío. Lo lamentable e irremediable sería que, sin savia genética, las alas se cayeran por sí solas, luego de perder su lozano color de origen. La victoria sin alas sería entonces una victoria muerta, puro cadáver entregado sin resistencia al enemigo de ayer y de hoy para que la despedace (gran ovación).

    • Así, los medios de información, de diversión y de formación, en ese clima de olvido y dejadez, han ido pasando poco a poco, y últimamente con una rapidez que parecía imposible, a poder de los adversarios del Régimen. No había partidos políticos, pero había órganos de expresión y de difusión de sus respectivos idearios. No había mítines, pero la pantalla y el escenario los suplieron en gran medida. Los centros escolares y la Universidad incluida asumieron la misión de inculcar en nuestras juventudes el patriotismo, pero los acontecimientos nos dicen hasta qué punto se han convertido, por causas de las que los estudiantes son los menos responsables, en incubadoras marxistas.

    • Así se ha ido deteriorando la paz y el bienestar de los españoles, especialmente después del brutal asesinato de Carrero Blanco y de la muerte del Caudillo.

    Los asesinatos y los secuestros se han convertido, de tanto repetirse, en pura noticia, y la frase del ministro Fraga, dirigida al terrorismo: “¡Si quieren la guerra la tendrán!”, está demostrando con los hechos, o que no se hace la guerra o que el Gobierno la pierde cada día (ovación de gala).

    • Así, la paralización y la crisis económica debidas esencialmente a la inseguridad en el presente y en el futuro, y reflejada: en las huelgas que se estimulan y mantienen desde el exterior, contra la propia voluntad de los propios obreros, que cuando se liberan, como ocurrió en HUNOSA, de la presión de los piquetes marxistas, acuerdan reintegrarse al trabajo, en el freno de las inversiones empresariales, en el aumento progresivo y alarmante del paro, en la disminución de la reserva de divisas, en la evasión de capitales, en la inflación creciente, en el endeudamiento exterior, en la próxima apertura de poderosos bancos extranjeros, en el pago con anticipo de contribuciones no liquidadas, en la hipoteca, en fin, de nuestra soberanía.

    • Así, la confusión política, que va desde los vocablos, cuya profunda y auténtica significación desconocen las gentes sencilla, al ser manejados por personas de calificación política u moral diferente (evolución, cambio, reforma, ruptura, pacto…) hasta las siglas de grupos y grupúsculos políticos significación antagónica, pasando por la legalización o no legalización, y en todo caso por la tolerancia, del Partido Comunista y el separatismo, puesta de relieve en actos como los del frontón Anoeta de San Sebastián y el campo de fútbol del Barcelona, con ocasión del último partido entre un equipo de la URSS y una selección catalana.

    Según la referencia de la agencia Cifra, en el frontón Anoeta “se guardó un minuto de silencio en recuerdo de los muertos en el País Vasco, por los presos actualmente en la cárcel y por los exiliados”. Hubo “gritos de amnistía, el himno de los gudaris y banderas nacionalistas”, y entre los oradores, Francisco Idiáquez, del Partido Comunista de Euzkadi, pidió “un estatuto de autonomía, similar al de 1936, como un primer paso hacia otros logros, como son el socialismo y una sociedad comunista”.

    • Así, por último, el declive de España en el plano internacional. Hemos perdido el Sáhara tan pronto como se descubrió por la plutocracia internacional (aplausos) el valor de los superfosfatos; sigue pendiente de ratificación el famoso Tratado con los Estados Unidos, y se interrumpen con facilidad, por la intervención de Santiago Carrillo, las negociaciones con Rumanía para la elevación a embajadas de los respectivos consulados generales (aplausos muy vivos).

    ***
    ¿Volveremos al caos después de cuarenta años de paz? ¿Se repetirán las matanzas de la provincia de Toledo? ¿No nos dicen nada, frente a los comentarios de la falsa reconciliación, las cruces de nuestras sendas, las listas de nombres fijadas a los muros de nuestras iglesias, los monumentos a los caídos de nuestros pueblos y ciudades, las criptas donde aguardan la resurrección nuestros héroes y mártires, la basílica inmensa, impresionante de Cuelgamuros? ¿Nos avergonzaremos de todo ello?

    La Iglesia, antes de la defección de algunos de sus estamentos, pidió en España, por boca del cardenal Gomá, en agosto de 1939, que los victimados por la vesania roja pudieran descansar “bajo las bóvedas de los templos, para que los mismos sepulcros testifiquen a las generaciones futuras el temple de la Cruzada española contra el comunismo”.

    Y Pío XI, en su “Divini Redemptoris”, escribió, hablando de la España de entonces: “No se ha destruido una que otra iglesia, uno que otro claustro, sino que, cuando ha sido posible No se ha limitado a derribar alguna que otra iglesia, algún que otro convento, sino que cuando ha sido posible, se arrasaron todas las iglesias, todos los claustros y todo vestigio de religión cristiana (grandes y prolongados aplausos. Esta espantosa destrucción se ha llevado a cabo con un odio, una barbarie y una ferocidad que se consideraban imposibles en nuestros tiempos. El comunismo es intrínsecamente perverso y no se puede admitir en ningún campo la colaboración con él, de parte de los que quieren salvar la civilización cristiana. Y si algunos, inducidos al error, cooperan a la victoria del comunismo en su país, serían las primeras víctimas de su error, y cuanto más se distingan las regiones en que el comunismo logre penetrar por la antigüedad y grandeza de su civilización cristiana, tanto más devastador se manifestará el odio de los sin Dios”.

    ¡Qué actualidad la de esta encíclica para los políticos católicos de España y sobre todo para Italia, que hoy decide su destino!

    Nosotros no olvidamos ni la lección de entonces ni el mensaje del Vicario de Cristo. Son otros los que lo han olvidado y hasta insultado.

    De aquí nuestro combate por España, con medios escasos, pero justos, entre el silencio y la difamación, sin tiempo para contestar, porque el amor a la España en peligro nos impide detenernos para defender nuestro honor. ¿Qué importa perder un coche?(*) ¡Y los que dieron y dan la vida! Nosotros tenemos el respaldo de todos los muertos por Dios y por España. Y esa sangre no reclama venganza, pero sí reclama fidelidad. Por eso recordamos la oración de Sánchez Mazas: “Víctimas del odio, los nuestros no cayeron por odio, sino por amor” (aplausos). “Tú nos elegiste, Señor, para que fuéramos soldados ejemplares; custodios de valores augustos; números ordenados de una guardia puesta para servir, con amor y valentía, la defensa suprema de la Patria”.

    Danos, Señor, perseverancia:
    Para resistir a las tentaciones de la huida o el escondite, de adaptarnos a la nueva situación, de hablar y murmurar tan sólo.
    Danos perseverancia:
    • convencidos de que habitamos en la verdad,
    • convertidos y transformados para servirla en
    • militantes inasequibles al desaliento
    • tenaces y fuertes hasta pasar de bisoños a veteranos,
    • conscientes de sabernos guía de un mundo que sigue confiando en la misión universal y salvadora de España.

    El porvenir es de los que creen, no de los escépticos. Sólo nuestra debilidad interior puede depararnos la derrota. Pero nuestro pulso no temblará.

    Por desgracia, el frente rojo se perfila. Habrá que oponerle un frente nacional, porque las medias tintas no cuentan, como no cuentan los Pilatos. Sardá y Salvany dijo de ellos que “no aborrecen la verdad, pero no quieren ser aborrecidos por causa de ella; quisieran que el error y la verdad viviesen amigos, hermanos; el error, por tolerante, y la verdad, por caritativa. Nada de asperezas, de intransigencias, de actitudes claras y definidas. En todo, el equilibrio, el justo medio para el bien y para el mal. La falta de consideración, el despecho, los dicterios, guárdense para quienes en su política no se avengan a seguir ese meloso procedimiento de las transacciones. ¡Duro con éstos!” (grandes aplausos).

    El hibridismo suele ser estéril. El sincretismo no prospera como no prosperó el esperanto, ni a nada conducen el falso irenismo o el ecumenismo dogmático.

    El frente nacional de hoy, que nosotros pedimos, no sólo en la base, sino también en la cabeza, con el mismo tesón con que en su tiempo lo pedía José Antonio, supone no sólo que se depongan actitudes personalistas, sino también determinados límites históricos y morales.

    Desde el punto de vista histórico, a mi manera de ver, no cabe el regreso a los afluentes que dieron origen al 18 de Julio. La fecha es un punto de arranque y de partida, una diana divisoria del acontecer nacional. La marcha atrás, la recomposición de las fuerzas públicas originarias, con independencia de sus propias dificultades, implicaría un retroceso, una abrogación lamentable de los conseguido y alcanzado.

    Desde el punto de vista moral, el frente que propugnamos tiene dos limitaciones elementales: del mismo deben excluirse aquellos cuya conducta en el manejo de los negocios públicos no fue limpia, y aquellos otros que demostraron su verdadera ideología o su falta de lealtad a los Principios que juraron, diciendo que “sí” en el pleno de las Cortes del pasado día 9 de junio, a los partidos políticos (gran ovación).

    ***
    Decía Onésimo que los problemas graves de España se habían planteado porque faltaban hombres. Afortunadamente, esos problemas graves se resolvieron en un trauma doloroso, porque hubo los suficientes para levantar a la nación. Esperamos que ahora los haya también. Y recordemos, con esta finalidad, la anécdota de José Antonio: una de las hermanas Aramburo le preguntó por qué no se casaba. José Antonio respondió decidido que no quería dejar viuda joven y que le quedaba el consuelo de que a su muerte le lloraran todas las mujeres de España. Yo creo que a José Antonio le lloramos todos, los hombres y las mujeres, los amigos y los enemigos a los que todavía quedaba un adarme de caballerosidad. Lo que importa en este momento es el sentido y el alcance de las lágrimas. Porque a la hora de luchar por España, las lágrimas de dolor son insuficientes; las que urgen son las lágrimas que prueban la resolución varonil de continuar el combate.

    ¡Arriba España! (una larga y prolongada ovación del auditorio –dos mil quinientas personas puestas en pie- cerró el grito del orador, cantándose el “Cara al Sol” a continuación).


    (*) Se refiere Blas Piñar a su propio coche (Seat 1430), robado e incendiado poco tiempo atrás.
    Última edición por ALACRAN; 05/12/2020 a las 17:35
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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    Re: Discursos de Blas Piñar (durante y contra la "transición")

    Palabras pronunciadas por Blas Piñar en el restaurante El Bosque, de Madrid, el 25 de junio de 1976


    Revista FUERZA NUEVA, nº 496, 10-Jul-1976


    Clausura del VII Ciclo de Conferencias de FUERZA NUEVA

    ÉXITO CRECIENTE

    (Palabras pronunciadas por Blas Piñar en el restaurante El Bosque, de Madrid, el 25 de junio de 1976, con motivo de la cena de clausura del VII Ciclo de Conferencias del aula de FUERZA NUEVA)

    “Podemos decir que el curso político 1975-1976 ha sido un curso fuerte, jalonado por tres acontecimientos: la muerte del Caudillo, el primer Gobierno de la Corona y la puesta en marcha de la aventura reformista. Por cierto, que esta aventura ha pasado desde la evolución del sistema a partir de sus raíces institucionales, al cambio; del cambio a la reforma propiamente dicha; de la reforma a la ruptura democrática; y de la ruptura al “pacto”.

    En esta línea, la jornada del 9 de junio en el pleno de las Cortes fue decisiva; allí se liquidó el Movimiento Nacional y se dio paso a un régimen de partidos políticos, con derogación anticonstitucional, pero a todas luces evidente, del Principio VIII.

    El análisis de la votación sería curioso. Yo os confieso que me sentí avergonzado de la falta de pudor ajeno. Hubo ausencias y abstenciones incomprensibles. Hubo “noes” rotundos, categóricos, gallardos, varoniles. Y hubo “síes” de análogo cariz por parte de quienes procedían de acuerdo con un talente político jamás ocultado. Pero hubo asentimientos casi silenciosos, vacilantes, dubitativos, cargados de temor, que apenas se oían y que provocaban llamadas de atención por parte del secretario, que no percibía con claridad el sentido del voto (risas y algunos aplausos).

    ***
    Hace un año nos reuníamos aquí con finalidad análoga a la presente y, entre otras cosas, hacíamos referencia a unas afirmaciones del presidente Arias, que han quedado incumplidas o que las últimas disposiciones y acontecimientos han contradicho de un modo terminante. Estas afirmaciones fueron las siguientes:
    1) Nos negamos a arrinconar nuestros Principios.
    2) Pongo en cuarentena la eficacia de las empresas reformistas.
    3) Cometen un error los que pretenden replantear los fundamentos de nuestro vivir colectivo.
    4) Se pretende el derribo de nuestro edificio constitucional para edificar sobre su solar el ágora de unas supuestas libertades democráticas.
    5) Quedará radicalmente excluido el comunismo por su inspiración marxista.

    ***
    Mientras acontecimientos y disposiciones han dejado reducida a la nada las afirmaciones del presidente, nosotros hemos celebrado con normalidad y éxito creciente nuestro acostumbrado ciclo de conferencias; en una veintena de actos de afirmación nacional nos hemos puesto en contacto directo con más de cuarenta mil españoles; tenemos en marcha la ampliación de capital de la empresa; hemos inaugurado la nueva aula, con ocasión del décimo aniversario de la fundación de FUERZA NUEVA; hemos soportado las campañas de difamación que han llegado a límites que no podíamos imaginar, como la publicación en exclusiva en un semanario erótico de Madrid, de unas declaraciones que jamás hice ni en ningún caso haría a semejante publicación.

    ***
    Mientras tanto, también, luego de reflexionar sobre el tema, y pese al desagrado que la decisión lleva consigo, hemos resuelto, sin perjuicio de nuestra actividad editorial, constituir a FUERZA NUEVA en partido político. Nadie nos negará que hemos llegado hasta la situación límite prevista, y que con todos los medios lícitos a nuestro alcance nos hemos opuesto a un sistema de partidos. La nueva ley nos plantea tres posibilidades: renuncia a la actividad política, paso a la clandestinidad y configuración asociativa.

    Es lógico concluir que hemos aceptado la última. Cuatro argumentos la avalan:

    1) No queremos quedarnos sin cobertura legal.
    2) Debemos recoger con ilusión y esperanza el fruto de diez años de intensa labor.
    3) Conviene una presencia organizada de FUERZA NUEVA para, en la contienda electoral o en el referéndum, propugnar una reacción concorde con los ideales del 18 de Julio.
    4) Demostrar que hemos repudiado los partidos porque de acuerdo con la doctrina recibida, con el pensamiento de Franco y con la experiencia, son perjudiciales para España; no porque nosotros personalmente los temamos o no quisiéramos –por miedo- llegar a las urnas a través del sufragio universal.

    Que nos dejen la libertad prometida, que los medios de información se comporten con objetividad y que las propuestas oficiales sean claras e inteligibles, y veremos el resultado.

    Camaradas y amigos: ¡arriba España!

    (Grandes aplausos surgieron del numeroso público presente, que acto seguido entonó el “Oriamendi” y el “Cara al Sol”)
    Última edición por ALACRAN; 21/12/2020 a las 19:58
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    Re: Discursos de Blas Piñar (durante y contra la "transición")

    Para mayor sarcasmo la prensa progre repetía que la cadena de atentados cometidos aquel 18 de Julio en distintos puntos de España provino de la “extrema derecha”; o sea, el bulo de que la extrema derecha dinamitaba sus propios monumentos para poder culpar de terrorismo a los comunistas.



    Revista FUERZA NUEVA, nº 500, 7-Ago-1976

    DESAGRAVIO AL MONUMENTO A LA VICTORIA (LA MANCHA, 28 DE JULIO)

    Más de 2.000 personas en Valdepeñas (Ciudad Real), al pie de la figura escultórica dinamitada el pasado 18 de Julio

    El acto comenzó con el rezo de un misterio del Rosario y un responso, dirigidos por el padre Venancio Marcos, secretario de la Hermandad Nacional Sacerdotal. A continuación, y sobre la estructura descubierta por la voladura, se depositaron docenas de coronas de laurel, claveles, las cinco rosas, que portaban jóvenes de ambos sexos, y que representaban la ofrenda floral de las delegaciones provinciales de FUERZA NUEVA. Acto seguido, Juan Carlos Huertas, por enfermedad de su padre, Francisco Huertas –que, a pesar de ello se hizo presente-, delegado provincial de Ciudad Real, pronunció unas emotivas y gallardas palabras, aplaudidas y vitoreadas por el público (…)

    Cuando tomó la palabra Blas Piñar para cerrar el acto, todavía subían personas por la loma, y también a lo largo del discurso (…)

    Habla Blas Piñar

    “Así dejaron el monumento al Ángel de la Victoria en la madrugada del 18 de julio de 1976, cuando se cumplía el 40 aniversario del Alzamiento Nacional.

    Nos hemos reunido aquí los hombres y las mujeres de FUERZA NUEVA, no sólo para poner de manifiesto nuestra lealtad a los ideales del Alzamiento y de la Victoria, ganada a pulso por la mejor juventud de España, sino para decir a los cuatro vientos que todo lo que simboliza esta imagen, deshecha hoy, continúa en pie. De no ser así, el odio y el afán de revancha no se hubieran desencadenado con la furia que aquí se hace tan hiriente y reveladora.

    Nos hemos reunido para formular un escalafón de autorías y responsabilidades. Porque ha habido, claro es, unos autores materiales del delito. A tales autores, al menos, hay que reconocerles el valor y la gallardía del riesgo, del riesgo a ser detenidos y del riesgo a que les estallara la dinamita.

    Pero también hay unos autores morales, por inducción y por deserción.

    Autores morales por inducción podemos considerar a aquellos que asumen el papel hipócrita de dar la orden en secreto y en voz baja, mientras continúan sonrientes en sus puestos cómodos y protegidos y ponen en juego una campaña difamatoria en la que, con ausencia de coraje, imputan a los que ellos llaman la extrema derecha -y que no es otra cosa que la extrema fidelidad-, los crímenes de que son responsables.

    Autores morales por deserción podemos considerar a quienes han olvidado el 18 de Julio, a quienes niegan su propia legitimidad, su partida de origen y nacimiento, dejando un vacío político que el adversario aprovecha y sabe llenar. Decían los periódicos que este año la conmemoración del 18 de Julio fue muy escasa. ¡Ni siquiera tuvo lugar la recepción en La Granja!

    El espectáculo de la conmemoración hecha por el enemigo con bombas y dinamita, con destrucción de monumentos, cruces y edificios, se completa con la España silenciosa en torno.

    Yo no puedo creer que ese silencio sea el silencio de la indiferencia, más bien será el silencio de la consternación y del asombro, el silencio contenido que precede al llanto, al sollozo, al grito de rebeldía y de protesta. Porque España no sólo les duele a los españoles, sino que comienza a hacerles llorar lágrimas de ira.

    Mientras tanto, continúa su marcha el proceso “reconciliador”. ¿Cómo contesta el adversario, cómo replican las fuerzas de la oposición no legalmente reconocidas, como las llama el señor Suárez? Sencillamente así:

    La amnistía es muy pobre, hay que aplicarla, globalizarla, universalizarla, como pidió monseñor Suquía durante la ofrenda al Apóstol Santiago. Habrá que incluir en ella a los asesinos de Carrero Blanco, a los de las víctimas de la calle del Correo, a las de tantos y tantos españoles modestos, trabajadores, guardias civiles y de la Policía Armada, taxistas, alcaldes y jefes locales del Movimiento, etc.

    De esta forma, los maestros oficiales del espíritu se constituyen en adalides de una religión invertida. El cristianismo, que es la religión del amor, se convierte en una religión de la impunidad, y el amor a los enemigos se distorsiona tanto que obliga a pasar a las trincheras de enfrente y a escupir, con un complejo de inferioridad que sobrecoge, a los hermanos en Cristo y en el Evangelio.

    • Hacéis concesiones, dicen al Gobierno los que se agrupan en la oposición al Sistema, porque constituís un equipo de transición, puente efímero para una situación nueva que nosotros dominaremos.

    ***
    (…) De entre tantos lugares heridos por la metralla roja, hemos elegido éste: por lo mucho que el Ángel de la Victoria representa, en un tiempo de Arcángeles, como el nuestro, en el que está planteada a fondo y a lo ancho del mundo una batalla ideológica y espiritual; por tratarse de un lugar visible para todos, en la carretera de Andalucía, paso constante, y ahora en especial, de españoles y extranjeros; en lo alto de un cabezo, en el que fueron sacrificados, por los que ahora se yerguen con rencor, tantos y tantos españoles; por tratarse de un monumento erigido en honor del Ejército, para el cual el Ángel de España consiguió la Victoria.

    Como la Providencia es infinita, la metralla y la pólvora dejaron en pie lo sustancial del monumento, que yo no reconstruiría, sino que convertiría, tal y como ahora se halla, en lugar de peregrinación para nuestras juventudes.

    Queda la armadura de hierro de la arquitectura interior, y las alas que representan el genio de la estirpe, y la espada del combatiente.

    Con ello nos sobra para continuar la empresa y para asumir la aventura de despertar a España en la siesta del largo y oscuro verano que vivimos. Y si España no despertara, o si despertando quisiera continuar perezosa y en bostezo, entonces, ¡Señor!, por medio del Ángel de España, del Ángel de la Victoria, danos la fortaleza de hierro, las alas del espíritu y la espada del soldado, para testimoniar nuestra fe en unos ideales por los que estamos dispuestos a luchar, y si fuera necesario, a morir.

    ¡Arriba España!

    Última edición por ALACRAN; 20/02/2021 a las 18:06
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    Re: Discursos de Blas Piñar (durante y contra la "transición")

    Evocación del 1 de octubre de 1936



    Revista FUERZA NUEVA, nº 509, 9-Oct-1976

    «FUERZA NUEVA» Y EL MOMENTO POLÍTICO ESPAÑOL

    Discurso pronunciado por Blas Piñar, el 1 de octubre de 1976, XL aniversario de la exaltación de Francisco Franco a la jefatura del Estado, en el salón de actos de FUERZA NUEVA.)

    Hoy, hace exactamente cuarenta años, en Burgos, capital entonces de la España renacida y en guerra, Franco, al asumir la tremenda responsabilidad de ganarla, ofreciendo la victoria a todos los españoles, dijo, cortado por la emoción de aquel trance histórico: «Me entregáis España, y yo os aseguro que mi pulso no temblará, que mi mano será siempre firme. Llevaré a la Patria a su punto más alto o moriré en el empeño.»

    Permitidme que, al conmemorar este cuarenta aniversario de la exaltación del Caudillo, por una España en armas, a la jefatura del Estado, próximos a recordar el primer aniversario de su muerte, me ponga en pie, y os invito a poneros en pie a todos (todos los presentes se levantan) como signo público de admiración y de respeto hacia el hombre extraordinario, el militar prestigioso, el español fuera de serie, el gobernante cristiano, el símbolo para un mundo en lucha, que cumplió su promesa en plenitud, ya que si por una parte llevó a España a su cota más alta de paz interior, de bienestar económico y de respeto internacional, de otra, murió en el empeño, pues su muerte, deseada por sus enemigos, que jamás se atrevieron a atentar seriamente contra su vida, fue el toque de llamada para que todos los resentidos y revanchistas, todos los desleales y traidores, todos los que han arrancado de su pecho las nobles virtudes de la gratitud y del honor, se avalancen, con premura y con odio, sobre lo que es más importante que su vida, sobre la obra genial que Franco levantó con paciencia heroica y con patriotismo sin límite, para destruirla y desarraigarla, para cubrirla de insultos y de injurias, para profanarla y difamarla. (Grandes aplausos.) ¡Qué huecas y falsas suenan las tímidas frases laudatorias para el Caudillo muerto —para el anterior Jefe de Estado— en boca de quienes luego de haber jurado ante Dios, y reiteradamente, fidelidades absolutas se prostituyen en alianzas torpes, en elogios encendidos para sus adversarios, en colaboraciones increíbles, con quienes ofenden y siguen ofendiendo, en España y fuera de España, el nombre y la obra de Francisco Franco.

