viernes, 16 de enero de 2015
EN MEDIO DE UNA GRAN TRAICIÓN.
Batalla Naval de Maracaibo.
Amigos invisibles. Como nota previa a lo que ahora trataremos y en referencia a nuestra porción patria Guayana Esequiba, debo informar que la ministra de aquella tierra que es venezolana con el apoyo supremo de los imperios británico y americano desde luego y para enredar más el asunto pendiente, llamada ella Carolina Rodrígues, ha dispuesto buscar otras salidas imperiales a su favor que empañan el ya enmarañado asunto de la devolución del territorio propio a Venezuela, por lo que es necesario hacerle entender en calidad de dueño que nuestro país no dará un paso atrás en la defensa de su soberanía ni caerá en otra trampa como la de 1899 en este sentido y menos cuando se conoce de manera fehaciente la escandalosa privación que hiciera la Inglaterra victoriana de los 159.000 kilómetros cuadrados y más que sin ningún derecho e imitando casos como el de la islas Malvinas o Belice ha usurpado con violencia y maña administrando a su manera ese nuestro territorio y de lo cual tendrá que indemnizar con creces en la oportunidad conveniente. Sigamos pues, con ojos zahoríes, los nuevos atentados a la soberanía venezolana mientras se resuelve este que es uno de los últimos y lacerantes escándalos de nuestra historia contemporánea.
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Ahora sí y ya que entramos en materia atinente comenzaremos por asentar que los equívocos, desmedros, las traiciones y otros fenómenos humanos han existido desde larga data, pues basta con recordar la que le hiciera Bruto a César para eliminarlo del poder. Y con este ejemplo atinente quiero afirmar los errores y falsedades poco estudiados y hasta entendidos que en nuestro país se hallan con respecto a fechas magnas y que es hora de dejarlos en claro, como fue el inicio de la Guerra de Independencia nacional cuyas peleas, escaramuzas y combates cuanto el significado de la independencia en sí aún se discuten, y lo referente al fin de la conflagración fratricida, que aún nos llena de dolor y de incongruencias alarmantes. Pues bien, para cubrir estas lagunas históricas debemos centrar la crítica y el desarrollo temático al exponer no las locuras perfumadas del recordado marqués del Toro y sus fracasos originales, que han sido estudiados con diversos criterios y hasta enfoques agudos, sino que para cerrar el ciclo de la contienda, que no ocurre en la glorificada batalla de Carabobo y menos en la posterior capitulación naval de Maracaibo por parte del canario Morales, sino que ello obedece en parte a una suerte de tensión existente cuando no se ha bien esclarecido aquel juego sobre el escenario histórico que tiende a manejarse sutilmente entre estrategias, espionajes, prelaciones, intereses políticos, delimitaciones geopolíticas y otros sabores o sinsabores que se presentaron a raíz de los desastres finales cuando alguna suerte de traición animosa prevalece para estudiar en sus detalles y lo que se demuestra inicialmente cuando el capitán general de Venezuela Francisco Tomás Morales se ve forzado a rendirse luego de la batalla naval de Maracaibo (dura dos horas, con 195 bajas republicanas y 437 bajas realistas, ambas por diferentes causas) ya que el gaditano comandante de escuadra Ángel Laborde y Navarro, encargado mayor de las operaciones navales, sin tomar medidas acordadas para el abordaje realizado y ante el desastre ocurrido en su comando busca escabullirse con velas abiertas (son 14 barcos patriotas y 24 realistas, éstos con cañones de alcance) rumbo a Puerto Cabello y Cuba, apurando el paso que deja en orfandad capciosa al capitán general Morales, con que el comandante desobedece órdenes superiores en cuanto al escenario de tal encuentro singular debido al pique existente (que luego vuelve a ocurrir frente a Río Chico) por intereses desconocidos y dando al traste con el éxito de este combate naval magnificado en que debió prevalecer el entendimiento sobre las disposiciones recibidas y la sapiencia o viveza acuática del marino Laborde, desconocida hasta ahora.
