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Tema: Discursos de Blas Piñar (durante y contra la "transición")

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ALACRAN Discursos de Blas Piñar... 29/05/2019, 18:03
ALACRAN Re: Discursos de Blas Piñar... 18/06/2019, 17:17
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ALACRAN Re: Discursos de Blas Piñar... 01/08/2022, 12:52
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ALACRAN Re: Discursos de Blas Piñar... 15/05/2023, 12:58
ALACRAN Re: Discursos de Blas Piñar... 05/06/2023, 13:49
ALACRAN Re: Discursos de Blas Piñar... 05/07/2023, 16:31
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ALACRAN Re: Discursos de Blas Piñar... 23/01/2025, 12:55
ALACRAN Re: Discursos de Blas Piñar... 23/01/2025, 12:55
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    Re: Discursos de Blas Piñar (durante y contra la "transición")

    “ENTRE UNA SED DE SIGLOS”


    Revista FUERZA NUEVA, nº 543, 4-Jun-1977

    Blas Piñar en Almería

    “ENTRE UNA SED DE SIGLOS”

    (Discurso pronunciado por Blas Piñar, el 1 de mayo de 1977, en el cine Imperial de Almería)

    “Allá en el sudeste de la Patria, una provincia aguarda su hora, requemada por el sol”. Así comenzaba, quien ahora se dirige a vosotros, un artículo titulado: “Almería, empresa nacional”, publicado en “Informaciones”, de Madrid, el 15 de enero de 1966. No importa que físicamente no vivamos en una región de España; si se la conoce, se viven sus problemas e inquietudes y se la contempla con una mirada de amor. (…)

    Almería tiene sed: sed de siglos, milenaria. Por si fuera poco, la lluvia mínima se compone de agua de tormenta que erosiona y desertiza en minutos. Avidez de agua, y desesperación al verla caer a raudales y discurrir enloquecida por las ramblas hacia el mar. (…)

    No, no me digáis que se trata de una cuestión irresoluble, que una maldición sin misericordia ha caído sobre Almería, que es preciso y necesario resignarse o emigrar. (…)

    Así como la técnica ha de servir al ingenio, así también la Administración, pieza indispensable, ha de servir a la Política. Y cuando hablamos de política no hablamos de política menor, de intereses mezquinos, de cambalaches que salvan el obstáculo de cada día, sino de una gran política nacional, encomendada a un Estado fuerte, al servicio de la Patria y del bien común de los españoles.

    ***
    Todo eso es lo que teníamos en marcha en un Régimen:
    que nos ha deparado, como prueba de su viabilidad, cuarenta años de progreso;
    que ha despegado a España de la miseria;
    que nos devolvió el orgullo de ser españoles;
    que descansaba en una filosofía política original, síntesis de la Tradición y del pensamiento de José Antonio;
    y que había nacido de una convulsión dramática en la que, luchando en las trincheras o pereciendo víctimas de la revolución roja, ofrendaron su vida un millón de españoles.

    En ese régimen que había atraído el odio de sus enemigos, pero también la simpatía próxima y caliente de todos aquellos que en el mundo se sienten aterrorizados por la amenaza del capitalismo internacional y del marxismo, se había resuelto, entre otros problemas, el del equilibrio y colaboración de todos los elementos humanos que participan en el ciclo económico.

    Por eso conviene recordar en este primero de mayo, que otra vez se celebra en España con motines y exabruptos, con banderas rojas y hoces y martillos:
    que la dialéctica materialista había quedado superada entre nosotros;
    que, en plena Cruzada, se elaboró y promulgó el Fuero del Trabajo;
    que la sindicación obligatoria y vertical produjo la armonía en la empresa y consiguió para los trabajadores beneficios -sin necesidad de revueltas- que ya quisieran para sí los trabajadores de muchos países libres, y no digamos los trabajadores sin libertad y sin derechos y con un mezquino nivel de vida de los países soviéticos.

    Yo emplazo desde aquí a quienes tratan de explotar a los trabajadores de España, inculcándoles otra vez el odio y el espíritu de clase, a que me digan cuáles son las reivindicaciones logradas bajo su dirección, en la época del sindicalismo horizontal, durante la Monarquía (Alfonso XIII) y durante la República, y cuáles las logradas por el sindicalismo vertical durante el Régimen de Franco. Y si me demostraran que el saldo que resulta de esa comparación es favorable a primero, yo me descubriría confesando su victoria.

