Revista FUERZA NUEVA, nº142, 27-Sep-1969
DE DOÑA ELISA LAMAS A CASIMIRO MARTÍ
Quizás el lector no sepa exactamente quién es doña Elisa Lamas. Exactamente, bajo este seudónimo se oculta la personalidad de doña María Elisa Maseda de Jiménez de Parga, esposa del conocido profesor barcelonés don Manuel Jiménez de Parga. En realidad, el nombre literario de doña Elisa Lamas poco ha sonado. Pero ahora se ha cumplido el aniversario en que doña Elisa Lamas, desde “La Vanguardia”, del 28 de agosto de 1968, publicó unas declaraciones que produjeron en Barcelona el impacto de un chirrido malsonante, singularmente por tratarse de una mujer española, y por el tono de desafío y de irreverencia contra Pablo VI y su encíclica “Humanae vitae”.
Doña Elisa Lamas no se paró en barras en sus ataques graves y directos contra las enseñanzas definitivas del Papa. Empezó por negarle incluso el carácter de enseñanza autorizada para toda la Iglesia a la encíclica citada, como manifiestamente expresa Pablo VI. Estas son las palabras exactas doña Elisa Lamas:
“En mi opinión, el momento de que el Papa haga declaraciones personales en asuntos de tanta trascendencia, ha pasado. El Concilio Vaticano II ha supuesto una nueva etapa en la vida de la Iglesia Católica, una etapa de más madurez, en la que los católicos debemos sentirnos una comunidad, el Pueblo de Dios, una vez superadas las circunstancias históricas que nos hicieron perder esa perspectiva grandiosa. Ya no existe un conjunto de seglares ignorantes en su casi totalidad por un lado, y un cuerpo de clérigos preparados con estudios especiales para dirigirlo, por otro, como fue el caso después de la conversión masiva del Imperio Romano primero, la de los pueblos germánicos después, y de la Contrarreforma. Se ha repetido mucho estos días que una encíclica no es en sí enseñanza infalible, aunque puede contener doctrina infalible. La “Humanae vitae” no incluye ninguna enseñanza de este tipo. El Papa puede muy bien reformarla si llega a la conclusión de que los supuestos científicos en que se apoya no son exactos, y las consecuencias que de ellos extraen tampoco son, por lo tanto, exactas”.
No solamente doña Elisa Lamas se mete en el fondo de los juicios teológicos sobre la infalibilidad de la encíclica, sino que con evidente ligereza se permite lanzar a la opinión pública los más graves juicios temerarios sobre la conciencia de las familias católicas, hasta una postura de caricatura realmente risible. Doña Elisa Lamas considera que la encíclica “Humanae vitae” ha sido un chaparrón para los católicos. Ella misma nos lo dirá:
“Confusión y tristeza entre los católicos practicantes. Compasión teñida de condescendencia entre los no practicantes, los cristianos de otras Iglesias y los indiferentes. Les damos lástima. Debo añadir que ni uno sólo de los matrimonios católicos con quienes he hablado considera que está obligado a adoptar como regla de conducta práctica las normas dadas en la encíclica. Algunos piensan, apoyándose en el párrafo 15, buscarse una posibilidad de utilizar las progesteronas como medio de fijar los periodos agenéticos para dar así al método Ogino una base de seguridad de que carece por sí solo. Nadie hasta ahora me ha dicho que considere un deber de conciencia dar su opinión. Esto, para mí, es gravísimo”. (…)
“En cuanto a la vida de la Iglesia, es difícil hacer pronósticos. ¿Peligro de cisma? No creo. ¿Peligro de que baje la vida de oración y sacramentos? Lo temo muchísimo. Los matrimonios que no encuentran solución afectiva a su caso, se apartarán de la práctica religiosa. Por todo ello, yo me quedo tranquila, hablando con claridad. Debemos evitar entre todos un nuevo caso Galileo. (…) Entonces se leyó mal la Biblia. Con todo mi corazón pido a S. S. Pablo VI que no leamos hoy mal la naturaleza humana”.
Al recordar estas declaraciones queremos indicar y suponemos que en su día la Secretaría de Estado de la Santa Sede y el Nuncio de Su Santidad presentarían una protesta diplomática, por publicarse unos juicios ofensivos totalmente a las enseñanzas pontificias y al propio Pablo VI, al ser discutido en forma tan inconsistente, desde las páginas del primer rotativo de Barcelona. También es de suponer que la Administración, a través de su órgano competente, abriría el correspondiente expediente, pues la negación de la autoridad doctrinal del Papa es incompatible con nuestras Leyes Fundamentales. Una cosa es subrayar unas diferencias con afirmaciones pontificias sobre asuntos marginales al magisterio propio y exclusivo de Sumo Pontífice, y otra, de suma gravedad, vilipendiar, escarnecer y tocar a rebato de pública insubordinación contra un documento de la mayor autoridad sobre moral. Pensamos que especialmente la Santa Sede no tiene dos pesas, según se trate de católicos de determinadas tendencias… (…)
Los comentarios de un “morfólogo”
Desde el 23 de octubre del pasado año (1968) es motivo de escándalo y subversión el conflicto de la parroquia del Isolotto (Florencia, Italia) y los seguidores de don Mazzi. Todos sabemos cómo el cardenal arzobispo de Florencia, monseñor Florit, la Conferencia Episcopal Italiana y el propio Pablo VI, directa o indirectamente han condenado la actitud de la “comunidad” de Isolotto.
