Éste suele ser un tema recurrente porque constituye una de las aporías más características de la Economía contemporánea (siglo XVIII- hoy). Ya puse hace tiempo una breve respuesta a la cuestión en un mensaje (que a su vez remite, en dos enlaces, a otros dos mensajes complementarios).

El problema que se plantea es un problema de política (en concreto, de dos políticas contradictorias que se persiguen al mismo tiempo) y un problema de tipo financiero, estrechamente relacionado con el anterior.

Respecto al problema de política, en la Economía contemporánea se persiguen dos objetivos políticos totalmente contradictorios:

1) Por un lado se favorece y propugna por todos los medios posibles un desarrollo o progreso cada vez mayor en la utilización de energías naturales para su introducción en el proceso productivo general (es lo que se conoce como mecanización), así como en el funcionamiento cada vez más independiente de dicho proceso (lo que se conoce con el nombre de automatización). Dicho con otras palabras: se favorece una política de liberación del hombre de procesos productivos meramente mecánicos que, no solamente desplazan al hombre del sistema productivo, sino que también suponen una mayor eficacia (entendida como logro efectivo de un objetivo económico) y eficiencia (entendida como logro de aquel objetivo económico, pero de una forma más rápida o más abundante, o una combinación de ambas) del mismo.

2) En cambio, por otro lado, los gobiernos favorecen o propugnan, a su vez, una política de pleno empleo. Es decir, los hombres tienen que estar atados necesariamente a un trabajo (no importa lo innecesario o inútil o supérfluo que dicho trabajo sea, socialmente hablando) como condición sine qua non para poder participar o beneficiarse de la producción que previamente ha sido mecanizada-automatizada.

Es decir, por un lado se propugna políticas de liberación del hombre mediante la incorporación de sistemas productivos autómatas movidos por energía no humana, y, por otro lado, se establecen políticas de esclavización-control del hombre, mediante la condicionalización de su provecho en los frutos de aquél sistema productivo mediante su incorporación forzosa a estructuras artificiales ajenas al bien común (Belloc lo describe bien en su libro "El Estado Servil", aunque no llega a la causa profunda que subyace a esta estructura de control, y que paso a describir a continuación en el siguiente párrafo).

Una vez establecida la contradicción política anteriormente mencionada, es preciso pasar a continuación a la causa última que produce y facilita esta contradicción antisocial. Generalmente los autores católico-sociales que he leído no tienen ningún problema a la hora de señalar y enfatizar la contradicción anterior, que, como dato empírico, reconocen rápidamente. En lo que me he fijado que fallan, es a la hora de analizar la razón, el motivo y la causa por la que se produce esta absurda anomalía (y, evidentemente, al no dar con la causa del problema, es lógico que aventuren ideas que no se corresponden con la verdadera solución del problema).

De manera resumida, pues ya he hecho alusión a ella en otras ocasiones: el problema es de tipo financiero; de tipo contable. No se sigue una contabilidad financiera que refleje de manera exacta y verdadera la realidad económico-física existente en la comunidad política. Esto provoca una disfuncionalidad económica como consecuencia de una mala y errónea política de emisión-cancelación de dinero dentro de la misma comunidad política.

A medida que los procesos productivos aumentan su eficiencia con una cada vez menor necesidad de labor humana participativa en dichos procesos productivos, esto se tiene que traducir, en una economía monetizada, en una determinada técnica de emisión-cancelación de dinero que se corresponda con dicha realidad económica-física-productiva. Dicho con otras palabras, si se establece una economía monetizada, en virtud de la cual es necesaria un cierto nivel de poder adquisitivo (es decir, relación del conjunto de dinero en manos de las familias en relación con el nivel general de precios de todos los productos-servicios actuales y potenciales puestos a la venta) para que la población pueda participar de los frutos de su sistema productivo; digo, si se establece esto, entonces será necesario ajustar el sistema financiero de dicha comunidad política para que se consiga ese objetivo social, atendiendo a la realidad económica-física-productiva de esa misma comunidad.

A medida que se va incorporando una cada vez mayor mecanización-automatización en el proceso productivo de la comunidad, la participación del hombre en los procesos de producción se va semejando a lo que en los procesos y reacciones químicas se conoce como un mero catalizador. Esto se consigue, ya sea con la palanca de Arquímedes, ya sea con los procesos autónomos que todos podemos ver, por ejemplo, en el programa "Así se hace" del canal Discovery Max. A medida que se ha ido progresando en la mecanización-automatización de los procesos productivos, se ha ido aumentando el grosor de la "palanca" con la cual podemos conseguir los objetivos de producción material que se deseen, permitiendo a su vez, mediante el "aumento de la palanca", la cada vez mayor liberación de trabajo humano mecánico o material, y el aumento de su tiempo libre para el ocio y la vida intelectual. Si esto último no se ha conseguido, sino que, por el contrario, se ha mantenido un sistema cada vez más perfeccionado de esclavitud-control de la población, ha sido debido, como digo, a esa artificial y deliberadamente provocada política financiera (que no técnica financiera), totalmente contraria a la realidad económica-física actualmente existente.

A medida que aumenta la mecanización-automatización, el dinero deja de ser, en una economía que estuviera cada vez más monetizada (es decir, dependiente del dinero para poder satisfacer sus necesidades sociales: alimentación, sanidad, educación, vivienda, etc...); deja de ser, digo, un medio de intercambio, para pasar a ser un medio de distribución.

Huelga decir que la pseudosolución que se señala en el artículo ("Para hacer frente a lo que está ocurriendo, Reguly sugiere invertir en educación y así "equipar a la próxima generación de trabajadores para la era digital" o introducir un ingreso nacional garantizado, financiado a través del aumento de impuestos a las empresas, para mantener a flote a los nuevos desempleados") no soluciona nada. Ésta es la típica respuesta tecnocrática-keynesiana-fabiana (tanto de neoliberales como de socialistas, porque ambos siempre dicen lo mismo) más conocida comúnmente como "política de redistribución de la renta". Esta política-parche es la auspiciada por los mismos que tienen en sus manos los resortes del sistema financiero de la comunidad política (y que, por tanto, provocan deliberadamente los problemas sociales). Se asume que no existe una contínua emisión-cancelación de dinero dentro de la comunidad política y que, por tanto, la cantidad de dinero está estancada, y que, por tanto, para solucionar el problema de poder adquisitivo es preciso quitar algo de las "bolsas" de dinero acumuladas por ciertas familias y/o empresas para redistribuirlas al resto de la población, ya que son estas acumulaciones privadas de dinero las que verdaderamente provocan esa falta de poder adquisitivo general en la comunidad, y por tanto, es necesario un trasvase de ese dinero acumulado en esas "bolsas" o "reservas" privadas hacia los demás para así reestablecer el equilibrio igualitarista o, por lo menos, tender hacia ese objetivo. Cualquier simple división entre las reservas acumuladas (reservas de empresas, ahorros en cuenta de familias, inversiones, etc...) de cualquier pais por su número de habitantes (no me estoy refiriendo aquí a lo que los macroeconomistas ortodoxos llaman "renta per capita") y su posterior relación con el conjunto de precios totales (bienes de consumo + bienes de capital + deuda pública) de ese mismo país, demostraría cabalmente la falacia de esa medida "social" que propugnan los autores del artículo.