    ¡Cómo se levanta y encrespa la indignación ante el espectáculo que ofrece al pueblo sencillo el comportamiento público de un sector desgraciadamente mayoritario de nuestra clase directora!

    Por eso, para frenar en lo posible los extravíos verbales a que la emoción oratoria pudiera dar origen, espoleada por esa indignación santa y legítima, he preferido hacer ante vosotros, más que un discurso, un informe; más que una arenga, una meditación en voz alta, que comprenda, desde el relato y examen del momento político español, hasta la postura de FUERZA NUEVA, que, como es lógico, será en todo congruente con las afirmaciones doctrinales y tácticas que asumimos con nuestra partida de nacimiento en 1966.

    A este informe, aparentemente frío, no le faltará calor interno, como no falta el arrebato fervoroso de la contemplación al silogismo perfecto que descubre la verdad, o a la fórmula matemática que se logra después de ahondar en el cálculo y que nos brinda la solución ambicionada para un problema que parecía totalmente insoluble.

    • • •

    El momento político español en que conocéis el informe que ahora os ofrezco, a los cuarenta años del 1.° de octubre de 1936, y ante el propósito bien visible de desmontar con urgencia la obra realizada, me obliga, para deducir las consecuencias lógicas y fijar con toda precisión la postura de FUERZA NUEVA, a señalar, como antecedente necesario, qué España recibió Franco, y las razones últimas por las cuales hubo que llegar al drama doloroso y sangriento de la guerra de Liberación.

    Este análisis será un repaso de la historia última, un recuerdo de su filosofía inmanente y una proyección de luz, en alzada, sobre la situación actual, en la que el tema de España vuelve otra vez a plantearse en términos dramáticos.

    • • •

    «Me entregáis España», dijo Franco. ¿Pero qué España? Sencillamente, la España de la Monarquía de Sagunto.

    El 29 de diciembre de 1874, el general Martínez Campos proclamó como rey de España a don Alfonso XII. Se pretendía así acabar con una situación de anarquía y pobreza, poniendo de paso punto final a la guerra carlista. El artífice, el «deus ex machina» de la solución, fue un político hábil, inteligente, laborioso, de buena fe indudable: Antonio Cánovas del Castillo.

    Alfonso XII firmó el manifiesto preparado por Cánovas, el famoso manifiesto de Sandhurst. «No dejaré nunca de ser buen español; ni, como todos mis antepasados, buen católico; ni, como hombre del siglo, verdaderamente liberal», afirmó el nuevo rey, con el estilo grandilocuente de la época. Y en París, contestando al saludo de una representación española, que acudió para anticiparle la bienvenida, aseguró con énfasis que tenía la intención de «ser rey de todos los españoles».

    iCurioso lenguaje que volveremos a encontrar años después, en situaciones históricas distintas, pero en coyunturas similares de tránsito!

    ANÁLISIS HISTÓRICO

    Pero lo que importa aquí es analizar el planteamiento mismo de la Monarquía de Sagunto. La Monarquía de Sagunto restauró la Monarquía derribada en Alcolea, es decir, la Monarquía de Isabel II,la reina que, después de la famosa batalla que le privó del Trono, tuvo que marchar a Francia.

    La Monarquía de Sagunto restauró, pues, la Monarquía de Isabel II, y, por tanto, los principios en que doctrinalmente se inspiraba. Así resulta de las líneas maestras del manifiesto de Sandhurst, origen de la arquitectura política que ampara la Constitución de 30 de junio de 1876.

    Ahora bien, ser buen español, católico y liberal a un tiempo era y es algo imposible. Si es difícil servir a dos señores, aún es más difícil, por no decir inalcanzable, servir a tres, y en este caso, a España, al catolicismo y al liberalismo.

    Liberalismo y catolicismo, según el magisterio tradicional y contemporáneo de la Iglesia, son incompatibles. (Gran aplauso.) La encíclica «Libertas», de León XIII, habló del «vicio capital del liberalismo», asegurando que «distan de la prudencia y de la equidad... los que profesan el liberalismo».

    Pues bien, los que en 1874 restauraron en España la Monarquía comenzando por Alfonso XII, profesaron públicamente, y en abierta contradicción con cuanto enseñaba el magisterio católico, la doctrina liberal.

    Podría esgrimirse —si se pretendiera entender que con las afirmaciones hechas tratamos de desaprobar conductas políticas del momento— que, en la actualidad, la contraposición catolicismo-liberalismo está superada por el cambio de orientación de la Iglesia en los últimos tiempos.

    Tal argumentación, sin embargo, no es válida, ya que no obstante la crisis profunda que la Iglesia católica padece, la verdad es que la doctrina sobre el tema no sólo no ha variado, sino que ha sido ratificada.

    En la Carta Apostólica «Octogésima Adveniens», que el Papa dirigió al cardenal Maurice Roy, presidente de la famosa Comisión «Justicia y Paz», se lee: «el cristiano que quiera vivir su fe en una acción política, no puede adherirse a la ideología liberal».

    Por si ello no bastase, hay otro hecho singular que confirma la tesis ortodoxa. Lo cito porque hace referencia a un español beatificado por Pablo VI, el 1 de noviembre de 1975, el padre agustino Ezequiel Moreno, obispo de Pasto, en Colombia. Pues bien, al obispo de Pasto, que se opuso con la máxima energía a la turbia maniobra de la «Concordia nacional», que propugnaban los liberales colombianos, se le difamó por éstos e incluso se le denunció a Roma, calificándole de catequista del odio y de nuevo Torquemada.

    Pues bien; el padre Moreno, que en su testamento declaró: «confieso, una vez más, que el liberalismo es pecado... y ruina de los pueblos y naciones», ha sido llevado a los altares, no por Pío XII, el Papa intransigente, sino por Pablo VI, el Papa que algunos consideran liberal.

    Alfonso XII, como hombre de su época, se apresuró a servir al liberalismo y, por ello, no pudo comportarse con lo que habría de serle exigido como buen español. El liberalismo, «ruina de los pueblos y de las naciones», iría, pese a las buenas voluntades, arruinando moral y materialmente a España, de tal modo que, en 1931, la Corona, olvidada la lección de Alcolea, tuvo que repetirla. Si Isabel II, entonces, tuvo que refugiarse en Francia, en esta ocasión Alfonso XIII abandonaría el Trono el 14 de abril, abriendo paso a una República sectaria que puso a la nación en crisis total, en trance de ser o no ser como entidad histórica, como unidad política y como país soberano. Esa fue la España que Franco recibió en Burgos el 1 de octubre de 1936.

    • • •

    El enfoque de la restauración era falso y equívoco a la vez. Su gran error estuvo en proponer a la nación, por puro mimetismo, una empresa reñida con su talante, lo que García Morente llamaría después «un imposible histórico». La fidelidad al estilo de vida, y a la transmisión de ese estilo de vida de una generación a otra, para mantener el «yo» metafísico de España, lo idéntico, personalizante e infungible a través de los estratos históricos pasajeros, fue menospreciado, descartado, combatido. Lo importante era estar al día, jugar al estilo europeo, confesarse liberal de acuerdo con la época. Entre el tradicionalismo y el liberalismo, que en 1874 todavía se enfrentaban a sangre y fuego en España, los restauradores de la Monarquía se abrazaron al liberalismo.

    A la España fiel a sí misma se la arrinconó. José María Pemán, cuya filiación es bien conocida, tuvo que reconocer que «la verdadera Historia de España, la de la Reconquista, la de los Reyes Católicos, la de Felipe II, y la Independencia, no estaba en Madrid (sino que seguía) corriendo por el Norte, por los montes de Navarra y las Vascongadas, donde los carlistas se habían levantado en armas contra el gobierno liberal y revolucionario».

    Y Franco, que pudo tocar a fondo los tejidos vitales de la nación durante su largo período de caudillaje en la guerra y en la paz, proclamó, sin reservas y con una claridad meridiana, que los carlistas habían representado a la España ideal «contra la España bastarda, afrancesada y europeizante de los liberales» (Salamanca, 19-4-1937). (Aplauso ensordecedor.)

    A esa España ideal se sumaron muchos de los que, como Zumalacárregui, combatieron a Bonaparte y a los afrancesados, por entender que a la guerra de la Independencia, que quiso rescatar el suelo de la Patria, seguía la guerra carlista, que aspiraba a liberar de su rapto ideológico el alma de la nación. (Se repite el aplauso.)

    LA MONARQUÍA AUTENTICA

    El propósito de arrinconar, descartar y combatir la solución tradicionalista al trágico problema de España, condujo no sólo a la movilización militar para derrotar a los ejércitos de don Carlos, sino también a la intriga, al soborno, a la difamación doctrinal. Los carlistas, cara al público, serían presentados como defensores de la Monarquía absoluta y despótica, frente a la Monarquía parlamentaria, liberal, culta, moderna y de corte europeo propugnada por los restauradores.

    Donoso Cortés, en una síntesis sugestiva, nos ha demostrado que la Monarquía absoluta y la Monarquía liberal son, por exceso o por defecto, formas viciadas de la institución. En la Monarquía auténtica no hay división de poderes. En ella, el poder único, y no dividido, se ejerce a través de funciones distintas. En la Monarquía absoluta ese poder no tiene límites y degenera en tiranía. En la fórmula liberal, en evitación de la tiranía posible, se rompe la unidad de poder, y el monarca, que reina pero no gobierna, se convierte en arbitro y moderador, al que se excluye teóricamente de responsabilidad.

    La Monarquía que defendieron y siguen defendiendo los carlistas responde a su configuración doctrinal auténtica y a su perfil histórico tradicional. En ella, la unidad de poder no se rompe, y el rey reina y gobierna, pero no goza de un poder ilimitado. Su pacto con el pueblo, es decir, no con la masa, ni con los partidos o grupos de presión, sino con una sociedad emancipada, organizada y jerarquizada, que tiene sus propios cuerpos jurídicos, asegura no las llamadas libertades democráticas, pero sí la auténtica libertad del hombre.

    El lema carlista, «Dios, Patria, Fueros, Rey», señala, por su orden, una jerarquía, y en ella los Fueros, es decir, lo que es propio de la autonomía, individual y corporativa, está por delante del Rey, porque en la Monarquía tradicional la sociedad no se ordena al soberano, sino que el soberano, la Corona, existe para el servicio de la nación, a la que representa, encarna y personifica. ¿Y es ésta la Monarquía tiránica, despótica y absoluta que han defendido y defienden los auténticos carlistas españoles?

    • • •

    Sin embargo, la solución de la Monarquía tradicional fue desechada por los restauradores, desoyendo la lección de Alcolea y tratando de congraciarse con Europa. Pero lo gracioso es que los ingenieros de la restauración, un militar y un político. Martínez Campos y Cánovas del Castillo, no tenían fe en la obra que habían puesto en marcha. Cánovas, en el Ateneo de Madrid, se expresó de este modo: «soy enemigo declarado del sufragio universal, pero su manejo patriótico no me asusta». Y Martínez Campos confesó, con lenguaje figurado, que en su gorra militar había tres cuartas partes de boina roja.

    Con esta falta de fe en la obra iniciada, rompiendo con el talante y el estilo nacional de vida, quebrando la continuidad histórica, que es el más grave de los separatismos, consagrando constitucionalmente el desprendimiento de España de sus raíces vitales y configuradoras, se puso en marcha la Monarquía de Sagunto.

    La entrega de puestos rectores de la cultura y de la política a los enemigos de la Corona; la aparición del cacique como instrumento idóneo para manejar el sufragio; el enfrentamiento sin contemplaciones de los partidos; los asesinatos de Canalejas y de Dato; la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas; la semana trágica de Barcelona; las campañas de odio contra la nación, fustigadas por las sectas, y que culminaron con el monumento a Ferrer Guardia, en Bruselas; el clima de inseguridad; el retraso económico; el reto del separatismo; la presión marxista; las huelgas salvajes, no eran sucesos anecdóticos, sino síntomas reveladores del cáncer que corroía a la nación, amenazando con destruirla.

    PACTAR CON LOS ENEMIGOS

    La Monarquía restaurada había perdido su viabilidad en 1923. A partir del 13 de septiembre de aquel año, subsistió gracias al esfuerzo sacrificado, meritorio y poco agradecido del general Primo de Rivera. Su «dictadura», o mejor su «dictablanda», como algunos la denominaron y la realidad comprobó, fue un parche, una operación quirúrgica, una prótesis en el sistema. La obra eficaz de la Dictadura quedaría frustrada; y esta frustración fue lógica, porque no era una operación quirúrgica lo que precisaba el sistema liberal, sino su rápida y completa sustitución; y esto, don Miguel, por muchas razones, pudo intuirlo, pero no podía conformarlo, como lo intuyó, con la fórmula de la «revolución desde arriba», don Antonio Maura, quedándose en la pura enunciación de la fórmula.

    Vázquez de Mella, el gran tribuno del tradicionalismo, el de los tres dogmas nacionales, que respetó y admiró profundamente al político conservador, dijo de él que era «un águila enjaulada. Águila, por el vuelo audaz de su pensamiento y su deseo, pero metido en la jaula de la idea liberal y parlamentaria». Maura, añadiría Vázquez de Mella, es un regalo que Dios nos envía para demostrarnos que el mal se halla en el sistema y no en los hombres.

    El desenlace de las elecciones del 12 de abril fue congruente. La Monarquía, al perder su viabilidad, se hallaba en dimisión. El Gobierno de la Corona pactó con sus enemigos.

    Los ministros del nuevo régimen entraron en el edificio de Gobernación, sin obstáculos, y la fuerza pública se cuadró para recibirlos. Los consejeros del monarca, con sólo dos excepciones, le aconsejaron que se marchase. El director general de la Guardia Civil dijo que no obedecería más órdenes que aquellas que recibiese del nuevo ministro de la Gobernación. Los que habían declarado irresponsable al monarca echaron sobre él toda la responsabilidad. Los liberales se quedaron, y el rey, en el crucero «Príncipe Alfonso», marchó al exilio. Produce lágrimas su patético mensaje de despedida: «Soy el rey de todos los españoles»; un rey sin reino y sin súbditos, porque el liberalismo, «ruina de los pueblos y de las naciones», acaba devorando a los que se apoyan en él.» (Aplausos.)

    EL LIBERALISMO ES ASI

    Yo estoy seguro que hubiera bastado una voz llena de autoridad moral y de prestigio para que muchos españoles hubieran acudido a defender la Corona. Pero el liberalismo es así: por una parte alienta y pacta con los enemigos del rey; por otro lado abandona a éste en el instante peligroso y difícil y, por añadidura, crea un clima de derrota paralizante que acalla la rebeldía, aun a sabiendas del penoso resultado que el silencio y la entrega de ahora producirán mañana.

    Don Alfonso, abandonado, equivocado y bueno, no quiso «lanzar a un compatriota contra otro en fratricida guerra civil»; pero la guerra fue inevitable y más dolorosa. El general Sanjurjo, arrepentido, se sublevará sin éxito. Y los oficiales del «Príncipe Alfonso», que regatearon al monarca una bandera bicolor y enarbolaron la bandera republicana, caerían asesinados por la chusma roja, víctimas de su error, en 1936.

    11 de mayo de 1931, quema de conventos; 6 de octubre de 1934, revolución marxista en Asturias e insurrección de la Generalidad en Barcelona; 16 de febrero de 1936, triunfo del Frente Popular; 13 de julio siguiente, asesinato por las fuerzas de Orden Público de la República de don José Calvo Sotelo. «Ese hombre ha hablado por última vez», dijo La Pasionaria en el Parlamento. Y cumplió su palabra.

    Esa es la España epiléptica, ocupada por sus enemigos, convulsa, espiritual y materialmente, esquilmada y empobrecida, que el liberalismo monárquico o republicano entregó en Burgos a un general sin mancha, a Francisco Franco, para llevarla, como dijo, al punto más alto o morir en el empeño. (Grandes y prolongados aplausos.)

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    Yo no voy a hacer aquí una valoración del Régimen de Franco. La realidad es tan evidente, la transformación del país tan clara, las cotas que se alcanzaron en todos los sectores tan llamativas, que sólo la ceguera voluntaria o el rencor que repudia lo que salta a los ojos puede desconocerlo. ¿Que ha habido lagunas y errores? Naturalmente. El que no los haya cometido que arroje el primer guijarro. Pero el balance es tan positivo, que hace falta un enorme caudal de resentimiento para fustigar la obra gigantesca de Franco, desde la ideología contraria, que sólo nos dejó inseguridad y miseria.

    Ese balance positivo es el fruto de un sistema nuevo, no de una dictadura que se cierra para volver a la «normalidad»; es el resultado de una arquitectura política ajena al liberalismo, creadora de un Estado que eleva a la categoría de dogmas un haz de principios inderogables y consustanciales con la nación.

    El Régimen de Franco se nutre ideológicamente de la doctrina inspiradora de las fuerzas políticas que concurrieron al 18 de Julio: el tradicionalismo carlista, el grupo de Acción Española y la Falange de José Antonio. Los Principios del Movimiento Nacional y el pensamiento político de Francisco Franco están al alcance de todos, y en aquéllos y en éste se va perfilando, en Constitución abierta, pero en desarrollo lógico, un esquema en el que a las columnas quebradizas del artilugio liberal sustituyen los pilares robustos del Estado nuevo. No habrá partidos, pero a la solución totalitaria del partido único se opone la solución armónica del Movimiento, en el que las corrientes de opinión distintas dentro del marco constitucional se manifiestan y actúan. No hay sufragio universal, pero la voluntad del pueblo se recoge a través de los cauces naturales de representación. No hay pluralismo de sindicatos patronales y obreros, pero los derechos del trabajador, las exigencias económicas de la empresa, el servicio supremo a la nación se garantizan por el sindicato vertical y único, y por una Magistratura especializada en el contencioso laboral.

    Me diréis que este esquema ha tenido fallos. Y yo lo reconozco, a la vez que declaro que los mismos son imputables a quienes, habiendo asumido la misión de depurar y perfeccionar el Régimen, han permanecido con pereza y desidia en sus puestos de mando, o, lo que es peor, han contribuido con su actitud a hacerlos más graves, para luego, ya en la oposición, gritar como desaforados energúmenos contra lo que ellos mismos hicieron al iniciar su deslealtad al franquismo, desde esos puestos de responsabilidad que el propio Franco les entregó confiando en su palabra y en su juramento. (Atronadores aplausos.)

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    «Nuestra razón de ser», como escribíamos hará diez años en el número uno de FUERZA NUEVA, estaba ahí. La discordancia creciente que iba separando la filosofía del sistema de su concreción en la práctica fue, para el grupo inicial de FUERZA NUEVA, el revulsivo y el aglutinante. En el fondo, teníamos la impresión de que el Estado nacional y sus resortes iban cayendo en manos liberales, desde la Universidad hasta el ejecutivo. No pudo extrañarnos, por ello, que la asepsia terminase con la política, sustituyéndola por la tecnocracia, y que un ministro, que se proclamaba hombre de Franco, cometiese la contradicción de calificarse públicamente como liberal reprimido. (Risas y aplausos.)

    Un ambiente de subversión ideológica se produjo en España desde que el liberalismo se institucionalizó para la prensa y el espectáculo, con Fraga Iribarne (1966) . No había partidos políticos todavía, pero había órganos de expresión al servicio de su equipaje doctrinal, enemigo a muerte, en muchas ocasiones, de los Principios consagrados como inamovibles en que el Estado se inspiraba. Al liberalismo en la prensa y en el espectáculo, con su influencia notable en la mentalidad y en el comportamiento ciudadanos, siguió, en etapas sucesivas, el liberalismo económico, con la tendencia a incorporarnos a una sociedad consumista y capitalista; el liberalismo religioso, que ha permitido la legalización y actuación sin trabas de agrupaciones cuyos postulados doctrinales y éticos contradicen las bases de nuestra comunidad; el liberalismo político, con la vuelta a un régimen de partidos y la inauguración de un periodo constituyente: y el liberalismo, en fin, para al crimen impune de Carrero Blanco y para tantos crímenes a punto de amnistiarse. (Aplausos.)

    Nuestra observación de la vida española nos deparó un diagnóstico veraz y preciso. Sólo quedaba actuar de una manera congruente. Para ello había que hacer acopio de entusiasmo y de fortaleza, porque la lealtad al Régimen llevaba consigo la oposición continua al Gobierno. Este, como custodio del sistema, trató de acallar nuestra postura contestataria, y los enemigos del Régimen, con una maniobra hábil e hipócrita, asumieron, frente a nosotros, la defensa de Franco, al que éramos desleales, según decían, al combatir a sus más Íntimos colaboradores.

    No fue fácil ni carente de riesgos nuestra actuación. Desde «Hipócritas», que pertenece a la prehistoria de FUERZA NUEVA, hasta «Señor presidente» (1974) , corren unos años que, en gran parte, conservan en las páginas de nuestra revista toda la entrañable y azarosa vibración del momento.

    En el semanario, en la calle, en actos públicos por toda España, en las Cortes y en el Consejo Nacional, mientras otros sesteaban o colaboraban con los Gobiernos que iban preparando la entrega, nosotros mantuvimos una postura refractaria a la complicidad. Secuestros, suspensión de reuniones, procesamientos, presentación de querellas ante la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo, campañas fabulosas de injurias, retirada en bloque de la publicidad, amenazas y atentados. Pero FUERZA NUEVA continuó su lucha. Capitalizó para si el odio a Franco y la ira de quienes no podían tolerar, desde los puestos oficiales, que tomáramos con valentía las banderas de que ellos se avergonzaban; pero capitalizó también la adhesión entusiasta, varonil y contagiosa de una España joven que no se resignaba ni se resigna al engaño, y que se negaba y se niega a tolerar una nueva etapa de sangre, de postración y de miseria.

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    Me interesa muy mucho, a estas alturas, y en una época en que los contornos se hacen aún imprecisos, definir con exactitud nuestro enfoque del tema asociativo.

    Cuando el espíritu fantasmal del 12 de febrero (1974) , que ha terminado con su creador, patrocinaba el Estatuto Asociativo del Movimiento, nosotros nos opusimos a él. Nos dimos cuenta de la maniobra. Se trataba de desunir a los hombres del Movimiento, de agruparlos en corporaciones distintas, de alejarlos y contraponerlos. Si para conseguirlo, aparte de una dialéctica capciosa, había que ofrecer la financiación necesaria, ésta se ofreció. Asociarse, dijimos entonces, es dividirse, de manera que si se consuma, como se está consumando ahora, la suplantación del Estado nacional por el Estado liberal, autorizándose los partidos políticos adversos a lo que significó la Cruzada, el frente ideológico y táctico de la misma se hallará, como actualmente se halla, disperso y debilitado.

    No quisimos aceptar la propuesta oficialista, y con un «NO», digno y solitario, nos opusimos a las asociaciones en un pleno del Consejo Nacional.

    Alguien ha dicho que, siendo ésta nuestra actitud, no se acierta a comprender cómo adoptamos la contraria, al querer constituimos en partido político. La cosa es muy sencilla y no hay contradicción alguna. Mientras el Estado nacional y el Movimiento han conservado un mínimo de autenticidad, nos hemos negado, con todas sus consecuencias, a apoyar su último desmantelamiento. Pero cuando el Estado nacional deja de existir, y cuando el Movimiento se abroga y cancela, declarándose oficialmente la entrada en un sistema liberal, de sufragio y partidos, nosotros, que tenemos unas convicciones políticas bien claras y unas lealtades, que en nuestra Declaración doctrinal figuran en cabeza, tenemos que aceptar, como lo aceptaron los tradicionalistas y lo aceptó José Antonio, la fórmula instrumental del partido, para combatir por los ideales por los que unos y otros lucharon en la paz y en la guerra. (Gran aplauso.)