Pues bien, en “El Correo Catalán”del pasado 30 de agosto (1969), con aparente mesura de estilo pero sin una palabra de desaprobación a la estúpida rebeldía, Casimiro Martí, el firmante del documento a los Padres Conciliares contra la Jerarquía Eclesiástica de España y el Estado español, se permite presentar unos comentarios parcialísimamente favorables a los protagonistas de Isolotto. Casimiro Martí, en su escrito “De una morfología clerical a una morfología comunitaria” no duda en señalar y denunciar el “enorme peso de inercia (que) se opone muchas veces a que ese paso adelante se practique en la Iglesia… Es de desear que el futuro, con el esfuerzo de todos, abra las puertas a una mejor esperanza, para la cual el último gesto del cardenal Florít parece ofrecer un fundamento”.
Para Casimiro Martí, nada tiene que reprocharse a los rebeldes.Toda la acusación de su escrito se dirige a discutir la misma naturaleza de la constitución de la Iglesia, pues se atreve a afirmar: “El caso del Isolotto es uno entre los mil casos en los que el perdedor es el que asume la tarea de la renovación”. ¿Qué les parece? No importa que un escritor progresista como Mario Gozzini diga que “los límites, los excesos, las ingenuidades de la “comunidad” del Isolotto son evidentes”. Que Giorgio la Pira haya recordado a Don Mazzi que “allí donde está Pedro y el Obispo allí está la Iglesia” (…)
Esto, que los comentaristas han reflejado por doquier, no ha tenido en “El Correo Catalán”de Barcelona, en la pluma de su redactor religioso Casimiro Martí, un mínimo comentario de seriedad objetiva. Se ha presentado bajo un prisma de justificación que se trasluce en todo el escrito. Esto es grave. Porque se trata de“El Correo Catalán”. ¿Qué dice a ello el “Fomento de Prensa Tradicionalista S. A.”? Todavía la gravedad se tiñe de más dramatismo y compromiso si se considera que Casimiro Martí es profesor de la Facultad Teológica de Barcelona y muchas otras prebendas de indudable influencia. ¿No tiene la Oficina de Prensa del Arzobispado de Barcelona obligación de puntualizar la información unilateral con que se desvía a la opinión pública de Barcelona ante un caso tan desgraciado como el del Isolotto?
El “Isolotto” de Tarrasa
Si la “morfología comunitaria” de Casimiro Martí fuera verdad –“el caso del Isolotto es uno entre los mil casos en los que el perdedor es el que asume la tarea de la renovación”-, los incidentes, las pancartas, las arengas, las interrupciones a la misa, los encierros, las posturas de resistencia, los enfrentamientos, los escritos subversivos de los “grupos de cristianos de la parroquia”, los abandonos del templo que se vienen sucediendo en la iglesia de San Cristóbal, de Tarrasa, oponiéndose al nombramiento del Rvdo. Llauradó como párroco de aquella feligresía, tendrían su más plena justificación. A doctrinas como la aludida y a actuaciones, en aquella parroquia en particular, de agitadores muy conocidos y con públicas bulas de tolerancias inexplicables, hay que atribuir que tales hechos se puedan repetir y multiplicar indefinidamente.
En fin, en Barcelona, desde las declaraciones de doña Elisa Lamas al escrito de Casimiro Martí hay disparos del mayor calibre contra el Papa y el carácter de la Iglesia. Lo de la parroquia de San Cristóbal, de Tarrasa, es una mera anécdota, cuando se tienen tragaderas para dejar impunes tales declaraciones y permitir que se ocupen cátedras de la Facultad Teológica y desempeñen la misión de informadores religiosos conocidos detractores de la jerarquía eclesiástica y del Estado español como Casimiro Martí. Desde luego, hay materia de sobra para picar pleitos, a los que tan aficionado parece ser el profesor Manuel Jiménez de Parga.
Pero nosotros ventilaríamos el asunto desde otro ángulo más eficiente. ¿Qué hace y que dice el Vicario Episcopal para la vida y ministerio de los sacerdotes, don Juan Batlles, otro de los firmantes de escritos contra los obispos de España y la autoridad civil, que no desautoriza hechos como los de San Cristóbal, de Tarrasa, y, lo que es primordial, no descalifica la presentación del caso del Isolotto en forma tan irregular?
Desde luego, para estas faenas necesitaríamos maestros en la doma de reses bravas, como yo vi en la inmensa sabana de las llanuras argentinas. Hay problemas que solamente quienes saben manejar las bridas y no tienen miedo al vértigo, con sangre fría para saber que, en definitiva, dominarán a la bestia, se pueden resolver. Los problemas de autoridad provienen de la falta de autoridad. Cuando se ataca el Papa y se ensalza al Isolotto, con las reproducciones a lo San Cristóbal, de Tarrasa, se demuestra que ha fracasado un sistema de gobierno y unos nombramientos evidentemente equivocados y nefastos, en favor de aquellos que en sus actuaciones se distinguieron por ser cabecillas de demagogia estampando sus firmas en un documento subversivo en grado máximo.
Jaime TARRAGÓ
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