Cita Iniciado por MONTECASINO Ver mensaje
Y aún dentro de los males si no hay otro opción San Tomas nos dice que hay que obstar por el que es menor.
Viene muy oportuna esta puntualización, pues aunque haya que tender al bien, al hombre no es posible escapar siempre al mal, y ante éste nos encontraremos siempre con que tenemos que elegir, entre el mal mayor y el mal menor. Lo que no se puede, desde luego, es que por una observancia radical de un presunto bien, que no es fácil que se dé de una manera continua se acabe por convertir en un infierno moral, lo que sería a todas luces un mal mayor.


Existen dos tipos de tolerancia con respecto a las acciones malas de personas o grupos. La primera es la falsa tolerancia, que permite que se practique el mal pudiendo impedirlo sin provocar un mal mayor. Esta falsa tolerancia nos hace cómplices del mal por nuestra pasividad y omisión. La resistencia no-violenta y activa rechaza la falsa tolerancia, y trata de resistir y combatir el mal de manera no violenta con el fin de erradicarlo.

Sin embargo, existe otro tipo de tolerancia, recta, hacia el mal, a saber, la que permite conscientemente que se lleve a cabo o que persista un mal menor, porque el intento de reprimirlo por la fuerza pública provocaría un mal mayor. Se trata del principio del mal menor, bien entendido.2

Santo Tomás de Aquino lo aplica al divorcio permitido en la antigua ley de Moisés, el cual fue un mal menor paraprevenir un mal mayor, a saber, el de matar a las esposas acusadas de adulterio: “Con lo dicho se excluye la costumbre de repudiar a las esposas. Si fue permitido en la vieja ley a los judíos –por su dureza–,
fue por ser proclives a matarlas. Se permitió el menor mal para excluir el mayor” (Summa contra gentiles, III, 123).

En general así argumenta santo Tomás, la Divina Providencia permite el mal porque de reprimir el mal en este mundo creado, desaparecería el bien: “El mal no existiría si desapareciera el orden del bien, cuya privación es el mal. Y tal orden no existiría si Dios no existiera [...] el mal y el defecto ocurren en las cosas gobernadas por la divina providencia, dada la condición de las causas segundas”
(Summa contra gentiles, III, 71).


Asimismo, al crear el mundo y al encarnarse el Verbo para morir en la cruz, Dios permitió males menores (los pecados de los hombres) para obtener un bien mayor (la eterna felicidad de muchos) e impedir un mal mayor (la perdición de todos): “aunque hayan nacido algunos errores en torno a la encarnación, [...] sin embargo, está claro que muchos más fueron destruidos después de ella, […] así como de la creación de las cosas, procedente de la bondad divina, se
siguieron algunos males debidos a la condición de las criaturas, que son falibles”
(Summa contra gentiles, IV, 55).

Así, de manera concisa, confirma santo Tomás, “un legislador sabio permite el mal menor para evitar el mal mayor” (Summa theologica, I, q. 48, a. 6) y que “no es justo destruir el bien común para evitar un mal particular” (Summa theologica, I, q. 92, art. 2). Según santo Tomás, al practicar esta tolerancia, la autoridad sigue el ejemplo del mismo Dios:

El gobierno humano proviene del divino. Pues siendo Dios omnipotente y sumamente bueno, permite sin embargo que sucedan males en el universo pudiéndolos impedir, no suceda que suprimiendo estos males, queden impedidos bienes mayores o incluso se sigan mayores males. Así pues en el gobierno humano
quienes gobiernan toleran también razonablemente algunos males para no impedir otros bienes o incluso para evitar mayores males
(Summa theologica, II-II, q. 10, art. 11).