    Que nadie diga que nosotros, al elegir este camino, rompemos la unidad. La unidad de los hombres del Movimiento quedó rota antes, y no por nosotros, que nos opusimos en solitario a la ruptura. (Aplausos.) Más aún, previendo lo que iba a ocurrir, y antes de que las agrupaciones que se acogieron al Estatuto asociativo buscaran, mediante el diálogo coordinador, recobrar de algún modo la unidad tan lamentablemente perdida, lanzamos antes que nadie el llamamiento y la idea del Frente Nacional. Fue en el Valle de los Caídos, en la clausura de las VI Jornadas Nacionales de Delegados de FUERZA NUEVA, el 11 de febrero de 1974. En aquella ocasión dijimos: «Desde el instante de nacer, nosotros hemos querido siempre un Frente Nacional, y un Frente Nacional no pasivo o teórico, sino un Frente Nacional activo, dinámico, proselitista, en línea de combate. Hemos aspirado a ser movimiento del Movimiento, agilizador de su estilo y de su temple, oponiéndonos a cualquier actitud puramente defensiva, a cualquier tentación de abandonismo, al complejo, en suma, de desfase, inactualidad o arteriosclerosis. Hasta las letras iniciales de las dos palabras que cifran nuestro nombre «F» y «N» aluden a ese objetivo. El Frente Nacional que nosotros propugnamos no debiera ser tan sólo una coordinación de grupos, una alianza circunstancial, táctica y esporádica, para un cometido pasajero. Nosotros ambicionamos un movimiento de camaradas que luchan con fe, que dan ejemplo con su conducta y que no desmayan ante el peligro.» El silencio más absoluto coreó la propuesta.

    OBSERVACIONES NECESARIAS

    ¿Puede alguien que haya seguido nuestra línea de actuación, transparente en todo momento, sorprenderse de la solicitud presentada por FUERZA NUEVA, el 7 de julio de 1976, en el Registro del Ministerio de la Gobernación, en la que manifestamos nuestro propósito de constituirnos en partido político?

    A este respecto juzgo del máximo interés subrayar las siguientes observaciones:

    1) Que la discordancia entre la ley, las declaraciones oficiales y la realidad política en España son desmoralizadoras. Que sepamos, aparte de las asociaciones nacidas bajo el Régimen anterior, se han acogido a la hoy vigente: F.N., el P.A.N., el Partido Popular, el P.S.O.E. y la Falange hedillista.

    Las agrupaciones políticas, al rechazar su legalización, incluso, por ejemplo, Reforma Democrática, de Fraga Iribarne, autor de la ley (risas) se hallan al margen de la misma. ¿Pero qué importa? Aceptar la ley en la democracia que se comienza a vivir trae poca cuenta. Los medios de difusión, hasta los que el Gobierno maneja, os ofrecerán a diario noticia meticulosa, ampliada y exagerada, de las actividades ilegales, pero consentidas, públicas y casi oficializadas, de grupos y dirigentes de los partidos políticos contrarios a los ideales del Movimiento, sin exceptuar, claro es, a los comunistas.

    2) Nosotros, que por las razonas apuntadas nos constituimos en partido político, no abandonamos la idea del Frente Nacional en los términos que conocéis.

    En el acto de Colmenar Viejo, de 4 de julio de 1976, y en unas declaraciones a Radio Nacional de España, expresamos, como siempre, nuestro deseo de unidad, matizando que esa unidad arrancaba no de alguno de los afluentes que coincidieron en el 18 de Julio, sino del 18 de Julio mismo, cuya significación histórica, política y -creadora no puede desdibujarse, a no ser que se quiera reducirlo a un episodio fugaz o a una simple hoja de calendario.

    Según nuestro punto de vista, algo peor que el inmovilismo seria el retroceso, y retroceso es, conforme a nuestra opinión, borrar y olvidar la tarea integradora de la guerra de Liberación y de la paz de Franco. (Aplauso atronador.)

    A estas alturas, cuando el peligro crece, por la erosión interna y la presión foránea, la idea del Frente Nacional, tal y como lo propuso inútilmente José Antonio, cara a las elecciones de 1936, debe considerarse seriamente. Aquella lección no debe ser olvidada. En la coyuntura actual, y con el pasado histórico inmediato, nuestra declaración programática refleja, lo creemos sinceramente, las tres lealtades mínimas sin las que el Frente Nacional sería imposible. Lealtad al 18 de Julio, al nombre y a la obra de Franco y a la Monarquía que Franco quiso, como continuadora de la Monarquía tradicional y no de la Monarquía de Sagunto, cascara desprendida por dañosa del alma de la nación, como con otras palabras dijo José Antonio.

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    Ante el periodo constituyente que se avecina, en medio de un caos social y económico que crece por momentos y que el poder público, por razón de su propia filosofía y de sus contradicciones fundamentales, no puede contener ni resolver, FUERZA NUEVA, cuya trayectoria es conocida por diez años de actuación, cuya presencia en la vida pública no es posible ignorar, cuya capacidad de convocatoria es indiscutible, que ha hecho patente su propósito de no vivir en la clandestinidad, sino dentro de la ley, ha sido soslayada, desconocida, ignorada, peyorativamente discriminada, y no sólo por el Gobierno de la más amplia apertura democrática, como lo es, en apariencia, el segundo Gobierno de la Monarquía, sino también por las agrupaciones que podemos llamar afines.

    LOS DEL DIALOGO NO HAN QUERIDO DIALOGAR CON NOSOTROS

    El jefe del Gobierno y algunos de sus ministros han celebrado reuniones y almuerzos de trabajo con los dirigentes de los grupos políticos legalizados o al margen de la ley, incluso con los comunistas (el señor Lamata con las Comisiones Obreras), en los despachos oficiales y fuera de ellos. El señor Suárez y sus ministros han mantenido diálogos con el F.N.E., con la U.N.E., con la A.N.E.P.A., con la U.D.P. y también con Gil-Robles, Ruiz-Giménez y todas las gamas del socialismo, incluyendo a los que se profesan marxistas, como Tierno Galván y Felipe González.

    Los hombres del diálogo no han querido dialogar con nosotros. Este rechazo «ab initio» nos deja el consuelo de que la petición que hacemos al Padre: «no nos dejes caer en la tentación», ha sido escuchada (gran aplauso), porque en política también la respuesta divina tiene dos modalidades: una, la gracia, ante la tentación, de rechazarla con fortaleza y sin vacilar; y otra, la de no caer en ella, porque la tentación no llegue a producirse.

    FUERZA NUEVA no ha caído en la tentación o en las tentaciones que hubieran podido surgir del diálogo con quienes de un modo oficial proyectan y han puesto en marcha la liquidación del franquismo, porque ese diálogo se nos negó de partida. Nos queda el consuelo de que cuantos en España comulgan con el franquismo estarán seguros de que nosotros no hemos llegado por vía de concesión, arreglo o «do ut des» a ningún pacto o inteligencia con el Gobierno de la ruptura democrática.

    Pero tampoco, y lo decimos con tristeza, las agrupaciones afines han contado con FUERZA NUEVA para nada. ¡ Y bien sabe Dios que la presencia de nuestros hombres y mujeres ha sido masiva y entusiasta en los actos públicos organizados por ellas, ya que es España y no el «fulanismo», como se expresó con acierto, lo que interesa e importa!

    No hemos estado presentes en las reuniones coordinadoras de tales agrupaciones que, a nivel nacional o a nivel provincial, como en el caso de Santander, se han venido celebrando.

    LA BASE ES LA MISMA

    Yo sé que, en esencia, la base de nuestras agrupaciones políticas es la misma. La inscripción en cualquiera de las llamadas Asociaciones del Movimiento, salvo excepciones, no es consecuencia de una ideología diferenciada netamente, sino fruto de la invitación hecha con anticipo, o de la vinculación personal o de las «suaves» presiones oficialistas de un momento que pasó. De aquí que la base, nuestra base, se pregunte, sin respuesta convincente, por las razones de la atomización, y urja a conseguir de algún modo la unidad perdida, no entendiendo, por otra parte, por las razones de nuestro alejamiento y ausencia.

    En más de una publicación, y en alguna entrevista, se ha insinuado que la exclusión de FUERZA NUEVA del diálogo fraternal se debe o bien a que a las asociaciones coordinadas no les interesa, cara al Gobierno —con el que se hallan en situación de diálogo—, mantener enlaces de cualquier signo con FUERZA NUEVA, para evitar inconvenientes, o bien a que, por razones tácticas, es aconsejable que, más allá de su Coordinadora, quede un grupo al que se pueda libremente calificar de ultraderecha y que cargaría con los sambenitos molestos que a todos ofenden y fastidian.

    El Gobierno, como ya lo hizo Arias, podría seguir hablando de los dos maximalismos, implicando con esa calificación, que le permitiría jugar a centro, al grupo de FUERZA NUEVA, y los «coordinados» serían así la derecha culta, intelectual y civilizada, dispuesta a una participación en el régimen y a un juego de derecha contrapesadora y hasta turnante.

    Yo no sé hasta qué punto esta tentación ha entrado en juego. Lo único que me consta positivamente es que si FUERZA NUEVA existe y ha realizado a la intemperie, al margen de los Gobiernos de Franco, y, por supuesto, sin ayudas oficiales, oficiosas o privadas que hipotequen su libre voluntad de servicio, una defensa de los postulados ideológicos del franquismo, FUERZA NUEVA no ha sido llamada a ningún género de conversaciones, ni siquiera preliminares. (Aplausos.)

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    La enorme responsabilidad que a todos nos corresponde en un momento de cambio, que nosotros no hemos querido, me obliga, en mi nombre y en el de mis amigos, pensando en España y teniendo a la vista las grandes lecciones de la Monarquía de Sagunto y de la II República, a exponer con la mayor objetividad nuestro punto de vista.

    Si por razones que ya hemos considerado muchas veces, y están en la memoria de todos, se destruye el Estado nacido de la guerra y se le sustituye por una democracia liberal y coronada, la tentación puede ser la misma que hizo de Maura el jefe de un partido conservador, dentro de la Monarquía de Sagunto, o de Gil-Robles el jefe de la derecha española, previa su aceptación o acatamiento del régimen republicano.

    Maura arrastró tras su personalidad, honorabilidad y valía indiscutibles a lo que podría hoy ser identificado con nuestra «base». Pero el grito de «¡Maura, no!» tuvo eco y acogida en el Palacio Real. El propósito colaboracionista, cargado de nobilísimas intenciones, fracasó, porque la Monarquía de Sagunto era inviable.

    Gil-Robles, de abolengo tradicionalista, organizador nato y orador vibrante, polarizó en torno a su figura y a la CEDA a muchos patriotas. Su propaganda electoral: «Estos son mis poderes», «A por los trescientos», «Con-tra la revolución y sus cómplices», hizo impacto en las duras campañas electorales de la época. Pero el esfuerzo colosal realizado fue ineficaz y desembocó en posturas inelegantes. El gobierno de católicos y masones le obligó a actitudes confusas e hirió a la doctrina. Al final, todos lo sabemos, «no fue posible la paz», y mientras decenas de millares de «populistas» eran asesinados por la República, las juventudes de A. P., las que concurrían llenas de pasión a sus actos de masas, acertaron a comprender, en el duro yunque de la realidad, la enorme equivocación del jefe que no se equivocaba, y marcharon al frente, encuadrados en los Tercios del Requeté o en las Banderas de la Falange y de la Legión, a luchar y a morir por Dios y por España. (Aplausos muy fuertes y prolongados.)

    Las consideraciones que acabamos de hacer vienen a cuento porque, concluida la etapa de la evolución del Régimen a partir de sus raíces institucionales, que quiso Arias y que fue la trampa inicial; periclitado el ciclo de la reforma sin ruptura, que preconizó Fraga y que era, sin duda, contradictoria e irrealizable, y puesta en marcha, bajo el patrocinio de Suárez y su Gobierno, la ruptura desde la legalidad, como se ha escrito en un diario de tono conservador, estamos en presencia, a poco que se observe el panorama, y de un modo especial el proyecto de ley de Reforma Política, ante una situación semejante a la que, en su día, contemplaron don Antonio Maura y José María Gil-Robles.

    Los cuadros dirigentes de las agrupaciones políticas a que nos hemos venido refiriendo, y de un modo especial quienes por su talento y su influencia pueden orientar la conducta de una gran masa de signo nacional, deben plantearse, en conciencia, ante Dios y ante España, por encima de cualquier oportunismo, sí otra vez, a esa masa inmensa de españoles que Franco aglutinó, aturdida después de su muerte y confusa ante la deslealtad de los unos y la división de los otros, conviene arrojarla de nuevo en una empresa colaboracionista, que so pretexto del mal menor o del bien posible, de algún modo contribuya a consolidar un sistema que terminaría definitivamente con España, o, por el contrario, de una vez, y con gallardía, que logra respeto y contiene actitudes adversas, decir —a las alturas que sea necesario— que se oponen radicalmente a la ruptura y desean la continuidad perfectiva del Régimen del 18 de Julio.

    CON EL ENTONCES PRINCIPE DE ESPAÑA

    Una representación numerosa y a la vez cualificada de FUERZA NUEVA acudió a visitar al entonces Príncipe de España, el día 7 de diciembre de 1973. Le expusimos entonces, con toda lealtad, nuestro entendimiento sobre el papel de la Corona en la Monarquía de la Ley Orgánica del Estado, en los siguientes términos, que reproduzco a la letra:

    «Pese a los mejores deseos, no podréis ser, inicialmente, el rey de todos los españoles, porque aun cuando la inmensa mayoría de los ciudadanos ya os aceptan y muchos están dispuestos a serviros, aún quedan quienes por su vinculación ideológica a grupos antimonárquicos, totalmente definidos por su postura beligerante durante la guerra que la segunda República hizo necesaria, o por los recelos suscitados por el sistema liberal que derrocó a la Monarquía y fue causa de la grave confrontación que sufrimos, no os considerarán como «su» rey, al menos de momento, o con el énfasis posesivo que quisierais.»

    «Pero lo posesivo no es lo urgente. Lo inmediato y lo urgente, lo que imprime dinamismo es lo ideológico, la noción de fin que impulsa a la institución que encarnáis. Os diría más: un descanso posesivo en la idea de ser ya un rey «de» todos los españoles sería paralizante. Por el contrario, la savia creadora de ser un rey «para» todos los españoles, parece que eleva, sin desencarnarla, la institución que representáis, imprimiéndola ese carácter de servicio que tanto se acomoda al tiempo en que, con la ayuda de Dios, habréis de dar cumplido tributo a las obligaciones de vuestro grave ministerio.»

    «En este sentido no nos importa tanto la realeza del Jefe del Estado como un Jefe de Estado real, con el título de Rey; y más que una corona, que puede quedar reducida a un símbolo inoperante, queremos una cabeza sobre la cual puede asentarse la corona, como una pública demostración y un solemne reconocimiento de autoridad.»

    «Nadie mejor que en vos, por ser cabeza fundacional de una Monarquía, puede darse la figura concreta de un Jefe de Estado real, órgano, el más alto, de un Régimen que no puede ser transparencia de cualquier ideología, ni indumentaria ajustable para cualquier tipo de estructura, sino servidor ejemplar de la propia filosofía política animadora del Régimen, que a sí mismo quiso darse una configuración monárquica.»

    «La Monarquía, de esta forma, se arraiga y fortalece, porque está pronta a recibir y a alimentarse de la sustancia vital que le dio vida y existencia. El rey, en esa Monarquía, que es la única viable entre nosotros, como ha demostrado la experiencia, no es un rey pantalla, que expone ante la opinión, haciéndolo fríamente suyo, el programa del partido triunfante, conservador, unas veces, y socialista, otras, sino un rey caudillo, intérprete y guía, que hace propio y embandera el programa político, social y económico de un Régimen que ha dado ya sus definiciones dogmáticas esenciales y que el rey ha aceptado con un juramento de honor ante la Patria.»

    «Lo atractivo para nosotros, los que hemos llegado hasta aquí en la mañana de hoy, consiste en saber que estamos ante quien por designio de la Providencia, y obra y gracia del pueblo español que se alzó en armas para liberarse de la tiranía marxista, puede ser y debe ser la garantía de la continuidad del Estado; y también la de su homogénea perfección sucesiva, de acuerdo con la imperfección de toda empresa humana y de las nuevas necesidades que a la empresa demandará sin duda el tiempo que ha de venir

    Más tarde, en una encuesta de Radio Nacional sobre el futuro de España, el 24 de noviembre de 1975, dijimos: «el futuro estará garantizado en España en la medida en que se conjuguen los tres factores siguientes: 1) que no haya ruptura política o social, sino desarrollo y evolución homogénea; 2) que las fuerzas de marcado signo nacional se aglutinen en respaldo de la continuidad; 3) que la Monarquía, fiel a su legitimidad de origen, busque ese respaldo militante, sin aturdirse ante campañas que, con pretexto de ampliar la base, acabarían erosionando el sistema».

    Manifiesto está que hasta la fecha no se han conjugado ninguno de estos factores, y que el motor de la llamada reforma, se halle donde se halle, dirige su fuerza en dirección muy distinta, por no decir contraria. (Aplausos.)

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    Cuando las sábanas fantasmales del 12 de febrero (risas) comenzaron a turbar la alegría de los españoles y a oscurecer su futuro, ante unas declaraciones de su inspirador, que demostraban, de una parte, el golpe de Estado ideológico y, de otra, el comienzo, ratificado por el terrorismo creciente, de la democracia liberal, escribimos lo que ahora, a la luz de los hechos dolorosos que contemplamos, cobra un renovado valor:

    «Señor presidente: "Nos autoexcluimos de su política. No podemos colaborar con usted, ni siquiera en la oposición. No renunciamos a combatir por España, pero hemos comprendido que nuestro puesto no está en una trinchera dentro de la cual se dispara contra nosotros y se airean y enarbolan estandartes adversarios".»

    «Señor presidente: en un diario catalán, que no se destaca precisamente por su adhesión al Régimen, se dice: "Arias ha mojado su dedo índice, lo ha levantado y ha dicho: Por ahí." Pues bien, nosotros no queremos ni obedecerle ni acompañarle. Pero fíjese bien en quiénes le acompañan y adonde le acompañan. Piense si le dirigen o le empujan. Y no se lamente, al final, si contempla cómo ese tipo de democratización, que tanto urge, se levanta sobre una legión de cadáveres, de los que son anuncio y adelanto, cuando esa democratización se inicia, los que se sacaron de los escombros, el 13 de septiembre (Atentado terrorista de la calle del Correo) , del corazón mismo de la capital de España» (FUERZA NUEVA, 28-9-74).

    ¿No creéis que los hechos han desbordado nuestras previsiones? Cuando se ha multiplicado desde aquella fecha el número de mártires; cuando se pide públicamente la amnistía total y la desaparición de las fuerzas de Orden Público; cuando se grita en manifestaciones autorizadas o toleradas «Franco, asesino»; cuando ciudades y provincias enteras se hallan bajo el terror; cuando se desarticula y arruina al país con huelgas que se mantienen bajo la amenaza y la ausencia de autoridad; cuando se cumplen las demandas de los enemigos del Régimen, desde la derogación de la ley antiterrorista hasta la apertura de un proceso constituyente; cuando se dialoga con el separatismo; cuando el ministro de Relaciones Sindicales acude al despacho de un conocido dirigente comunista para dialogar y pactar con las Comisiones Obreras; cuando el presidente del Gobierno, también fuera de su despacho oficial, se reúne con Felipe González, y sabiendo que acaba de presidir puño en alto una manifestación en Sevilla, y que hace muy poco había dicho que «la muerte de Franco cerraba un capítulo negro de la Historia de España», le califica de inteligente y de patriota, asegurando la identidad de puntos de vista en muchos aspectos; cuando la literatura disolvente y pornográfica nos ahoga, pervirtiendo a nuestra juventud; cuando, ante un panorama tan triste —destruir en diez meses la obra de cuarenta años— aún se atreve a decir el ministro de Asuntos Exteriores, ante la Asamblea de la ONU que España camina hacia un régimen democrático con apoyo en la soberanía popular (se inicia un rumor fuerte de indignación en el auditorio), tenemos derecho a levantar nuestra voz para replicarle: «No, señor ministro, España no camina hacia un régimen democrático. A España, vosotros y quien os respalde, la estáis empujando precipitadamente y con urgencia hacia el caos.»

    ¿Cómo colaborar, con algún género de asistencia, al suicidio de España? Nuestra oposición no puede ser una simple oposición a una línea de Gobierno, a unas actuaciones concretas del poder ejecutivo. Nuestra actitud rechaza este tipo de oposición. La nuestra, nuestra oposición, se proyecta en un frente más amplio, se sitúa fuera de la mecánica usual, y se levanta contra una situación totalmente de contrafuero, en la que los Principios nacionales se conculcan sin que hasta la fecha nadie, con autoridad, por razón de oficio —ahí está la Ley Orgánica del Estado— y en virtud de una palabra que se juramentó ante Dios, lo evite o rechace. (Gran aplauso.)

    LA MISMA RESPUESTA

    Ahora, como en aquella ocasión del espíritu del 12 de febrero, podrán preguntarse algunos: si ustedes no colaboran con el Gobierno, ni tampoco se oponen, ¿qué hacen?, ¿en qué postura se colocan? Pues bien, ahora como entonces, la pregunta tiene, por alzada, la misma contestación que dimos el 12 de octubre de 1974: «Cuando en los templos católicos de los países ganados por el movimiento reformista, en vez del párroco apareció el pastor, y en lugar de la misa empezó a conmemorarse la cena, los fieles que continuaron católicos dejaron de ir al templo reformado. No discutieron con el pastor, porque la discusión no era ya sobre el método, sino sobre el dogma, y no se acercaron a comulgar, porque en la Eucaristía no había presencia, sino simple memoria de Cristo. Pero ese grupo católico que no colaboró con la Reforma, ni siquiera con la oposición «ad intra», a la obra de demolición de la Iglesia, fue el que mantuvo a la Iglesia en su país, el que permaneció en la Verdad y al servicio de la Verdad.»

    José Antonio dijo en cierta ocasión («Arriba»,28-11-35): «¿Qué pasaría si alguien, de pronto, pusiera fin al baile y empezara a llamar a las cosas por su nombre? Pues, sencillamente, que entraría un aire nuevo a depararnos una atmósfera respirable.»

    Yo creo que acabamos de llamar a las cosas por su nombre, y que un aire limpio y fresco nos alegra el alma.

    No nos engañemos. A Franco, en su venerable ancianidad, presionado por las fuerzas secretas, traicionado por algunos de sus colaboradores, privado de la asistencia de Carrero Blanco, no se le escapaba lo que ocurría. El odio contra España, el propósito de escindirla y empobrecerla, tiene sus raíces en un mundo metafísico, en el que España desempeña un papel importante. El que olvide este planteamiento está condenado «ab initio» a la derrota.

    «Los enemigos de España y de la civilización cristiana están alerta», nos dijo Franco en su testamento. Y para mayor evidencia, el 1 de octubre de 1975 —hace ahora un año—, ante un millón de españoles, que en la plaza de Oriente le ratificaba su adhesión frente a la chusma internacional que nos insultaba (y a la que ahora nos abrazamos), enumeró a tales adversarios inmisericordes: la masonería y el comunismo.

