Perfectamente expresado, "la Iglesia siempre ha de guiar la política", conduciendo espiritualmente a los gobernantes. Y quizás fuera cierto, como dices, que fuera "un absurdo excomulgar a tal o cual príncipe por el hecho de no ser preferido a otro, o sujetar la posesión legítima de tal o cual territorio al pago de un canon", etc, etc... En eso, como tu dices, "quizás se equivocaron", pero de echo lo hicieron. En cualquier caso, la espada y la cruz han acostumbrado a trabajar casi siempre muy parejas. Y ya desde los tiempos de San Agustín, la Iglesia ha tenido siempre esta cuestión más que resuelta... Si existen dos espadas en la persona del Pontífice: "la espiritual y la temporal", una debe blandirla personalmente el Papa... y la otra debe blandirla por mediación del rey o del emperador. De forma tal que la espada espiritual siempre pueda y deba prevalecer sobre la temporal (es decir, la de la política terrena).
Y para mi, esa era una magnífica forma sutil y certera de 'hacer política'. Y es que, en aquella época, la sola amenaza de excomunión esgrimida contra la persona de un rey o de un emperador que osaran mostrarse 'díscolos a la guía espiritual de la Santa Madre Iglesia', ya era casi sinónimo de amenazar con arrancarle, de un solemne manotazo, el cetro o la corona que llevaran sobre su cabeza. Es a eso a lo que antes me refería... Y además, estoy convencido de que era bueno que así ocurriera. Es una pena que hoy ya no tengamos Papas como los de entonces y que resulte imposible llevar a cabo esa 'política', porque a nuestros gobernantes actuales la 'amenaza de excomunión' no les produzca otra cosa que una jocosa risita...
Imaginemos por un momento al Papa Francisco amenazando a Obama... ¡Ya me estoy imaginando las carcajadas que se echaría el interdicto!. Aunque lo que me es muy difícil de imaginar es que este hecho, ni siquiera llegara a producirse (tanto la risa, como la amenaza) por muy graves cosas que ocurrieran. De hecho, en mis más de cincuenta años de vida, la única amenaza seria de excomunión que emitió nuestra flamante Iglesia postconciliar, se lanzó contra el Caudillo y su gobierno, unos días antes de que se fuera a cumplir la sentencia de muerte contra un grupo de criminales vascos separatistas. En esa ocasión, sí que pareció mostrarse muy contundente nuestra muy hipócrita actual Iglesia.
Un saludo
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