Y ahora, después de poner esos pocos ejemplos (podría poner muchísimos más), voy a hablar de otra cosa que me parece muy importante. Si bien es necesario e importante que los países no se queden atrás, que haya progreso y desarrollo, que suba el nivel de vida, no es menos cierto que en otros sentidos la industrialización no es buena para la sociedad. A partir de la Primera Revolución Industrial se empezaron a concentrar en las ciudades más importantes del mundo grandes masas de gente que emigraban adonde podían encontrar puestos de trabajo. Unas pocas ciudades dispararon su población mientras pueblos y aldeas empezaban a perder población. Al haberse abolido los antiguos gremios (por ejemplo, la ley Le Chapelier en Francia) ya no había asociaciones cristianas organizadas según actividad que velaran por los trabajadores. De hecho, al quedar prohibidas esas asociaciones, tuvieron que pasar muchos años hasta que los obreros pudieran organizarse en sindicatos, y ello dio lugar a numerosos abusos y explotaciones y surgió la miseria en la clase obrera. Se creó una clase obrera descontenta que fue caldo de cultivo para el naciente marxismo. La gente ya no vivía en localidades pequeñas en que todos se conocían, sino hacinada en casas de vecindad y en condiciones insalubles. Cada vez más lejos de la naturaleza y entre feos edificios de ladrillo, trabajando en fábricas aún más feas. En vez de producir principalmente para las necesidades locales, se trataba de producir en serie grandes cantidades de productos para vender y exportar, y poco a poco surgieron el consumismo y la sociedad de consumo.

O sea, que la industrialización en principio no es buena. No es lo ideal, que sería volver a una sociedad más tradicional de economía distributista en poblaciones más pequeñas, más cerca de la naturaleza de nuestros semejantes al conocernos más unos a otros en vez de vivir en fríos hormigueros como las grandes ciudades en que nadie conoce a nadie. Pero tal como está el mundo ya no se puede dar marcha atrás. Y por lo menos se puede decir que con la industrialización que experimentó España entre los años cuarenta y setenta el desempleo era algo prácticamente desconocido.

Y ahora diré otra cosa que también me parece importante.

España tiene la historia que tiene porque siempre un fue un territorio difícil. La vida era dura, y esto se sabe incluso por testimonios bastantes antiguos, desde la época de los romanos. A los que les dimos bastante guerra (nunca mejor dicho). Les costó años conquistarnos. Ríase usted de la aldea de Astérix. Las guerras cántabras fueron reales, no una historieta de tebeo. Y aunque nos costó, a los moros también les dimos pa'l pelo, hasta que los echamos. Fuimos capaces de gestas verdaderamente épicas, como conquistar continentes. Unos pocos hombres eran capaces de descubrir y conquistar más de medio mundo: el continente americano, el Pacífico, que por algo se le llamó "el lago español", y lo que es más importante, llevarles el Evangelio y la cultura. El español ERA sacrificado. ERA valiente. ERA capaz de grandes sacrificios, de grandes heroísmos, de grandes gestas. Si España tuviera un Hollywood, y si el español de hoy no hubiera sido objeto de un lavado (léase ensuciado) de cerebro tan brutal que le ha dado un terrible complejo de inferioridad por ser español, que se avergüenza de serlo y adora todo lo foráneo, podríamos hacer unas superproducciones que ríase usted de las porquerías que hace Hollywood. ¿Cuándo van a hacer, por ejemplo, una película sobre Blas de Lezo y la paliza que les dimos a los ingleses en Cartagena? Pero claro, si a las pocas que hay como "Los últimos de Filipinas" las tildan absurdamente de "propaganda fascista", no hay mucha esperanza.

¿Cómo ha podido pasar que de ser lo que fuimos hayamos llegado a ser lo que lamentablemente somos hoy en día? Aparte la adoctrinación masónica de la que ha sido objeto el español a lo largo de tantas décadas, que lo ha alienado de todo lo que tenga que ver con el amor a la Patria y la Tradición, y lo que es peor, de Dios, también hay otro factor importante que lo ha convertido en un hombre "light" (perdón otra vez por el anglicismo, pero es una clara alusión al libro de Enrique Rojas; aunque no lo escribió desde la misma perspectiva que yo estas líneas, se trata ni más ni menos que de la misma dolencia). Como dije, el español vivía en una tierra agreste, llevaba una vida dura. Desde el tiempo de los iberos, desde Viriato, desde siempre, estaba acostumbrado al sacrificio, a la abnegación. También tenía devotio iberica, lealtad a sus jefes. Era capaz de resistencias tenaces como Numancia o Sagunto. Pero llegó el milagro económico y de pronto subió el nivel de vida. Ya no vivía en una choza o en una casa de vecindad, sino en un piso decente, con buenos muebles y todos los electrodomésticos. Tenía automóvil (y no sólo el proverbial 660, sino más modelos para elegir), y en verano podía llevar a su familia a la playa. Como la mayor parte de la población vive a poca distancia de la costa, podía ir y venir en el día sin tener que gastar dinero en un hotel. Claro que eso no importaba tanto, porque no sólo le daba una paga extra en Navidad, sino también en julio y no le descontaban el mes que le daban además de vacaciones en verano (si hoy puede tomarse una semana o dos ya puede dar gracias a Dios). Podría seguir poniendo más ejemplo, pero a lo que voy es a que aunque al principio de aquella eclosión económica de los sesenta todavía estaban bastante recientes los tiempos de austeridad y aún no se había perdido esa austeridad y espíritu de sacrificio que, como dije, caracterizó a los españoles durante milenios; aunque nuestros padres todavía nos enseñaban a ser frugales y no derrochar, después nos acostumbramos a vivir en un mundo lleno de comodidades. La vida muelle nos fue cambiando sin que nos diéramos cuenta, y eso, unido a la constante propaganda antiespañola, antipatriótica, antidiós y antitodo lo bueno, han terminado por causar esta tremenda y lamentable transformación en la sociedad. Como dijo Alfonso Guerra, a España ya no la conoce "ni la madre que la parió". Así que, una de las principales razones de esa transformación y esa destrucción de España y del espíritu español es el progreso y bienestar económico que le debemos a Franco.