    No; la guerra no ha terminado, pues el enfrentamiento ideológico entre dos concepciones antagónicas del hombre y de la comunidad política se halla en todas las latitudes sobre el plano vivo de una actualidad decisiva.

    NO VAMOS A AVERGONZARNOS DE NADA

    Son muchos los que han querido que nos avergoncemos de nuestra guerra de Liberación, llamándola despectivamente guerra civil. Olvidan los que así se comportan que las únicas guerras importantes en el tiempo cercano han sido las civiles. Las guerras entre naciones o grupos de naciones obedecen a causas económicas, a pujos de influencia, a deseos de reivindicación territorial, pero no influyen de manera notable en la mentalidad de los pueblos. En las guerras civiles, por el contrario, lo que hace surgir el conflicto es algo que atañe profundamente a los valores primarios. Por ello, de su desenlace depende el modo de vivir, la cultura y la civilización del futuro.

    En 1789 hubo una guerra civil en Francia, y la abolición del antiguo Régimen dio paso al triunfo de los ideales de la Enciclopedia. En 1861 una guerra civil dividió a los Estados Unidos, y la victoria del Norte abolió la esclavitud. En 1917 una guerra civil puso en armas al pueblo ruso, y la derrota del Ejército blanco permitió que la doctrina de Marx se implantase en lo que hoy llamamos la URSS y de allí irradiara con sus tanques y filosofía por el mundo entero. En 1936 una guerra civil —Cruzada para nosotros— liberó a España del liberalismo y del comunismo, constituyéndole en norte y guía de aquellos países que quieren salvarse.

    ¿Y vamos a avergonzarnos de nuestra guerra?, ¿y de la Victoria?, ¿y de la sangre vertida para lograrla?, ¿y de los héroes y de los mártires?, ¿y de los cuarenta años de paz y de progreso?, ¿y de Francisco Franco?, ¿y de las banderas que la simbolizan?

    No se cuente con nosotros para tarea semejante de olvido o menosprecio, ni para un entendimiento más o menos sigiloso con los centristas que lo propugnan. Luis Bolín escribió un libro precioso sobre nuestra guerra. Se titula: «España, los años vitales». En la dedicatoria se lee: «A la juventud de España, para que perdone todo y no olvide nada.»

    Nosotros lo perdonamos todo, pero no olvidamos la lección de la historia, ni las consecuencias nefastas del pacto con los eclécticos, ni nuestro compromiso con España, ni el juramento de lealtad que prestamos, ni aquello que Dios, en esta hora de cobardía, nos demanda. Por eso huimos de toda colaboración —que sería complicidad— con la tragedia de la ruptura, con la suplantación por el Estado liberal del Estado de la Cruzada. No queremos ayudar de ningún modo, ni siquiera con nuestro silencio, a quienes, sean quienes sean y se hallen donde se hallen, están dando pruebas de una capacidad para destruir sólo equiparable a su ineptitud para edificar.

    Nosotros, como dijo Carlos VII al abandonar a España, derrotado por el liberalismo, nos negamos a suscribir con éste pactos deshonrosos; y no sólo por la deshonra que ello implicaría, sino porque no es prudente fiarse de una palabra sin otra exigencia moral que el interés, cuando se tomó a la ligera la palabra que Dios demandará por haber empeñado un juramento con ella.

    • • •

    La lucha en que España y el mundo están empeñados es ahora más que nunca una guerra civil universal. Esa lucha, que previo José Antonio, profeta aquí, como tantas veces, es más dramática que la contienda electoral que se propone y que parece obsesionante para muchos. «Esa lucha está planteada —dijo José Antonio— entre el frente asiático, torvo y amenazador de la revolución comunista —que ya se pasea desafiante otra vez por nuestros pueblos—, y el frente nacional de los mejores hijos de España en línea de combate.»

    Camaradas y amigos. En este cuarenta aniversario de la exaltación de Franco a la jefatura del Estado, invocando a nuestro patrono San Miguel Arcángel, por Dios y por la Patria, gritad conmigo: ¡FRANCISCO FRANCO!, ¡PRESENTE! ¡ARRIBA ESPAÑA!

    (Otra atronadora ovación cierra las últimas palabras del consejero nacional Blas Pinar, cantándose a continuación las estrofas del «Cara al Sol».)



    Última edición por ALACRAN; 12/07/2021 a las 14:16
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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    Re: Discursos de Blas Piñar (durante y contra la "transición")

    Blas Piñar, en Molina de Segura (Murcia)



    Revista FUERZA NUEVA, nº 513, 6-Nov-1976

    Blas Piñar, en Molina de Segura (Murcia)

    EL ESPÍRITU DE LA REFORMA

    (Discurso pronunciado por Blas Piñar en el cine Consu, de Molina de Segura (Murcia), el 24 de octubre de
    1976.)

    “ES éste, amigos y camaradas, el primer acto político de FUERZA NUEVA después de su inscripción en el registro correspondiente del Ministerio de la Gobernación. Y que conste que fue preciso acudir a los más altos niveles para lograrlo, con un argumento irrebatible: si para la Reforma política, tan grave por lo que supone de cambio constitucional, se utilizaba el trámite de urgencia, resultaba incomprensible que para lograr el reconocimiento de FUERZA NUEVA como partido, no obstante el cumplimiento meticuloso de, todas las exigencias legales, se aplicara un trámite lento. Pero al fin se salvaron todas las dificultades, y al amparo de la nueva normativa, que ciertamente no nos agrada, aquí estamos, para luchar, como lo hemos venido haciendo hasta ahora, por la unidad, la grandeza y la libertad de la Patria. (Ensordecedor aplauso.)

    Hace once años tuve el honor de hacer uso de la palabra en este mismo local. La víspera hablé en la Casa de la Cultura de Murcia. En aquella ocasión el tema del discurso se centraba en torno a las banderas que comenzaban a arriarse y que ahora se arrían con descaro por los que han vivido, no para ellas, sino de ellas, bajo su manto suave y protector. Pero no importa; esas banderas, las banderas gloriosas del 18 de Julio, continuarán erguidas y en alto, mantenidas por quienes, al igual que nosotros, combaten por las ideas que simbolizan, al margen de toda ambición o propósito de lucro y, como decía José Antonio a sus jóvenes escuadristas de la Falange, a la intemperie, cara al sol o bajo el púlpito luminoso y nocturno de las estrellas. (Se repite el aplauso.)

    • • •

    El pasado primero de octubre, FUERZA NUEVA quiso conmemorar el cuarenta aniversario de la exaltación a la Jefatura del Estado de Francisco Franco. Quizá fue el único acto que se celebró en Madrid con dicho objeto. En nuestra aula de conferencias, rebosante de un público fervoroso que la desbordaba, tuve ocasión de exponer la postura de FUERZA NUEVA ante el momento político de España. Después, en un Madrid que se va transformando, otra vez, de corte en checa, como diría Agustín de Foxá, nuestros jóvenes, en la calle, molesta y entristecida por la jomada de lucha que habla organizado la subversión, hicieron patente, con sus voces y su estilo, la lealtad a Franco, a su pensamiento y a su obra.

    Unos días más tarde se celebró el pleno del Consejo Nacional del Movimiento. Todos sabéis la frialdad con que fue acogida la presencia de su presidente y el silencio que siguió a su brevísimo discurso. Pero no eran ni la frialdad ni el silencio los que iban a decidir la cuestión que iba a plantearse. Los votos, que son tan importantes en una democracia, demostrarían que, a pesar del silencio y de la frialdad, la mayoría aceptaba la tesis reformista del Gobierno, dando, con pequeñas modificaciones de la ponencia y la aceptación mitigada de algunas correcciones, un «sí» al cambio sustantivo constitucional, a la desaparición del propio Consejo y a la disolución del Movimiento, y, por lo tanto, un «sí» al suicidio. Al espíritu del 12 de febrero, de tan triste recordación, ha sucedido, con acogida mayoritaria, el espíritu de la Reforma.

    Y es lógico y congruente que así sea. Los que eligieron a Suárez para ocupar un escaño de consejero nacional, debían apoyarle en su propósito reformista. Lo que me cuesta, sin embargo, mucho esfuerzo llegar a entender, salvo que la crisis de hidalguía que alguien ha detectado y denunciado sea evidente, es que también la mayoría de los llamados cuarenta de Ayete, con olvido o, quizá a mi modo de ver, erróneo entendimiento de la misión que por el Caudillo les fuera encomendada, no sólo dejaran de velar por la subsistencia del Movimiento que Franco puso en marcha, sino que contribuyeran con sus votos a desmentir a Franco, que aseguró que la continuidad del Movimiento estaba en el Movimiento mismo. (Aplauso de gran duración y gritos de /Franco/ ¡Franco!)

    • • •

    En una época como la nuestra, cargada de confusión, urge esclarecer el sentido auténtico de las palabras en uso. Dulce María Loynaz, poetisa cubana, pedía a Dios, en unos versos admirables, que no nos dejara caer en la tentación de las palabras vacías, del cascabel de las palabras, y Agatha Christie, la famosa novelista inglesa, que acaba de fallecer, refiriéndose a los políticos, escribe que para ellos las palabras no son vehículo de las ideas, sino instrumento hábil para velarlas o desfigurarlas.

    Pues bien, nosotros vamos a intentar que las palabras sean un reflejo fidelísimo de las ideas, esclareciendo su contenido, evitando, a todo trance, el falseamiento, la duda o la oscuridad.

    Son muchas, naturalmente, las palabras que deberíamos someter a observación y análisis. Basta por hoy considerar tres vocablos cuyo uso, de tan frecuente, nos anonada: inmovilismo, reforma y ruptura.

    La palabra inmovilismo es fruto de una creación artificial y maniquea. Con él se pretenden dos cosas: justificar la existencia de un extremismo maximalista, que actúa sin freno en toda la nación y que se manifiesta con un signo disolvente del orden recibido, y promover las posturas llamadas de centro, moderación, serenidad y equilibrio.

    ¿Pero dónde están los inmovilistas y el inmovilismo? ¿Cómo demostrar con argumentos eficaces e incontrovertibles que lo son aquellos a los que con arrogante frivolidad se les moteja de tales?

    Porque inmóviles sólo se quedan los muertos, y afectados de inmovilismo lo están los seres de por sí inanimados. Y Dios, de algún modo, siendo la fuente y raíz de todo movimiento vital, es el gran inmóvil, pues, teniendo en Si mismo la perfección, no ha de moverse ni salir de Sí mismo para alcanzarla.

    En cualquier caso, si a alguien se le pudiera imputar el inmovilismo, no sería a nosotros, que hace diez años salimos a la vida pública con una actitud crítica, y a la vez constructiva y responsable, supliendo, en la medida en que nos fue posible, a un «Movimiento» que se reducía, cada vez más, a burocracia y nómina.

    Análisis de una palabra

    La palabra reforma requiere más atención. Reforma es una palabra casi mágica, y por ello hueca, vacía, que puede llenarse con ideas muy diferentes y hasta contrarias. Y así: hay una Reforma para conformar y otra para deformar; hay una Reforma para rematar una Constitución y otra para cambiarla; hay una reforma, con minúscula, para depurar de incrustaciones y perfeccionar la obra realizada, y hay una Reforma, con mayúscula, que aspira, aunque lo oculte, a sustituir un Régimen por otro Régimen distinto, hay unas reformas para hacer coincidir la empresa con los planos ideales del comienzo, y una Reforma para destruir lo edificado, y sobre el solar o sobre parte del solar, si algo queda del mismo después de la tarea demoledora, construir un edificio diferente del primitivo; hay, en definitiva, unas reformas que pretenden adaptar mejor las leyes fundamentales, el ordenamiento jurídico de rango inferior y hasta los hábitos sociales, a los Principios que configuran el alma nacional, y hay una Reforma que lleva consigo el desconocimiento fáctico y la denegación subsiguiente de tales Principios.

    El primer tipo de reforma se llama, sin tapujos, continuidad perfectiva, evolución y desarrollo homogéneo del Sistema, Régimen, en fin, de Constitución Abierta. El segundo tipo de Reforma, aun utilizando las mismas letras e idéntico vocablo, no es más que la ruptura; el regreso a las posiciones de partida, a las que estamos, por desgracia, retrocediendo; liquidación de la obra de Franco y del esfuerzo de la guerra y de la paz. (Gran aplauso.)

    Lo que se esconde detrás

    Las reformas, con minúscula, las que nosotros hemos postulado siempre, son un corolario de la dinámica interna de una comunidad política que aspira a la perfección. Equivale, en cierto modo, al «Ecclesia semper reformanda» de la comunidad espiritual y puede asimilarse, refiriéndonos al hombre individualmente contemplado, que se examina, arrepiente y enmienda. La Reforma, con mayúscula, conlleva un comportamiento negativo, una conversión al revés, un reconocimiento explícito de la inutilidad, ineficacia o arcaísmo de las instituciones y la proclamación de una apremiante y urgente necesidad de reemplazo; la salida de la Iglesia —para poner un ejemplo elocuente—, como ocurrió con la Reforma de Lutero, para fundar una Iglesia distinta.

    La ruptura es lo que en realidad, y por mucho que se edulcore o almidone, se enmascara y trata de vehiculizarse con el término Reforma. Si el cambio fue la consigna del gabinete Arias, la rúbrica genérica y la perspectiva del gabinete Suárez se dan cita en la apertura de un período constituyente. Y un período constituyente lo es en tanto en cuanto durante el mismo se pone a debate, a discusión y en tela de juicio todo lo que afecta a la subsistencia de la comunidad, a sus ingredientes constitutivos; algo así como una reelaboración morbosa de las propias razones de existir.

    El preámbulo del proyecto de ley de Reforma política no deja lugar a dudas acerca de las líneas doctrinales en que el Gobierno la hace descansar, ni sobre su propósito. De ahora en adelante, si el proyecto prospera, no habrá dogmas políticos, verdades objetivas. La ley no encuentra el fundamento de su fuerza coercitiva en la concordancia con la razón, con el Derecho natural y con la ley divina, sino, fruto de un voluntarismo trasnochado, que hace del hombre su propio demiurgo, encontrará en la decisión mayoritaria su poder imperativo.

    Muchas cosas pueden ser lícitas así

    Con esa carga antiteológica, que ha conducido al más absoluto desorden, el divorcio, la anticoncepción, el aborto, la eutanasia, las corrientes doctrinales que destruyen la dignidad y la libertad del hombre, serán lícitos en función de lo que acuerde la mayoría. Pues bien, así como hay verdades matemáticas y leyes físicas que la voluntad mayoritaria no puede cambiar, así también hay baremos morales, principios filosóficos y verdades políticas, que el hombre puede negar, pero sin que su negativa haga desaparecer lo evidente y sin que la evidencia fluya, con tono penitencial, a través de las crisis personales y comunitarias a que hoy asistimos.

    Sentado el principio de la plena soberanía de la voluntad mayoritaria y la inexistencia de todo ordenamiento objetivo, es inútil el escamoteo, como última salvaguarda, de un elenco más o menos reducido de temas, que se sitúan, como inalcanzables, en una egregia y distante torre de marfil. Recluir en ella la unidad de España, el Ejército y la Monarquía, estimándolos fuera de discusión, es tanto como construir castillos en el aire. Si el pueblo es soberano, y su voluntad mayoritaria decide, ¿por qué no reconocerle el derecho a decidir que España se fragmente en las nacionalidades que la autodeterminación desee?, ¿por qué no aceptar su voto favorable a la desaparición de las Fuerzas Armadas?, ¿por qué, en resumen, no acatar el sufragio que sustituye la Monarquía
    por la República?

    ¡Triste misión la de afirmar un principio y abominar luego de sus consecuencias! ¡Flaco servicio el que el Gobierno Suárez, con su periodo constituyente, está haciendo a España, al Ejército y a la Monarquía! (Fuerte y prolongado aplauso.)

    ¿No veis cómo cada día se agravan los problemas, cómo se tambalea el orden jurídico, el moral, el económico y hasta el orden público?; ¿cómo no hay seguridad ni confianza?; ¿cómo se asesina sin piedad?; ¿cómo no se respeta el derecho al trabajo, que es mucho más importante que el derecho a la huelga? De seguir por este camino no habrá sino dos opciones: el caos o la dictadura; y nosotros, que no queremos el caos, so pretexto de democracia, y que no creemos en la dictadura como solución, si llega el momento límite, preferimos la dictadura al caos. (Ensordecedor aplauso.)

    • • •

    Un excelente escritor, examinada la actitud política de los españoles en el momento de la muerte de Franco, los distribuía, sin perjuicio de matizaciones ulteriores, en dos grandes grupos: los que creían y los que no creían en la continuidad del Régimen del 18 de Julio.

    Los primeros son los que entendían, y a mi juicio entienden, que las fundaciones no se extinguen cuando fallece el fundador, ni las sociedades cuando se mueren sus promotores, y que los edificios no se hunden o se derriban por el simple hecho de que el arquitecto que los construyó fallezca.

    La necesidad de unos Principios básicos, animadores de la sociedad y del Estado; la participación del pueblo en las tareas legislativas, a través de los cauces naturales de representación; las pruebas exhaustivas y clamorosas de los éxitos logrados; la existencia de un consenso popular abrumador, eran argumentos, entre muchos, más que suficientes para justificar la actitud de tantos millones de ciudadanos que creían y creen en la continuidad y en el perfeccionamiento del Régimen de Franco.

    Más aún, y por si todo eso no bastara para justificar esa postura, la viabilidad del franquismo como Sistema, es decir, del franquismo sin Franco, lo comprobó el pueblo, al producirse, con su muerte, la entrada en juego del mecanismo sucesorio. No hubo un solo fallo, porque el engranaje, sin maniobras ajenas, funcionó tal y como se hallaba previsto.

    El pueblo, de un lado, en aquellas colas interminables, tributó al Caudillo un homenaje silencioso y emocionado de lealtad y de gratitud, poniendo a su vez sus ojos y sus esperanzas en un Príncipe joven que Franco quiso formar para España y que juró lealtades ante la nación y sobre los Evangelios, en la mañana de Santa Cecilia de 1975.

    Nace la Monarquía del 18 de Julio

    Se culminaba con aquel juramento la Monarquía de la Ley Orgánica del Estado, la del referéndum de Fraga de 1966, la vestidura coronada y en cierto modo sacramentada del Régimen que nació del 18 de Julio. Se remató con la Corona la hechura que Franco consideró más apta, por lo que la Monarquía auténtica tiene de unidad de poder, para garantizar en el tiempo futuro la permanencia del Estado nacional, que tuvo su origen en el gran plebiscito de la sangre vertida en la guerra de liberación, y su fortaleza en el constante refrendo, moralmente unánime, de un pueblo que hasta ahora había trabajado con alegría y en paz.

    ¿Cuál ha sido la conducta de los gobiernos de la Monarquía frente a estos dos grupos de españoles?

    En primer término, presentar a la Corona como instrumento agilizador del cambio y por ello de la liquidación del franquismo.

    En segundo lugar, entenderse, dialogar, alentar y legalizar «de facto» y «de iure» a los enemigos del Régimen.

    Por último, marginar, silenciar, atacar o tolerar campañas de difamación contra las instituciones y los hombres que permanecen leales, en la medida que su lealtad descansa en el mantenimiento a otro rango de lealtades repetidamente juradas.

    Las tres actitudes referidas se ponen de manifiesto apenas se recuerde:

    • la afirmación rotunda, eliminadora de compromisos, de que la Corona era el motor del cambio; equivalente a un traslado de responsabilidades —impropio de quien se proclama liberal— desde la propia órbita a una órbita superior, que debió siempre respetarse;

    • la admisión en la práctica de las agrupaciones políticas adversas al 18 de Julio. Desde el famoso almuerzo de Fraga Iribarne, anterior ministro de la Gobernación y vicepresidente del Gobierno, con Tierno Galván, líder de un partido marxista, hasta los diálogos placenteros del señor De la Mata con las Comisiones Obreras, o del señor Suárez con Felipe González, no hay más que un paso en idéntica línea;

    • la tolerancia al separatismo, que comenzó con las frases cariñosas para el Partido Nacionalista Vasco y termina con las exhibiciones desafiantes de la bandera que lo simboliza; la «Diada de Catalunya», la marcha de la libertad y la inauguración de una placa homenaje a Luis Companys, el hombre que, al frente de la Generalidad, se sublevó contra España, primero, y entregó Cataluña, después, a la anarquía y al crimen. (Aplausos.)

    • la aniquilación permitida de los Sindicatos verticales y únicos, y la invitación a reconstituirse de las sindicales obreras, empezando por la U.G.T., cuyo congreso se celebró en Madrid no hace muchos meses, autorizado por Fraga Iribarne, el mismo que ahora se escandaliza de las «excesivas concesiones a actitudes revanchistas, erosionadoras de la paz y el orden, y disgregadoras de la integridad nacional»;

    • el aumento creciente del terrorismo, casi siempre impune, que nos arroja con reto las nuevas víctimas de los asesinados en San Sebastián;

    • el regreso triunfante de exiliados de toda condición, antecedentes y responsabilidades, desde Madariaga y Sánchez Albornoz, cuyos insultos a Franco son muy difíciles de olvidar, hasta las familias de Prieto, Casares Quiroga y Santiago Carrillo; así como el retorno de un antiguo miembro de la guerrilla asturiana, al que se aclamó en Madrid, entre puños en alto y las estrofas de «La Internacional»;

    • la apología más o menos encubierta de los militares de la U.D.M., recientemente amnistiados, y el intento fallido, pero notorio por su significación, del pase a la reserva de dos ilustres soldados, los tenientes generales De Santiago e Iniesta Cano;

    • la negativa a un homenaje popular de gratitud a Franco y la autorización de un homenaje póstumo a Mao Tse-tung.

    De este modo, progresivamente acelerado, los Gobiernos de la Monarquía han dimitido de sus funciones fundamentales, accediendo a todas las exigencias de la oposición al Régimen, es decir, de los partidarios de la ruptura.

    Enumeración de hechos

    En este orden de cosas, quedó abolida, sin que su derecho penal sustantivo se aplicase, la ley antiterrorismo; se concedió la amnistía, prometiendo ampliarla; se abrieron las fronteras para el regreso de muchos que no venían a hacer precisamente ejercicios espirituales, sino ejercicios más peligrosos para la seguridad del Estado; se neutraliza y despolitiza al Ejército; se toleran los ataques a la policía y a las fuerzas de Orden Público; se admite la avalancha de una pornografía brutal, que ni siquiera fue posible durante la República; aumenta, en fin, por momentos, la crisis económica, la crisis laboral y, sobre todo, la crisis de confianza.

    Por ello es inútil pedir ahorro al pueblo, cuando el pueblo observa cómo se dilapida la reserva de divisas, acudiendo a importaciones que compensen la falta de rendimiento, motivada por las huelgas, y la abstención lógica de los empresarios al borde de la ruina.

    El Gobierno, al insistir en la vía iniciada, puede convertirse en el peor enemigo de la Corona. Y es natural que así sea, porque si, en última instancia, la Monarquía no responde a su única razón legitimadora de ser, la continuidad del Régimen del 18 de Julio, y no permanece fiel a sus raíces políticas, jurídicas y morales, arrastrará una vida precaria, fruto de su propia contradicción, es decir, de su cambio de signo y de la negación de su origen y fundamento. Transformada la Monarquía, como algunos quieren, de continuadora en demoledora, una vez cumplida la misión asignada, quedará inútil, haciendo tránsito a la República. (Aplausos.)

