Esta tabarra del Brexit despierta en mí sentimientos encontrados: pues, por un lado, me tienta que Inglaterra se quede en la Unión Europea, para verla morder el polvo definitivamente, convertida en un tigre desdentado al que le mean encima, hasta que llegue la hora de eutanasiarlo; pero, por otro, miro con nostalgia al tigre acechante de otro tiempo, y pienso que tal vez la única manera de que otros pueblos humillados como el nuestro resuciten es que vuelvan a tener enemigos dignos de tal nombre.
Es sorprendente que J. M. de Prada no acudiera a las obras y libros de Chesterton (autor al que suele citar mucho) a la hora de preparar y elaborar este artículo en lo que a las verdaderas claves interpretativas de la Historia de Inglaterra se refiere.

El sentido común le habría dictado que lo mejor, no ya sólo para las Españas sino para todo el mundo en general, no es una Inglaterra, o bien destrozada completamente, o bien retornadora a la política nacionalista-imperialista de su segunda época revolucionaria (1688-1945)..., sino simplemente una Inglaterra vuelta a sus principios políticos de la época de Cristiandad, es decir, vuelta a sus raíces religioso-político-sociales, es decir, una Inglaterra que vuelva a ser Inglaterra.