A base de repetir una y cien veces lo mismo en uno y otro y otro hilo de más sobre lo mismo hasta la siguiente, es decir, "tengo un primo que tiene un cuñado que, a su vez, tiene un amigo cuyo suegro fue compañero de uno que es íntimo del que manda", costumbre un tanto carpetovetónica tan característica de los españoles se llega finalmente a algún sitio que, en este caso, es un artículo de Rafael Gambra, el cual, por supuesto, ha de ser tomado como dogma en cada una de sus comas, no cabiendo ninguna otra interpretación o simple disgresión, por elemental que resultase.
En efecto, excepto por el hecho de que yo también tengo el libro, no un pdf, no, el libro. Y no deja de ser peculiar que dicho texto reúne dos aspexctos esenciales: primero, NO aspira a ser un dogma, sino una orientación, es decir, muy alejado del estilo dogmático que usa usted en todas sus intervenciones. Y segundo, sí se repasan sus páginas, en todo momento se habla del CARLISMO, no del TRADICIONALISMO, aunque esté implícito en ello por cuanto y ya se lo he repetido, no sé cuántas veces, que se puede ser tradicionalista sin ser carlista.En medio de la debacle política organizada por Carlos Hugo en la década de los setenta, los autores del libro "¿Qué es el Carlismo?" establecieron un conjunto de bases fundamentales que debían ser acogidas por toda persona que de verdad quisiera seguir siendo legitimista-tradicional, pero no pretendían que todas y cada unas de las afirmaciones que se vertían en él tuvieran que ser aceptadas sin discusión alguna. Francisco Puy lo explica muy bien en el Prólogo de la obra:
Todo lo que aquí se expresa es discutible, porque los carlistas no conocen otros dogmas que los de la Religión Católica y la fe de Cristo. Pero, sin duda, que aquéllos que se llamen carlistas y no "sintonicen espiritualmente" con el conjunto global de esta obra, deberán meditar muy seriamente si de verdad permanecen todavía dentro de la Comunión Tradicionalista, o si --sin quererlo y sin saberlo-- han resbalado insensiblemente fuera de su ideario.
El carlismo por definición y en origen, o sea en sustancia, surge y se desarrolla como un movimiento DINÁSTICO de apoyo a los derechos del Infante Don Carlos María Isidro, y todo lo demás fue labor de añadido para corporeizar dicha corriente a lo largo de los publicistas del XIX. Como la corriente dinástica estaba fundamentada en la Monarquía Católica, germinó el tradicionalismo asociado a dicha corriente. Pero eso no significa que no sea tradicionalista toda persona católica que siga lo mejor que pueda o Dios le permita y dé a entender, Los Evangelios. Vamos que, por definición y en este sentido que tratamos aqui, sólo se puede ser tradicionalista si se es un católico, apostólico, romano, coherente. Y ni usted, ni mil como usted pueden decir lo contrario.
En efecto, "entiendo yo", o sea, según su personal y particular manera de entender, pero le añadiré algo más, esa afirmación sobre los Borbones es mía, personal, según entiendo yo al igual que usted y no he citado para nada a Francisco Elías de Tejada, el cual también se expresaba de esta manera:Entiendo yo que dentro de lo discutible o secundario entrarían ciertas afirmaciones históricas como la que usted cita. Teniendo en cuenta que el principal autor de la obra fue Elías de Tejada, es normal que apareciera esa afirmación acerca de los Borbones. Pero hay que tener en cuenta también que Elías de Tejada estaba siempre en continuo estudio (estudio que le hizo cambiar, por ejemplo, sus ideas acerca de algunos personajes que él consideraba "tradicionales", y que luego los catalogó dentro de los "revolucionarios"). Entiendo yo que su temprana muerte no le hizo profundizar más en la época política borbónica, lo cual le habría hecho matizar y corregir sus apodícticas afirmaciones sobre esa época. Ésta es la razón por la que los continuadores de la obra de Elías de Tejada, a través de la Fundación Elías de Tejada, sí que han proseguido ese estudio y han venido realizando una loable labor de revisión y corrección de un falso tópico antiborbónico que se venía difundido desde finales de la época isabelina a través de los sectores del ultramontanismo (no sólo del sector liberal-cristiano, sino también del sector integrista).