Otro punto de discordancia que tampoco ha sido bien analizado y que pudiera ampliar el conocimiento en cuanto a lo ocurrido ya en el verdadero final con desenlace de la guerra magna, tan confundida con el episodio acaso insubordinado por equívocos temerosos de Laborde, quien en definitiva sin prestar ayudas ante el fracaso naval tenido por este comandante de la escuadra, sin otra espera dicho jefe naval como señalo se escabulle hacia Puerto Cabello y luego prosigue rumbo a Puerto Rico para entregar una memoria de los hechos supuestamente maquillada que debía conocer desde luego el gobernador insular Miguel de La Torre, tan ligado a Venezuela incluso en este caso, y en especial al despierto Intendente Insular, doctor José Domingo Díaz, caraqueño de nacimiento y amor, quien era entonces el alma sustentadora de la rebelión monárquica que aún con el corazón en la mano y por la tradición de trescientos años, defendía y ayudaba con verdadero impulso el susodicho médico, escritor e intelectual José Domingo Díaz.
Pero el otro ser que desde luego forma parte muy importante de este capítulo histórico digno de reseñar porque se conoce poco en sus detalles, con que ahora determinaremos cuándo y por qué se acabó la guerra sostenida entre facciosos o patriotas y peninsulares que estimaban con documentos y razones poderosas la pertenencia de estas tierras americanas a Su Majestad El Rey Fernando VII,se llama simplemente José Antonio Arizábalo y Orobio, que no es un cualquiera secundario o advenedizo sino alguien muy ligado a Venezuela, por cuyo querer se dio entero con criterio adelante para la defensa de los intereses de su Rey, en quien creía sin cortapisas y al que como militar de carrera debió sostener en sus ideas y hechos, sin ningún género de dudas. Pues bien para demostrar tal entereza, lealtad a toda prueba y firme resolución en la vida que le tocara como ser humano, vamos a comenzar con este paradigma de militar a quien el propio Simón Bolívar a principios de 1827 desde Caracas le ofrece reconocer sus títulos militares hispanos para así incorporarlo al ejército criollo como brillante artillero que era y con el mismo sueldo, lo que contestando la misiva Arizábalo no acepta tal halago respondiendo que sigue en defensa fiel a su Rey, y esto lo hacemos para demostrar tal entereza desde el principio genético en cuanto a su nacimiento ocurrido en 1782, en Pasaia, (Pasajes de San Juan), importante fondeadero del norteño Guipúzcoa o sea de las vascongadas españolas, donde aún subsiste el palacio barroco de su familia, del siglo XVII, que es ahora el Ayuntamiento de la ciudad. Pasajes era un puerto abrigado cercano a San Sebastián y la francesa Irún, destacándose entonces por el comercio internacional, especialmente el marino y la pesca del bacalao, y porque desde 1730 el Rey español permitió la instalación de la famosa Compañía Guipuzcoana en Venezuela y Pasajes, lo que da un vuelco sustancial a nuestra historia en ciernes cambiando así algunas estructuras coloniales primitivas con la llegada de nuevas ideas y decisiones, que sustancian hechos fundamentales mediante pasos decisivos hasta las puertas de los acontecimientos finales ocurridos en la importante historia de 1810. Nacido pues en tiempos del inolvidable rey borbón Carlos III, que alumbra el despertar de la patria venezolana, su infancia transcurre en aquel puerto estratégico que tendrá tanta brillantez en relación con nuestro país, y a los siete años de edad los progenitores (su madre es María Dominga de Indo) le traen a Venezuela donde como buenos vascos ya tienen deudos de aquel origen laborioso. El abuelo, Agustín de Indo, muy joven lleva a dicho nieto y junto con sus parientes al importante Puerto Cabello en ese desandar de la familia con un tío carnal que vive en Puerto Rico, o sea el brigadier Juan Arizábalo, entonces Comandante de Artillería en dicha isla propiedad de la Corona Real. Es por intermedio de ese tío militar que el joven José Antonio en temprana oportunidad acude para el conocimiento de esta arma de cañón y bronce, tan decisiva en las batallas de su tiempo y el futuro cercano de algunas naciones. Una vez que ingresa en la carrera marcial el joven Arizábalo queda destinado por unos años en dicho servicio fundamental, ya que las islas del mar Caribe son apreciadas por otras potencias extranjeras y hasta de la piratería degradante. En 1809, de 27 años de edad, el oficial Arizábalo es transferido para prestar servicios de su especialidad a la isla de Santo Domingo, donde surgen problemas con respecto a la presencia de tropas francesas napoleónicas en aquella tierra insular, cuando combate en dicho importante territorio a los franceses allí establecidos.
