Revolución nacional y tradición
Revista FUERZA NUEVA, nº 537, 23-Abr-1977
REVOLUCIÓN NACIONAL Y TRADICIÓN
Muchos han sido los que han querido ver una contradicción entre el concepto revolucionario de la Falange y el Tradicionalismo como sustrato filosófico político del ideario carlista.
En efecto, la revolución nacionalsindicalista fue la bandera enarbolada frente a la nueva “invasión de los bárbaros” de que nos hablaba José Antonio, la revolución marxista; es decir, una concepción patriótica del cambio revolucionario que necesitaba aquella España del 36, sumida en la miseria material y espiritual por un largo período de estéril parlamentarismo liberal, fruto de otra revolución burguesa.
Por su parte, la Tradición no es un cúmulo de valores e institucionales inamovibles, sino la esencia misma de las Españas, fruto de una dinámica histórica del derecho natural.
Pero si la defensa de la Tradición supone un enfrentamiento con las revoluciones marxistas y demoliberales, no sucede lo mismo respecto a la revolución nacional, pues ésta encuentra sus raíces en los valores tradicionales, y el orden nuevo que con ella se pretende tiene claras connotaciones con la construcción sociopolítica tradicional. Además, esta busca de las bases revolucionarias falangistas en la esencia histórica hispánica es lo que diferencia la ideología joseantoniana de los fascismos europeos, que presentan una raíz hegeliana y nietzschiana.
Pero veamos lo que dice el fundador al respecto:
“Entre una y otra de esas actitudes, se nos ocurrió a algunos pensar si no sería posible una síntesis de las dos cosas: de la revolución -no como pretexto para echarlo todo a rodar…- y de la tradición -no como remedio, sino como sustancia…”
El sentimiento religioso
Don Alfonso Carlos I, último rey carlista, fallecido poco después de dar comienzo el Alzamiento y que al carecer de descendencia dejó sin continuidad a la dinastía, en su Real Decreto de enero de 1936 fija sin paliativos ni ambigüedades los fundamentos de la legitimidad española:
“… Religiosidad católica, apostólica y romana, con la unidad y consecuencias jurídicas con que fue amada y servida tradicionalmente en nuestros reinos”.
Frente a esto, muchos han querido ver en la Falange un movimiento arreligioso, sin fundamentaciones de índole católica. Veamos las palabras clarificadoras del fundador:
“… Pero en España, ¿a qué puede conducir la exaltación de lo genuino nacional sino a encontrar las constantes católicas de nuestra misión en el mundo? Así pues, toda reconstrucción de España ha de tener un sentimiento católico. Nuestro Movimiento incorpora el sentido católico -de gloriosa tradición y predominante en España- a la reconstrucción nacional”.
La Patria
Si a lo largo de la historia de la España moderna hay movimientos políticos que encuentran su raíz en lo nacional, éstos son el falangismo y el tradicionalismo. Está difícil postura de defensa de lo patrio como esencia de construcción político-social fue asumida por falangistas y requetés con tal decisión que llevó a los segundos a empuñar las armas en tres ocasiones en el siglo XIX, para coincidir con los falangistas en las trincheras de nuestra Cruzada.
El ordenamiento jurídico político
José Antonio proclama como vías de participación política a la familia, al municipio y al sindicato, plasmaciones prácticas de una concepción de la sociedad como un todo orgánico. Esta visión de la política como ordenación en base al pluralismo natural de los distintos estratos que componen la sociedad se entronca de forma directa con las elaboradas teorías de los cuerpos intermedios, que los clásicos del tradicionalismo español reafirman constantemente en sus textos.
En efecto, frente al panteísmo estatal -bien sea éste demoliberal o totalitario- la Falange y la Tradición oponen una estructuración de la sociedad basada en respeto a las corporaciones y entidades menores, preservándolas de su absorción por el macroestado moderno.
En otro orden de cosas, salgamos al paso de aquéllos que atribuyen al pensamiento de José Antonio una escasa preocupación por los problemas regionales, problemas por otra parte de tremenda importancia para el tradicionalismo, el cual levantó las banderas forales frente al centralismo de los liberales.
Cuando José Antonio entra en la vida política, todo este orden de valores estaba siendo alterado por los vencedores liberales y marxistas. Por ello, la unidad patria corría el peligro de desgajarse definitivamente en virtud de los estatutos de la II República. Y no es de extrañar que su reacción estuviese encaminada principalmente al afirmar la unidad de España.
Hemos visto hasta aquí las razones ideológicas que sustentan la colaboración de tradicionalistas y falangistas en lo político. Pero esto no es suficiente. Se hace necesario constituir un Frente Nacional con una actuación coordinada y común, sin perjuicio de la autonomía de las partes.
FUERZA NUEVA postula un Estado nacional fruto de la ideología y de la doctrina de quienes hicieron posible el 18 de julio de 1936.
FUERZA NUEVA quiere un Estado nacional que se sabe y se siente actor, protagonista y promotor de la justicia y del bien común.
FUERZA NUEVA al igual que Falange Española de las JONS, no es de derechas ni de izquierdas, ni tampoco, naturalmente, del centro. Para nosotros, la Patria no sólo es un concepto, sino una norma. El acatamiento de esta norma hay que imponerlo con todo el rigor que haga falta, contra todos los intereses que se opongan, por fuertes que sean.
Ha llegado la hora de levantar nuestras banderas y unirnos en un Frente Nacional para defender abnegadamente a la Patria y no a subalternos intereses particulares que unen a los partidos de clase, bajo máscaras de grandes principios.
¡Camaradas falangistas, tradicionalistas, FUERZA NUEVA, Hermandades de Combatientes, españoles todos!: Recordemos las palabras del fundador, en el año 33: “Yo creo que está alzada la bandera. Ahora vamos a defenderla alegremente, poéticamente. Porque hay algunos que frente a la marcha de la revolución creen que para aunar voluntades conviene ofrecer las soluciones más tibias, creen que se debe ocultar en la propaganda todo lo que pueda despertar una emoción o señalar una actitud enérgica y extrema. ¡Qué equivocación! A los pueblos no los han movido nunca más que los poetas, y ¡ay del que no sepa levantar frente a la poesía que destruye, la poesía que promete!”
Organizarse hoy para vencer mañana. Es nuestra consigna.
Federico MENÉNDEZ GUNDIN
Última edición por ALACRAN; 18/08/2022 a las 14:18
"... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)
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