    Mas si, por el contrario, resulta que sin huelgas, sin destrozo de la economía empresarial y de la producción, se ha logrado el salario mínimo, el salario familiar, vacaciones retribuidas, seguros amplios, desde la enfermedad a la vejez, becas de estudio y mejora profesional para los hijos... ¡Ah!, entonces, ante la evidencia de los hechos, el trabajador tendrá que preguntar si acaso quienes aspiran al sindicato revanchista lo que pretenden no es tanto defender sus derechos como aprovecharse de su ingenuidad y convertirlo en ariete de una posición política, de un deseo de poder, que necesita, para consumarse, de unos batallones de choque que salgan a la vía pública a combatir, y quizá a perecer, de una crisis económica, de un paro creciente y de una inflación galopante que nos lleve a todos a la desesperación y de la desesperación a la tiranía.

    ***
    El Régimen de Franco puso la flecha en la diana:
    con su concepto de la empresa;
    con la integración del sindicato en las grandes tareas nacionales;
    con la superación del odio, el distanciamiento o la ignorancia de las clases sociales en un ambiente amoroso y concorde de colaboración y amistad.

    No en balde, una de las coordenadas del Sistema se hallaba aquí. Por eso, en plena guerra, cuando otros objetivos más inmediatos parecían aconsejar otro género que preocupaciones, Franco quiso que la fiesta del trabajo no fuera el 1 de mayo, cuya impregnación marxista era evidente, sino el 18 de julio, fiesta del Alzamiento Nacional contra los enemigos de la Patria, entre los que se hallaban sin duda, aquellos que, en lugar de defender a los trabajadores, sólo pretendían utilizarlos y explotarlos.

    Por motivos que todos conocéis, al crearse la festividad de San José Obrero, la fiesta del trabajo se trasladó también. Pero, aun así, esta fiesta tuvo, durante muchos años, en España un ambiente de alegría nacional. En el estadio Bernabéu, de Madrid, bajo la presidencia de Franco, los grupos folclóricos y artísticos de Educación y Descanso daban a conocer, en una exhibición pública, su magnífica preparación. Las pantallas de televisión y las grandes emisoras nacionales transmitían aquellas apoteosis, y una brisa creadora de júbilo soplaba en toda la nación.

    Franco ha muerto, y, aun cuando lo que decimos se produce a otra escala e incluso a algunos podría parecer irreverente, la verdad es que el velo del Templo se ha rasgado y que la tierra española tiembla. Hoy, 1 de mayo, quienes se esconden detrás de los hombres del trabajo y desafían a los restos que quedan del poder público, provocarán manifestaciones y algaradas, gritos de rencor y Dios quiera que la sangre, como en tantas jornadas luctuosas, no salpique el asfalto de nuestras ciudades.

    ***
    Decíamos en el Palacio de Deportes de Oviedo que no sólo se pretende, por aquellos que no han perdonado a España su Victoria de 1939, arrancarnos y destruir la paz social, sino ante todo y sobre todo, deshacer la Nación.

    Son los fundamentos mismos de la nacionalidad los que hoy, entre nuestra mirada atónita, se están dinamitando. España, como nación, y la bandera nacional, como símbolo de la misma, son objeto de un ataque sin precedentes en nuestra historia.

    Se pretende hasta borrar el nombre de España. España deja incluso de ser un sustantivo para adjetivarse, para calificar simplemente al Estado.
    No se habla de una acción, sino de país;
    no se habla de España, sino de las “nacionalidades del Estado español2;
    se elude el nombre de España, pero se exalta a “Euzkadi” y a Cataluña;
    se relega su bandera, pero se hace la apología de las banderas que simbolizan a los pueblos peninsulares.

    Hasta en Andalucía se pretende alzar, no como compañera menor, sino como símbolo de desenganche, una bandera regional, la blanca y verde, que es un contrasentido histórico.

    Vosotros sabéis que Andalucía fue reconquistada, al precio de mucha sangre, mucho sacrificio, mucha tenacidad y mucho tiempo, de la morisma que la ocupó; como ocupó, salvo los reductos del Norte, España entera.

    A Castilla correspondió la tarea de reconquistar Andalucía. Por tanto, si los andaluces de hoy se consideran herederos de quienes los reconquistaron para España y para la Cristiandad, para la civilización de que forman parte y para la unidad de destino de la Nación española, su símbolo regional debiera ser el pendón de Castilla -que nunca, contra lo que se dice, fue morado- con los ingredientes andaluces que lo tipifiquen.

    El pendón carmesí, cruzado con banda de oro, con el aspa de la conquista de Baza, primer pueblo andaluz rescatado, y las columnas de Hércules, que simbolizan el recobro total de Andalucía y de España, debiera ser el emblema regional de Andalucía.