Fernando VII.
Ya en octubre de 1813 y con Venezuela ardiendo entre la llamada Guerra a Muerte, como Subteniente el guipuzcoano que describimos es enviado al Real Cuerpo de Artillería de Caracas, donde tiene familia, destinándosele a la importante plaza y bastión militar de Puerto Cabello, lugar en el que muere su abuelo materno, prestando allí servicios aún en marzo de 1814, cuando el terrible sitio militar que le sucede, tiempo en que fallece el otro abuelo y ya corteja a su futura esposa venezolana, de nombre Tomasa Adam y España. En la cruenta guerra avecinada y ante el fantasma impetuoso del asturiano general Boves Arizábalo permanece con destinos marciales en La Guaira, Puerto Cabello, Cumaná (muy joven actúa en el asedio de Pampatar en junio de 1816), Campaña de Occidente y Maracaibo, participando en la feroz contienda emprendida que se alarga con los años y el empuje permanente de cada parte, por lo que ya para 1819, con 35 años de edad encima y en tiempos del general español Pablo Morillo, el guipuzcoano es Teniente Coronel de infantería y Comandante de Artillería del Castillo de San Carlos, en la barra de Maracaibo, por lo que participa en la triste para los hispanos capitulación del general Francisco Tomás Morales, el 8 de agosto de 1823, con el ambiguo cuanto dudoso proceder y riesgo temerario del marino Ángel Laborde, jefe de escuadra en esa importante acción, como antes lo he expuesto, y de donde por causa de lo firmado entre las partes Arizábalo debió salir en volandas de Venezuela por la vía de Cuba, dirigiéndose entonces a su tierra natal y encontrándolo en 1824 en el importante puerto de Cádiz. En verdad que por el ancho camino de las Antillas fue el regreso que en su condición de militar no daba tiempo a vacaciones, de donde pronto en la Península Arizábalo tras el análisis de su expediente es escogido para una misión especial a desarrollar en Tierra Firme, o sea reunir las desunidas fuerzas realistas que aún se hallaban sumisas al poder monárquico español y en espera de las órdenes respectivas. Para ello debió someterse a un rígido estudio de inteligencia y contrainteligencia, en lo que era ducha la policía monárquica como podemos apreciar de ejemplo en las vicisitudes que sufriera Francisco de Miranda y los gendarmes o sabuesos disfrazados de su tiempo que desde España y en las más diversas formas lo persiguieron de manera implacable.
Pasaron los meses mortales del conflicto en ciernes y ya para julio de 1826 Arizábalo desde la Península regresa a Caracas por la vía de Puerto Rico, debiendo entonces entrevistarse y trazar planes allí con el Intendente Insular José Domingo Díaz, donde el caraqueño estaba presto a ayudarle en su misión monárquica (Puerto Rico, tan vinculado a Venezuela, formaba parte del triángulo político diseñado con Madrid, Puerto Rico y Caracas, figurando entre ellos personajes como Miguel de La Torre, Francisco Tomás Morales, José Domingo Díaz, Angel Laborde y José Antonio Arizábalo para reconquistar las colonias insurrectas al norte de Suramérica), teniendo entonces facilidades para su ingreso al país dados los lazos familiares afincados (su esposa era nacida en La Guaira) e intereses diversos que mantiene en vigor y porque además el vasco guipuzcoano era bien conocido por su experiencia y personalidad distinguida. Pero como Arizábalo no venía solo con la intención señalada de regreso al seno de su familia sino que dentro del mundo de la inteligencia militar que es tan vasta en su proyección, otros fines internos le devuelven a esta tierra querendosa, por cuanto la intención verdadera era apoyar, con el juramento de fidelidad que ha hecho, o sea de servir a la causa del Rey de la manera más amplia, y por esta causa en esa Venezuela del desorden llena de separatismos territoriales, de disensiones contra Simón Bolívar, de caudillos verdaderos como el llanero general Páez, que se distancia de Bolívar por diversas causas, de pandillas y forajidos bandoleros dispersos como también de defensores aún de la Madre Patria española que no se convencen de la nueva realidad presente, Arizábalo con las