    Del motor del cambio, pasaremos de este modo a un cambio de motor, requerido con amenaza no sólo por los que, protegidos por la fuerza pública, gritan «¡Monarquía asesina!», sino por los que repiten el eslogan «España, mañana, será republicana», y por los que, como el P.S.O.E. y Felipe González, como dirigente del mismo, quieren —sin que ello sea obstáculo para recibir los elogios públicos del jefe del Gobierno de la Corona— una República federal de las nacionalidades del Estado español. (Gran aplauso.)

    iNo os engañéis! Los únicos hombres leales a la Monarquía pueden —y no quisiéramos decir que han podido— ser los hombres leales a Francisco Franco.

    • • •

    Pues bien, a la altura de este año de gracias, pero también de desgracias, tenemos que contemplar y examinar un hecho político importante: la aparición en escena de la opción democrática y reformista que nos proponen las personas y grupos vinculados por la «Alianza Popular».

    Permitidme, porque el tema es grave, que exponga, con la misma diáfana claridad que constituye una de nuestras características, la opinión que nos merece el nuevo ente político.

    Vaya por delante que en una contextura liberal, como la iniciada, los pactos y convenios para los periodos electorales pueden ser no sólo convenientes, sino necesarios: hay que sumar votos, encauzar estados de opinión, eliminar escisiones dispersadoras, luchar con las máximas posibilidades de éxito contra un adversario inteligente, con experiencia y medios muy abundantes de financiación y de presión psicológica. Pero de esta realidad no puede seguirse que, quienes forman el pacto por razones electorales y tácticas, abominen de su equipaje doctrinal o lo escondan. La elaboración y edificación de un programa común excede de la táctica y afecta a la ideología, y en ese programa común, que cuenta de 14 puntos, observamos:

    1.°) Se acepta «la necesidad de una Reforma constitucional» y «el proceso abierto por el Gobierno», lo que supone, por mucha mitigación correctora que pueda lograrse, el abandono de la continuidad perfectiva y la entrada en el juego liberal, repitiendo el ciclo histórico del mal menor, de Maura y de Gil Robles, aceptando, el primero, la Monarquía de Sagunto, y el jefe de la CEDA, la República del 14 de abril. (Aplausos.)

    2.°) El propósito de aclimatación al sufragio universal, a la democracia inorgánica, al sistema de partidos y a las autonomías regionales, se halla de manifiesto en el programa de la «Alianza Popular»; y, siendo esto así, habrá que preguntarse: si el Régimen anterior era bueno, puesto que reconocéis el valor de la obra realizada, ¿por qué os unís a su Reforma con mayúscula?; si, por el contrario, queréis su Reforma, porque ese Régimen dejaba mucho que desear, ¿no se os ocurre que tales defectos serían imputables a vosotros, toda vez que en el mismo ocupasteis puestos de la máxima responsabilidad? (Aplausos.)

    3.°) En ninguno de los 14 puntos se menciona a Franco. A pesar de ello, se escribe: «los franquistas al asalto»; como se seguirá hablando, pese a tales silencios que no me explico, de los «espectros del pasado» y de los «perros azules».

    4.°) Hay una obsesión morbosa por Europa, casi equivalente a la obsesión de otro signo de los grupos antifranquistas de reconocido corte liberal. Todos quieren ser europeos de una u otra línea, pero fundamentalmente europeos; aunque la verdad es que el Acuerdo que ahora se nos propone por el Mercado Común es más oneroso para España que el de la época de Franco, y que el Gobierno de corte derechista de Francia sigue arropando y protegiendo a los asesinos de E.T.A. Por eso me permito elevar desde aquí mi protesta respetuosa por el viaje del Rey a Francia. (Aplauso ensordecedor.)

    Y de Hispanoamérica, donde el Rey fue recibido con entusiasmo y donde está nuestro corazón y nuestro futuro, ni una sola palabra.

    5.°) Se afirma la identificación o asimilación de los grupos vinculados a «Alianza Popular» con los partidos populistas, conservadores y de centro, de los países occidentales de Europa, con lo que se asignan un cometido semejante: el de luchar a la defensiva, cediendo posiciones, como la democracia-cristiana de Italia, o legalizando la píldora y el aborto, como la derecha gubernamental francesa.

    6.°) Existe la posibilidad de una adscripción directa a «Alianza Popular», no pasando por ninguno de sus cauces, lo que supone, si nos atenemos a lo que han dicho, escrito o hecho quienes los representan, que al mismo tiempo se dirá que sí al matrimonio indisoluble y al divorcio moderado; a la no legalización del Partido Comunista y a su legalización demorada y «a posteriori»; al homenaje popular a Franco y a la negativa a ese homenaje; a la oposición al revanchismo y a la vía libre para quienes lo predican; a la creación de un Frente Nacional y a la exclusión apriorística de aquellos cuya definición nacional no puede discutirse.

    Lo grave, para mí, de la «Alianza Popular» no es que haya constituido un tremendo error político, sino el daño posible que pueda suponer para España, en una hora difícil como la presente, en la que toda concesión en lo fundamental es irreparable.

    Por mucho que se nos diga, la verdad es que la aceptación del periodo abierto, es decir, de un periodo constituyente, supone la aceptación de la Ruptura, que eso es, y no otra cosa, la Reforma. Quienes sigan el programa de la «Alianza Popular» deben saber que abandonan su campo propio, logrado con sangre y dedicación, para entrar en un campo —el del liberalismo— que Franco condenó reiteradas veces, y que dio origen al trauma más doloroso de nuestra historia reciente. En el fondo, y aunque se reitere que se trata de salvar cuanto sea posible del franquismo, se abjura de unas posiciones doctrinales y de la obra realizada bajo su inspiración. Si se trata de salvar lo que se pueda del Régimen de Franco, se está reconociendo que acaba de naufragar.

    La subversión se identifica con al olvido

    El reformismo, con enmiendas o sin ellas, en cuanto acepta la Reforma, con mayúscula, se une al proyecto de sustituir el Sistema recibido y se traslada, quizá sin saberlo, al terreno de la subversión, porque la subversión no se identifica y confunde con la violencia en la calle, sino con el olvido, primero, y la sustitución, después, de una Constitución por otra de signo contrario.

    Más aún; el reformismo, en este momento, y aunque no lo parezca, es más peligroso que la Ruptura clamorosa, porque ésta sobresalta y produce un movimiento casi instintivo de rechazo, mientras que la Reforma, aceptada con alguna mitigación consoladora y limosnera por ministros de Franco y personas reputadas de orden, allana y facilita el camino, tranquiliza a los miedosos y calma a los que, derrotados desde ahora, sólo piensan en el mal menor y en una paz aparente y furtiva, con lo que no hacen otra cosa, como ocurrió con la CE.DA., que preparar y acunar; lo mismo que sucedió entonces. (Aplausos.)

    Y no es, bien lo sabe Dios, que nos parezca mal que se unan los afines. Pero la unión ha debido ser para oponerse a la Reforma, y no para aceptarla.

    • • •

    Para FUERZA NUEVA, la cuestión vital que tenemos a la vista no es la electoral, que a muchos absorbe pensando en concejales, diputados y senadores. Todo esto es importante y no se debe descuidar. Pero el problema de fondo afecta al hombre y a la comunidad política, a todos y cada uno de los españoles y a España como nación. Algo metafísico, trascendental se halla en juego, y no hay razones electorales de peso que, a la vista del debate, nos permitan la entrega de jirones de verdad. Como nos decía un sacerdote no hace mucho: «la vida podemos entregarla; la verdad no», porque sólo la verdad, la verdad entera, nos salva. ¿Y acaso Cristo, el Maestro, no nos enseñó a dar con la vida el supremo testimonio de la Verdad?

    Para nosotros, el esquema doctrinal del 18 de Julio, con todas las imperfecciones que queráis y con todas las deslealtades que conocéis, sobrepasa a una propuesta utópica. Es una realidad positiva y en marcha, que ha deparado a la nación una época envidiable de paz y de progreso, que salta a la vista.

    El Régimen de Franco cuenta con el aval, no de las urnas, sino del dolor y la sangre de los que murieron para edificarlo. ¡Ay de las familias y de las naciones que olvidan a sus héroes y a sus mártires! ¡Cómo nos insistía el cardenal Gomá para que los recordásemos! Vaya desde aquí mi cariñosa felicitación a Joaquín Barquero, consejero local de Murcia, por su preciosa carta de queja por la supresión del funeral del 13 de septiembre.

    Y, por si fuera poco, la continuidad perfectiva del Estado nacional la exige la fidelidad a un juramento prestado; y, que yo sepa, no hay una valoración moral distinta para el juramento que se presta a un orden constitucional y el que se demanda en otras esferas.

    Por último, si la Tradición y la Revolución nacional se hermanan, la primera como manantial y la segunda como su fruto, está claro que sólo en la permanencia de un Régimen en el que ambas se dieron cita España puede mantener su modernidad y su identidad.

    Para defender y robustecer todo ello, con la conciencia tranquila del deber cumplido, con fe en la capacidad creadora de nuestro pueblo, iremos, si es necesario, acompañados o solos, a las elecciones que puedan celebrarse, pero sin ceder, como decíamos, un sólo pedazo de la verdad. La unión, contra lo que se dice y propala, no hace siempre la fuerza. Depende ello de muchos factores. Alemania se debilitó, sin duda, al unirse a Italia durante la última contienda, como se debilitaron los aliados al unirse a la URSS, a la que entregaron, so pretexto de liberar a Polonia, no sólo Polonia, sino la mitad del viejo continente. El parche nuevo, nos dice el texto sagrado, rasga y rompe el tejido deteriorado y viejo al que se zurce.

    Nosotros no aspiramos a ser la derecha turnante de un Régimen liberal, luego de haber repetido con machacona insistencia que no éramos liberales. Nosotros no deseamos convertirnos en el contrapeso de la izquierda.

    Nosotros, señor Fraga, no estamos a su derecha, y nadie puede señalarnos con ese calificativo en la mesa que presidió la rueda periodística de la «Alianza Popular». No estábamos ni a su derecha, ni tampoco a su izquierda. Estábamos fuera del hotel donde la «Alianza Popular» proponía un programa que no compartíamos. (Aplauso atronador con el público enardecido y puesto en pie.)

    Desde esta línea de pensamiento y de acción, FUERZA NUEVA hace un llamamiento a las clases medias, a los profesionales y empleados, a los pequeños y medianos empresarios, que con su esfuerzo y sacrificio crean riqueza y proporcionan puestos laborales; a los trabajadores, que saben ya, por la experiencia que se inicia, lo que suponen las amenazas, las palizas y hasta el asesinato de los que no secundan las órdenes de los piquetes de
    huelga; a las mujeres españolas, que nos ayudarán con eficacia y sencillez, ocupando, si es preciso, los puestos arriesgados si los hombres los abandonan; a la juventud, en fin, que a pesar de los estupefacientes y del señuelo marxista, con que se trata de corromperla, siente a España en el corazón y en las venas.

    A la mística adversaria, oponemos la nuestra, y con ella nuestro orgullo, como dijo José Antonio, de ser españoles, de sabernos hijos y soldados de una nación que supo oponer al protestantismo, que hizo quiebra de la Cristiandad, las tesis de Trento y las guerras divinales; a la Revolución francesa, que las armas de Napoleón imponían en Europa, el Alzamiento popular de 1808; y al marxismo, que pretendió esclavizarnos, de igual modo que hoy subyuga a una gran parte de la humanidad, la Cruzada libertadora de 1936. (Aplauso prolongado.)

    Con esa mística, el Caudillo, en su testamento, que será para nosotros mensaje y orden, nos quería en estado de alerta contra los enemigos de España y de la civilización cristiana. Y para precisarlos, después de advertirnos que el adversario estaba dentro, los señaló en su breve discurso del 1 de octubre de 1975: la masonería y el comunismo. (Se reproduce el aplauso.)

    Para actualizar este mensaje, para poner de manifiesto nuestra lealtad y nuestra gratitud, para oponernos a la Reforma-Ruptura que pretende desmantelar al Régimen de Franco y arruinar España, nos concentraremos el próximo 20 de noviembre, al año de la muerte del Caudillo, al cumplirse un nuevo aniversario del fusilamiento de José Antonio, en la plaza de Oriente de Madrid.

    Allí, Dios mediante, nos encontraremos, unidos en el mismo amor y en el mismo espíritu de entrega a España. Hasta entonces.

    ¡ARRIBA ESPAÑA!

    Un aplauso del público, puesto en pie, que dura varios minutos, cierra el grito del fundador de FUERZA NUEVA, y el «Cara al Sol» que se canta en el cine y en la calle pone punto final al acto de afirmación nacional.


    Última edición por ALACRAN; 06/10/2021 a las 13:56
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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    Re: Discursos de Blas Piñar (durante y contra la "transición")

    El más importante discurso: en las Cortes, contra el proyecto de Ley de Reforma política de Adolfo Suárez


    Revista FUERZA NUEVA
    , nº 516, 27-Nov-1976

    Blas Piñar en las Cortes Españolas

    ENMIENDA A LA TOTALIDAD

    Blas Piñar López, procurador en Cortes, formula a la totalidad del proyecto de ley para la Reforma Política, publicada en el “Boletín de las Cortes Españolas, núm. 1532, correspondiente al 21 de octubre de 1976, lo siguiente:

    ENMIENDA A LA TOTALIDAD

    El proyecto de ley para la Reforma Política se halla en contradicción con la Ley de Principios del Movimiento Nacional.

    Toda reforma de nuestro ordenamiento jurídico debe encaminarse a la perfección del Sistema edificado sobre ellos y no a deteriorarlo, desmontarlo o sustituirlo por otro.

    El proyecto de reforma no sólo está en contradicción evidente con los “ideales que dieron vida a la Cruzada”, y que tales Principios recogen, sino que viola los señalados con los números II, IV, VII, VIII, IX y X.

    ***

    Conforme al artículo 1º de la Ley citada, todos y cada uno de los Principios que en la misma se enumeran y proclaman “son, por su propia naturaleza, permanentes e inalterables”.

    Por consiguiente: o se deroga la Ley de Principios, en cuyo caso se subvierte el orden constitucional y se cambia de Estado, o el proyecto de ley de Reforma Política es inviable.

    ***

    Conforme al artículo 2º de la Ley de Principios: “Todos los órganos y autoridades vendrán obligados a su más estricta observancia. El juramento que se exige para ser investido de cargos públicos habrá de referirse al texto de estos Principios Fundamentales”.

    Por consiguiente: no puede pedirse a las Cortes, como Cámara legislativa, ni a los procuradores en Cortes, que han prestado el juramento prescrito, que voten una ley que viola lo que se obligaron a cumplir con la más estricta observancia.

    ***

    Conforme al artículo 3º de la Ley de Principios: “Serán nulas las leyes y disposiciones de cualquier clase que vulneren o menoscaben los Principios proclamados en la presente Ley Fundamental del Reino”.

    Por consiguiente: tratándose de un proyecto de ley de Reforma Política que vulnera y menoscaba los Principios enunciados, procede, en razón de su manifiesta nulidad, su devolución al Gobierno.

    Madrid, 28 de octubre de 1976.

    ****************


    DEFENSA DE LA ENMIENDA ANTE EL PLENO DE LAS CORTES, EL 16 DE NOVIEMBRE DE 1976

    Señor Presidente, señores Procuradores:

    Subo a esta tribuna con una doble emoción: por primera vez hago uso de la palabra en un Pleno de las Cortes, y lo hago, además, en una sesión que es sin duda histórica, que será larga y que ha despertado una expectación lógica, porque de nuestro voto depende, sin duda, el futuro inmediato de nuestra Patria.

    Yo he presentado una enmienda a la totalidad del proyecto de Reforma Política pidiendo la devolución del mismo al Gobierno, con o sin mecanismos correctores, ya que, por importantes que sean, suponen la aceptación de la misma en sus, coordenadas esenciales.

    Para justificar mi enmienda a la totalidad utilizo tres argumentos: uno eminentemente político, otro moral y otro jurídico. Voy a ceñirme a los tres, haciendo notar que la Ponencia, embebiendo quizá, en su contestación los dos últimos, sólo da cumplida, pero insatisfactoria respuesta al primero.

    ***

    Mi enmienda arranca, en síntesis, de estas proposiciones: nuestro ordenamiento constitucional descansa en unos principios doctrinales. A partir de ellos puede modificarse o derogarse cualquiera de las leyes que integran ese ordenamiento constitucional. Es así que el proyecto de Reforma Política no perfecciona el ordenamiento constitucional vigente, sino que se halla en contradicción con los principios doctrinales básicos; luego procede su devolución al Gobierno.

    A esta proposición de partida se añade un argumento moral -valor del juramento prestado- y un argumento jurídico –el de contrafuero.

    PRIMER ARGUMENTO

    El proyecto de Reforma Política se halla en contradicción con la Ley de Principios, toda vez que en el artículo 1° de aquél se proclama que "la democracia en la organización política del Estado español se basa en la supremacía de la Ley, expresión de la voluntad soberana del pueblo', añadiendo -que la elección de diputados y senadores se hará "por sufragio universal, directo y secreto (artículo 2°, apartado 2, y Disposición transitoria primera).

    La ley, por tanto, y conforme al proyecto, no goza de fuerza coercitiva y vinculante porque se halle de acuerdo con el derecho natural y con la ley divina, sino porque es la expresión de la voluntad soberana del pueblo, decantada por mayoría de votos a través del sufragio universal.

    La concepción voluntarista de la ley, el sistema del sufragio universal como cauce de representación y la democracia inorgánica, no tienen nada en absoluto que ver con el ordenamiento constitucional que descansa en los Principios.

    Creo que fue José Antonio el que, hablando de la ley, dijo que la misma debería ser exponente de las "categorías permanentes de razón', y no tan sólo de las arbitrarias "decisiones de voluntad”; y creo que fue José Antonio el que afirmó que el liberalismo es "el más ruinoso sistema de derroche de energía”.

    Balmes, el gran filósofo catalán del siglo pasado, contrapuso la democracia social, que recogen los Principios, y la democracia liberal, que contempla la Reforma. Aquélla concibe a la sociedad civil tal y como es, respetando y vitalizando sus estructuras básicas, sus cauces naturales de representación. La última, atomizando y dislocando la realidad social, sometiéndola al juego artificioso de los partidos, es (recojo sus palabras en cuanto manifiestan el pensamiento de la tradición española) "errónea en sus principios, perversa en sus intenciones, violenta e injusta en sus actos”. Por eso "ha dejado siempre un reguero de sangre, y, lejos de proporcionar a los pueblos la verdadera libertad, sólo ha servido para quitarles la que tenían".

    Y Franco, al que si se califica de hombre irrepetible, debe ser para respetar su obra y no para deshacerla (porque en ese caso lo de irrepetible, lejos de ser un elogio, sería un desprecio, sería tanto como aceptar su herencia para despilfarrarla en seguida), afirmó con claridad meridiana, refiriéndose a la democracia del sufragio universal y de la ley fruto de la voluntad mayoritaria, que dicho Sistema había traído el "ocaso de España”, añadiendo con palabras que quiero recordar aquí y ahora, cuando hemos de adoptar una resolución trascendente: "Cada día se acusa con mayor claridad en el mundo la ineficacia y el contrasentido de la democracia inorgánica formalista, que engendra una permanente guerra fría dentro del propio país; que divide y enfrenta a los ciudadanos de una misma comunidad; que inevitablemente alimenta los gérmenes que, más tarde o más temprano, desencadenan la lucha de clases; que escinde la unidad nacional al disgregar en facciones beligerantes una parte de la Nación contra la otra ; que fatalmente provoca, con ritmo periódico, la colisión entre las organizaciones que se dicen cauces y mecanismos de representación pública; que, en lugar de constituir un sistema de frenos morales y auxiliares colaboradores del Gobierno, alimentan la posibilidad de socavar impunemente el principio de autoridad y el orden social" .

    ¿Acaso no preveía Franco con estas palabras las consecuencias ya visibles y alarmantes del abandono de los Principios durante el año transcurrido desde su muerte?

    ***

    El proyecto de Reforma se halla en conflicto con la filosofía política del Estado que surgió de la Cruzada. Si el proyecto prospera, por muchos y hábiles que sean los mecanismos correctores, lo que no podrá conseguirse, como no sea rechazándolo, es que el acatamiento a la Ley de Dios, según la doctrina de la Santa Iglesia Católica, la unidad entre los hombres y las tierras, la subordinación al interés nacional de los intereses individuales y colectivos, la Monarquía tradicional, la representación orgánica, la justicia social, la función social del trabajo, la iniciativa privada, la concepción comunitaria -en intereses y propósitos- de la empresa, a que aluden los Principios que enumero en mi enmienda, sean respetados por las decisiones soberanas de una mayoría, cuya voluntad puede manipularse en el caldo de cultivo que es, para los grupos de presión, la democracia inorgánica.

    De la Patria, como fundación, y del Estado al servicio de la misma, pasaremos, si la Reforma se aprueba, a la comunidad política como fruto de un pacto social, y al Estado como espectador o como súbdito -aunque parezca paradoja- del partido más fuerte o de los partidos coaligados.

    ***

    Dice la Ponencia en su informe, al rechazar mi escrito, que doy "por supuesto que la Constitución española (conjunto de las Leyes Fundamentales) es de las llamadas "pétreas" que excluyen la posibilidad de toda modificación".

    Tal afirmación "petrificante" carece de fundamento y la reputo gratuita, aunque no me molesta, pues Cristo, al petrificar a Simón lo hizo piedra angular de la Iglesia; y nadie pondrá en duda la fuerza vitalizante y salvadora de semejante piedra. (Rumores.)

    Pero de petrificado, en el sentido en que usa el término la Ponencia, nada. El que os habla y la corriente de opinión que sin duda existe y que puedo interpretar ahora, no somos enemigos de la reforma de nuestro ordenamiento constitucional y jamás hemos dicho que tal ordenamiento sea inmodificable. Todo lo contrario. Por nuestra lealtad al juramento y a la obra de Franco, por nuestra inserción en la realidad española de nuestra época y por un entendimiento sin confusión de cuanto ese ordenamiento constitucional permite, no sólo admitimos, sino que deseamos y queremos las reformas; pero no precisamente esta Reforma, porque esta Reforma, tal y como la quiere el Gobierno y tal y como la defiende la Ponencia, no es de verdad una Reforma, es una Ruptura, aunque la ruptura quiera perfilarse sin violencia y desde la legalidad.

    Y es que, como teníamos, no hace mucho, ocasión de decir, la palabra "Reforma" es una palabra hueca, vacía, que puede llenarse con ideas muy diferentes y hasta contrarias. Y así: hay una Reforma para conformar y otra para deformar; hay una Reforma para rematar una Constitución y otra para cambiarla; hay una Reforma para depurar de incrustaciones y perfeccionar la obra realizada, y hay una Reforma que aspira a sustituir un Régimen por otro Régimen distinto; hay una Reforma para hacer coincidir la empresa con los planos ideales del comienzo y una Reforma para destruir lo edificado y, sobre el solar, si algo queda del mismo, construir un edificio diferente; hay una Reforma que pretende adaptar mejor las leyes fundamentales, el ordenamiento jurídico de rango inferior y hasta los hábitos sociales a los Principios que configuran el alma, nacional, y hay una Reforma que lleva consigo el desconocimiento fáctico y la denegación subsiguiente de tales Principios; hay una Reforma corolario de la dinámica interna de una comunidad política fiel a sí misma que aspira a la perfección, equivalente a lo que para la comunidad espiritual supone el “Ecclesia semper reformanda”, y una Reforma que implica un comportamiento negativo, una conversión al revés, una apostasía; hay, en suma, una Reforma, como la carmelitana de Teresa y Juan de la Cruz, o la franciscana de Pedro de Alcántara, que nacen del propósito de acabar con la relajación y de volver a la regla fundacional, y hay una Reforma, como la de Lutero o la de Calvino, que acabaron saliendo de la Iglesia para fundar otra Iglesia distinta.

