Revista FUERZA NUEVA, nº 477, 28-Feb-1976
ANTIGUOS MIEMBROS DEL BUNQUER
HOY PRESENTAMOS UNA PROVINCIA
Hoy presentamos una provincia española sin decir cuál es (*), ya que lo que se pretende poner en evidencia es la actitud, hoy por desgracia tan reiterada, y no quienes la han adoptado.
Hubo en esa provincia un caballero de la Marina de guerra. Su apellido Bruquetas. Fue de los oficiales presos de los rojos cuyo fusilamiento masivo inició la marinería, hasta horrorizarse ella misma de aquella matanza.
Consultado el ciudadano Giral, nombrado ministro de Marina sin más mérito para ello que su condición de golfo, se vino en decidir que aquellos mártires fueran arrojados al agua atados espalda con espalda y con pesos metálicos atados a los pies.
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Esto que es tan fácil de contar ocurrió así, y fácil es imaginar el horror de los veraneantes de una conocida playa a la vuelta de cuyo cabo se consumó la “operación”, cuando, muchos días más tarde, aún veían arribar a la arena los cadáveres de las víctimas de aquella hazaña. Ahora hay quienes pretenden establecer que horrores de este tipo tuvieron lugar por igual en la zona roja y en la zona nacional. A los jóvenes nacidos ayer no les va a ser difícil creer en lo que se les diga. Nosotros, desde aquí, afirmamos rotundamente que en la zona nacional no se cometió ningún crimen que pueda compararse ni lejanamente a esta dantesca matanza. Esto está demostrado documentalmente, y quienes ahora, canallescamente, desarrollan campañas sibilinas de amaños y embustes, pretendiendo que “todos fuimos iguales” merecen calificativos que no vamos a usar por compostura…
Un hijo del caballero Bruquetas, llamado Manuel Bruquetas Braquehais, sin otro delito que el de haber colaborado en la venta de la prensa de Falange (¿se enteran los que ahora mancillan signos en el edificio «Arriba»?), fue sacado de su domicilio. Estudiante, de diecisiete años de edad, su cadáver fue hallado bajo una alcantarilla en la carretera del Puerto de la Cadena. Baleado. Hay allí una lápida y una cruz que lo recuerda, en donde manos desconocidas han borrado la edad de este caído, el primero entre los estudiantes de la región.
Años más tarde, la entusiasta iniciativa de la Guardia de Franco, Palma Roja de la Falange, organizó una marcha a pie y una ofrenda ante el lugar de sacrificio de Manuel Bruquetas, en el día del Estudiante Caído.
La iniciativa de Juan de Dios Moñino movió a las autoridades de toda la provincia. Era el tiempo del bunquer, era el tiempo de Franco. Año tras año, el acto acabó por tomar carácter masivo. La Falange, primero, la provincia entera, después, se volcaban sobre aquel lugar a honrar la memoria de todos los caídos, haciéndose también una ofrenda ante el lugar donde había sido asesinado Robles, el mártir carlista.
Se acomodó el lugar, edificando un altar y alzando un monumento. El yugo y las flechas, en piedra blanca, en la ladera, hacían del lugar eso que ahora se llama un bunquer con aire despectivo para la Falange, para Franco, para estos caídos bárbaramente arrojados vivos al agua o asesinados a los diecisiete años por vender «Arriba», periódico fundado por José Antonio, hoy sometido “a debate”.
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El 8 de febrero de 1976, por primera vez después de tantos años, “para no provocar”, el acto no se ha celebrado. Los antiguos miembros del bunquer se han inhibido democráticamente. No está el horno para bollos…
Yo fui muchos años a aquel acto. Yo nací allí y ello me empuja a exclamar: ¡Qué vergüenza! Manolo Bruquetas: la próxima vez pararé más tiempo que otras veces ante tu monumento. A rezar por ti. A desagraviarte. A gritar más alto que nunca, brazo en alto: ¡Caídos por Dios, España y la Revolución Nacionalsindicalista! ¡¡Presentes!!
José Sánchez Robles
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