Estimado Irmão de Cá, comprendo perfectamente lo que dices porque yo también vivo en el mundo y tengo que debatir en algunas ocasiones con personas ajenas a este foro, en mi vida cotidiana. Entiendo lo que dices de sembrar hoy con la esperanza de que nuestros hijos o nietos puedan cosechar mañana. Y estoy absolutamente de acuerdo también contigo en que es necesario, no ya solo necesario.... ¡imprescindible¡ evangelizar. Y te prometo que en esa afán, hace tiempo yo también me esforzaba por hablar las palabras que el mundo hoy en día quiere oir y ocultar o disimular aquellas que el mundo abomina. Es casi imposible evangelizar a nadie hoy en día.
Pero, un día me pregunté, "¿qué estoy haciendo?". Mi deber es transmitir aquello que a mi también me ha sido entregado. La tradición que la historia del cristianismo me ha enseñado. Yo me crié en una época en la que el crimen siempre tenía emparejada la idea del castigo y soy consciente de que ya nací en una época en la que las verdades estaban comenzando a prostituirse... Eso que dices sobre nuestra leyenda negra, sencillamente existiría aunque los españoles y los portugueses hubiéramos ido por el mundo solamente repartiendo rosas y caramelos en todo momento. Hay que comprender las verdaderas razones que, en esencia, motivan esa leyenda. Unas razones que no son otras que el inmenso odio a Cristo que cada vez más gentes en el mundo le profesan. No nos odian a los católicos españoles y portugueses por lo crueles que hayamos sido en nuestra historia, ni por la Inquisicion... ni nada de eso, sino por haber expandido por todo el orbe el cristianismo. ¿Cuántos ajusticiamientos generó la Santa Inquisición en todos sus siglos de existencia?. Nada comparable, ni de lejos, al horror que el feminismo en solo unas pocas décadas ha sembrado por el mundo, y sin embargo, al cristianismo se le odia y al feminismo se le venera. Sus horribles crímenes nadie quiere verlos... y mira con qué fuerza satánica las feministas se manifiestan hoy en día. Ellas no disimulan... y sin embargo, el mundo las ama o por lo menos las tolera, y hasta algunos las veneran.
Por otra parte, yo no ví con buenos ojos el momento aquél en el que el Vaticano se dispuso a pedir perdón estúpidamente por la existencia en el pasado de la Santa Inquisición. Me pareció un error y una traición a la historia. Una prostitución de lo que significó aquella santa institución, de la que no digo que no pudiera haber cometido errores a lo largo de su dilatadísima historia.
Pero si no fuera por mi fé, estaría seguro que por ese camino, el cristianismo estaría mañana mismo muerto. Y si no pienso que morirá definitivamente mañana mismo, es solamente porque sabemos a ciencia cierta que Dios Nuestro Señor regresará al final de los tiempos a instaurar su Reino sobre la tierra.
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No podemos pretender gustarle al mundo con nuestras palabras. En eso no debe consistir nuestra labor evangelizadora, sino en decir siempre la verdad aunque el mundo nos deteste por ello. Nuestra labor evangelizadora no puede transitar por el camino de agradar a los que viven en el error, ni tampoco de ocultar aquellos aspectos de nuestra Tradición que el mundo hoy en día detesta. He renunciado a tratar de evangelizar de esa manera... Entre otras cosas, porque he podido comprobar que tampoco sirve de nada. El mundo no quiere ser evangelizado, ni de una forma, ni de la otra.
Es el momento de hablarle al mundo con las verdaderas palabras y llamarle al pan, pan y al vino, vino... Y decirle al mundo que esas bestias satánicas de las que hablamos se merecen la muerte en la hoguera si no se arrepienten de sus crímenes horribles, no es más que evangelizarle. Perdoname, pero yo tampoco puedo estar, en esta ocasión, contigo.
Un abrazo, estimado Irmão de Cá
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