    ***

    Nosotros admitimos la viabilidad y hasta la conveniencia de la Reforma en la línea de pensamiento que acabamos de exponer, pero, aun así, lo que no llegamos a entender es que este tipo deseable de reformas, y menos aún lo que se nos propone y que rechazamos, se quiera tramitar con urgencia y con trámite acelerado.

    Reformas que afectan tan profundamente al ordenamiento constitucional, que tienen tanta repercusión y alcance, no deben hacerse con la rapidez y premura que se exige. Al contrario, requieren tiempo, sosiego, reflexión, madurez de juicio, contrapeso en la serenidad que tanto se nos predica, de los pros y los contras. Con este método precipitado e incongruente se da la impresión: o bien de que el sistema recibido estaba profundamente tarado, lo que no es verdad, pues ha funcionado a la perfección en el momento difícil de ponerse en marcha el juego necesario, o bien de que presiones foráneas y fuerzas inconfesables obligan a que el cambio se produzca de esta forma, lo cual debe considerarse inadmisible.

    ***

    Entiende la Ponencia -y esto es lo grave, a mi juicio-, que el artículo 10 de la Ley de Sucesión al prever la posibilidad de reforma de nuestro sistema constitucional a través de un especial 'quórum' de votación en las Cortes y del referéndum de la nación, engloba en esa posibilidad modificativa a la Ley de Principios, y ello, según la Ponencia por las siguientes razones:

    Primera, porque la misma, a tenor de su artículo 3°, tiene el mismo rango fundamental que las otras leyes así calificadas (son, diríamos, leyes hermanas);

    Segunda, porque la permanencia e inalterabilidad que su artículo 1° predica, lo es en tanto en cuanto los Principios que en ella se recogen son, por su propia naturaleza, síntesis y resumen de los que informan las otras Leyes Fundamentales; por lo que, pudiendo modificarse éstas, podrían modificarse aquéllos, y

    Tercera, porque constituye un razonamiento “ad absurdum" tener que llevar el mismo traje jurídico "por los siglos de los siglos', a pesar de los cambios que se operen en la sociedad española.

    La argumentación esgrimida para el rechazo de la enmienda es inválida. Vayamos por partes.

    Primero: La Ley de Principios no es del mismo rango político que las Leyes Fundamentales, pues no se trata de leyes hermanas sujetas al mismo trato.

    La alusión que hace la Ponencia al artículo 10 de la Ley de Sucesión es incompleta. Efectivamente, dicho artículo, en su párrafo 2, dice que para derogar o modificar las Leyes Fundamentales será necesario, además del acuerdo de las Cortes, el referéndum nacional. Pero olvida la Ponencia que el párrafo 1 de dicho artículo enumera las Leyes Fundamentales que se pueden derogar o modificar por ese procedimiento extraordinario.

    Tal enumeración, exhaustiva, comprende: el Fuero de los Españoles, el Fuero del Trabajo, la Ley Constitutiva de las Cortes, la Ley de Sucesión y la del Referéndum Nacional y cualquier otra que en lo sucesivo se promulgue calificándola con tal rango.

    ¿Quién autoriza a la Ponencia a incluir la Ley de Principios en la enumeración del artículo 10 de la Ley de Sucesión? (1)

    El que las Leyes Fundamentales se puedan modificar y derogar y no los Principios, responde a la distinta naturaleza de aquéllas y de éstos. Los Principios y la ley que los recoge, son, algo así, como lo subyacente a la Constitución, o lo que los juristas alemanes llaman `Constitución de la Constitución'; es decir, la filosofía política de un sistema determinado, la expresión viva de las valencias que definen e identifican a una comunidad concreta, y en este caso a España; la base de lo permanente, que decía José Antonio, y que no puede ponerse en peligro.

    Por eso, Franco, previendo la argumentación de la Ponencia (risas) de que, desde el punto de vista legal, todas las Leyes Fundamentales tienen el mismo rango jurídico, aseguraba que la Ley de Principios "posee su propia singularidad", y con ella “un valor relevante". Y “esto es así" -añadía- no porque los principios contenidos en dicha Ley, se declaren por su propia naturaleza permanentes e inalterables", sino porque en ellos se perfila y descansa la estructura de nuestro sistema político" (28-XI-1967).

    Por eso, más allá de la Constitución francesa o de la Constitución soviética -por poner algunos ejemplos-, subyace una filosofía política inderogable (como no sea por medio de una sustitución del Estado) de signo liberal o marxista.

    Un ilustre soldado decía no hace mucho saludando oficialmente al Rey de España: "En la vida de las naciones hay unos principios consustanciales con su manera de ser, incrustados en su alma, que cuando se olvidan o simplemente se vulneran, la vida de la Nación se desarrolla en un estado de inquietud e intranquilidad y al final surgen el caos, la destrucción y la miseria" (Mateo Prada, 9-VI-1976).

    Quizá por eso: a) el artículo 9° de la propia Ley de Sucesión, distinguiendo el rango diferente de las normas en juego, establece que el Rey ha de "jurar las Leyes Fundamentales", así como lealtad a los Principios que informan el Movimiento Nacional; b) el artículo 43 de la Ley Orgánica del Estado, con análogo carácter diferenciador, habla de que el juramento de fidelidad que han de prestar las autoridades y funcionarios públicos se refiere a "los Principios del Movimiento Nacional y demás Leyes Fundamentales del Reino" ; y c) el artículo 2.° de la propia ley de 17 de mayo de 1958 preceptúa, no un juramento genérico a todas las Leyes Fundamentales, sino a la de estos Principios.

    El juramento, pues, se presta a una Ley -la de Principios-, que no puede modificarse por su propia naturaleza porque es presupuesto de la Constitución, y a unas leyes que, por ser constitucionales, pueden modificarse y derogarse, según el procedimiento que la propia Constitución establece.

    Decir, como lo hace la Ponencia, que "la expresión por su propia naturaleza no puede referirse más que a su naturaleza constitucional", porque "las calificaciones legales sólo son relevantes en el mundo del Derecho", es una interpretación muy respetable, pero forzada y retorcida, que no puedo compartir. Que la inscripción de un derecho en un Registro público sea constitutiva o declarativa podría ser una calificación legal sólo relevante en el campo del Derecho, pero que la ley diga, por ejemplo, que el matrimonio es indisoluble, es una calificación que no sólo escapa al mundo del Derecho, sino que el Derecho positivo recoge de la naturaleza misma de la institución matrimonial.

    Segundo: Dice la Ponencia que la modificación o derogación de los Principios cabe, además, porque, según la propia Ley (artículo 1.°), son "la síntesis de los que inspiran las Leyes Fundamentales". Por tanto, si éstas pueden modificarse, de esta modificación no seguirá la de aquéllos.

    El argumento es muy pobre, porque entonces huelga que ese mismo artículo los declare "permanentes e inalterables". Ello supone una "contradictio in terminis", una falta absoluta de lógica, imperdonable en asuntos de tan vital importancia.

    Pero es que, además, las cosas no son así. Los Principios no son una síntesis extraída de las Leyes Fundamentales, obtenida por destilación meticulosa de éstas, de tal forma que si cambiamos los ingredientes de la infusión, el líquido resultante tendrá un color y un sabor distintos, no ; las cosas, como digo, no son así, sino que son todo lo contrario, pues tales Principios coinciden, como señala el breve preámbulo de la Ley, con "los ideales que dieron vida a la Cruzada"; Cruzada e ideales que son los únicos que históricamente legitiman el Estado actual, la Monarquía y la Constitución.

    Los Principios son "síntesis', es verdad, pero no como resultado, sino como savia, como fuente inspiradora y animadora de ese mismo Estado y de su ordenamiento jurídico. Los Principios, por serlo, son inmutables; es lo que permanece a pesar de los cambios. Más aún, partiendo de su fuerza genesíaca y creadora, los cambios han de producirse bebiendo de su manantial, acudiendo a las ideas que cobijan. De las Leyes Fundamentales no se obtienen los Principios, sino que tales Leyes son fruto y emanación de ellos.

    A partir de los Principios toda perfección es posible cara al futuro, como ahora se dice. Toda vulneración de ellos es un error incalculable y un regreso al pasado, porque, como dijo Franco, “no hemos configurado una doctrina para que esté sólo vigente en el momento en que vivimos, sino para que en el mañana siga proyectándose con ímpetu y vigor sobre las instituciones que hemos creado".

    Tercero: De aquí que el último argumento de la Ponencia, en línea con su propósito "petrificante" del que os hablé, sea no sólo poco elegante, sino también poco afortunado. Afirmar, rechazando la enmienda, que según nuestra tesis habría que seguir "per secula seculorum', con el mismo traje jurídico, "ya que nos oponemos a la Reforma", es un absurdo todavía mayor que su propio razonamiento "ab absurdum" ; porque una cosa es el traje, jurídico o no, y otra, como vulgarmente se dice, la percha; es decir, la persona, el ente político, la comunidad nacional que lo lleva; y la Reforma que se pretende, a mi juicio, no afecta al traje, que conviene cambiar según la estación, llevar al quitamanchas cuando se ensucia o reponer cuando quedó raído o fuera de moda, sino que afecta a los Principios, a lo permanente, al ser mismo de España, que se rescató a un precio excesivamente alto para que ahora, envueltos en la confusión y en la prisa, lo juguemos a cara o cruz en un procedimiento de urgencia.

    El pueblo, con una clara intuición, cuando habla del cambio de traje, de camisa o de chaqueta, cosa frecuente y llamativa ahora, no se refiere, claro es, a las mudanzas accidentales y perfectivas, sino a la "metanoia" interior, al cambio de ideología o táctica, al acomodo intrínseco a las situaciones en que ingresamos o que ya se vislumbran.

    ***

    Me quedan, señor Presidente y señores Procuradores, dos motivos breves para comentar de mi enmienda, a los que sólo de una forma implícita se me ha contestado.

    Uno, constituye, como decía de entrada, el argumento moral, y el otro, el argumento estrictamente jurídico.

    Argumento moral

    Se trata del valor y alcance que cada uno dé a su juramento. Si cuando juramos, de conformidad con lo prevenido en la ley, entendimos, como yo al menos lo entendí y lo entiendo, que juraba unos Principios inamovibles y un orden constitucional sólo modificable en función de aquéllos, la respuesta al proyecto de Reforma Política, debe ser un voto negativo; y negativo, claro es, será mi voto.

    Para los que con esta perspectiva nos enfrentamos con el tema, está claro que la modificación o derogación de los Principios permanentes e inalterables, sólo pueden realizarla aquellos que no los juraron, aquellos que, desde una posición distinta y adversaria, pero, a la postre, honesta y congruente, discrepan de ellos y tratan de suprimirlos. Pero los que hemos puesto a Dios como testigo de nuestra fidelidad, empeñando en ello nuestra palabra para conservarlos, no podemos quebrantar nuestro juramento sin gravar la conciencia y sin escándalo.

    Argumento jurídico

    "Serán nulas las leyes y disposiciones de cualquier rango que vulneren o menoscaben los Principios" (dice el art. 3° de la Ley en que se proclaman).

    Esta nulidad se declara y hace efectiva a través del recurso de contrafuero, vicio grave en el que incurre según el artículo 59 de la Ley Orgánica del Estado: "Todo acto legislativo o disposición general que vulnere los Principios del Movimiento Nacional o las demás Leyes Fundamentales del Reino".

    Ahora bien, ¿cómo determinar si una ley de rango constitucional, una de las Leyes Fundamentales -ésta, por ejemplo, que se nos ofrece- es contrafuero, si no se mantiene la permanencia e inalterabilidad de la Ley de Principios, a la luz de los cuales será preciso examinar si tal Ley se inspira en ellos o los desconoce, deteriora o conculca?

    El artículo 85 de la Ley Orgánica del Estado preceptúa que: "el Jefe del Estado, antes de someter a referéndum un proyecto o proposición de ley elaborados por las Cortes, interesará del Consejo Nacional que manifieste, en el plazo de quince días, si, a su juicio, existe en la misma motivo para promover el contrafuero". Pues bien, ¿qué esquema de normas habrá que traer a colación para formular ese juicio, como no sea la Ley que recoge los Principios, que son, por su propia naturaleza, permanentes e inalterables?

    Si esa ley, subyacente al orden constitucional, no se mantiene, el contrafuero de una ley que tenga ese rango sería inviable, y no puede suponerse, en materia como la que ahora nos ocupa, una disposición tan absolutamente ineficaz y vacua.

    ***

    La tesis final de la Ponencia de que lo importante es que "la reforma se haga desde la legalidad constitucional vigente", se vuelve, claro es, contra su propósito, ya que, como estimo haber demostrado, la Reforma Política que el Gobierno nos propone no se hace desde esa legalidad, sino en abierta contradicción con ella. No se nos invita a una ruptura desde la legalidad, bautizándola de Reforma, sino a una ruptura de la propia legalidad.

    Y en este caso, lo importante es el fin que se pretende -la sustitución del Estado nacional por el Estado liberal, y la liquidación de la obra de Franco-, aunque los medios para lograrlo sean distintos. Si un cambio en la identidad personal se acaba produciendo, a la postre es lo mismo que se consiga por medio de un tratamiento de hormonas o por medio de ablación y trasplante, a través de un internista o de un cirujano.

    Yo ruego al Presidente de las Cortes (Torcuato Fdez. Miranda) que no tome a mal lo que le voy a decir, que no se enfade, que no agite la campanilla y que no me aplique el aparato ortopédico. (Risas.) Pero la verdad es que el Presidente, a quien quiero y estimo hace muchos años, ha tomado postura en torno al tema que ahora nos reúne. Ha dicho, o así por lo menos lo recoge la prensa ("Ya" del 13 de noviembre de 1976), que "es evidente que el cambio que se va a producir es radical", y que este cambio le "parece extraordinariamente positivo". El Presidente ha hablado de "crear un supuesto político radicalmente distinto", y ha resuelto que la consideración de este cambio sustancial como ruptura "es, con todos los respetos, terquedad".

    ***

    Yo, señor Presidente, soy uno de los aquejados de terquedad. Por ello, con todos los respetos también para la Presidencia, para mí mismo y para esta Cámara, me atrevo a pedirle que, después de su toma anticipada de postura, añadida a la elaboración de un trámite de urgencia sin el concurso del Pleno, baje a su escaño para litigar sobre la legalidad o ilegalidad de la Reforma y hasta lo conveniencia o inconveniencia de los mecanismos correctores del proyecto, pasando la dirección de los debates a uno de los Vicepresidentes de las Cortes. (Aplausos.)

    Entre las últimas palabras, y termino, que Franco dirigió a su pueblo congregado en la Plaza de Oriente -que para mí no es sino la Plaza del Caudillo- el 1 de octubre de 1975, recordamos éstas: "El pueblo español no es un pueblo muerto". Pues bien, yo estoy seguro de que estas Cortes, que fueron elegidas viviendo Franco y que están nutridas por hombres del pueblo que veneran su pensamiento y su obra, responderán ante el proyecto de ley que se nos propone con lealtad al único imperativo exigible: el de su propia conciencia, debidamente ilustrada. Si el enmendante que se retira de la tribuna ha contribuido a ilustrarla y esclarecerla, se da, desde luego, por satisfecho.

    Muchas gracias. (Aplausos.)


    ***

    (1) Para aclarar toda duda que pudiera surgir se añade la siguiente aclaración, que no aparece en el texto de la defensa.

    La Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado, de 26 de julio de 1947, fue modificada por la Ley Orgánica del Estado, de 10 de enero de 1967. Pues bien, si nos atenemos a la primera fecha, la Ley de Principios, de 17 de mayo de 1958, al ser posterior y declarar que tales Principios son “permanentes e inalterables”, los excluye, por derogatoria en este aspecto -a pesar de ser declarada fundamental- del procedimiento reformador del párrafo 2º del artículo 10 de la Ley Sucesoria.

    Si nos atenemos a la segunda fecha, es evidente que el mencionado artículo 10, de haber estimado el legislador que dicho procedimiento le era aplicable, habría enumerado y no excluido la Ley de Principios.

    Por añadidura, la propia Ley Orgánica del Estado (1967) -que modifica la Ley Sucesoria-, aprobada, además, por referéndum, establece en su artículo 3º, al enumerar los fines fundamentales del Estado. “Todo ello bajo la inspiración y la más estricta fidelidad a los Principios del Movimiento Nacional, promulgados por la Ley Fundamental de 17 de mayo de 1958, que son por su propia naturaleza, permanentes e inalterables”.



    Última edición por ALACRAN; 24/10/2021 a las 00:30
    Pious dio el Víctor.
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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    Re: Discursos de Blas Piñar (durante y contra la "transición")

    Ante la entonces inminente legalización por el perjuro Suárez del trapo separatista antiespañol llamado "ikurriña", Blas Piñar en Bilbao, replicó con un discurso de homenaje a la bandera española:


    Revista FUERZA NUEVA, nº 519 18-Dic-1976

    Blas Piñar en Bilbao

    HOMENAJE A LA BANDERA ESPAÑOLA

    (Discurso pronunciado por Blas Piñar, el 14 de noviembre de 1976, en el teatro Campos, de Bilbao, en homenaje a la bandera española y en acto organizado por la Asociación Cultural Berriochoa)

    Este acto, camaradas y amigos, tenía que celebrarse aquí y ahora. Aquí, en Bilbao, junto al Nervión herido de la Patria.

    Ahora, en medio de un colapso huelguístico paralizante, de una ola de terror sin misericordia, que no ha descendido, y que cobra nuevas víctimas cada vez que se lo propone; de la amenaza separatista, que con una u otra envoltura renace desde la oscuridad, amparado por las componendas y las debilidades de dentro y las complicidades y las presiones de fuera.

    Este acto, camaradas y amigos, tenía que celebrarse aquí y ahora, porque aquí y ahora se ha quemado, destrozado, y ultrajado la bandera nacional; porque aquí y ahora se ha levantado frente a ella otra absolutamente injustificable; porque aquí y ahora se ha utilizado esa bandera injustificable -demostrando así la falsedad de su causa- no como divisa que se enarbola, y enseña que se defiende con hombría, sino como trampa y cepo para el asesinato y el crimen.

    Pues bien, si la bandera de España ha sido profanada aquí y ahora, era preciso, ya que no un acto de desagravio, pues el acto de desagravio solo incumbe a quienes de oficio se encargaron con juramento de su defensa, sí, al menos, de homenaje, como este al que concurrimos y que hemos agradecer a la Asociación Cultural Berriochoa, de Bilbao, cuyo patriotismo, en esta hora de cobardía y de fingidas serenidades y prudencias, ha permitido poner de manifiesto vuestro amor a España, vuestro amor a la bandera que a España simboliza, al mismo tiempo que vuestra indignación y vuestra impaciencia por tanta pasividad incalificable ante la magnitud de las ofensas.

    Impaciencia e indignación, que recojo a su vez, haciéndome su portavoz e intérprete, para gritar desde Bilbao, desde la “Vasconia españolísima” de monseñor Zacarías de Vizcarra, de qué forma se ama aquí, quizá con más quilates que en ningún otro lugar, a España y a la bandera que España símboliza.

    ***
    Y ya que hemos hablado de símbolos, conviene que reparemos en algo que puede pasar inadvertido. Estamos en una época en la que se trata -según se dice- de desmitificarlo todo; y ello no obstante, los signos y los símbolos se multiplican. Y se multiplican porque son necesarios. El propósito desmitificador no es sincero. Se trata tan solo de eliminar unos símbolos, de dejarlos sin valor significante o transignificante, y de sustituirlos por otros. Se ultraja, por ejemplo, la bandera de la Patria, pero no con el fin de privarnos de la bandera, sino de reemplazarla por la bandera roja, con la hoz y el martillo, o por la bandera separatista, es decir, por la bandera de un mundo esclavizado por la tiranía marxista o por la bandera de una comarca que se desprende de la triple unidad de historia, de convivencia y de destino, para correr aislada, y después sometida, su propia aventura.
    (...)

    La bandera nacional es un símbolo, que da noticia y representa una realidad que llamamos España. La bandera es, por lo tanto, síntesis y personificación de España. Todo ataque a la bandera es un ataque a España. Todo homenaje a la bandera es un homenaje a España. Por eso, hoy, al congregarnos en torno a la bandera nos congregamos, como una guardia de honor en torno y homenaje a España.

    La tela con colores diversos fue escogida, entre otros medios materiales, para simbolizar la Patria o las instituciones que de alguna manera con ella se confundieron históricamente.

    Desde la “Vexila Regis” hasta la Partida III, en la que Alfonso X el Sabio habla de las “señas o pendones”, fijando la distinción entre banderas, estandartes, lábaros, guiones, gallardetes, confalones, y grimpolas, hay un largo estudio heráldico en el que no nos podemos detener.

    Lo que nos interesa y atrae nuestra atención ahora es la bandera de España, cuyos colores, carmesí y oro, fueron los colores nacionales desde tiempo inmemorial, como prueban quienes, con detalle minucioso, se han ocupado del tema. Carlos III no hizo más que restituirlos y devolverlos, al advertir que los buques de guerra de España, al enarbolar la bandera blanca de la casa de Borbón, se confundían con los franceses. Su decreto de 1785 se completó en 1843, que generalizó y oficializó el uso de la bandera roja y gualda en todos los institutos armados.

    La bandera que nos preside es, por lo tanto, la bandera nacional, y, por añadidura, popular, pues guio a los combatientes españoles en la guerra de la Independencia, a los voluntarios de la Cruzada, encabezados por los requetés -antes del decreto de 29 de agosto de 1936- al iniciarse la guerra de Liberación.

    No es la bandera bicolor, como se ha dicho con mala fe o con ignorancia, un símbolo dinástico, ni siquiera monárquico, pues la conservó como enseña patria la primera República, y como símbolo nacional fue defendida por conocidos republicanos, como Benito Pérez Galdós, Vicente Blasco Ibáñez, Miguel de Unamuno, el general Gil Yuste, Alejandro Lerroux y Gregorio Marañón.

    El color morado que incorporó la segunda República a la bandera española, suprimiendo una de sus franjas de color carmesí, ni era el color de Castilla ni fue el de los comuneros levantados contra el emperador. El morado, contra lo que se supone, como fruto de una información errónea, fue color real, y por ello muy poco republicano. Morado era el pendón de la guardia personal de Fernando el Católico, y el color elegido en 1833 por Isabel II (*), y el que se izaba en el navío de guerra en que viajaba Alfonso XII.

    Lo que sí es la bandera española -e interesa subrayarlo en Bilbao- es una bandera muy vizcaína. Esteban Calle Iturrino, en la línea de Navarro Villoslada y de Layburu, nos recuerda lo que ocurrió en la batalla. de Candespina, allá por el año 1111:

    «Un vizcaíno de apellido Olea, el famoso Alférez de Baquio, llevaba la enseña blanca del ejército castellano. Huir cuando todos huyen puede hacerse sin particular afrenta y sonrojo, arrastrado el guerrero por la obediencia o por el ímpetu de la ciega muchedumbre, pero huir teniendo en sus manos el emblema del honor, la bandera del campo, por nada era disculpa a los ojos del caballero Olea.

    Esperó, pues, a pie firme, solo, con algunos soldados que no pudieron resistir a tan noble ejemplo, con su estandarte en la izquierda y el acero en la diestra. De la primera, cayeron muertos cuantos a su lado estaban; él, sin embargo, quedó ileso; defendíase con la mayor bizarría; pero de un tajo vino al suelo la mano con que empuñaba el asta del castellano pendón, que no por eso dejó de seguir enarbolando. Quedaba al caballero Olea una mano todavía y, antes que defender con ella la vida, debía sostener el honor de su bandera; asióla con la derecha, gozoso de que al trasladarla no se hubiera inclinado ni abatido ante sus contrarios.

