Revista FUERZA NUEVA, nº 476, 21-Feb-1976
SE VENDE ESPAÑA
Desde el fallecimiento del Caudillo, nadie puede poner en duda que España está cambiando sociopolíticamente. Mejor dicho, “dictatorialmente” se está tratando de que la nación reniegue de su pasado histórico y de sus valores fundamentales, de sus ideales auténticamente comunitarios, para que sucumba y sea entregada, digámoslo claramente, a las dos grandes internacionales que hoy dominan el mundo: la marxista y la capitalista. Como no cabe duda, también, de que cuarenta años de paz, unidad, orden público (progreso, en toda la extensión de la palabra) se quieren trastocar en una carrera negativa de olvidos, ingratitudes, chaqueteos y traiciones. En resumen: una venta vergonzosa de la Patria.
Venta que, de consumarse, haría que treinta y cinco millones de españoles quedasen en calidad de vasallos, previamente “mentalizados”. Esto se intenta sin grandes traumas colectivos, a través de una prensa, en su mayoría, al servicio de esas internacionales y minada por células marxistas o minadas al mejor postor, que día a día tratan de ir lavando las mentes españolas en aras de bastardos intereses contrapuestos, claro está, a los nobles ideales de nuestro pueblo.
En esta línea de actuación, aquellos que nos oponemos por sentido patriótico, por fidelidad a la doctrina y por ser leales a los juramentos libremente prestados, caemos en el anatema furibundo de los apóstoles de la apostasía. Todo ello bajo las gratuitas y escandalosas acusaciones de “inmovilistas”, “fascistas”, “bunkerianos”, “reaccionarios”, “ultras”, por no citar más epítetos calificativos. Son etiquetas denigratorias para quienes tenemos el honor de mantener y pretender seguir manteniendo las banderas del 18 de Julio.
Se trata de enajenar la Patria, de entregarla al mejor postor -¿o tal vez ni eso?-; de intentar la homologación de la traición con el honor; del condecorado por su valor frente al enemigo con el señalado con la vergüenza de la deserción; del mutilado en defensa de España con quien lo fue al servicio de Rusia; de equiparar a España… con la Europa “democrática” en donde florecen los materialismos más oprobiosos, las huelgas salvajes, el terrorismo, la pornografía, los secuestros, los millones de parados, el capitalismo más despiadado, la injusticia social, el no ser trascendente, en definitiva.
Es cambiar el sentido de los plebiscitos populares de apoyo al Régimen que se han sucedido en las plazas de toda nuestra geografía patria, por una supuesta e irreal petición mayoritaria de “reforma” y “apertura” a cargo de esas multitudes que vitoreaban a Franco y cantaban el “Cara al Sol” como reafirmación de sus irreversibles lealtades. Es hablar de “representación” y “participación” para después “democráticamente” también gobernar, a través de sociedades anónimas, por decretos leyes, haciendo caso omiso de los 19 millones de compatriotas que votaron “sí” [1966] a las Leyes Fundamentales que configuran legalmente al Régimen.
Se trata de decir ahora con toda impunidad “no”, cuando antes se dijo “sí” a troche y moche. Es querer conculcar lo que se ha jurado defender. Es, en definitiva, poner, sin pudicia alguna, a España en la vitrina de un mercado apátrida e internacional para ver quien la compra, aun cuando esa venta sea para enterrar la Patria.
EDITORIAL
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