Revista FUERZA NUEVA, nº 506, 18-Sept-1976
LA GRAN TRAICIÓN
Todo español consciente y honrado tiene el corazón un tanto apesadumbrado en la hora de ahora. ¿Por qué se encontrará tan embargado el ánimo de nuestras mejores gentes? La respuesta es, probablemente, en buena parte, la que sigue.
El 18 de Julio de 1936, la esencia inmortal de lo español, los ideales más nobles de la recia España, dieron vida al resurgir más vigoroso que conoce nuestra historia. Progreso real en toda línea: cultural, económico y social; prestigio internacional demostrado por el respeto de unos y por la contumacia en los ataques de otros: los enemigos impenitentes de siempre. Y no es preciso haber vivido la guerra para conocerlo así, como no es preciso haber sido coetáneo de Cervantes para conocer su obra, o las razones y el desarrollo de la batalla de Lepanto. El no haber vivido la guerra es una sinrazón muy propia de necios y cobardes.
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La población obrera española ha alcanzado uno de los niveles de poder adquisitivo más altos de la tierra. España se constituyó en un Estado de Derecho, con un Ordenamiento Jurídico moderno, eficaz y original, y sobre todo justo en el sentido real o fuerte del término, alejado de la aberración totalitaria y de la no menos aberrante partitocracia oligarquizante. Un Sistema eficaz y original, en fin -por supuesto siempre perfectible en sus desarrollos pragmáticos-, que ofrecía las máximas garantías de paz y de progreso real, de auténtica participación y de justicia en formas no ficticias o demagógicas, sino realmente posibles; superador de la vieja, encanallada y nefasta lucha de clases; garantía contra toda regresión anacrónica y primitivista; máxima garantía política contra los defectos personales de los gobernantes: un Sistema atenido finalmente al Derecho Natural -cuando casi todo el mundo está caído en el positivismo jurídico- y atenido a la idiosincrasia peculiar del español, recia y entrañable. Existen trabajos realmente científicos y actuales al respecto. Véanse, por ejemplo, de 1973, las 537 páginas de Zafra Valverde en su “Régimen Político de España” -especialista en la materia-, páginas apretadas, rigurosas, claras.
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Pues bien: un tal 12 de febrero de 1974 -en ya avanzada senectud de nuestro gran Caudillo- irrumpió una nueva clase política mediocre, advenediza, insolvente, consecuente con los asesinos del presidente Carrero, dispuesta a liquidar el resurgir de España con palabras y obras de hecho estúpidas, de engaño. Nadie publicó en ningún momento una sola palabra seria acerca del porqué de la reforma constitucional, a no se la necia búsqueda de halagos “europeos”. Y como respondiendo a un ciego fatalismo se pretende despojar a España de toda doctrina consistente cuando más falta nos hace, dada la mortal enfermedad de la sociedad europea y española del presente, incluida la eclesial y a todos sus niveles.
Quien haya seguido por lo fino el acontecer político nacional desde la muerte de Franco no puede dejar de ver algo así como una gran traición, como un gran chantaje practicado por sistema desde el nivel de Gobierno sobre nuestras Cortes, sobre nuestro Ejército y sobre nuestro pueblo entero. Se lanzó, además -y también oficialmente- una propaganda vergonzosamente superficial y falaz que presenta la suplantación o el “cambio” como una fatalidad y ni siquiera opinable, sin haber publicado una sola palabra seria que racionalmente lo justifique. A espaldas de nuestro pueblo se empezó a pactar con las fuerzas extranjeras los términos de nuestro “cambio”. Se nos dijo, hace aproximadamente un año, por la “Tele”, que “no estaba en almoneda España ni su Régimen”, y tenemos que oír ahora, impunemente, que los Principios Fundamentales y el Ordenamiento Jurídico eran “algo a la medida de Franco”, que por supuesto con él debe enterrarse.
Entretanto, decae más y más la actividad económica, los niveles insólitos de huelgas, y la subversión destrozan nuestra economía, aumentan la inflación y el paro, la nefasta y vil fuga de capitales, la profanación de nuestra enseña nacional, las manifestaciones puño en alto y los ataques directos a la sagrada unidad de la Patria; nos mangonean más y más las bastardas fuerzas extranjeras e internacionales hasta límites indignos; llevamos camino de la quiebra total y el vómito del nivel de vida que ya se había alcanzado; se nos dice ahora que esta crisis “económica” va para largo, cuando lo que hay es una muy justificada y total falta de confianza en los reformistas de turno y en sus planteamientos, ayunos de toda doctrina y de todo rumbo claro.