    ¡Olea! ¡Olea! clamaba con entusiasmo el heroico Alférez, cuando otro tajo vino a partirle por mitad el brazo que
    le quedaba. Ni aun así cayó al suelo la bandera de Castilla. Con los dos brazos rotos, cruzados al pecho, continuaba sosteniéndola y radiante de gozo porque permaneciese erguida clamaba con fervoroso acento ¡Olea! ¡Olea!
    ¡Ríndete! —le gritaron; ¡Castilla y Olea! —respondió el Alférez, con altanera sonrisa de triunfo.

    Uno de los contrarios echó mano del asta para arrancársela, pero los brazos partidos de Olea parecían dos barras
    de hierro enclavadas en la coraza. Recibió luego un mandoble en el hombro derecho. El brazo cayó cortado de raíz y Olea acudió con los dientes en auxilio del izquierdo, que mantenía aún la enseña como si estuviese fija en el suelo. Otro golpe vino a derribarle el brazo que le quedaba, y entonces aquel tronco sin ramas, no pudiendo hacer más por el honor de su estandarte, dejóle caer y se arrojó encima, como para defenderle todavía con su cuerpo mutilado.

    ¡Olea! ¡Olea! Gritaba, cubriendo los pliegues de la bandera y dándola besos con entusiasmo ferviente, y no cesó de gritar ¡Olea! hasta que un soldado le remató segándole la garganta.

    Sólo entonces pudieron arrebatarle el pendón que se le había encomendado. Desenrolláronlo: las armas de Castilla habían desaparecido borradas con la sangre del Alférez”.

    Y Layburu añade:

    Así defendieron siempre y así defenderán hoy los hijos de Vizcaya la bandera nacional que, si en el siglo XII era sólo de Castilla, hoy es de España”.

    De este modo, y merced a la sangre de un vizcaíno, el castillo dorado, símbolo de Castilla, se destaca desde entonces sobre fondo de gules y el pendón castellano, que antes era blanco, fue, en lo sucesivo, rojo.

    ***
    ¿Cómo puede extrañarnos que la bandera no haya despertado la inspiración y la fantasía de los poetas?

    Yo me recuerdo de niño, con unos seis años, en una función infantil en el patio del colegio. Yo salía de teniente abanderado y recitaba una poesía que no olvidé nunca, pese al tiempo transcurrido. Decía así.

    Salve, bandera gloriosa,
    salve, emblema de la Patria,
    paraíso de recuerdos,
    horizonte de esperanzas;
    a tu abrigo siempre amable,
    a tu sombra, siempre amada,
    los pensamientos se elevan,
    los corazones se ensanchan.
    Eres luz, luz de colores
    que los cerebros inflamas,
    y tienes, porque Dios quiere,
    en las calles y en las plazas,
    como un reguero de flores
    que brotan cuando tú pasas,
    por solio, el azul del cielo,
    por pedestal, nuestras almas”.

    Y Salvador Rueda, en dos preciosas poesías, exclama:

    La bandera es nuestra frente,
    nuestro pecho, nuestra mano,
    todo sabio, todo artista,
    todo niño, todo anciano,
    a dos madres bendecimos,
    y ella ondula entre las dos;
    quién la ultraja, a sí se ultraja,
    quien la eleva, a sí se eleva,
    quien al sol su honor levanta,
    su virtud en alto lleva;
    quien la mancha a sí se mancha,
    ¡quien la besa, besa a Dios!

    ***
    La bandera es evangelio
    por la raza consagrado,
    es el lienzo de sus glorias,
    a los hombres desplegado;
    es la antorcha que, triunfante,
    rasga el ancho porvenir;
    nuestra sangre en el martirio,
    nuestras luchas victoriosas;
    nuestro amigo, nuestro hermano,
    muestra madre, nuestra esposa.
    ¡Y el sudario en el que envuelto
    mereciéramos morir!

    Y Sinesio Delgado, en su precioso “Himno a la bandera española”, canta:

    “¡Salve, bandera de mi patria, salve,
    y en alto siempre desafía al viento;
    tal como en triunfo de la tierra toda,
    te llevaron indómitos guerreros!
    Tú eres, España, en las desdichas, grande
    y en ti palpita con latido eterno
    el aliento inmortal de los soldados
    que a tu sombra, adorándote, murieron.
    Cubres el templo en que mi madre reza
    las chozas de los míseros labriegos,
    la cuna donde duermen mis hermanos,
    la tierra en que descansan mis abuelos.
    ¡Por eso eres sagrada! En torno tuyo,
    a través del espacio y de los tiempos,
    el eco de las glorias españolas,
    vibra y retumba con marcial estruendo.
    ¡Salve, bandera de mi patria!, salve»
    y en alto siempre desafía al viento,
    manchada con el polvo de las tumbas,
    teñida con la sangre de los muertos!”

    La jota popular, por su parte se expresa de este modo:

    Colores de sangre y oro
    lucen nuestra bandera;
    no hay oro para comprarla
    ni sangre para vencerla.”

    ¿Y los himnos militares? ¿Cómo expresan lo que la bandera simboliza para el soldado? ¿Recordáis el de la Academia de Infantería?:

    Si al caer en lucha fiera
    ves flotar
    victoriosa la bandera
    ante esa visión postrera
    orgullosos morirás.
    Y la Patria, al que su vida
    le entregó,
    en la frente dolorida
    le devuelve agradecida
    el beso que recibió.”

    ¿Y la Canción del legionario?:

    Legionario, legionario,
    de bravura sin igual,
    si en la guerra hallas la muerte,
    tendrás siempre por sudario,
    legionario,
    la bandera nacional.”

    ¿Y el “Novio de la muerte”?:

    Cuando más rudo era el fuego
    y la pelea más fiera,
    defendiendo su bandera,
    el legionario avanzó.
    y sin temer al empuje
    del enemigo exaltado,
    supo morir como un bravo
    y la enseña rescató.”

    Los himnos de la Cruzada, los que pusieron en pie a la mejor juventud española, tuvieron presente a la bandera.
    El “Oriamendi” dice en su primera estrofa:

    Por Dios por la Patria y el Rey,
    carlistas con banderas.

    Y el “Cara al Sol” de las escuadras falangistas prometería sonriendo:

    Volverán banderas victoriosas
    Al paso alegre de la paz.”

    Y volvieron victoriosas de los frentes de batalla, aquel primero de abril, cuando la guerra caliente terminó, cuando al desfile de la victoria que había soñado Rubén Darío, el poeta nicaragüense e hispánico de la “Salutación del optimista”: para ese primer desfile parece que hubiera escrito su “Marcha triunfal”, en la que canta:

    La gloria solemne de los estandartes
    Llevados por manos robustas de heroicos atletas.”

    ***

    La bandera no solo ha sido fuente de inspiración literaria, sino estímulo para gestas heroicas. Narrarlas, aunque sólo fuera concisamente, sería interminable. Pero no hay más remedio que espigar entre las mismas para ver hasta qué punto la enseña nacional ha puesto en flor el más elevado espíritu de sacrificio.

    Carlos V, el flamenco hispanizado, en el sitio de Túnez, que recuerda la estatua que se eleva en el centro mismo del Alcázar toledano, dijo a los suyos: “Si en la pelea veis caer mi caballo y mi estandarte, levantad a éste primero que a mí.”

    Prim, en la batalla de los Castillejos, arengando al Regimiento de Córdoba, el primer día del año 1860, gritaba: “¡Soldados! Vosotros podéis abandonar esas mochilas, porque son vuestras, pero no podéis abandonar esta bandera porque es de la Patria”.

    Joaquín Vara del Rey, en Cuba, en el año 1898, en el fuerte de El Viso, mantiene a punto de morir, la bandera enhiesta. “La bandera cayó, escribe un adversario, porque un proyectil rompió el asta”. Ninguna mano española la arrió. Fue preciso arrancarla a balazos.

    Pascual Cervera, año 1898. Santiago de Cuba. Nuestros buques están destrozados, y las dotaciones extenuadas o
    Malheridas. El almirante español es trasladado al “Iowa”. Y Evans, al estrechar su mano, le dice: “Caballero, sois un héroe; habéis realizado la hazaña más sublime de todas cuantas guardas la historia de la Marina”.

    Enrique de la Morena. Filipinas. Sitio de Baler. La guarnición española, que ha resistido hasta lo indecible, sale de la Iglesia, donde se ha cubierto de heroísmo y de sangre, con la bandera española en cabeza, mientras, con admiración, presenta, armas al adversario.

    El Alcázar. Toledo. 1936. Pemán, en su “Poema de la bestia y el ángel”, narra:

    Y ni un gesto desmorona.
    La quinta torre del Alcázar fiel
    ¡Pero yo he visto, coronel,
    al lado de tu cruz, una corona.
    de espinas… que se finge de laurel.”

    Esta quinta torre fue la bandera, que un grupo valiente de defensores colocó, después de la explosión de la mina y del avance de las milicias rojas, en el mismo lugar en que había ondeado, por breves instantes, el trapo rojo con la hoz y el martillo.

    La bandera de España la saludan con emoción los españoles cuando un buque de la Patria se aproxima a los puertos americanos o pasa de largo ante San Juan de Puerto Rico.

    De mí sé decir con qué profunda emoción contemplé, flameando sobre el castillo y fuerte de San Agustín, en los Estados Unidos, la enseña de mi Patria

    Por tantas y tantas cosas, por lo que tiene de símbolo y de síntesis, hay un saludo a la bandera, y la bandera se bendice y se jura, y en las unidades castrenses hay una Sala de Banderas donde las mismas se guardan con respeto y amor. Por eso, igualmente, como representación de la Patria, que reconoce la soberanía divina, la bandera se alza cuando se lee el Evangelio por el sacerdote, en el sacrificio de la misa, y se abate, inclinada, en adoración y homenaje de España entera, cuando se alzan la Hostia y el Cáliz sobre el altar.

    La bandera, todas las banderas de los pueblos hispánicos se dan cita como prueba de la devoción a Nuestra Señora, en torno a la Virgen del Pilar, en Zaragoza, y en torno. a la Virgen de Guadalupe, en su Monasterio de Cáceres.

    La bandera de España, en fin, envuelve los féretros que cobijan a los que caen por la Patria, a las víctimas del terrorismo de la ETA, desde Carrero a Araluce, pasando por los trabajadores, los funcionarios de policía asesinados sin piedad en los últimos años.

    ***

    El acto al que hoy concurrimos, en tan extraordinario número y con tan fervoroso entusiasmo, tiene, a mi juicio, tres aspectos que conviene subrayar:

    Es un acto de fe y de lealtad a España y a su bandera, que ahora nos preside.

    Es un acto de afirmación de unidad, de la unidad española, de la triple unidad de los hombres, de las tierras y de las clases, de historia de convivencia y de destino, y, en última instancia y sobre todo, de la esencia metafísica de España.

    Es un acto de ratificación de una actitud, que se opone resueltamente a toda ruptura de lo logrado y conseguido, y que quiere la perfección en la continuidad.

    No somos un Estado que vincula artificiosamente un conjunto heterogéneo de nacionalidades, sino una sola nación -España-, cuyo espíritu se manifiesta a través de la rica multiplicidad de las regiones que la integran.

    Vizcaya es una tierra de hombres recios, trabajadores e inteligentes. No dejaros engañar por las voces de sirena que ahora se escuchan por todos lados. Los que quieren deshacer España y disolverla, los enemigos de Franco y del franquismo, pretenden, para conseguir sus fines, la sustitución del Estado nacional por el Estado liberal.

    Ante la maniobra, recordemos, para no tener que repetir la misma historia, cuarenta años después de enderezarla con sangre y con dolor. Los versos que sirven para recordar están ahí, aun cuando quizá no quiera ahora respaldarlos su autor (**):

    Pero hay muertos calientes que reclaman luceros
    Y que dicen: España, cumplirás tu misión.
    Muertos de España: no hozarán los cerdos
    sobre vuestros sepulcros, ni los nombres
    de vuestros hijos pisará el traidor.
    Porque vosotros sois la sementera,
    la palabra y el sol.
    ¡Patria quiere decir tierra de padres!
    ¡Por los muertos tenemos la vida y el honor!

    ***
    Nosotros, al menos, continuamos en línea. Nuestra moral, pese a todo, es alta, y cuando vuelve a atacarse lo español, gritamos al mundo, con descaro, los versos de Rubén:

    Yo siempre fui por alma y por cabeza
    español de conciencia, obra y deseo.
    Y yo nada concibo y nada veo
    sino español por mi naturaleza.
    Con la España que acaba y la que empieza,
    canto y auguro, profetizo y creo”.

    Nada nos detiene en nuestro propósito de servicio. El próximo 20 de noviembre estaremos en la gran plaza del Caudillo, que es la plaza de Oriente de Madrid, formando parte de la marcha de la unidad. Recordaremos a José Antonio y a todos los caídos por Dios y por España, y a Franco, el general victorioso de la Cruzada, el artífice de la paz; y oiremos con devoción su último mensaje, su testamento político, que es la lección suprema de un jefe a quienes le siguen.

    Para esa marcha os convoco, vizcaínos, y como testimonio público de vuestra fidelidad a España, ante su bandera, gritad conmigo:
    ¡VIVA ESPAÑA! ¡ARRIBA ESPAÑA ¡

    (Al final, y con el público puesto en pie, se cantó el “Cara al Sol” y el “Oriamendi”)
    (*) Querría decir la reina Cristina ya que si el año 1833 es correcto, la reina Isabel II contaba entonces tres años.
    (**) J. M. Pemán
    Última edición por ALACRAN; 30/12/2021 a las 13:58
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

  14. #14
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    Re: Discursos de Blas Piñar (durante y contra la "transición")

    En Algeciras
    Revista FUERZA NUEVA, nº 536, 16-Abr-1977

    Blas Piñar en Algeciras

    LA ÚLTIMA RECONQUISTA

    (Discurso pronunciado por Blas Piñar en el Edificio Nuevo de Algeciras (Cádiz), el 20 de marzo de 1977.)

    Un acto en Algeciras es, para nosotros, agridulce.

    De un lado, bien a la vista está esa vergüenza de que hablaba José Antonio, en el límite meridional de España: la vergüenza de Gibraltar.

    De otro, en estas tierras del Sur comenzó la última reconquista, cabeza de puente para el Ejército de África, cuya presencia en la Península levanto tempestades de heroísmo en nuestra juventud.

    ¿Acaso no convendrá que repasemos en voz alta estas dos grandes lecciones?

    I

    España unida y en orden progresa, merece la admiración y el respeto de los extraños. Tal fue la España de los Reyes Católicos. Tal ha sido la España de Francisco Franco.

    Pero España desunida y en desorden, perece, se destruye a sí misma y es campo propicio para la injerencia extraña y para la dominación extranjera. Durante la lucha civil que sucedió a la muerte del último de los Austrias, unos españoles peleamos contra otros al servicio de intereses ajenos. El encono llegó a enfrentar no sólo a los hombres de España, sino también a las tierras, hasta entonces vinculadas por un claro sentido de variedad en la unidad, distintas, gracias a Dios, para romper toda monotonía uniforme hacia dentro, pero agavilladas sobre la unidad del yugo, y en abrazo irrompible las cinco flechas de los cinco reinos.

    ¿Cuáles fueron las consecuencias de la España desunida o de la desunión de los españoles en aquella lucha por la sucesión del trono?

    A) Dejó tal recuerdo en el alma, que, si os fijáis bien, cuando siglos más tarde estallaron las guerras carlistas, fueron en parte las regiones que lucharon por la dinastía austriaca las que se levantaron contra Isabel II y los liberales; y no tanto por razones dinásticas, pues en tales contiendas unos y otros eran Borbones, sino por la sencilla razón de que los carlistas, con su lema de Dios-Patria-Fueros-Rey, estaban en línea con el pensamiento tradicional de los Austrias, y no con el pensamiento centralista y afrancesado de los isabelinos.

    B) La estructura política del país fue suprimida con los Decretos de Nueva Planta. El afrancesamiento -lo que hoy llamaríamos europeización- de la clase culta quiso desarraigar lo autóctono para implantar lo foráneo No es cierto que se pretendió castellanizar al resto de España, sino afrancesar a Castilla, y con Castilla al resto de las comarcas españolas.

    Luego, la historia, como tantas veces, ha sido falsificada. El gesto del “conseller” Casanova, en la Ciudad Condal, o el levantamiento de “Els segadors”, con su himno, según el texto originario, no fueron contra España sino contra el afrancesamiento y el centralismo, absolutamente extraño a la nación e impuesto por la nueva dinastía.

    C) Nuestra dependencia de París nos llevó incluso a utilizar como bandera de España la bandera de los Borbones. Si los requetés han reivindicado para España y han nacionalizado esa bandera -la bandera blanca con la cruz de San Andrés-, la verdad, que no precisa de vestiduras, es que sólo al confundirse, por el uso de una bandera común, los barcos de guerra de España de Francia, se restauraron los colores nacionales: el carmesí y el oro, del pendón de Castilla, y las barras amarillas y rojas de Aragón, creando, esperemos que para siempre, la bandera nacional de España; la que los soldados besan cuando la juran y la que cubre a los que mueren por la Patria cuando los entierran.

    D) La pérdida de Gibraltar. Porque ése es el precio que se pagó por ciertas ayudas del exterior con propósito bastardo e innoble.

    Los ingleses no vinieron entonces aquí a respaldar una pretensión justa, sino a aprovecharse de la desunión de los españoles para hacer su granjería, porque no en balde dice el refrán que “a río revuelto ganancia de pescadores”.

    Los ingleses, al servicio del archiduque Carlos, no ocuparon el Peñón para Inglaterra, sino para un pretendiente a la corona española. Por eso mismo, al terminar la contienda, su obligación era devolverlo; y si lo mantenían, con el pretexto de reintegrarlo a la Patria cuando desaparecieran los borbones, debieron hacerlo: 1) en 1931, cuando se proclamó la República; 2) luego, para cumplir las promesas de Churchill, a cambio de la neutralidad española; 3) después, cuando Franco ganó la batalla jurídica en la ONU; 4) o ahora, cuando Franco ha muerto y no cabe retener la colonia so pretexto de que no puede entregarse a un “dictador”.

    Pero tened por seguro que no lo harán; y menos cuando se inicia otra etapa de desunión en la que aparecen los Gibraltares económicos que nos ahogan y esclavizan; y se echa carnaza de libertades que nos enfrentan, a la vez que, agazapados en la sombra, nos arrancan la auténtica libertad: la de ser españoles dignos y la de tener una Patria grande y con honor.

    ***
    ¡Y Dios quiera que las medidas de aislamiento tomadas en torno al Peñón no se ablanden y aminoren (*)! Con nosotros está la letra y el espíritu del Tratado de Utrecht, en el que no hubo abandono de soberanía, y la famosa resolución del Comité de los 24 de la ONU, exigiendo la descolonización de Gibraltar.

    Lo que ocurre es que todo eso de la democracia y del respeto a los intereses nacionales es un mito para engañar a incautos, y del que sólo son víctimas los incautos. Por eso, mientras España sumisa y obediente, ha perdido Ifni, Guinea y el Sahara con los bancos pesqueros, los superfosfatos y la plataforma continental que defiende Canarias, los ingleses -a pesar de todo- continúan en Gibraltar.

    ¿Cuándo aprenderemos la lección?

    II

    Porque la segunda lección que nos ofrece Algeciras, y con Algeciras, las tierras del Sur, es la que podría llamarse Nueva Reconquista.

    Una vez, hace muchos, muchos años, cuando la invasión sarracena, los cristianos que no perecieron bajo el cuchillo musulmán, se dividieron en dos grupos, como suele ocurrir casi siempre en estos casos (y que conste que no trato de criticar a nadie, porque encuentro razones justificativas para las dos conductas):

    • los colaboracionistas a desgana, es decir, los mozárabes; y

    los ultras, que se marcharon al Norte y llegaron no sólo a Covadonga, sino a los grandes refugios cristianos del Pirineo, que constituirían más tarde en Cataluña la famosa Marca Hispánica.

    Lo cierto es que, si no hubiera sido por los ultras del Norte, España habría sido un país cristiano en parte, y en parte mahometano, como lo son hoy Turquía, Albania y Croacia. La Reconquista comenzó allá y terminó aquí. Cuando los Reyes Católicos ganaron Granada y cuando se produjo la expulsión de los moriscos, la antigua unidad española lograda por Recaredo se rehízo.

    ***
    Muchos, muchos años después, la unidad española se había roto, la de los hombres, las tierras y las clases, como fruto de una crisis de identidad, de un despegue y alejamiento de España de sus fuentes vitales.

    Fue el resultado del proceso total de la europeización: del absolutismo a ultranza, que iniciaron los borbones con Felipe V, y del liberalismo a ultranza que, con toda su buena voluntad, consumó Alfonso XII al decir que era católico como sus padres y liberal como su tiempo.

    Monarquía absoluta y Monarquía liberal, que son las dos grandes desviaciones abusivas del principio monárquico y que, lógicamente, acaban con la Monarquía.

    • En 1936, para la aventura épica –y parece que olvidada y vilipendiada ahora- el Sur quiso pagar su deuda con el Norte. Los ultras de 1936, los que se negaron a colaborar con la República sectaria y disolvente, arrancaron del Sur: de Ceuta y Melilla. A su cabeza, un general joven y africano, que venía de Canarias.

    Y desde aquí, desde las tierras del Sur, bandera de reclutamiento y de enganche, desde el mismísimo Campo de Gibraltar, la juventud en armas se puso en pie para la Nueva Reconquista.

    ¿Y no será otra vez Andalucía occidental cuna de la campaña salvadora, llamada a la conciencia de la nación otra vez confundida?

    La respuesta no puedo darla yo. Es a vosotros a los que os corresponde formularla, y después, con todos los sacrificios necesarios, cumplirla.

    III

    ¿Y por qué nos vemos precisados a hablar de una campaña de rearme ideológico de los españoles? ¿Qué ha sucedido?

    Que se trate de dilapidar en pocos meses la obra de restauración, de la que hemos sido testigos, actores y beneficiarios.

    ¿Que hubo defectos? Naturalmente. ¿O es que los ejecutores eran ángeles, espíritus puros? ¿Acaso no eran hombres imperfectos, limitados y además, capaces de caer en la tentación?

    Pero el calificativo y el dictamen sobre una empresa no se producen en función de las operaciones frustradas, sino del resultado final conseguido; de igual modo que la buena marcha del servicio postal no se ha medido en España por las cartas, muy pocas, que se perdían, sino por la llegada a su destino de la casi totalidad de ellas, aun cuando en el sobre de dirección del destinatario no fuese ni clara ni completa.

    Aquí pasa lo mismo que con la belleza femenina. Lo que importa no son los lunares, sino las facciones, la tersura de la piel y el brillo de los ojos, de tal forma que el lunar, que pudiera parecer un defecto, contribuye a animar al rostro y a darle gracia, alegría y salero.

    Los fallos, los defectos que sin duda han existido en estos años de paz, os diría que han sido casi inevitables: como es casi inevitable el acné juvenil cuando se atraviesa la pubertad. Pero a nadie se le ocurre cortarse la cabeza porque el espejo acuse la granazón, que pasa, como a nadie se le ocurre tirar el edificio porque unas habitaciones se le quedaron estrechas.

    Si un balance es serio, en tanto en cuanto nos ofrece con exactitud la situación de la empresa y hace lucir el saldo real, no hay nadie, por hostil y obcecado que sea, que niegue el éxito de la empresa política iniciada el 18 de Julio y el saldo absolutamente favorable.

    Hacer estadísticas, poner ante vosotros cuadros comparativos, es inútil, porque no estudiáis el tema español desde un país lejano. Estáis aquí, en España; y desde la erradicación del analfabetismo hasta el aumento de la renta per cápita hay todo un índice de logros innegables.