"Si ello es así, si Sabino Arana proporciiona pruebas incontrastables de haber consagrado sus afanes a la restauración del Señorío de Vizcaya, habrá motivos bastantes para que, por encima de cuantas discrepancias puedan darse y aparezcan a lo largo de las presentes Jornadas, este carlista a machamartillo que yo soy, profesa no ya solamente PROFUNDÍSIMO RESPETO, sino además HONDÍSIMA SIMPATÍA por el hombre vizcaíno Sabino Arana y Goiri. Y quisiera que estas palabras mías, incluso las del disentimiento, se transformasen en vivo ramillete de rosas sobre una tumba en el cementerio de Sukerrieta; de agrestes rosas recogidas al airón campesino de una carlistada mañanera para cifrar el homenaje a quien fue RADICALMENTE ESPAÑOLÍSIMO frente al Madrid afrancesado de la Restauración alfonsina, por más que él mismo se empeñase tozudamente en ignorar su radical españolía; homenaje a sus afanes por restaurar la TRADICIÓN DE este pedazo de las Españas que es el Señorío de Vizcaya."
Los Fueros de Vizcaya Centro E.H.P. "General Zumalacárregui" Actas de las "Primeras Jornadas Forales del Señorío de Vizcaya" (Bilbao, 5 y 6 Febrero 1977)
Acta 2. EL SEÑORÍO DE VIZCAYA Y SU FUERO. Francisco ELÍAS DE TEJADA, página 63
Mire, pitorreos aparte, yo no estuve en esas jornadas, pero sí llego a estar ante semejante discurso me hubiese levantado, marchado y dado de baja en el Carlismo IPSO FACTO. Semejantes términos en memoria de quien afirmaba que "el carlismo es el peor enemigo del pueblo vasco", manda pelotas. Y a mi, que soy vasco por agnado y por cognado y que reuno más de treinta apellidos vascos, no me venga con más palabrería hueca. Los hechos son hechos, están ahí, y el Carlismo se llenó de iluminados y así nos ha ido. Hoy en día el Carlismo en su vertiente dinástica está acabado, muerto, pues ya no hay quien pueda continuarla, lo diga Agamenón o su porquero, o el vecino de abajo. y en su vertiente tradicionalista requiere de su apertura ya, de modo inmediato, a todo español católico, apostólico, romano. Requiere enviar al archivo toda referencia integrista, y a quien no le guste, por pura coherencia, debería fundar su organización aparte bajo otras premisas.
Obra enjundiosa, sin duda, pero la HISTORIA DE ESPAÑA, es decir, el conjunto de acaeceres seculares desde la unificación del Reino, nos muestra claramente como la llegada del Borbón -sin duda con mejores derechos que el austríaco-, nos trajo la RUPTURA de NUESTRA TRADICIÓN SECULAR MONÁRQUICA establecida por la REINA DOÑA ISABEL I DE CASTILLA. Y con su claro perfil absolutista volvió a ROMPER LA TRADICIÓN SECULAR ESPAÑOLA DE LOS FUEROS. Y yo a eso lo llamo ser revolucionario.Dentro de esta labor de revisión y rehabilitación de la dinastía borbónica, jugó un papel fundamental el portentoso trabajo de Federico Suárez y su escuela, que son de lectura obligada para cualquiera que quiera juzgar debidamente a esta dinastía legítima. No hablo de oídas o por referencias, sino por experiencia personal por haberme empapado en la lectura de casi toda esta obra (en el caso de los volúmenes documentales, con la lectura de los extensos estudios preliminares de Federico Suárez).
Este inmenso trabajo contiene, a su vez, una segunda derivada, que es la ingente bibliografía de la época, en donde podemos encontrar multitud de obras, libros, folletos y opúsculos de los publicistas realistas y legitimistas de la primera hora (1808 - 1850), en donde ponen las cosas en su sitio a la hora de enjuiciar debidamente las políticas habidas a partir de la llegada de la dinastía borbónica. Todos coinciden en las mismas ideas: comienzo, a partir del reinado de Carlos III, de una tímida política ilustrada, la cual llega al paroxismo durante la época del traidor y liberal ministro Godoy, ya en pleno reinado de Carlos IV. Buena reacción realista de Fernando VII durante su primera etapa de Gobierno (1814-1820), corrigiendo errores cometidos por sus inmediatos antecesores, aunque no llegando al nivel que hubieran deseado los realistas. Y, por último, durante su segunda etapa de Gobierno (1823-1832), política pendular o ambivalente entre el realismo querido y potenciado por Fernando VII, y el "moderantismo ilustrado" exigido y presionado por las potencias de la Santa Alianza.
