Revista FUERZA NUEVA, nº 473, 31-Ene-1976
Propaganda socialista y juramento de fidelidad
Asistimos con asombro al peligroso espectáculo de que los distintos grupos socialistas, hasta ahora clandestinos, aparecen en extensos espacios de la prensa diaria y de revistas dando a conocer sus programas, sus actividades nacionales e internacionales, los nombres de sus dirigentes y cuanto a éstos les viene en gana decir en forma de entrevistas. Todo, con el único requisito ínfimo de decir previamente que son ilegales; trámite que, además de no costarles nada, hace escarnio del estado de derecho y lo presenta como impotente frente a sus enemigos.
Con pretensiones de contrapartida reparadora y tranquilizadora, las mismas autoridades que tales anuncios consienten aseguran que no tolerarán al Partido Comunista. No por ser el comunismo malo, sino porque dicen que no acepta las condiciones del juego democrático; si las aceptara, aun siendo malo, podría pasar y aun triunfar democráticamente, como en Chile. De momento sólo se pretende legalizar a los que más tarde legalizarán al Partido Comunista.
Esta distinción entre socialismo autorizado de facto y comunismo proscrito tan sólo por su táctica antidemocrática ocasional es absolutamente sofista… Pero todos los comunistas dicen que al comunismo sólo se puede llegar tras una fase previa de socialismo; así que tienen un largo trecho común con los socialistas… Las repúblicas de la Unión Soviética se llaman “socialistas” y no comunistas. Muchos comunistas no tienen el menor inconveniente en llamarse públicamente socialistas.
También es sofista la distinción entre diversas clases de socialismo, porque se trata de disparidad de medios y tácticas, pero no de objetivos, que es al fin lo que importa…
Pero hay que insistir sobre esto: la barricada que constituyen las Leyes Fundamentales frente al socialismo no es la simple suma aritmética de una serie de textos…; es la oposición global, en bloque monolítico, de todo un cuerpo legislativo… (Así, el Principio II de la Ley de Principios del Movimiento Nacional dice: «La Nación española considera como timbre de honor el acatamiento a la Ley de Dios, según la doctrina de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, única verdadera y fe inseparable de la conciencia nacional, que inspirará su legislación»; el Principio VII habla de «Monarquía tradicional, católica, social y representativa»…).
La construcción del socialismo, y en grado de tentativa su propaganda, no chocan únicamente con tal o cual texto de las Leyes Fundamentales, sino que necesitan y piden el cambio radical, simultáneo y conjunto de todas ellas; es decir, una subversión en el más estricto sentido de la palabra.
De aquí arranca un problema sorprendente y grave: ¿Cómo es posible que este aumento espectacular de la propaganda socialista coincida en el tiempo y en el espacio con la renovación del juramento de fidelidad a las Leyes Fundamentales de todo el “establishment”? Urge pues, que quien sabe y puede, aunque no quiera, explique al pueblo español el alcance de esos solemnes juramentos…
Manuel de SANTA CRUZ
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