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Tema: Revista ‘Fuerza Nueva’: de la muerte de Franco a la Constitución (1975-78)

  1. #361
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    Re: Revista ‘Fuerza Nueva’: de la muerte de Franco a la Constitución (1975-78)

    "Dignidad"


    R
    evista FUERZA NUEVA, nº 596, 10-Jun-1978

    DIGNIDAD

    EN estos momentos la actitud de los españoles ante los gravísimos problemas de nuestra Patria, es una cuestión de dignidad.

    Los militares quizá llamen honor a la dignidad. Es igual; nos está fallando el honor y la dignidad. Estamos viendo cómo se insulta a nuestra madre, España, y no reacciona nadie. Todos esperan la reacción contra la ofensa, el agravio, el asesinato, el insulto grave, y nadie se atreve a dar el primer paso. Se recuerda al alcalde de Móstoles, a Daoiz y Velarde, a los héroes del 18de julio… pero no reacciona nadie.

    En el Parlamento se insulta gravísimamente a España, a la Corona, al Ejército. Tímidas respuestas, artículos en algunos periódicos con firmas valientes, pero falta la respuesta adecuada a los bastardos y a los traidores.

    Cedimos el Sahara, tras una arenga vibrante, por una actitud antihistórica de nuestros políticos. Y no reaccionó nadie.

    Nos amenaza la OUA, y vamos de rodillas a pedirles perdón, en vez de manifestar con firmeza la condición tricontinental de España: España es Europa, es África y es América. Por derecho propio. Con dignidad y con honor.

    El peor mal de España, con ser muchas sus dolencias, es la falta de dignidad. Esa dignidad es la única razón de ser de un pueblo y la base de supervivencia.

    • • •
    Mataron al presidente del Gobierno (D. Luis Carrero Blanco) y, pese a la negligencia culpable, no vimos el gesto del ministro del Interior de Italia con motivo del asesinato de Aldo Moro.

    Los políticos son los que pierden dignidad más rápidamente, juran, rejuran, perjuran, abjuran. Es igual; todo les resbala por su dinosáurica epidermis.

    Se roba, se asesina, se secuestra, se deja a los asesinos en libertad, se viola, se alcanzan altos niveles de inseguridad ciudadana. Y no pasa nada.

    El pueblo aguanta desorientado, pero sólo ahí radica el último resquicio de dignidad salvadora. Por eso se le trata de confundir, de enloquecer. Hay que hacer perder el justo rumbo y el pulso firme a cualquier posible alcalde de Móstoles.

    Se empeñan de darle a España una terapia inadecuada. Vestirla de payaso o de juglar. Y no le va. A España le va la grandeza o Numancia. Es la hora, no ya de los mediocres sino de los rufianes, de los tahúres, de los malandrines.

    Se necesitan Quijotes, pero o no existen o están amordazados o no se les quiere comprender. La reacción vendrá por los Sanchos: «La primer noche que Sancho Panza se acueste sin cenar.» Al día siguiente surgirá la «dignidad» del estómago herido. Todavía los Sanchos viven, aunque protestando, y cenan en la estela económica que dejó Francisco Franco. (…)

    • • •
    Somos un pueblo de laureados, pero no de constancia. Y ahora es un momento de tesón, de lucha en cada minuto y en todos los minutos. Hay que estar vigilantes y poner en juego fuerza, inteligencia y valor. ¡El enemigo está dentro! El tumor, en zona vital.

    El veneno se va dando gota a gota, imperceptible, hasta alcanzar la dosis letal. No hay que olvidar que estamos ante una táctica insidiosa que paraliza la reacción.

    O resurge la dignidad pronto o dejaremos de tener méritos para ser un pueblo libre. Y dignidad es defender la bandera, emblema de la Patria, y el sagrado nombre de España, así como su unidad e indisolubilidad.

    Lo demás es traición.

    Julio RODRÍGUEZ MARTÍNEZ


    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

  2. #362
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    Re: Revista ‘Fuerza Nueva’: de la muerte de Franco a la Constitución (1975-78)

    “El consenso de la muerte”



    R
    evista FUERZA NUEVA, nº 598, 24-Jun-1978

    Editorial

    El consenso de la muerte

    SI algún vocablo podríamos apellidar de «democrático» —al uso de lo que se entiende hoy como democracia, es decir, como triunfo de la inoperancia, de la partitocracia, del liberalismo y del marxismo internacional, amén de los más variados separatismos— no cabe duda que la palabra «consenso» sería la justa para ello.

