Tengo la impresión de que tu enfoque y el mío no coinciden precisamente. Este es un tema en el que no es que esté interesado desde ayer, sino que ha formado parte de mi bagage desde hace mucho, mucho tiempo. Además, dudo extraordinariamente, lo siento pero así sería, de que los miembros de la "Asociación de Hidalgos a Fuero de España", que no es una asociación de "amiguetes" al uso tan frecuente hoy en día, estén de acuerdo respecto a la cuestión de la "marcialidad" que se supone ha de caracterizar a cualquier persona con la condición de hidalquía según tu impresión. Y es que si particularmente nos atenemos al hecho de que en Castilla durante el S XVI estaban registradas en la Cancillería de Valladolid, "Sala de los Hidalgos", nada menos que 170.000 familias y que, en el caso vasco, llegó a afectar al 47 % de la población, y estos datos están registrados en los Archivos nacionales, dudo por ello que hubiesen estado capacitados para alistarse en la falange macedonia. Es decir, un hidalgo no era, ni es, un samurai, se puede decir que, en realidad, ni siquiera son equiparables.
Por otra parte yo no tengo por costumbre "fusilar" libros, eso es una práctica "bárbara". Además, me veo en la necesidad de preguntarte algo: ¿lo has leído? Sólo se puede juzgar el valor de las cosas por su conocimiento.
Este libro en cuestión, es un libro que merece la pena, es de ese género de literatura que forma. Por otro lado, no es preciso que lo que un autor diga sea necesariamente algo que tengamos que asumir como propio, pero cualquier investigación de cualquier naturaleza requiere tratar lo que gusta y lo que no. Se trata de contrastar, de comparar, de encontrar los fundamentos de las cosas, a fín de poder sacar conclusiones.
Si hay alguna defición de la hidalguía que me resulte aceptable, esta es mi favorita:
"Soy más que medianamente rico y es mi nombre Don Diego de Miranda; paso la vida con mi mujer, y con mis hijos, y con mis amigos; mis ejercicios son el de la caza y pesca; pero no mantengo ni halcón ni galgos, sino algún perdigón manso, o algún hurón atrevido. Tengo hasta seis docenas de libros, cuáles de romances y cuáles de latín, de historia algunos y de devoción otros; los de caballerías aun no han entrado por los umbrales de mis puertas. Hojeo más los que son profanos que los devotos, como sean de honesto entretenimiento, que deleiten con el lenguaje y admiren y suspendan con la invención, puesto que déstos hay muy pocos en España. Alguna vez como con mis vecinos y amigos, y muchas veces los convido; son mis convites limpios y aseados, y no nada escasos; ni gusto de murmurar, ni consiento que delante de mí se murmure: no escudriño las vidas ajenas, ni soy lince de los hechos de los otros; oigo misa cada día, reparto de mis bienes con los pobres, sin hacer alarde de las buenas obras, por no dar entrada en mi corazón a la hipocresía y vanagloria, enemigos que blandamente se apoderan del corazón más recatado; procuro poner en paz los que sé que están desavenidos; soy devoto de Nuestra Señora y confío siempre en la infinita Misericordia de Dios Nuestro Señor."
Miguel de CERVANTES. El ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha. Cap., XVI.
¿Encuentras en este pasaje que describe lo que era un hidalgo español en el Siglo XVI algún rasgo de "ímpetu militar"? Créeme, mi pundonor (honor, honra, punto de honra, delicadeza, susceptibilidad...) no está en juego aquí.
Iré desgranando en sucesivos mensajes lo que es la hidalguía, y habrá quienes no estén conformes, bueno,será su problema, el mío no, desde luego, y menos porque ese desarrollo está fundamentado y documentado bibliográficamente.
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