APÉNDICE 6

Fuente: Cómo se preparó el Alzamiento. El General Mola y los carlistas, Tomás Echeverría, 1985, páginas 115 – 117.


[CAPÍTULO] 33

8 de Julio: Fal Conde contesta «punto por punto» a Mola, razonando la postura de los carlistas que «no pueden colaborar porque se les pone condiciones imposibles»



Como muy bien señala Don Antonio Lizarza en la página 119 de su repetido libro, «en aquellas vísperas de la explosión patriótica, Fal y Mola mantuvieron una casi diaria correspondencia, en su afán de limar asperezas y concretar los detalles de la colaboración entre Ejército y Comunión, que ambas partes, animadas del fervor patriótico, consideraban absolutamente imprescindible».

Respuesta, fechada el día 8 de Julio, de Fal Conde al General Mola:

«Muy señor mío y amigo:

Contesto a las nueve de la mañana su carta de ayer, recibida anoche, a las once, y, para mayor claridad, punto por punto.

1.º Conforme en que el movimiento ha de ser Nacional, y no en favor de partidos; pero el único medio de que no suceda esto último, a pesar de las rectas intenciones de ustedes, es la disolución de todos los partidos.

Y como no pedimos excepción en favor del nuestro, no puede interpretar nuestra petición más que como una garantía, que podrá sustituirse con otra de que ha de irse a una reconstrucción orgánica, terminando con las banderas políticas.

¿Qué garantías se nos da, supuesto que no sean esos consejeros, de que el Directorio acometerá con decisión y, sobre todo, con capacidad política, y tecnicismo, una política de auténtica reconstrucción sobre base orgánica y antidemocrática?

2.º Para que el Directorio sea antiparlamentario, tiene que empezar por disolver los partidos, que sólo en el medio parlamentario tienen vida y razón de ser, y que se acabe con el sufragio liberal inorgánico. Pero, ¿esa «Asamblea Nacional» se fundará en el sufragio inorgánico que alude el «carnet electoral», o en el sufragio orgánico y corporativo?

Y si fuera corporativo, ¿serán tenidas en cuenta para su regulación la condición que merece gozar en España la religión católica y la de aquellas regiones que tienen derecho foral?

3.º De corazón nos congratula que no tenga concomitancias con esos políticos, que bien puede ser tengan, más que concomitancias, acuerdo con otros Generales; pero permítame que le diga que, por el natural desconocimiento de la cosa política en que están los militares, fatalmente, y pese a sus propósitos, acabarán entregándose a ellos, si previamente no disuelven los partidos, que haga posible utilizarlos, libres de trabas y compromisos partidistas, si como técnicos pueden servir.

Por tanto, ¿qué piensan hacer con los partidos políticos?

4.º No me negará usted que esa imposición del símbolo republicano por algunos colaboradores es muy sospechosa de que esos mismos, después, exijan como caso de honor militar que, consecuentemente con el hecho de haber ostentado ese símbolo y triunfado con él, se le deje adoptado, y, lo que es peor, que se respeten las esencias que esa bandera representa.

¿Se sacará, por tanto, la bandera tricolor, aunque no sea nada más que en el coche del General en Jefe o en los edificios públicos?

Aunque se deje oculta esa bandera, ¿se mantienen los compromisos del Directorio de respetar el régimen republicano?

5.º Si no podemos colaborar porque se nos ponen condiciones imposibles, no será nuestra culpa, sino de esas condiciones, que son imposibles de aceptar, ya que no por otras razones, por la gravísima de que nos debemos a una tradición de lealtad a unos principios, a una Monarquía y a unos símbolos, servidos durante un siglo y en varias guerras. Vea que, de todos ellos, sólo pedimos que se derribe esto, sin poner en su lugar sus mismas esencias políticas democráticas y liberales.