    Reiteradamente expresada, mil veces repetida a lo largo de los parlamentos de los grupos y facciones, parece ser la clave de la marcha política de nuestros días. Algo así como la meta o panacea de toda realización posible en el juego de intereses, pactos y componendas que se vienen realizando, unas veces a la luz pública, las más de espaldas a la opinión de cuantos componen la comunidad nacional, de ese pueblo que los políticos dicen inorgánicamente representar.

    Consenso es consentir, ponerse de acuerdo, aceptar un compromiso, algo que realmente está sucediendo en nuestra Patria en su detrimento, en razón a los pactos que «en consenso» vienen realizando los partitocráticos en el poder o en la llamada oposición Es la palabra de la nueva alianza de la traición y del engaño a nuestro pueblo. Es el símbolo abierto a la muerte espiritual de España, a su destrucción como Patria una, justa, libre, dinámica y grande en la realidad de su ser y futuro.

    Con el consenso, se legalizan los abusos, las conculcaciones legislativas, los asaltos al ordenamiento jurídico de la Nación, las demagogias y las permisibilidades más tremendas en contra de la unidad de España, en contra de los más elementales principios de autoridad, en defensa de posturas inaceptables gubernamentales en detrimento de los valores permanentes de la Patria, de la persona humana y de la normal convivencia ciudadana.

    El término semántico y simbólico denominado consenso es la fórmula aceptada para que los grupos políticos, los politicastros de ocasión, los servidores de las internacionales, los siervos de los poderes ocultos, lleven a cabo sus maniqueísmos, sus operaciones destructoras del ser nacional, sus aspiraciones bastardas en contra de la estabilidad y buena andadura de la comunidad patria.

    Con el consenso entre los «demócratas» que dominan la vida pública española, se está cerrando el círculo de la anti-España, en contra de la España eterna y verdadera, se están logrando las metas caóticas contra nuestro país, soñadas por los enemigos de siempre. Es la expresión idiomática de la acción llevada a la sombra del pueblo, aun cuando se ventile su nombre en propaganda teóricamente positiva para sus intereses comunitarios, para lograr culminar una nefanda tarea de desaparición inmediata de los valores hispánicos, de la realidad nacional, del futuro positivo, firme y realmente constructivo de la sociedad española.

    Vivimos tiempos desgraciados, tiempos de engaños, conculcaciones, de aparentes triunfos de gentes sin honor y sin sentido patriótico de ninguna clase. Tiempos de traición, de ingratitudes sin cuento y de desagradecidos innumerables. Tiempos de egoísmo, de facciones al servicio de turbios intereses, de miserables concepciones y de enanas posturas. Tiempos en los cuales la vida pública está discurriendo por sendas insospechadas hace bien pocos años, de descrédito en todos los órdenes y en los cuales el «consenso» es la negra manta que cobija toda esta acción demoledora, contraria a los intereses nacionales, ofensiva para los valores permanentes de la Patria, para el sentido metafísico de entender la vida de los españoles.

    Con ese pacto, con tal consentimiento, se da por buena una labor destructora, demoledora de un pasado de siglos; de traición a una vida noble y de honor colectivo, de fervor patriótico, de sentido constructivo del presente y de fundamento firme hacia el futuro. Se institucionaliza «consensualmente» el vicio, la pornografía, el crimen, el terrorismo, el separatismo, la amoralidad administrativa, la ambición innoble de poder a toda costa, los ataques destructores a las FAS y a las FOP. Se da una patente de corso, en definitiva, con este nombre para la total y definitiva destrucción de España.

    Claro es que frente a tamaña política de «consenso», frente a este caminar hacia la muerte de los valores permanentes que componen la esencia de esa comunidad de pueblos en la unidad de su destino universal que es España, los españoles decentes, los españoles dignos de tal nombre, estamos obligados, sin demora, sin egoísmos ni personalismos suicidas y contrarios al interés nacional, a alzar sus voces, a tomar ya posturas decisivas, sin demora alguna, para devolver a España su dignidad, defender su unidad y laborar por su grandeza.



