Revista FUERZA NUEVA, nº 577, 28-Ene-1978
Página del director
Mediocridad
(…) Hablé el otro día de las prisas, esa premura gubernamental que tan fatales resultados da. Esa precipitación alocada se nota, más que nada, en la elaboración de la Constitución. Quiere confeccionarse rápidamente. Ignoro la razón de tal agobio. Pero de ese atropello no puede salir nada bueno. Y no ha salido ya en su borrador, en el que todos coinciden calificar como subproducto del más bajo intelecto religioso, moral y político. Es, ni más ni menos, una constitución analfabeta, dirigida sin duda a los hotentotes o los jíbaros (…)
Duda Julián Marías, poco sospechoso de “ultraísmo” de que se haya “pensado” al redactar el abundoso y cargante articulado. Y asegura que el proyecto “no tiene enmienda”. Hay que rechazarlo de lleno, totalmente. Sin hacer caso de esos “expertos” que algunos partidos han llamado en su auxilio. “El texto es demasiado extenso y prolijo”, dice el profesor Sánchez Agesta. “Sobran los idealismos inocentes”, asegura el profesor García de Enterría…
Por lo que veo que tampoco los “expertos” dan con la clave, se andan por las ramas y no quieren reconocer la verdad. No hablemos de Ruiz-Giménez, que, como si fuera un ministro plenipotenciario de Ganímedes, de donde dicen que proceden los extraterrestres, ha dado el visto bueno a la “Pepona” o “Positrona”, o lo que quieran llamarle al texto en discusión, diciendo que “Esta Constitución es fundamentalmente buena”. Tal vez la ha comparado con el texto soviético y le parece así.
También Ricardo de la Cierva echa un cuarto a espadas por la Constitución, no porque le guste, sino por chinchar a Marías, contra el que arremete con fútiles argumentos. Y hay otras reacciones también agresivas contra el senador real y antifranquista (Julián Marías), en quien sospecho que ha causado más desazón la lectura del texto constitucional, porque, como buen liberal y utopista, creía que la democracia iba a ser la gran panacea de España. Lo demuestra en su artículo "Nación y nacionalidades: https://hemeroteca-paginas.lavanguardia.com/LVE08/HEM/1978/01/18/LVG19780118-007.pdf que tanto revuelo ha armado, cuando se cubre con reticencias y falacias sobre el anterior Régimen; porque le cuesta dar su brazo a torcer y reconocer que con esta “legión de neurópatas” y, sobre todo, hatajo de mediocres no puede salir nada, y menos una Constitución. (…)
Nos gobierna, pues, la mediocridad. Y eso explica que salga una Constitución como la que ha aterrado a Julián Marías y ha gustado tanto a Ruiz-Giménez. Porque está hecha por los que describía Menéndez Pelayo como “homicidas lentos de su propia conciencia y energías”, y Manuel Aznar calificó recientemente de “seres desmedrados”.
Pero como mediocridad y contumacia son hermanas, ya veremos como la Constitución, como otras barbaridades, saldrá adelante. Porque, sin duda, estamos viviendo la culminación de la axioma de Le Bon: “La edad moderna representa el triunfo de la mediocridad colectiva”. Vamos… democrática.
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