Todas estas obras, libros, folletos y opúsculos coinciden en considerar a la dinastía borbónica como perfecta continuadora del régimen de Monarquía tradicional española (véase, por ejemplo, los elogios del Dr. Vicente Pou a la época de Fernando VI); y las políticas ilustradas empezadas a surgir a partir de Carlos III, y algo más avanzadas en la época de Godoy, son consideradas como accidentes antitradicionales habidos dentro del régimen de la Monarquía tradicional y que debían ser objeto de su paralización y extirpación (como así se verificó parcialmente en la primera y esperanzadora etapa de Fernando VII). Por último, todas las etapas típicamente revolucionarias (1808 - 1812; 1820 - 1823; 1833 - en adelante) son consideradas como el verdadero y auténtico corte o ruptura política frente a la continuidad del régimen de la Monarquía tradicional. Así pues, estos publicistas realistas y legitimistas de la primera hora hacían una crítica constructiva, respetando y defendiendo la dinastía borbónica como continuadora fundamental del régimen tradicional español, y limitándose únicamente a denunciar las malas reformas coyunturales que pudieran haberse realizado por los ministros representantes del "despotismo ministerial", contra los cuales lanzaban todas sus invectivas, especialmente contra Godoy.
Estas políticas ilustradas y antitradicionales (accidentales y exógenas al régimen tradicional de la Monarquía vigente continuado por la dinastía borbónica) se verificaban principalmente en sectores minoritarios de algunas altas capas de la sociedad, permaneciendo el conjunto global de la sociedad "sana, tradicional y contrarrevolucionaria". Por lo tanto, estas últimas calificaciones mías no son "novelas" ni "fantasías" como usted me achaca, sino que reflejan la realidad de aquella sociedad dejada y respetada por la Monarquía tradicional española. Y no hace falta, sin ir más lejos, sino remitirme a la mejor "prueba del algodón" que se puede traer para demostrarlo: era una sociedad viva, capaz de auto-organizarse y levantarse con sus propios medios y energías contra la Revolución Francesa (1793), contra Godoy en Aranjuez (motín madrileño de 1808, que casi le cuesta la vida al nefasto Ministro), contra Napoleón (1808), contra el Trienio Liberal (guerra realista), y contra el Golpe usurpador de 1833.
Todo esto no tiene absolutamente nada que ver con la sociedad podrida, emputecida y envilecida dejada por las políticas de los Gobiernos de Franco, que nos legaron, no un "pueblo" o una "sociedad viva y contrarrevolucionaria" (como sí hizo el régimen monárquico tradicional, fundamentalmente continuado por la dinastía borbónica), sino que dejaron lo que los legitimistas españoles de la época (y Elías de Tejada el primero de todos) denominaban con los calificativos de "sociedad de masas" o "disociedad", es decir, una sociedad madura y digna para la reimplantación formal del demoliberalismo (lo cual podrá ser objeto de las alabanzas y enaltecimientos de los historiadores franquistas demoliberales como Pío Moa, pero que para los legitimistas españoles se consideraba como la mayor traición contra el genuino espíritu socio-político del pacto fundacional del 18 de Julio).
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A la par hay que recordar que en una de las Españas, Reino de Aragón, existe un antecedente sobre la sucesión: se llamo COMPROMISO DE CASPE en el que se eligió a un español, no a un francés, del que sale electo D. Fernando I, abuelo de Fernando II, "El Católico". Que hubiese entronques con linajes franceses no significa que se debía haber ido directamente a por un francés, Felipe V, sino haber buscado otra solución al Trono. Naturalmente, los hechos, hechos fueron y yo solamente expreso mis apreciaciones y es que la historia de los Borbones en España tiene demasiadas sombras y pocas luces. De modom que menos revoluciones donde no las hay, o donde fueron combatidas, particularmente la franchuta.
Sobre ese pueblo sano que usted afirma, le recuerdo como lo han retratado nuestros clásicos en sus obras y, desde luego, le vendría a usted muy bien conocer un poco de la sociología de este pueblo en aquellos siglos para comprobar que, salvo en algunas cuestiones de fondo, y por las diferencias propias entre aquella etapa histórica y la actual, no hay muchas diferencias reseñables.
Por último, y acerca de la gestión desastrosa de los gobiernos, así como la de los validos que ponen a algunas "reinas" en vaya lugar, repase usted la Novísima Recopilación de Autos Acordados de 1805, por cuanto, además todos aparte de ser obra de los monarcas Borbones, o continuados por éstos, que no todo es lo mismo, necesitaban de mediación en Cortes, o sea, de los procuradores que representaban al pueblo.
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