    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

  3. #363
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    Re: Revista ‘Fuerza Nueva’: de la muerte de Franco a la Constitución (1975-78)

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    … “todo ha sido posible gracias al «consenso», o sea, la componenda, el chanchullo y el contubernio entre todos los partidos políticos del Parlamento actual. Ni la supresión de la religión, ni la división de la Patria, ni la pulverización de la enseñanza, ni el destierro del idioma español han suscitado la menor oposición en nadie. Todos han entrado en el pasteleo, sin vergüenza ni reparos…


    R
    evista
    FUERZA NUEVA, nº 599, 1-Jul-1978

    La Constitución

    VIRTUALMENTE ya tenemos Constitución, si el Rey no la anula por anticonstitucional, como han demostrado algunos juristas. Porque no creo que el pleno del Congreso, ni el del Senado, ni el referéndum la recusen, como fuera de desear.

    Tanto es así, que ya los ilusos liberales y, mucho más, por supuesto, los marxistas, a quien favorece el texto más que a ninguno, han gritado «marchemos juntos por la senda de la Constitución», frase que no tienen rubor en suscribir, aunque fuese Fernando VII quien la pronunciase.

    Y todo ha sido posible gracias al «consenso», o sea, la componenda, el chanchullo y el contubernio entre todos los partidos políticos del Parlamento actual. Ni la supresión de la religión, ni la división de la Patria, ni la pulverización de la enseñanza, ni el destierro del idioma español han suscitado la menor oposición en nadie. Todos han entrado en el pasteleo, sin vergüenza ni reparos. No creo, pues, que vaya a haberlos en el Senado, aunque alguien nos diga que Olarra, Celada, Sánchez Agesta y Primo de Rivera pueden ser objetores. Sería un milagro.

    Tres clases de Constituciones suelen darse: la otorgada, la impuesta y la pactada. La primera, la concede el jefe del Estado, la segunda la imponen las Cortes o el Parlamento de espaldas al jefe del Estado y la última es la que nace del pacto entre parlamentarios y el jefe del Estado. ¿A cuál de las tres pertenece esta de 1978, heredera de todas las que nacieron a raíz de la de 1812 en Cádiz? Pintorescamente, a ninguna y a las tres, y eso la hace más absurda. No ha sido pactada, porque el Rey no ha tomado parte en su elaboración; no ha sido impuesta, porque las Cortes no son constituyentes y no están facultadas para ello, y no ha sido otorgada, porque no ha nacido de la Magistratura Suprema de la nación.

    Pero aquí viene la paradoja y el otro absurdo: es otorgada, porque surge arbitrariamente; es impuesta, porque su texto viene de París —¿llega Giscard a darle el visto bueno?—, y nadie se ha opuesto a sus conculcaciones éticas y jurídicas, y es pactada, porque ha nacido de una confabulación y pacto que explica el que el más responsable de ello, el presidente de la Comisión redactora, señor Attard, haya dicho que es una Constitución «transaccional», o sea, un negocio de tratantes, de toma y daca, de compraventa.

    TODAS las Constituciones españolas han tenido mal comienzo y peor final. Ya la de 1812, con todo su religioso proemio, dio paso a la «soberanía popular», antítesis de su principio básico, por lo que bien pudo decirse que si el pueblo español había ganado la Guerra de la Independencia a Napoleón, perdió su paz en esa Carta Magna que dio entrada a las corrientes liberales que trajeron los invasores extranjeros. Es lo que explica el maremágnum del siglo, con sus guerras civiles, revueltas, revoluciones, pronunciamientos y agitación continua, pues incluso los héroes de aquella epopeya popular se hicieron defensores del liberalismo y murieron en el patíbulo por lo que en guerra combatieron. Incongruencia suma.

    Yo no sé qué apelativo o apodo le darán a esta Constitución; si será más feliz que «la Pepa» o «la Pitita» primera. En principio, a mí me parece la «reoca», y nacida en la más absoluta frivolidad e irresponsabilidad, fruto de un absoluto analfabetismo lingüístico, social, histórico, moral y religioso. Pero ahí está. Dispuesta a ser regla o canon para los politicastros de nuestros días. Vehículo ideal para seguir fraccionando a España y reducirla a tribus de turdetanos, vacceos e indigetes, en un retroceso de siglos.

    Como estamos en una nueva época de «resellados» (chaqueteros y tránsfugas del siglo pasado), puede que a ésta sucedan otras Constituciones, en una danza similar a la de tiempos atrás. Es lo propio de épocas de transición, pero yo creo, con Donoso Cortés, que no estamos en tiempos de transiciones, sino de desenlaces. Ese es el error de los políticos. Y, por eso, no serán ellos los que construyan el futuro, sino los que lo destruyan.

    Pedro RODRIGO

    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
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