    Pues no; hay que aupar un sentimiento anticastellano y, en última instancia, menos español. Hay que recordar con la bandera no a los cristianos de la Reconquista, sino a los sarracenos invasores que lucharon contra Castilla.

    Por eso se elige la bandera blanca y verde, la que enarbolaron los almohades venidos de África para batirse en Alarcos contra Alfonso VI, en 1195; la que enarboló, precisamente, un morisco de Almería, después de la expulsión en 1624, entre Estepona y Marbella.

    ¡Qué pena da ver cómo, contra toda verdad histórica, para afianzar, lo que me parece justo y legítimo, el sentimiento regional, se acude s un símbolo disgregador!; lo que pone de relieve que, al igual de lo que ocurre con el sindicalismo, pieza clave de la nación, no se trata de cultivar noblemente ese sentimiento regionalista, sino de explotarlo y convertirlo en arma dialéctica y disgregadora de la unidad nacional.

    ***
    El tema de las elecciones -aunque sin excepción nos hayamos convencido de que no van a resolver sino a agravar, los problemas- no cabe duda que absorbe, al menos en parte, nuestra atención.

    La ley electoral, pieza clave, ha sido elaborada por el Gobierno con la oposición. Pero ahí está, como fruto de la reforma política, de esa reforma que conlleva la legalización del PC y la entrada en el juego, aunque no sea más que por medio de la figura del candidato independiente, del resto de los partidos marxistas y anarquistas no legalizados hasta la fecha, pero reconocidos “de facto”, como revela su actuación pública tolerada por el Gobierno Suárez.

    Ante las elecciones, y pese a la proliferación lógica de los partidos políticos en la primavera fácil pero efímera, de la democracia inorgánica, caben a grandes rasgos, las siguientes posiciones, que podemos contemplar a la luz de las posturas adoptadas en torno a la Ley de Reforma política, en el Consejo Nacional, en las Cortes y, sobre todo, en el Referéndum (1976):

    A) Los grupos de oposición al Régimen, legalizados o no en aquella fecha, que pidieron la abstención.

    B) Los reformistas, tanto del primero como del segundo Gobierno de la Corona, encuadrados hoy en Centro Democrático y en Alianza Popular, que dieron sus votos y pidieron el pueblo el “Sí”.

    C) Nosotros -e incluyo aquí, aun cuando pese a nuestros esfuerzos todavía no se haya constituido el Frente Nacional, a Falange Española-, que nos opusimos en el Consejo Nacional, en las Cortes y en el Referéndum a la Ley de Reforma política, votando que “No” y argumentando, en los tres minutos que la democracia se dignó concedernos, las razones que hacían aconsejable el “No”.

    Está claro que cuanto ha sucedido desde que la Reforma política fue aprobada no se puede imputar ni a los que se abstuvieron ni a nosotros, sino a quienes, con una falta absoluta de visión política, la pusieron en marcha con el señor Arias, y la aprobaron después con el señor Suárez.

    No vale decir que “hay que conservar lo valioso y reformar lo necesario” si antes no se nos dice qué es lo valioso a conservar y lo menos valioso incluido en la Reforma.

    Aunque la verdad es que resulta innecesaria la enumeración, cuando ya en el primer Gobierno de la Monarquía, la reforma del señor Arias había legalizado los partidos políticos, y durante el segundo Gobierno de la Corona, quienes hoy se escandalizan de las consecuencias nefastas del liberalismo pusieron a debate y eliminaron explícitamente las bases del Estado nacional, poniendo en tela de juicio implícitamente, la subsistencia de la Monarquía.

    ***
    Ya sé que, a la hora de las elecciones, quienes ponen el máximo calor en la contienda utilizarán todos los medios de propaganda y todos los argumentos a su alcance para conseguir los votos. Conseguir votos es, en última instancia, lo que de momento interesa.

    Se dirá, luego de:
    haber metido la cuña destructora en el franquismo;
    de haberse referido a Franco como último jefe de Estado;
    y de impedir las manifestaciones en su recuerdo,
    que no se puede destrozar, sino que hay que mantener la obra gigante de un hombre irrepetible.

    Pero al mismo tiempo se dirá que la Monarquía no es la que él quiso, sino la moderada y arbitral:
    que el sistema de partidos es bueno;
    que hay que homologarse con Europa;
    que hay que conceder autonomías regionales;
    que es conveniente mantener un diálogo en Estoril y otro en el gobierno mundial ultracapitalista de los Bilderberg en Inglaterra, y sacar a Carlos Arias (y a su “espíritu del 12 de febrero”) como senador, y a Antonio Carro, el hombre del Sáhara, como diputado por Lugo.

