LA CREACIÓN DEL IMPERIALISMO NORTEAMERICANO VISTO POR LEOPOLDO ZEA
“Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad”. – Simón Bolívar
LA CONQUISTA ANGLOSAJONA E HISPANA EN AMÉRICA
“El nuevo europeo, cansado de un modo con el cual se había encontrado y en cuya construcción no había tenido participación directa, se lanzaría a la búsqueda de tierras en las cuales empezar una nueva historia. Una historia que no fuese ya la historia que le habían heredado sus antepasados, y en la cual tenía y aun lugar rígidamente señalado. Esta nueva tierra, este nuevo mundo en donde empezar como si nada hubiese hecho, lo fue América (…) Un mundo planificado, uniforme, con leyes claras y distintas, como el orden racional. Un mundo en que la igualdad, que se había patente en la razón como algo común de todos los hombres, se hiciese, también en las relaciones humanas. La igualdad que era el punto de partida para otro tipo de desigualdad, basada, en esta ocasión, en la capacidad (propia) de cada individuo. Esto es, un mundo que ofreciese oportunidades a todos los hombres para hacer patente su destino natural, el destino de cada uno, sin más traba que su capacidad para lograrlo. Destino que, por esta razón, se haría patente en la capacidad o incapacidad para su acción creadora.
No todos los europeos, sin embargo, se habían dirigido a la América para desembarazarse de su tradición; algunos lo hicieron para prolongarla, para ampliarla, para hacer estas nuevas tierras una prolongación de su mundo: el mundo cristiano. Tal fue una de las principales preocupaciones de los conquistadores de origen ibero”
EL PURITANISMO NORTEAMERICANO
El europeo moderno, (anglosajón) al igual que el tradicionalista (portugués o español), verá a la América en función con un punto de vista religioso. El punto de vista religiosos que va a servir a este hombre anglosajón para justificarse moralmente sobre los indígenas, va a resultar el de una interpretación moderna del cristianismo: el calvinismo, que en América dará origen al puritanismo norteamericano. El calvinismo, (…) se trata de una nueva Iglesia, una nueva iglesia cristiana; que empieza por desconocer toda autoridad tradicional, toda autoridad que no tenga como base al individuo que somete a su raciocinio. (…) El punto de partida de esta nueva iglesia lo es, como todas las expresiones del modernismo, el individuo. (…) No acepta la existencia de un poder eclesiástico que pueda salvar al hombre; la salvación del alma tiene que ser por obra personal, individual, algo que cada hombre deberá alcanzar con sus propias fuerzas. (…)
¿Cuál es la misión del hombre en la tierra? Glorificar a Dios, establecer su reino en la tierra. De ahí la necesidad de plasmar al mundo de acuerdo con este reino. De allí, también la necesidad de doblegar a los que no aceptan la necesidad divina. (…) El mundo, lejos de ser un lugar de simple destierro, debe de ser el escenario de la acción divina a través de la acción humana. Por ello, el puro ascetismo, a la manera del cristianismo primitivo, no tiene cabida el calvinismo. El mundo, tanto como el hombre, es (para ellos) creación de Dios, expresión, por ende, de su gloria. (…) Es aquí donde se hace patente la vocación del hombre, donde se hace patente su capacidad o incapacidad para la misión que le ha sido señalada. En esta su capacidad para actuar sobre el mundo, el cristiano encontrara la respuesta a sus anhelos de salvación. Dominar la naturaleza, transformarla en obras, es glorificar a Dios. (…) El obrar deja de ser un medio y se trasforma en un fin divino. (…) No basta con tener lo necesario, es menester, además, acumular, capitalizar.
Ahora bien, este actuar, este acumular, que empieza por ser para la mayor gloria de Dios, acabara siéndolo para la mayor gloria de quien actúa y acumula, para su comunidad. (…) El hombre que empieza buscando a Dios termina confundiéndolo con sí mismo.
EL EXTERMINIO SISTEMATICO DEL INDIGENA NORTEAMERICANO POR “ACCIÓN DIVINA”.
Sin embargo, esta América no estaba tan exenta de compromisos como pretendía el hombre europeo, en ella se encontraban otros hombres. Hombres con sus relaciones y compromisos, con su propia historia. Pueblos con otras culturas, (…) como la de los aztecas e incas en México y en el Perú, o incipientes, primitivas, como la de los indígenas de las llanuras y bosques que poblaban en América del Norte. Pero, todos ellos, hombres.
