Revista FUERZA NUEVA, nº 471, 17-Ene-1976
EDITORIAL
DEMOCRACIA A LA FUERZA
Somos, estamos seguros de ello, una inmensa mayoría de españoles los que contemplamos, más que con indignación con auténtico asombro, cómo se quiere amordazar la voluntad popular nacional en base a los dictados de una prensa capitalista que, en gran parte, parece estar sirviendo exclusivamente a los intereses de sus rectores económicos, marginándose totalmente del deseo expreso manifestado por las gentes de nuestra comunidad, que tiene su más concreta materialización, entre otras, en el peregrinaje multitudinario que cotidianamente presenciamos ante la tumba de Francisco Franco.
Bajo el eslogan de la democratización a toda costa, como suprema panacea ante los supuestos o reales males del país, los medios de comunicación social de nuestra Patria –salvo muy honrosas excepciones- se vuelcan en un afán no ya proselitista, sino de reiterativo intento de acallar conciencias, de manipular noticias, lavar cerebros, en un caminar casi inmisericorde, con el hombre medio, para que éste no pueda percibir donde está la verdad, retorciendo sus lealtades, sus fidelidades de siempre, aun también sus intereses, encerrándole en una cárcel de papel o en ondas sonoras o visuales que, en mordaza continua, no permitan salgan a la luz no ya sus auténticos y trascendentales intereses y valores como persona, como ciudadano, sino tampoco en cuanto número simple de la colectividad de la cual forma parte gregariamente.
Es un amordazamiento en toda regla, en donde se impide el paso de toda comunicación que no sea la manipulada por esa prensa o esa radio (que se llama democrática), con razonamientos a veces saduceos, a veces falsamente metafísicos y siempre interesados, en donde la verdadera imagen del español, de su quehacer ciudadano, queda desdibujada, amorfa, y aparentemente sin sentido en relación con la realidad pasada, con las virtudes mantenidas en el ayer y con la propia filosofía que fue dogma de fe tan sólo hace unos días.
Claro es que todo ello aparece bajo un falso signo de “recobrar la libertad”. Una nueva frontera empieza a nacer, en donde el hombre –se dice- recobra su auténtica faz de persona, pero que en realidad no es más que la trampa en la que éste cae, en una especulación sin control, en el total irrespeto a cuantos auténticos valores colectivos han aflorado, en tiempos recientemente idos, en la aparente exposición de un libre hacer, un dejar hacer, como parte de ese juego liberal y democrático que trata de demostrar anteriores aherrojamientos ciudadanos, hoy derrumbados bajo el soplo liberador de la apertura, la reconciliación y la traición a los juramentos hechos libremente.
Se trata de aprisionar, de no dejar ver, de conducir ciegamente al pueblo español, de espaldas a su destino histórico, a rumbos nefastos del pasado, a situaciones caóticas, disociativas y totalmente anárquicas, en contra de sus más íntimos y generales intereses, y en contra, también, de su propia idiosincrasia, de su ser natural y político.
Es, todo ello, dentro de esta trama carcelaria, tendida por los medios de comunicación, un proyecto sutil de enmascaramiento de los afectos, de las fidelidades; de convertir lo blanco en negro e intentar de este modo que no afloren a la luz pública, a la consideración comunitaria de las gentes, los errores de un antaño desfasado y cruento que desgarró en carne viva las entrañas de la Patria. Intentan, también, dar vida a una fórmula plena de maniqueísmos y conculcaciones básicas, a través de la cual domeñar al español, rendirle en carreras de apostasías y lanzarle, por la senda de los falsos profetas, en busca de futuros imposibles y de mañanas reales en donde el honor no se dé, la fe se pierda y la lealtad no figure, suplantado todo por un materialismo dialéctico y un consumismo socializante sin auténtico sentido de empresa en común. Todo ello –eso sí- en una tremenda y desoladora venta de España al mejor postor que convenga a las minorías plutocráticas y apátridas que tratan de gobernar, a través de triángulo y compás, el mundo de nuestros días.
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