El Papa Francisco: la hipótesis Zelig


Es esta la última hipótesis que proponemos acerca de la misteriosa personalidad del Papa Francisco. Y se trata de una hipótesis complementaria a cualquiera de las que hemos visto anteriormente.
Toma su nombre del título de la película Zelig, de Woody Allen, estrenada en 1983. El protagonista, Leonard Zelig, ha logrado fama mundial gracias a su singular capacidad de adoptar la personalidad de cualquier persona que se encuentre a su lado. Este insólito hecho será estudiado por la doctora Eudora Fletcheer (Mia Farrow).
La película está presentada como un documental rodado en blanco y negro y al estilo de los filmes de la década del ’30, en el que se sigue la vida y evolución terapéutica de Leonard Zelig y su habilidad camaleónica que le permite confrontar su identidad individual y la colectiva y el desapego como medio para entrar a formar parte de manera complaciente en el núcleo de la masa social.
Zelig afirma en la película: “Miento porque quiero caerle bien a todo el mundo”. Y el relator comenta: “Estaba loco por asimilarse”. Más aún, el proceso patológico de Zelig lo lleva a “adquirir gusto plebeyos”, y la película se cierra con el colofón: “Esto demuestra que lo puedes hacer si eres un psicótico total”.
Cotidianamente Bergoglio es Zelig: está de acuerdo con su interlocutor circunstancial, sin importarle que mañana deba decir exactamente lo contrario a otro interlocutor. Pongamos un solo ejemplo de entre los muchos que existen: en su famosa y desafortunada entrevista con el Scalfari prácticamente se mimetizó con la postura del ateísmo humanista representada porel periodista. Afirmó, entre otras cosas: “Y lo repito. Cada uno tiene su propia idea del Bien y del Mal y debe elegir seguir el Bien y combatir el Mal como él lo concibe” o “El Hijo de Dios se encarnó para infundir en el alma de los hombres el sentimiento de hermandad”.
Poco tiempo después, se supo que, siendo arzobispo de Buenos Aires, le comentó en una de las entretenidas y amigables conversaciones que tenía con el P. Christian Bouchacourt, Superior de Distrito de la FSSPX, que “había leído dos veces la biografía de Mons. Lefebvre escrita por Mons. Tissier de Mallerais” ya que guardaba una profunda admiración por el arzobispo francés representante del tradicionalismo en los últimos cuarenta años.
Del mismo modo, es capaz de hablar en una homilía sobre el diablo y sus acechanzas, y al día siguiente de los cristianos semipelagianos, burlarse de quienes le ofrecen 3000 avemarías o mimetizarse con los obispos italianos que se quejan porque tiene sacerdotes conservadores en su diócesis que no quieren dar la comunión en la mano, diciendo que esos presbíteros se despreocupan del “cuerpo social de Cristo”!

Relato aquí una anécdota que me fue referida por el mismo protagonista. Hace algunos años, cuando ocupaba aún la sede porteña, un grupo de laicos con un pensamiento “derechoso”, en términos generales, le pidió que celebrara una misa en la catedral con motivo de un aniversario particular. El organizador del evento se encontró con el cardenal Bergoglio en la sacristía minutos antes del inicio de la celebración. Luego de un más que frío y distante saludo, le preguntó: “Decíme quiénes están en la iglesia”. El joven le comentó quiénes eran, con nombre propio aquellos más conocidos, y con referencias generales los menos. Luego, en la homilía, el cardenal habló como si fuera uno más del grupo conservador y de derechas que lo escuchaba. Nadie podía salir de su asombro de que ese mismo prelado que se negaba a apoyar las marchas pro-vida o que boicoteaba las manifestaciones públicas contra la ley del homomonio, pudiera tener un pensamiento tan claramente conservador. Por supuesto, no lo tenía. Era Leonard Zelig, o Juan Perón…

The Wanderer