Fuente: El Pensamiento Navarro, 10 de Marzo de 1971, página 9.



EL VETERANO

Por Dolores Baleztena


“Recordar es volver a vivir”, y esta acertada frase tiene especial veracidad en determinadas fechas del año, tales como aniversarios, santos, fiestas, etc. Una de ellas, es la que hoy celebramos: la fiesta de los Mártires de la Tradición, instituida por el Rey Carlos VII. En ella quiso honrar a quienes fueron sus bravos voluntarios y compañeros de armas, y cayeron en el campo del honor defendiendo la bandera de Dios, Patria, Fueros, Rey.

Recordando aquellos tiempos en los que nos reuníamos los carlistas el 10 de Marzo en la Misa de San Saturnino: margaritas, chiquillos, muchachos jóvenes, hombres maduros, no faltando nunca, entre aquella concurrencia, la noble figura del Veterano.

En su cara, surcada de arrugas, brillaban los ojos con destellos de juvenil entusiasmo, y su cuerpo encorvado pretendía presentar un plante de arrogancia. Sobre su zamarra lucía la medalla de Montejurra, y una boina roja desteñida cubría su venerable cabeza. Todos pasaban ante él estrechando su mano, con la fe con que se pasa ante la reliquia de un santo: estudiando virtudes, pidiendo gracias, recordando ejemplos…

El materialismo imperante del día dirá, escéptico, que aquello ya pasó; que corrientes modernas empujan al hombre a descubrir nuevos horizontes; y hablarán del nivel de vida, de estructuraciones, mercado común, de sociedad de consumos… y de muchas cosas más. Negar la necesidad de todo ello sería ponerse de espaldas a la realidad del momento. Pero suprimir radicalmente un pasado, y empezar de cero, será aceptable para quienes tienen a cero el pasado, la historia, las ideas y sentimientos religiosos y políticos.

La naturaleza que Dios creó para el sustento y recreo del hombre, y de la que le nombró rey, nos da continuamente un ejemplo sobre la renovación y desarrollo. Pero la tierra, aunque es siempre firme, brinda a las plantas, árboles y frutos un jugo especial para su cultivo, según el clima que le es necesario.

La naturaleza es sabia, y no se rebela nunca contra su Creador. Admite nuevas plantas, que son esquejes de las que antes sustentó. Recibe injertos, pero de otros árboles que en ella se enraizaron. Mas el ejemplo maravilloso de continuidad nos lo da el roble, símbolo de fortaleza.

Sus hojas, con diferencias de los demás árboles, no son arrebatadas por los vendavales del otoño, no; resisten a ellos sujetas a las ramas, aun después de muertas. Y sólo cuando la nueva savia las empuja, se desprenden de ella. Pero esa hoja, aun muerta, al caer a la tierra, allí se incrusta, y abona las raíces del árbol del que un día recibió la vida.

La tierra no empieza nunca a cero. Se desarrolla, se renueva en su propio ser. No le cae precisamente el apelativo de evolución. Esta palabra, respecto al hombre, está bastante desacreditada.

¿No dice Darwin que el hombre, por evolución, desciende del mono? Más de una vez estamos tentados a dar crédito a esta afirmación, al ver al ser racional recibir, de su presunto antecesor, el empeño de imitar y copiar. Copias en modas, maneras, lenguaje; copias en desvíos religiosos, dogmáticos, etc.

De todas estas modas, es la moda en el vestir de la mujer, la más inofensiva: maxis o minis no alteran la paz del mundo, aunque en el orden moral (si es que existe todavía) ya es otra cosa. Pero ese orden no saca a los grises a las calles, ni hace que los tanques rueden por ellas. No se puede decir lo mismo de la moda de las ideas, que empiezan por revoluciones y acaban en guerras sangrientas.

Aquel Veterano a quien veneramos el 10 de Marzo en la puerta de San Saturnino, no ha perdido actualidad. Bajo la tierra que piadosamente le cubre, sigue proyectando el brillo de las virtudes de la raza, y, como la hoja muerta del roble, sigue fecundizando la raíz del árbol.

Nos habla de Tradición, de esa tradición que no es un pasado vetusto, inmóvil, carcomido, que nos empeñamos en prolongar indefinidamente. No, la tradición es esencia de raza, savia de vida que extraemos del pasado para vivificar el porvenir. Eslabones de recia cadena, que alzamos en nuestras manos para aprender en ellos ejemplos que nos enseñan, esperanzas que nos alientan, métodos para aplicarlos a las necesidades de los tiempos. Aurora y crepúsculo de un día radiante; ayer y mañana de una vida fértil; pasado y futuro de un pueblo grande.

Eso fuiste tú, VETERANO, héroe anónimo que terminaste tus días en un asilo de caridad; “constante hasta la tenacidad, heroico hasta el martirio”. ¡Quiera Dios que tu savia siga fecundizando la tierra!