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El despojo doctrinal produce o agrava el espiritual, conduce al vacío político y de autoridad, a la desaparición de España como Nación y al expolio total de nuestro pueblo a merced de las potencias extranjeras. Y ese prosaico mercado común agravará aun más -si es que cabe- nuestro fundamental y gravísimo asunto: subsistir como nación soberana.
Y aquí empezó la gran traición: en la doctrina. Con el secuestro doctrinal ha comenzado el gran secuestro de España. Es notorio que los reformistas se tienen sólo a sí mismos como partidarios únicos. Por razones antagónicas, inconciliables, tanto los amigos como los enemigos del 18 de Julio rechazamos la operación reformista que nos impone el Gobierno. Entre los primeros, el Ejército. Y eso que por lo demás llama “clamor popular” algún imbécil, no tiene consistencia real alguna (...) Los reformistas se hallan, pues, políticamente solos. Por eso es claro que la traición, que como tal viene de dentro, se encuentra circunscrita en un pequeño grupo amorfo -carente de toda doctrina y de toda convicción sólida- de traidorzuelos oportunistas de la iniquidad. No les faltan otros increíbles apoyos traidores que la prudencia pide silenciar.
El “pacto social” o la “reconciliación” -como ahora dicen- aplicado a nuestra política carece de todo sentido. Es nefasto que la palabrería engañosa se utilice por las altas cumbres del poder. En el plano doctrinal, y por tanto en las leyes, no cabe absolutamente ninguna transacción entre las concepciones cristiana y materialista de la vida, entre la afirmación y la negación de la persona (...)
Una meditación atenta y objetiva hace difícil sustraer la inteligencia de la panorámica española del momento, que se podría sintetizar en los siguientes términos:
1.º Las fuerzas enemigas dominan hoy bastante más de medio mundo. Tienen invadida gravemente a España. Se llaman marxismo -tanto de socialismo como comunismo, aunque la ignorancia quiera ver distingos honorables o mitigaciones-, masonería y liberalismo. Son de hecho todo uno. Sus poderes son enormes. Les ayuda la traición, que en pocos meses ha dejado ya de nuevo a España sin Estado.
2.º No dejarán nunca de estrechar su cerco a España; al contrario: en el domeñar y avasallar a España tienen hoy su preferente objetivo. Y esta vez quieren aniquilar hasta la última semilla del estilo nacional y genuino de España.
3.º España tiene reserva de energía espiritual para no entregarse sin lucha, conforme a su deber y vocación histórica más noble. No se dormirá del todo en los laureles de su heroica Victoria. La guerra viva, pues, ha recomenzado.
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Sin doctrina no hay rumbo ni posible futuro fecundo, por más sandeces que digan algunos “intelectuales” de oficio. Si la corona no se apoyase -conforme a su muy grave deberº- en los ideales que dieron vida al 18 de Julio, plasmados en lo esencial de nuestro Ordenamiento Jurídico que hoy desean arruinar algunos, desaparecerá la Corona. Y con ello, acaso, España. La Corona, para subsistir, sirviendo con tal sencillo y difícil acto a España, necesitará un Gobierno capaz de rectificar la gran traición a la doctrina legítima a que hoy asistimos. De afección sentimental, nada, viento. Sólo vale y cuenta la afección doctrinal. De nada valen las frases simpáticas y sin sustancia, como el querer “serlo de todos los españoles”. (...)
Nuestra única esperanza española reside razonablemente en el Ejército. Todo lo demás, retórica. El Partido Comunista tiene planes muy concretos para asesinar -con respaldo internacional marxista- a nuestro Ejército. Probablemente no esté en ello el máximo peligro. Porque al Ejército le pudieran disolver en frío, por la simple vía del “Boletín Oficial del Estado”. Por todo ello, nuestro Ejército deberá siempre dormir con un ojo bien abierto. Si antes de su intervención activa permitiera grandes truculencias, deberá celosamente cuidar que una de ellas no consista en su propia desaparición. (...)
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Muy probablemente la paz y el progreso de España han tocado ahora a su fin, mientras no vuelva a resonar por las altas cumbres del poder, sustanciado en su gran contenido doctrinal y espiritual, el grito menos neutro y a la vez menos sectario, más universalmente hispánico, más noble, vivo y limpio, que la “reforma” ya ha tenido buen cuidado en esconder. Leyéndolo con los oídos, en el testamento político de Franco lo podremos oír siempre.
Juan Manuel LOMBERA RIVERO
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