órdenes recibidas en la Península y los pliegos necesarios que trae para justificar su hazaña, como los otorgados por La Torre en calidad de “Comandante General de las tropas realistas de operaciones de Costa Firme”, según reza su nombramiento, y las instrucciones que en nueve cartas expositivas le entrega José Domingo Díaz en Puerto Rico, o sea que como agente especial español y Comandante General de la operación recuperadora emprendida, toma entonces contacto con fuerzas facciosas antirrepublicanas dispersas en el centro del país después del desastre de Carabobo (1821), verbigracia Tamanaco en Cojedes, Macaira en Guárico, Lezama (Guárico), Guires en Altagracia de Orituco y Guaribe, etc., sitios estratégicos que serán su lugar de acción principal y refugio por ende, luego de un parlamento a convencer de seis meses con bandas o partidas realistas existentes de preferencia en territorios montañosos difíciles de acceder, como el caso de Guires, y donde se habían refugiado muchos de los realistas dispersos una vez salidas del país las autoridades españolas. Y como la misión especial encomendada al vasco Arizábalo era reiniciar la guerra, haciendo su trabajo escogido debió ponerse en contacto a través de correos de inteligencia con numerosas fuerzas que existieran en la periferia lejana de Caracas principalmente hacia el Estado Guárico y la escabrosas montañas de Los Guires, en parte inaccesibles, donde tendría reunión con los principales cabecillas que suspiraban aún por el gobierno de Fernando VII.
A objeto de dar más concisión a lo tratado explicaré que a esos principales cabecillas, independientes entre sí, voy a irlos mencionando sin que ello equivalga alguna primacía, trayendo de primero al astuto indio José Dionisio Cisneros, malicioso, de poco confiar, peligroso además y capaz de cualquier cosa en su agresividad, que asolaba en razzias asesinas los valles del Tuy y los de Aragua, quien años después y mediante el engaño y la tramoya astuta del llanero fue detenido y fusilado por designios de su compadre José Antonio Páez. El baruteño coronel Cisneros acaudillaba entonces partidas peligrosas situadas por Santa Lucía, Charallave y Paracotos, quien en diciembre de 1827 combate contra el coronel José María Arguíndegui durante tres días (22, 23 y 24 dic.), dejando ello un saldo de 200 muertos gubernamentales amén de incontables heridos. En este encuentro sanguinario el coronel Arizábalo actuaba igualmente con una columna de su mando que destrozó también las fuerzas paecistas, antes de retirarse a las montañas de Guires y Tamanaco por escasez de municiones y otros elementos de guerra. Entretanto los coroneles Doroteo Herrera y Juan Celestino Centeno con 400 hombres a su mando, sostienen combates contra el enemigo en las inmediaciones de Caracas (Mariches, cuando igualmente ellos se entrevistan con Arizábalo), mientras otras fuerzas monárquicas en el Oriente del país encabezadas por los oficiales Coronado y Castillo, se batían con saña en sus puestos de lucha. Luego colocamos en este andar temible al señalado comandante principal Juan Celestino Centeno, de origen pardo y fogueado en el combate, entonces con residencia temporal en Guires y los bosques de Orituco, quien se enfrentará cerca de Petare al temible republicano coronel Anselmo Hurtado, alias “Burro Negro”, ganándole la partida en feroz encuentro carnicero que deja inútil de por vida a tan odioso ser, y además Centeno entabla fiero combate contra fuerzas del general paecista Julián Infante en el interior de dichas montañas de Orituco, o sitio de su refugio guerrillero, de donde por el valor demostrado en la campaña Arizábalo con los poderes conferidos que mantiene asciende a Centeno nombrándole Segundo Jefe de las Fuerzas de Su Majestad Católica, en Venezuela. Otro guerrillero con seguidores de entonces era Doroteo Herrera, pardo también y buen jinete, como igualmente el indio Inocencio Rodríguez, esforzado miliciano y comandante muerto durante el combate de 4 horas ocurrido en Las Raíces (22-1-829), todos como se sabe al fiel servicio de Su Majestad.
Bandera Real de España.
