Ucrania no es Rusia, pero Ucrania sin Rusia es imposible
23 de mayo de 2014 Serguéi Mijéiev, para RBTH
Los vínculos entre los dos países son innegables, a pesar de la retórica antirrusa que ha impregnado la campaña a las elecciones presidenciales.
Los candidatos presidenciales de Ucrania, que han llegado hasta el final de la carrera electoral, compiten entre sí para ver quién demuestra más apego a la integración europea y a la hostilidad hacia Rusia. En gran medida esta manifestación ni siquiera está dirigida al electorado ucraniano sino a los observadores occidentales, apoyando la tesis de que “Ucrania no es Rusia”, pues desde hace mucho, por desgracia, los sentimientos antirrusos son sinónimo en Occidente de apego a la democracia. Aunque en teoría el cambio en este sentido es evidente, a la práctica se constata que en lo tocante a las actitudes críticas hacia Rusia Occidente está dispuesto a cerrar los ojos ante muchas cosas. Incluso al neonazismo.
Pero ahora no me refiero a este tema, sino al hecho de que esto, en cierta medida, no es más que un espectáculo para los observadores extranjeros. Lo cierto es que la mayoría aplastante de políticos ucranianos han estado o están relacionados de una u otra manera a Rusia. Y no quiero recurrir a esa frase tan manida de que todos “somos descendientes de la URSS” sino que me estoy refiriendo a algo que en gran medida determina su mentalidad.
E incluso tampoco al hecho de que sus biografías se cruzan muy a menudo con Rusia, pues tienen allí parientes, amigos y conocidos. De lo que aquí se habla es de una cuestión de intereses.
Tomemos el ejemplo de un candidato bien posicionado a ganar las elecciones. Uno de ellos es el oligarca ucraniano, Petro Poroshenko. Dicen que precisamente es esta candidatura la que apoyan con todas sus fuerzas los norteamericanos, en vistas a contar con su posterior lealtad. En respuesta a la confianza depositada en él, Poroshenko ha criticado activamente a Rusia durante su campaña electoral.
Sin embargo, ni en Rusia, ni en Ucrania, ni para nadie es un secreto que Poroshenko debe su condición de magnate de la confitería a sus negocios con el mercado ruso. Más de la mitad de la producción de la corporación Roshen -la base del negocio de Poroshenko- se vende en el mercado ruso. Además, posee negocios también directamente en Rusia. Por ejemplo, una de las mayores fábricas de su holding se encuentra en la ciudad rusa de Lípetsk. Una parte aún bastante significativa de su negocio está en los mercados de Bielorrusia y Kazajistán, que forman parte de una
Unión Aduanera con Rusia, y que planean ampliar su integración en un futuro a la Federación de Rusia. Y está todavía Kirguizistán, Tayikistán y Armenia, que son candidatas a acceder a esta asociación.
Además, Piotr Alekséievich tuvo y todavía conserva intereses de negocio en Crimea que, de una u otra manera, ahora se encuentra bajo jurisdicción de Moscú y es imposible ignorar este hecho.
¿Puede Poroshenko ignorar todas estas circunstancias? Es poco probable. Y es que Ucrania nunca fue tan democrática como ahora quiere hacer parecer a todo el mundo. Es poco probable también que ahora lo vaya a ser, puesto que, en realidad, en Kiev hay un excedente de oligarquía: un sistema de dirección tradicional para la
Ucrania postsoviética, cuando toda la política, en esencia, quedó reducida a la competencia entre grandes oligarcas por hacerse con las esferas de influencia.
Precisamente en contra de esto protestaron en voz tan alta los Maidán. Pero la opinión de los Maidán ahora no interesa a nadie, pues ha comenzado el proceso del nuevo reparto de los restos de la economía ucraniana y de sus recursos. El dinero y los intereses lo deciden todo.
La diferencia con respecto al periodo anterior consistirá en que después de Maidán Ucrania está inundada de armas, el precio de la vida humana ha caído drásticamente y ahora cada oligarca que se precie de serlo cuenta también con su ejército privado, convirtiéndose así en una suerte de comandantes de campo afganos. Este argumento permitirá defender más efectivamente los intereses durante la “reconfiguración” de la economía ucraniana.
Intereses en vez de principios
También tiene su particular idilio con Rusia la candidata presidencial que sigue más de cerca a Poroshenko, la ex primer ministra Yulia Timoshenko. Al parecer, la lucha entre estos dos candidatos será la principal intriga del 25 de mayo y de la segunda vuelta de las elecciones, si es que Poroshenko no consigue vencer en la primera vuelta.
En Ucrania existe la opinión de que Timoshenko, precisamente en relación con los contratos de gas y otros proyectos de negocios con Rusia, se convirtió hace tiempo en una de las personas más ricas de Ucrania y luego también en una figura política importante, que hace muchos años ya que aspira a la presidencia del país. En general, toda la élite ucraniana en mayor o menor medida ha crecido con el dinero ruso. Es cierto, no siempre ha sido así por voluntad de Rusia sino que coincidía con sus intereses, pero no tener en cuenta este hecho sería injusto.
Timoshenko hace mucho tiempo que se involucró en los más dispares esquemas de negocio ruso-ucranianos. Y, siendo primer ministra, como se sabe, estableció unas relaciones bastante constructivas con Vladímir Putin, aunque fue también una de las líderes de la “revolución naranja” de 2004, que también se llevó a cabo bajo las consignas de la integración con Europa. Y fue Timoshenko la que firmó con Putin ese contrato de gas que las actuales autoridades de Kiev califican de 'injusto' y por el que
se niegan a pagar.
Además, es de lo más característico de la política ucraniana el hecho de que Timoshenko fuera el principal icono de Maidán, a pesar de la firma de ese contrato 'injusto' con Rusia. Los protestantes exigían su liberación.
El actual primer ministro, Arseni Yatseniuk, era su hombre de confianza. Europa también se escandalizaba. Sin embargo, en cuanto Timoshenko fue puesta en libertad, empezó a estorbar a los nuevos vencedores y ahora la desplazan activamente de la gran política y le ofrecen ya el papel de pieza respetable en el virtual museo ucraniano de la “lucha por la libertad”.
En respuesta, Timoshenko amenaza con montar un nuevo Maidán, sin tener en cuenta que puede enterrar bajo él definitivamente el sistema estatal ucraniano y sin el que se resquebrajaría por los cuatro costados.
Y en este punto es importante comprender que éste es también el más importante principio de la política ucraniana: ningún principio, sólo intereses.
Sin embargo, volviendo a Rusia, cabe añadir que cualquier presidente ucraniano, por razones objetivas, no puede resolver de manera efectiva los problemas interiores ni exteriores de Ucrania sin establecer unas relaciones normales con Moscú.
Para esto hay una gran cantidad de motivos objetivos, más allá de la codicia y la falta de principios de los políticos ucranianos. Además, unas relaciones normales con Rusia es el estado natural para Ucrania, pues responde a sus intereses estratégicos. Por esta sencilla razón los políticos ucranianos no tienen ninguna posibilidad de despreciar las relaciones pasadas, presentes y futuras con Rusia, con independencia de lo que ahora digan a este respecto.
Serguéi Mijéiev, director del Centro de Coyuntura Política de Rusia.
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