El puritano se encuentra con ellos. El indígena reduce su trabajo al simple logro de lo que considera necesario, no sabe acumular, ni capitalizar. (…) Actitud que habrá de causar gran desagrado a los puritanos. Para estos hombres, el indígena se ha apartado de la misión que Dios ha encomendado a todos los hombres.
Los puritanos conquistadores y colonizadores de la América de Norte no aceptaran tener en común con los indígenas sino los orígenes: el pecado. Son sus semejantes en cuanto son hijos de Adán y herederos del primer pecado del hombre contra Dios. Pero son distintos en cuanto que los indígenas, como lo demuestran sus obras y su raquítica civilización, han permanecido en el pecado, se han afianzado a él. (…) El demonio (para los protestantes) se ha logrado establecer su imperio en América a través de estos hombres; los indígenas. El predicador de Boston, Cotton Mather, decía: ‘No sabemos cuándo ni cómo estos indios a ser habitantes del gran continente; pero podemos conjeturar que el demonio atrajo aquí a estos miserables salvajes con la esperanza de que el evangelio de Nuestro Señor Jesucristo no vendría nunca a destruir un imperio absoluto sobre ellos’.
(…)
No quiere decir esto que el colonizador puritano no haya intentado incorporar a los indígenas a su comunidad. (…) Lo intenta pero fracasa. Su concepción religiosa, más racional que emotiva, va a ser el principal obstáculo para esa incorporación. (…) Claro que la incorporación de los indígenas y sus bienes al orden puritano no garantizaba la salvación, - para los puritanos – del alma. Esta salvación solo se alcanza por la voluntad patente de la obra del hombre, frutos de carácter material y físico. Bien poco iban a poder lograr estos hombres indígenas, en una competencia para la cual estaban ya vencidos por sus colonizadores puritanos al iniciarse la misma. (…) Frente a los colonizadores, no quedaba otra alternativa que un sometimiento indefinido, (…) la incapacidad del indígena para comprender la difícil interpretación de la religión puritana; su incapacidad para adoptar de golpe una vida que le era contraria a su naturaleza será vista como signo de la baja humanidad del indígena. La vuelta, la huida a la vida natural, no era otra cosa que el triunfo del demonio sobre el indígena. Nada podía hacer el colonizador para salvarlo; su fracaso como miembro del nuevo orden era la mejor prueba que estaba apartado de Dios.
Los puritanos crearían una historia en la que ya no tenían cabida los indígenas. Estos hombres, si así podía llamárseles; nada habían hecho por realizar la trasformación que les imponían sus colonizadores.
Todo lo contrario, los indígenas no habían hecho sino obstaculizar la marcha de la nueva comunidad, oponerse a la gloria que para Dios implicaba la misma. El indígena no era sino un estorbo y un peligro para la extensión del puritanismo, la civilización o el progreso. (…) Pero no solo el indígena será la encarnación del mal, también lo serán sus expresiones culturales; y no solo estas, sino también sus expresiones físicas. (…) A diferencia de los colonizadores católicos en Iberoamérica, se prohibió en Norteamérica, el matrimonio con indígenas y se castigó la relación carnal con el mismo. (…) El puritanismo se impondrá, además, la misión de ensanchar sus dominios del bien arrancándoselos al mal. Por ello, arrancar las tierras americanas da las inhábiles y diabólicas manos de esos engendros del mal será visto como la tarea propia de los adelantados del bien. La ampliación de las fronteras, la colonización, en una permanente marcha hacia el Oeste, fue considerada por una misión por estos hombres.
De esa manera las ambiciones, los incontenibles anhelos de la expansión material del hombre moderno, encontraron una justificación religiosa. Todo lo que no coincidió con estos anhelos fue visto, de acuerdo con tal interpretación, como una expresión del mal. Punto de vista que el colonizador norteamericano irá extendiendo en otros campos de su expansión, Primero sobre los indígenas, después sobre los pueblos iberoamericanos, y actualmente sobre el resto del mundo en su lucha contra pueblos que le disputan su predominio.”
LEOPOLDO ZEA. “América en la Historia”. Ed. Revista de Occidente. Pág. 181 – 194.
(Imagen: Una imagen alegórica del "Destino Manifiesto" en la escena, una mujer angelical que lleva la luz de la civilización hacia el oeste junto a los colonizadores, tendiendo líneas telegráficas y líneas de ferrocarril mientras viaja. Los amerindios y animales salvajes huyen en la oscuridad del incivilizado Oeste.)
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Fuente:
https://es-la.facebook.com/nomasmentirasuruguay
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