    ***
    Es el mal menor, la política del hecho consumado, que ya hemos visto oficialmente aceptada a niveles que no podíamos sospechar, con motivo de la legalización del PC.

    Es el miedo, en suma, lo que puede volcar el voto de las buenas gentes de España -so pretexto de continuidad y de paz- hacia los reformistas del “Sí” en el referéndum.

    Os confieso que a mí, que encontré las raíces del mal cuando lanzamos a la calle FUERZA NUEVA, me faltan medios y posibilidades para exponer honrada y limpiamente mis puntos de vista al pueblo español. Mientras por la televisión pasan todos, a mí no se me ha brindado, liberalmente, ninguna oportunidad, porque no ignoran, sin duda, el impacto de una argumentación lógica, firme y también -por qué no- apasionada.

    Pero, conturbados por la propaganda y el miedo, votar otro “Sí” a la Reforma es, en realidad, votar que Sí” a la ruptura con el Sistema, y no a la perfección del mismo, puesto que amputar el franquismo sociológico -que se intenta aprovechar- de la filosofía que lo inspiró, para trasvasarlo a un régimen liberal que es su antítesis, es un engaño manifiesto, o, si no lo queréis así, un error gravísimo, que afectará a nuestro futuro personal y al futuro de España.

    Creo que, a estas alturas de la propaganda electoral, tenemos que distinguir entre franquistas y hombres del 18 de Julio.

    Yo, por ejemplo, soy franquista por ser hombre del 18 de Julio, pero ha habido quien se dice franquista, aislando de esa fecha y de su contenido, la figura de Franco. A esta postura, ya palpable y manifiesta de una gran parte de la clase directora del Régimen, y no a los fallos del Régimen mismo, se debe la situación actual. Eran hombres de Franco no en función de una ideología, sino en función de lealtades personales, de imantación hacia el poder. Muerto Franco, la lealtad personal se extingue y la imantación pierde toda su capacidad atractiva.

    Así estuvimos gobernados por liberales que contenían o reprimían su liberalismo durante el paréntesis carismático de la dictadura; o por hombres de derechas para los cuales la camisa azul era un disfraz bonito para entrar en la carpa y escalar en ella.

    López Rodó, con diáfana claridad que le agradecemos, llegó a decir que el franquismo había muerto con Franco. ¡Para nosotros, no! Y no, porque Franco no creó un sistema, sino que lo construyó; y el esquema doctrinal está válido y vigente.

    ¡Para nosotros, no! Y por ello, nuestra lealtad personal a Franco no supuso nunca la adulación, sino que conllevó la crítica a sus gobiernos; lo que dio origen a las querellas urgidas por aquéllos contra el que ahora os habla, y en especial la que motivó mi carta abierta a don Carlos Arias, “Señor Presidente”.

    Por eso, la fidelidad al Régimen de muchos se agotó inexorablemente al morir Franco, y por eso también, la de FUERZA NUEVA, precisamente al morir Franco se hace más limpia y pura, más gallarda y viril, sin asomo, ni siquiera, aparentemente de vinculación personal, porque se apoya en la poesía de la idea, en la noble verdad matemática de la doctrina, en el sacrificio de los mártires y de los héroes que todo lo dieron por Dios y por España.

    ***
    ¿Cuál va a ser nuestra conducta en la hora presente?

    Pensemos que el obrar sigue al ser. Y por ello mismo, ante todo, seamos. Dios es el que es; y por eso actúa. “Este es el día en que actuó el Señor”, repetimos con la liturgia sagrada.

    Seamos primero para actuar después. Seamos hombres, españoles, cristianos de verdad, y entonces haremos hasta el milagro.

    Si tienes fe, dirás esa montaña: trasládate y se trasladará. Si tienes fe, la acción se nos escapará, escanciada, de entre las manos; y Almería será transformada y España entera liberada, por nuestro esfuerzo, de sus seculares enemigos, de sus enemigos de siempre, de los de 1936 y de los de ahora, y volverá a ser grande y libre.

    “Es dura la conquista. Cada día comienza”, escribe una poetisa argentina que ama a su patria. Nuestra conquista ha comenzado
    ¡Arriba España!

    (Con el canto del “Oriamendi” y el “Cara al Sol” terminó el acto entre una ovación general.)

    Última edición por ALACRAN; 19/02/2023 a las 11:30
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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