Mientras tanto y en esta guerra sin cuartel las partidas rebeldes de Tamanaco y Guires, entre otras, al mando de los coroneles Centeno, Ramírez, Inocencio y Doroteo, en Macairita se reúnen bajo el mando de Arizábalo, junto al creado batallón de infantería “Lealtad” y el escuadrón de lanceros del Rey “Fernando VII”, para hostilizar a las tropas colombianas en el plan que incluye rastreo por el Alto Llano y el circuito costero de Río Chico, además de mantener parcelas de cultivo como medios de subsistencia de las tropas, en lo que ocupa 600 hombres. Otras acciones guerrilleras secundarias fueron ejecutadas en Javillar, Laguna de Tacarigua y Valle de La Pascua. En total y siguiendo a lo escrito por el entendido José Domingo Díaz, en Caracas y sus extensiones para ese tiempo había quince partidas dispersas de estos guerrilleros dispuestos al servicio de los ideales monárquicos, o sea al regreso del gobierno español a Venezuela, grupos armados de quienes se informaban ambas partes en conflicto mediante el servicio de inteligencia y espionaje rastreador que vigilando de cerca funcionaba en aquella oportunidad. En este tiempo y a objeto de contar las fuerzas realistas existentes, para el 10 de agosto de 1827 en que se entrevistan en San Francisco de Cara Arizábalo y Cisneros, sabemos que el comandante Centeno cuenta con 900 hombres a su orden, que en el río Guárico se le unen al principal Arizábalo 400 más, y que en Guires hacen lo mismo 460 con ideas monarquistas, aunque sin armas ni municiones, suministros, otro material de guerra y apoyo logístico todavía pendientes de su llegada desde Puerto Rico y Cuba.
A todas estas de la lucha emprendida y cuando ya Arizábalo se encuentra en las montañas de Tamanaco y Los Guires, éste decide llamar a reunión en tal paraje escabroso a los líderes del movimiento monarquista que sostienen la fe en Fernando VII, y a tal efecto el 29 de agosto de 1827 en dicho paraje es recibido con aclamación el delegado del Rey borbón, cuando ya se encuentran todas las partidas monárquicas convocadas, que alcanzan a un total de 1.200 hombres armados, proclamando de nuevo su adhesión a la causa real y el reconocimiento de Arizábalo como Jefe Superior (en Punterales fue su bautismo de fuego), al tiempo que juran morir defendiendo los derechos del Trono español, incorporando así nuevas partidas a las ya existentes en Barinas y el centro de la nombrada y no bien vista república de Colombia.
A las alturas del ejército guerrillero unido el comandante Arizábalo decide hacer un balance de la situación, falto como está por las actuaciones emprendidas y porque desde luego anda escaso de municiones y demás acopios que deben llegar pronto desde Puerto Rico conducidos por el almirante Laborde para sostener la contienda, según lo acordado con anticipación, aunque corriera a favor de su causa el desconcierto habido con las actuaciones políticas y divisionistas de Páez que culminan en aquello que llaman “La Cosiata” y por la posición bolivariana alejada de Venezuela y hasta deseosa de erigirse el mismo caraqueño a la chita callando, en Monarca americano. Mientras tanto todo el ejército guerrillero al mando de Arizábalo emprende una acción de desgaste a través de partidas y colaboradores, como el encuentro de Piedra Azul, facción armada con 600 fusiles y 200 trabucos y contra quienes el gobierno central nuevamente dirige al coronel José María Arguíndegui al frente de 800 soldados, tiempo en el que también se han enviado de Caracas y contra Cisneros al coronel Hurtado (“Burro negro”), con 800 hombres, pertenecientes antes a los batallones Junín y Callao. En este andar guerrero el coronel Centeno es herido en Macairita, de lo que se mejora, y Arizábalo se dirige a Higuerote en búsqueda de noticias sobre el almirante Laborde y el material de auxilio que trae desde Puerto Rico para surtir a las guerrillas, e Inocencio Rodríguez, quien comanda una partida de 312 hombres, que pronto aumenta a 438, mientras Doroteo Herrera se le une con 227 caballos y 300 reses de alimento, al tiempo que en la sucesión de encuentros el oficialista Infante y Herrera se baten en esta guerra sin cesar, lo que al caraqueño Bolívar le obliga el envío desde Santa Fe de Bogotá del Batallón Antioquia, que será pronto diezmado. Por su parte el ya Presidente Páez designa a Lorenzo