6.º No puedo creer que sin nuestra colaboración haya de fracasar el movimiento, contándose con la de los que imponen la forma republicana. Yo ruego a usted que piense dónde está la intransigencia absurda: si en los que, de toda una suma de postulados seculares, sólo piden un mínimo esencial, y que, por primera vez en su historia, están dispuestos a ir a las armas sin llevar consigo a su Rey, o en aquéllos que, no obstante el fracaso de la República y de todos sus hombres y procedimientos, se obstinan en mantener una forma antiespañola por esencia, y odiosa a todo buen español, y, no contentos con esa actitud, todavía creen que debemos nosotros jugarnos la vida en una empresa que, sinceramente, no nos inspira confianza de que vaya a remediar el mal, porque, pese a las rectísimas intenciones y al admirable espíritu de ustedes, por falta de pericia en estas cosas no remediarán otra cosa que el orden externo, y por poco tiempo.

7.º No paralicen nada en espera de nuestras contestaciones, que nunca ha dejado usted de tenerlas categóricas e inmediatas. No es ésta una actitud mía. Es actitud invariable de un partido monárquico, quiero decir, con una autoridad de la que sólo soy Delegado, y que no resuelve sin antes tomar amplios asesoramientos, que nunca como ahora han sido tan concordes y terminantes.

No me cansaré de repetirle cuán grande es la tortura de esta discrepancia. Bien veo que no nos conoce, cuando nos cree capaces de miras partidistas; pero, aunque no nos conozca, sí sabe que somos comunidad de españoles de acción y amantes fervorosos del Ejército.

No nos culpe a nosotros; culpe al proyecto de sumar más de lo necesario y de lo conveniente. La obra es más segura mientras más ideal le anime; y más incierta mientras más gente indeseable tenga en su seno.

Todavía sería tiempo de rectificar; mas líbrenos Dios de proponerlo. No duden más. Manos a la obra, y, si por acaso hubiera un contratiempo, ya le dije que la retirada la cubrimos nosotros, para luchar sin desmayos, pero con todo nuestro ideal y con todo nuestro simbolismo.

Suyo siempre affmo., amigo q.e.s.m.– M. FAL.»


Los carlistas no podían colaborar incondicionalmente con el Ejército, que estaba dividido.– Declaraciones de Don Manuel Fal Conde, recogidas en el número 2 de los meses Julio-Agosto de 1971 de la publicación «Dossier-Mundo»:

«Hay otra participación del carlismo [en el Alzamiento] desconocida, cuando no menospreciada: la de sus condiciones al Ejército para colaborar como tal fuerza político-militar.

Habíamos aprendido, en la intentona de Agosto [de 1932], algo muy importante a costa de la sangre de los muertos en el asalto a Correos, Triana y San Miguel, brillantísimos miembros de nuestra Juventud de Madrid. Y en la frustración de Sevilla, algo tan amargo como la sangre de los héroes, como es el cruel desengaño.

No se podía, pues, colaborar con el Ejército incondicionalmente. Porque estaba dividido. Aun antes de la República, la política militar de Alfonso XIII –alérgico a los partidos políticos, cuyo régimen constitucional había heredado y jurado– mangoneó cuanto pudo en el Ejército, engendrando hondas divisiones.

Pero, además, como vimos en el manifiesto de Sanjurjo, aquél único día [Agosto del 32] de su «reinado» –cosa que había de confirmarse en los manifiestos de sublevación de varios Generales en Julio del 36–, esos toques de clarín están sobrados de amenazas como faltos de ideas políticas constructivas.

José Antonio [Primo de Rivera] vivía una desconfianza total: militarada. Nosotros pretendíamos curar la natural desconfianza mediante condiciones. Tales fueron las mínimas que pusimos a Mola, cuyos documentos ya son públicos, y que Sanjurjo aprobó.

Su última finalidad pueda juzgarla cualquiera: misión del elemento militar, todo lo tocante al orden; y pronta restitución a la sociedad civil de lo que la compete por institución social misma.

Y, en previsión de posibles frustraciones, aquel magnífico plan de los Tenientes Coroneles Baselga, por los carlistas, y Cuerda, por Sanjurjo, de seguir en guerra de guerrillas en típica y pura carlistada.»