    En cuarenta años se ha hecho más por España que en ciento cincuenta de liberalismo. Con harta razón se ha dicho que Franco es un hombre irrepetible. Por eso mismo entiendo la razón por la cual se pretende destruir su obra.

    Pero no desmayemos. Si Franco es irrepetible, la doctrina sobre la cual Franco construyó es la nuestra, y para continuar y perfeccionar su obra no hace falta más que conocerla a fondo -de dónde trae causa y origen- y seguir manteniéndola operativa y en ejercicio. Este ha sido. el trabajo de FUERZA NUEVA en estos diez años: con Franco y sin Franco.

    Lo que ocurre es que muchos, ahora, se escandalizan de las consecuencias de una actitud diferente, y en ocasiones hostil, a la nuestra. Se trata de los colaboracionistas que acaban entregando la verdad y la justicia, y que hicieron suya la letra de aquel tango -no sé si tango o milonga- que se cantaba cuando yo era mozo:

    Al pie de un rosal florido, me hiciste tu juramento;
    pero el rosal se secó, y el juramento perdido,
    marchitado por el viento, el viento se lo llevó.”

    ¡Cuántos juramentos se llevaron la brisa y el vendaval de la ambición, del miedo, del engaño, de la ligereza y de la frivolidad!

    ***
    Pero ahora estamos pagando las consecuencias, víctimas de una campaña de manipulación gigantesca, en la que se trata de lavársenos el cerebro, y además, lo que es mucho peor, la conciencia y la memoria.

    Un poeta gaditano, Benito Cuesta, ha escrito un poema que él titula “histórico-crítico” y que bautiza con el nombre de “España”. Benito Cuesta, revuelto contra las sombras que nos invaden y que aspiran a confundirnos, grita, apasionado en dos de sus más bellas estrofas:

    Basta ya de mentiras y de hipócritas sombras;
    basta ya de traiciones y de tanto engañar:
    En el alma de España flotan negros crespones…
    No se duerma con drogas a sus bravos leones;
    no se cambien sus signos por estultas canciones;
    ¡no se baile flamenco en las mesas de altar!
    ¡Lo prohíbe la sangre de aquellos que murieron;
    de aquellos que lucharon por un santo ideal;
    los que nada dejaron porque todo lo dieron;
    los que hoy sufren el fraude del amor que sintieron…,
    los que solo tuvieron su fe y su lealtad!

    Nosotros, al menos, no estamos dormidos, ni cambiamos los himnos, ni olvidamos a los mártires; porque no hemos cambiado ni las banderas ni el ideario.

    ***
    Cara al porvenir, que empezó a la muerte de Franco.

    Cara al combate duro en el que estamos inmersos.

    Cara a los enemigos derrotados de ayer que se mofan de Franco y de quienes, con Franco, hicieron la Cruzada y la ganaron.

    Cara a todas las campañas de difamación que conocéis, y con las cuales se pretende aniquilar a FUERZA NUEVA.

    Cara al sol, en suma, con la camisa nueva y limpia que José Antonio nos dejara como prenda de honor y con la boina roja que nos legaron los requetés que defendieron a la España real, como dijo Franco, frente a todo intento de europeización laica.

    • Cara a las elecciones, para luchar en ellas por la doctrina nacional, por el Estado del 18 de Julio, por el pensamiento y la obra de Francisco Franco, yo os invito a apoyarnos y a seguirnos.

    ¡Arriba España!

    (El “Oriamendi” y el “Cara al Sol” cerraron el acto, que tuvo una extraordinaria emotividad a lo largo del mismo).



    (*) El primer gobierno del PSOE (Felipe González) abriría la verja de Gibraltar nada más llegar al poder, en diciembre de 1982.
    Última edición por ALACRAN; 01/08/2022 a las 13:02
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    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

  15. #15
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    Re: Discursos de Blas Piñar (durante y contra la "transición")

    El artículo es bueno, salvo por esta frase:

    Luego, la historia, como tantas veces, ha sido falsificada [...] el levantamiento de “Els segadors”, con su himno, según el texto originario, no fueron contra España sino contra el afrancesamiento y el centralismo, absolutamente extraño a la nación e impuesto por la nueva dinastía.
    El pestífero himnno de "Els segadors" dirá lo que quiera; pero no es más que una excusa: se echaron en manos del rey francés porque pensaron que este los iba a tratar mucho mejor como vasallos. Craso error, porque tuvieron que mantener con su sudor al Ejército francés y aguantar sus exacciones tragando saliva. Finalmente Cataluña fue reconquistada y obtuvieron el perdón de SM Católica Felipe IV.

    Sobre lo estrambótico de las leyes catalanas:

    El Conde-Duque de Olivares, necesitado de dinero y de hombres, confiesa estar harto de los catalanes: «Si las Constituciones embarazan esto, que lleve el diablo las Constituciones»19​. En febrero de 1640, cuando ya hace un año que la guerra ha llegado a Cataluña, Olivares le escribe al virrey Santa Coloma:20



    Cataluña es una provincia que no hay rey en el mundo que tenga otra igual a ella... Si la acometen los enemigos, la ha de defender su rey sin obrar ellos de su parte lo que deben ni exponer su gente a los peligros. Ha de traer ejército de fuera, le ha de sustentar, ha de cobrar las plazas que se perdieren, y este ejército, ni echado el enemigo ni antes de echarle el tiempo que no se puede campear, no le ha de alojar la provincia... Que se ha de mirar si la constitución dijo esto o aquello, y el usaje, cuando se trata de la suprema ley, que es la propia conservación de la provincia.

    https://es.wikipedia.org/wiki/Sublev..._Catalu%C3%B1a
    Última edición por DOBLE AGUILA; 03/08/2022 a las 15:55
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    Re: Discursos de Blas Piñar (durante y contra la "transición")

    SIETE ESPADAS EN EL CORAZÓN DE ESPAÑA

    Revista FUERZA NUEVA, nº 537, 23-Abr-1977

    SIETE ESPADAS EN EL CORAZÓN DE ESPAÑA

    (Discurso pronunciado por Blas Piñar en el aula de conferencias de FUERZA NUEVA el 1 de abril de 1977, con motivo del XXXVIII aniversario de la Victoria en la Guerra de Liberación Nacional)

    • Sería muy difícil, a juzgar por los signos externos, entender que hoy hace treinta y ocho años España se había liberado de la tiranía soviética.

    Tan desapercibido, tan deliberadamente desapercibido, como el 28 de marzo -en que Madrid recibía gozosamente a los Ejércitos nacionales- pasará este nuevo aniversario de la Victoria.

    • Nosotros no hemos querido sumarnos a los silenciosos, ni echar cenizas sobre las brasas, que aún caliente e iluminan aquel primero de abril.

    Frente a lo que aquella jornada gloriosa significa para España, nosotros no sentimos odio, como los enemigos de ayer y de hoy; ni vergüenza, como los deshonestamente arrepentidos; ni desgana, como los aburridos y cansados por el esfuerzo; ni distanciamiento, como los que aspiran el perdón de los revanchistas triunfadores; ni ironía por lo que pudiera parecer, con los años, un sacrificio inútil; ni indiferencia neutral, de historiador sin compromisos; ni puro respeto por un drama heroico pero extraño al que nos sentimos ajenos.

    • Nosotros, que no hemos querido sumarnos al silencio -que nos sabe a silencio de muerte-, ni echar cenizas sobre las brasas, que no es otra cosa que dejar al pueblo sin hogar, hemos conmemorado, con modestia, pero con renovada ilusión, el aniversario de la Victoria.

    Al menos aquí, guardamos la llama votiva, la sementera pura, la raíz sin mancha, como los esenios guardaron como un tesoro, en medio de Israel, la esperanza en el Mesías prometido.

    Y lo hacemos cuando España, en este aniversario sin alegría, siente en su corazón, metidas muy adentro, porque tratan de arrancarle la vida, las siete espadas dolorosas. ¿Por qué, Señor, hoy, precisamente hoy, primero de abril de 1977, has querido que recordemos a tu Madre en sus jornadas de dolor?

    La Señora y España sufren.

    Aquellas espadas que Simeón en el Templo había anunciado a María, las que atraviesan el corazón, las que desgarran y hacen sangre, las que penetran lacerando, también, quizá por ser España tierra de María, se van hincando sin piedad, entre risotadas y vaciedades, en el corazón de la Patria.

    ***
    Primera espada: Si la guerra fue necesaria para liberarnos del comunismo; si un millón de muertos fue el holocausto ofrecido por esa liberación; si miles de españoles continuaron la Cruzada en la estepa rusa y su sangre se hizo nieve en sus inviernos inacabables; ahí están los partidos comunistas, reconstituidos o no, los de obediencia a Mao o los de obediencia a Breznev, paseando con desafío sus emblemas, sus banderas rojas, sus himnos, su propaganda sin límite. Y ahí están las Embajadas de los países soviéticos o sovietizados, y sus espías y sus agentes de información.

    Dolor de las madres, de las esposas, de los hijos, de los hermanos, de las novias, que vieron morir a los suyos por Dios y por la Patria. Para ellos, en el día primero de abril, no ha habido un recuerdo, una oración, un signo de gratitud. Al contrario, silencio, silencio vergonzante y vergonzoso. Todas las palabras amables, todo el diálogo pacifista y cínico, todos los abrazos suplicantes, fueron para los verdugos y los enemigos de ayer, que son los enemigos de hoy y los verdugos de mañana.

    El dolor de España es como el dolor de María -que caminaba en pura fe- al contemplar a su Hijo en la Cruz, después de curar a los enfermos, resucitar a los muertos, y multiplicar una y otra vez, sin precio, los panes y los peces.

    Segunda espada: La guerra se hizo por Dios y por España. Hubo héroes y mártires. No hubo apóstatas. Obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles, a decenas de millares, cayeron sin renegar de su fe, proclamándola con valor, perdonando con ternura.

    Pío XII, el Papa grande y santo, pudo escribir sin rubor: “Yo envió una bendición especialísima a los mártires, a los familiares de los mártires españoles. De España ha salido la salvación del mundo. La nación elegida por Dios como baluarte inexpugnable de la fe católica, acaba de dar la prueba más excelsa de que por encima de todo están los valores eternos de la religión y del espíritu”.

    Era en 1939. Pero después, esa misma Iglesia, en una Asamblea Conjunta de obispos y sacerdotes (1971), sustituye Cruzada por “contienda fratricida”, niega a los mártires, detiene la marcha de los procesos de beatificación y se complace en unir, una parte al menos de sus voces más destacadas, a las de aquellos que profanaban e incendiaban los templos, violaban a las vírgenes del Señor y fusilaban el Corazón de Cristo en el Cerro de los Ángeles.

    El dolor de España es como el dolor de María. Va con sus hijos, con sus hijos mejores, lastimados, heridos en la defensa de la fe; y la Iglesia la rechaza. No hay sitio para ella. España no tiene cobijo. Todo está lleno en la Iglesia: “cristianos por el socialismo”, irenistas, comunidades de base, hermanos separados, líderes africanos que asesinan misioneros, representaciones judías, enviados soviéticos...

    Sólo España, la auténtica, la que fue leal a Cristo, la que aspiró a instaurar y consiguió, en parte, un orden cristiano, no tiene acomodo en la gran hospedería de la fraternidad. Todo es recelo, desconsideración, miradas frías u hostiles.

    España, como María, sin pérdida de la fe, poniéndola a prueba para que se afine y confirme, ha de guarecerse en las afueras en un pesebre, donde encontrará el amor de los humildes, de los limpios de corazón que velan en la noche por la paz de su rebaño.

    Tercera espada: La guerra española obedeció unas exigencias morales. Unos valores trascendentes, de superior magnitud, exigieron y demandaron la victimación de otros. Y uno de sus valores supremos era, sin duda, el rearme moral de nuestro pueblo.

    Todo lo que envilece y ensucia, todo lo que corrompe y animaliza, todo lo que embrutece y rebaja, debía ser proscrito, con la misma diligencia y con idéntico tesón a los que se arbitran para extinguir la hemorragia, la suciedad, la contaminación, la epidemia, la fiebre o el cáncer.

    Si el hombre es portador de valores eternos, la comunidad política no puede arrinconarlos ni prostituirlos, sino al contrario, contribuir a su desarrollo y a la plenitud de su ejercicio en el espacio y en el tiempo, para que alcancen su cenit más allá del tiempo y del espacio, cuando cada uno llegue a la “aetas perfecta” de que habla San Pablo en la eternidad.

    La moral individual -un alma sana en un cuerpo sano-; la moral familiar -matrimonio indisoluble, respeto a la vida que en el matrimonio nace-; la moral profesional -deontología de los quehaceres-; la moral pública -costumbres sanas, honestidad en la Administración, ahorro y no despilfarro-. ¿Acaso de forma explícita o implícita, no eran éstos, en parte, puntos del programa nacional que la Victoria puso un ejercicio?

    Y sin embargo, ya en los últimos meses de la vida de Franco, y ahora sobre todo, ¿qué vemos? Como una plaga que nos aturde, todo lo que es disolvente de la moral, en cualquiera de sus manifestaciones, nos rodea y sofoca. Unos gobernantes católicos, de una nación católica, y de un Estado aún confesionalmente católico, consienten o toleran el escándalo permanente y febril de una campaña de corrupción, que no respeta nada, ni siquiera el hogar.

    España sufre como María. Ella, pura, inmaculada e inmaculante, vínculo sagrado de la virginidad y de la maternidad, sufre en España esta destrucción metódica de las almas, el encallamiento de las conciencias, el canto al placer y al egoísmo, la marea de la anticoncepción, del aborto, de la pornografía, del espectáculo obsceno y chabacano, de la exaltación del desnudo provocativo, de los matrimonios quebrados, de la propaganda, como virtud, del adulterio.

    Moral herida de muerte en muchas profesiones, en negocios abusivos, en la alegría del gasto público.

    María sufre en España, y quisiera huir de los nuevos Herodes que pretenden matar a sus hijos, arrancándoles su inocencia.

    Cuarta espada: La guerra se hizo en busca de la convivencia, como hermanos, en la unidad. Y se logró una España unida, en orden, reconciliada y en paz; y todo ello se logró como fruto de la Victoria.

    Pero nos han vuelto a dividir y estamos divididos. Hay en España un clamor de voces y de gritos. Una jauría espantosa nos ensordece y nos empavoriza.

    No hay conversaciones, sino amenazas. No hay diálogo, sino disputa. No hay entendimiento, sino odio. No hay argumentos, sino calumnias.

    Divididos otra vez, partidos, fragmentados, enfrentados de nuevo: descuidando la empresa común, que se paraliza, para atender con prodigalidad a lo propio que acaba obsesionándonos.

    Y todo reino dividido perece. Partidos políticos, que rechazan toda base de filosofía común. Clases que desean combatirse y exterminarse. Comarcas enteras que aspiran a un destino propio y proclaman con descaro su insolidaridad.

    María sufre en España ante la dispersión de sus hijos. Falta caridad, amor a la Patria. Cristo, su Hijo, vino a unir en un solo pueblo a gentiles y judíos, ¿cómo no sufrirán María en España y España con María, viendo la desunión de lo que estaba unido, de quienes unidos hicieron cosas grandes y desunidos no saben hacer otra cosa que destruirse?

    Quinta espada: La guerra se hizo también por el pan. Para redimir de la pobreza o, mejor aún, de la miseria a un número incalculable de españoles.

    Con dificultades y bloqueos, que nos negaban el pan y la sal, los españoles se rehicieron, y España cambio de piel. Lo que no lograron huelgas y disturbios, lo consiguió el orden, la paz y la doctrina. “Ni un hogar sin lumbre ni un español sin pan”. Y la lumbre se hizo radiador y horno eléctrico, y el pan, salario justo y vestido noble y vivienda cómoda.

    Tal fue la Victoria ganada por unos y extendida a todos.

    Pero esa Victoria no puede soportarse. Un instinto suicida, aniquilador, parece que nace de algún venero oculto de los individuos y las comunidades. Y hoy contemplamos su agitada capacidad maniobrera.

    Paro, cierre de negocios, huida de dinero, deuda exterior, saqueo de las reservas de divisas, inflación… y a la larga, otra vez los hogares sin lumbre y los españoles sin pan.

    Y María sufre en España. Si sufrió en las bodas de Caná cuando el vino faltaba para concluir la fiesta, ¿cómo no sufrirá María en España y España con María, cuando falte hasta lo necesario después de vivir en la abundancia?

    Sexta espada: La guerra se hizo para que no se vertiera más sangre española en contiendas civiles. José Antonio quiso, con tal fin, ofrecer generosamente la suya.

    Y se logró, en la medida en que humanamente es posible; y en tanto el perdón, que es una exigencia cristiana, no fue confundido con la impunidad, que por ir contra la justicia no es cristiano, o con la exaltación del crimen, que puede ser peor aún, que el delito, España vivió tranquila, descansando en la fuerza pacificadora de aquellos ofrecimientos generosos.

    Pero los pueblos se hastían de la paz, como los israelitas, en el largo caminar del desierto, se hastiaron y protestaron del maná que el cielo les enviaba todos los días.

    Y se volvió a derramar sangre en contiendas civiles, y las listas de los que fueron abatidos por la metralla se siguen alargando. Siempre hay excusas para el crimen y palabras para borrarlo, y complicidades para su justificación exaltada.

    Y con los muertos, los heridos, los contusos, como los muchachos de Fuerza Joven de Barcelona, que tuvieron que defenderse ante la cuarta intentona de asaltar nuestros locales.

    María sufre en España, y España con María. Es la espada del dolor que punza por el dolor ajeno; por el dolor buscado en los demás; con sadismo; por el puro gozo de ver sufrir al que no amamos.

    María sufre, y en los encuentros con su Hijo, que la vida de Jesús no narra, le pediría, como le pedirá ahora, por los que sufren, por los encarcelados sin causa, por los heridos sin razón, por los perseguidos y calumniados, por los enfermos de tristeza ante el mal que agobia.

    Séptima espada: La guerra y la Victoria devolvieron a España su sentido histórico. Volvíamos a estar en línea y en forma. Desarraigamos lo que no era nuestro, lo defectuoso y cancerígeno, y reforzamos lo noble y lo bello, el servicio y el estilo.

    Asumir la historia que habíamos hecho y proseguirla, sin titubeos ni vacilaciones, sin repugnancias ni complejos de inferioridad, fue una meta al alcance de la mano. Y en ese orden, nuestras juventudes se formaban, mitad soldados y mitad monjes, con el noble orgullo de saberse protagonistas y continuadores de una gran empresa universal.

    A la confianza en nosotros mismos y en esa empresa universal, sucedió la duda, la consideración crítica de la obra de España, desde Recaredo a nuestros días, sin excusar la creación de América. Nos habíamos equivocado. Éramos una excepción, pero no admirable por su ejemplaridad, sino condenable por su extrañeza. De la homologación y del mimetismo se hicieron bandera de despegue. Y los españoles, o al menos su clase dirigente, comenzó a desconfiar de España y a entender, con mayor o menor diafanidad, que era precisa una rectificación de rumbo, una Reforma a fondo, un cambio de la estructura y del alma, un nuevo periodo constituyente.

    Y España sufre con María, como ella sufrió cuando su esposo, después de la Concepción por obra del Espíritu, desconfío de Ella; como Ella sufrió al ver cómo los mismos que rodeaban al Maestro desconfiaban de Él. Ni el esposo ni los discípulos entendían el alcance sobrenatural de la misión.

    A la pregunta reiterada sobre la personalidad del Maestro, unos replican que es un fantasma, otros que un profeta, y algunos que hijo de Belcebú. Hasta Pilatos, que tiene la Verdad hecha carne ante los ojos, le pregunta, preguntándose, lleno de desconfianza: ¿Qué es la Verdad?

    Por eso María sufra en España y España con María, atravesada por el doble filo de este acero ponzoñoso, que es el peor, porque rasga y envenena, porque a la vez que mutila introduce el virus de la desconfianza. Los españoles desconfían de España, de su misión, de las razones últimas de su Historia y de su Cruzada. No soportan la acritud de los otros; y sin fortaleza, o con fortaleza minada, no saben esperar a que el tiempo y la Providencia los colme de razón manteniéndolos en alto como un signo. Prefieren pactar, hacerse perdonar. No quieren ser distintos ni diferentes. Les gusta homologarse. No quieren sentirse solos en el dolor incompartido y ridiculizado de su soledad digna.

    ¿Cómo sufriría la Señora viendo la incomprensión, la testarudez, la veleidad de los seguidores, de los beneficiarios, de los amigos, y hasta de los apóstoles del Señor? ¿Cómo sufre España al contemplar a los españoles que desconfían de su Patria, que la abandonan como a Cristo le abandonaron los más íntimos; que la niegan como a Cristo le negó Pedro; o que la venden como a Cristo le vendió Judas por el precio bajo de treinta monedas?

    ***
    Siete espadas que nosotros vamos a sacar, con el riesgo que sea preciso, de la carne viva de España.

    Vamos a curar sus heridas, cierto. Pero también vamos a empuñar esas espadas, para defender a la nación que amamos.

    Esas espadas protegerán, dándole custodia, al espíritu de la Patria. No apaguéis el espíritu: porque es el espíritu el que transforma a la multitud en pueblo, el que anuda y personifica al pueblo y lo convierte en Patria.

    Del mismo modo que la música hace vibrar el verso, la letra se vivifica por el espíritu.

    Porque creemos en el espíritu nacional, acudimos a él para salvar la prosa y el verso. Porque creemos en el espíritu nacional, sabemos de su fuerza atractiva, de su capacidad para la conversión. Ramiro de Maeztu escribió “Hacia otra España” y, creyéndola lejos, la encontró en el punto mismo de su partida. Ganivet escribió, al fin: “No vayáis fuera, en el interior de España habitat veritas”. Y García Morente, durante la Cruzada, rechazó los imposibles históricos y se hizo caballero de la Hispanidad.

    Ese espíritu de la patria nos aguijonea, no tanto a estar mejor, como a ser mejores, a no buscar el éxito de hoy a expensas de la victoria que se logrará más tarde.

    El sentido providencialista de la Historia nos hace apreciar en todo su alcance el valor político de la confianza, pues la confianza en la rectitud de la empresa española en los siglos pasados garantiza, con nuestra lealtad a ella, nuestra confianza en el porvenir.

    Por eso, aunque vayamos a las elecciones -Dios quiera que cuaje el Frente Nacional que en tantas ocasiones hemos propugnado-, no es en ellas en las que ponemos nuestra confianza. Por eso nos negamos desde ahora a recibir el dinero que la Administración ofrece. ¡A tanto, por voto y a tanto por representante elegido! Cuando la crisis económica es grave, nos parece un desacierto toda detracción del erario público para esas atenciones. ¡No se trata de un problema moral tan sólo, es sencillamente una cuestión de elegancia!

    ***
    Nuestro Movimiento, amigos en este aniversario de la Victoria, está en marcha. Yo creo que con la ayuda de Dios es imparable. Los actos de afirmación nacional constituyen éxitos clamorosos, llamamientos correspondidos, sucesos comentados en toda España.

    Decía Maeztu antes de que le asesinaran: “No triunfaremos sino cuando nos digamos de todo corazón que es necesario que ganemos”.

    Pues bien, como nosotros nos hemos dicho todo corazón que es necesario que ganemos, ganaremos sin duda, y a la Victoria del primero de Abril le surgirán nuevas alas que nada ni nadie le podrá arrancar.

    (Una ovación clamorosa cerró sus últimas palabras, para después entonarse, todos de pie y brazo en alto, el “Oriamendi” y el “Cara al Sol”.)


    Última edición por ALACRAN; 18/08/2022 a las 13:04
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