Bustillos Romero Corregidor de Río Chico y en comisión para reducir al guerrillero Arizábalo (“oficial sobresaliente en su rama” de artillero, lo determina así el Intendente José Domingo Díaz). En este andar sin pausa Arizábalo sostiene varios encuentros guerreros, que le son favorables, mientras envía a Centeno y Doroteo cerca de Caracas, en busca de recursos que ahora le son tan necesarios. Luego visita al indeciso Cisneros, en un encuentro que no tiene éxito por los obstáculos que el indio pone, de donde resuelve participar en lo adelante por propia cuenta. Centeno vence en Araguita y Arizábalo toma la Casa Fuerte de Orituco (27-1-828) y luego sigue a Río Chico, todavía en espera de los auxilios traídos por Laborde. Pero ante el peligro en ciernes sigue a El Guapo para combatir una fuerza del general José Tadeo Monagas. De allí regresa y el 22-6-828 triunfa en la Laguna de Tacarigua sobre un grupo enemigo. Entonces se halla extenuado, casi harapiento, que es cuando los vecinos le notifican que la escuadra del almirante Laborde había estado de paso, por pocos días, en aquellas aguas de Río Chico, y que sin mucho esperar, o sea menos de una semana, levó anclas para desaparecer en el horizonte, sin dejar los avíos esperados. Para Arizábalo esto fue una tragedia, por cuanto conoce de antemano que Laborde con sus bajeles debía esperarle de 30 a 40 días en esas aguas, por lo menos, según el informe recibido, haciendo así una mueca terrible a la Historia de Venezuela que dejo a ustedes en consideración, porque muy pocos conocen este episodio fundamental. Sumido ahora en la tristeza de la traición Arizábalo vuelve hasta Orituco, bate luego una fuerza apureña y después a un grupo republicano que así lo provee de mil cartuchos. Inicia entonces pequeños encuentros cercanos a 60 acciones militares, destruye ya al batallón Antioquia, y el 21 de enero de 1829 es aprehendido y pronto rescatado por su subalterno Doroteo Herrera. En estado casi de desnudez y sin otra salida a emprender escribe a Lorenzo Bustillos buscando el indulto militar y la entrega de 800 hombres a su servicio, lo que el paecista Bustillos acepta, con la entrevista acordada en Boca del río Aragua, donde fue recibido con honores de Capitán General, “y en calidad de héroe”. No quiso admitir los grados conferidos por Bolívar en 1827 para incorporarlo a su ejército, como brillante artillero, mientras se acordó trasladar a Puerto Rico o San Thomas a los oficiales monárquicos que quisieron abandonar el territorio nacional.
Marino Ángel Laborde Navarro.
Veintidós meses duró esta guerra que parece ser sacada de la tragedia griega. Salió de La Guaira embarcado entre honores, con la bandera insurgente colgada en la falúa que le transporta rumbo al océano. Y este paladín radical del que poco se han ocupado en nuestro país, sin saber por qué, aunque lo puedo imaginar, fue recibido en Madrid colocándole en su pecho la Real Orden Americana de Isabel La Católica. Ojalá alguno de ustedes ahora se anime a escribir la verdadera biografía de Ángel Laborde y Navarro, con los detalles que aquí consigno aunque acaso discrepen de la versión oficial diseminada por razones personales. Según lo que conozco Arizábalo poco pudo saborear esa calidad de héroe sobresaliente, porque para desgracia de su persona murió pronto, en 1834. Pero nos sentimos satisfechos de colocarlo en este blog donde siempre han cabido, como muchos otros, güelfos y gibelinos, los ilustres y los que casi llegan. Ahora sí, los manuales de historia deben rectificar en cuanto que la guerra hispano venezolana en sus diversas fases no acabó en Carabobo, con la rendición de Puerto Cabello o la batalla naval del lago de Maracaibo, sino que terminó, exactamente, el 18 de agosto de 1829, cuando el Comandante General en Costa Firme y con las cualidades que ostenta, en la boca del río Aragua (El Guapo) capitula y firma la rendición por documento contentivo de nueve artículos discutidos, suscrito por Arizábalo y el delegado del general José Antonio Páez, con los poderes conferidos, general Lorenzo Bustillos Romero. Allí sí terminó y para siempre esta importante guerra libertadora. Hasta pronto.
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Fuente:
Venezuela y el Mundo: EN MEDIO DE UNA GRAN TRAICIÓN.
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