Vida y trabajo en el caserío





El espacio familiar


Aunque los caseríos son edificios de grandes dimensiones, con una media de 300 m2 de planta, el espacio que tradicionalmente se reservaba a la vida familiar era tan reducido que apenas llegaba a la quinta parte del volumen construido.
La zona de vivienda de la casa siempre estaba situada en la planta baja, y solo en los últimos ciento cincuenta años se ha comenzado a habilitar dormitorios en el piso superior. En los caseríos de una sola familia el área de residencia ocupaba la cara frontal o bien todo el flanco lateral que mira al valle, mientras que en los bifamiliares siempre se encuadraba en el frontis.
80. En los caserios antiguos no existia intimidad. Toda la familia dormia en una sala comun, a lo sumo en pequeñas celdas separadas con cortinas. © Xabi Otero

81. Jarra con babero esmaltado. La vajilla de los caserios era extremadamente limitada. © Xabi Otero


La vivienda se dividía en dos partes: la cocina, sukaldea, y las alcobas, logelak. La cocina, próxima a la entrada y habitualmente en el ángulo delantero del edificio, era el corazón del caserío y, sobre todo, el espacio de la palabra; era el lugar donde se reunia la familia y se recibia al visitante, donde a las noches se hilaba y donde por el dia se “rumiaban” todos los sucesos de la vida local. Era también donde se concertaban los matrimonios y donde se refugiaban los mas ancestrales ritos de la cultura popular vasca.
Durante los siglos XVI y XVII el fuego se encendía sobre una losa colocada en el centro de la estancia, encima de la cual pendía la cadena del llar. A lo largo del XVIII y XIX se generalizaron las chimeneas de fuego bajo con campana adosada al muro, y ya en el siglo que ahora termina se impusieron las chapas metálicas, o económicas, de fabricación industrial, que permiten ahorrar mucho combustible.
82. El zizaillu era el mueble familiar mas valioso. No todos los caserios podian permitirse comprar este banco de alto respaldo con mesa abatible. Frecuentemente se completaba con armarios laterales o con arcas y caponeras bajo el asiento. © Xabi Otero

83. Las cocinas de los caserios han evolucionado a traves de los siglos. Primero fue el hogar central sin campana (siglos XVI-XVII), despues vino el fuego bajo con chimenea adosada al muro (siglos XVIII-XIX), y solo hace cien años se empezaron a introducir las chapas economicas de hierro colado. © Xabi Otero


El mueble principal de la cocina era el zizaillu o izillu, un escaño corrido con caponeras bajo el asiento y con un alto respaldo en el que se sujetaba una mesa abatible. La vajilla, muy modesta, incluya piezas de ceramica rustica, de madera y a veces de estaño: ollas, jarras, herradas, pedarras, cuencos, tarros y platos.
84. Las muchachas jovenes del caserio dedicaban buena parte de la jornada a acarrear agua desde la fuente o el manantial, sirviendose para ello de grandes pedarras de ceramica. © Xabi Otero

85. Reproduccion de la cocina de un caserio tradicional en el Museo de San Telmo. Algunos pesebres de la cuadra disponian de ventanillas que se asomaban directamente a la cocina. © Xabi Otero


En cada caserío había tres o cuatro camas, cada una con sus respectivas fundas dobles de lino, y nunca faltaban varias arcas talladas para guardar la ropa. Hasta mediados del siglo XIX la alcoba solia ser una estancia unica o a lo sumo estar dividida en dos cuartos diferentes. Cada vez son menos las casas en las que se conserva la antigua sala comun de dormitorio con su fila de celdillas empotradas, no mas grandes que la propia cama, aisladas por una simple cortina de lienzo. El concepto de intimidad ha cambiado mucho desde entonces.

El espacio del ganado


86. Las bellotas de roble y encina de los bosques comunales sirvieron para alimentar al abundante ganado porcino de los caserios. © Xabi Otero

Mas aun que los cultivos, los animales domesticos, y en particular el ganado vacuno, se consideraban el simbolo de la riqueza de un caserío. Nada era mas preciado para los labradores guipuzcoanos que poseer una buena yunta de bueyes fuertes y lustrosos. Todavia en época reciente, cuando la traccion animal ya había quedado obsoleta y los bueyes por falta de habito se resistian a ser uncidos al yugo, eran muchos los baserritarras que se negaban en redondo a prescindir de sus hermosas bestias de tiro.
Para el ganado vacuno se reservaba mas de la mitad de la planta baja del edificio. Cada animal disponia de un pesebre en forma de cajon de madera, donde introducia el cuello para recoger su alimento, y en el suelo de tierra preparaba su cama con paja y helecho que mas tarde eran utilizados como abono. Hasta mediados del siglo XVIII dos de los pesebres se colocaban en la pared contigua a la cocina, con la que estaban comunicados a través de sendas ventanas correderas. Por este medio se podía vigilar en todo momento a las vacas parideras o a los bueyes mas valiosos, cuyas apacibles cabezotas entraban a formar parte habitual de la tertulia familiar.
A la cuadra se entra directamente desde el soportal, cuando este existe, pero casi siempre suele haber una puerta lateral o zaguera complementaria, que permite la ventilacion rapida y un transito mucho mas comodo de personas y animales. En la cuadra no hay ventanas, sino estrechos huecos de respiracion que parecen aspilleras. Tampoco hay tabiques intermedios, aunque a algunos animales, como el cerdo, se les cria separados en un rincon. Antiguamente, cuando la cabaña porcina era mucho mas abundante, era comun tenerlos sueltos en las proximidades de la casa o juntar las piaras en los bosques de roble y encina comunales.
87. Guadaña utilizada para segar y apilar los helechos. © Xabi Otero

Algunos caseríos de las zonas montañosas de Guipúzcoa al este del rio Oria solian ser propietarios de bordas situadas en las proximidades de los pastos de altura. Estas bordas son pequeños establos donde se guardan ovejas y vacas, asi como una provision de paja y helecho. Su numero se ha ido reduciendo con el tiempo, pero en el pasado fueron muy frecuentes. Las mas proximas al valle o a centros habitados se transformaron en viviendas durante la desordenada expansion de los siglos XVIII y XIX, y las menos accesibles se fueron abandonando.
88. Pareja de bueyes de tiro de Iñaki Oliden (Orio). Desde la Edad Media la posesion de una buena yunta de bueyes ha constituido el maximo simbolo de riqueza entre los labradores guipuzcoanos. © Xabi Otero

89. Los cerdos vivian separados del resto de los animales del caserio. Con frecuencia se les dejaba en libertad en las proximidades de la casa. © Xabi Otero



90. Jesus Isasa cuela las impurezas del zumo de manzana en la bodega de la casilla de lagares de Ierobi Haundi (Oiartzun). © Xabi Otero

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