Fuente: ¿Qué Pasa?, 24 de Abril de 1971, página 2.
Unión de pareceres en el carlismo
¡TODAVÍA DON JAVIER!
Por JOSE MARÍA CODÓN
I. CODÓN TIENE UNA PALABRA
El verano pasado, «Zortzitgarrentzale» me hacía el honor de escribir en esta misma revista: «Codón tiene la palabra».
Recientemente, el editorial de don Joaquín Pérez Madrigal, que tantas controversias suscita y hace suscitar, para bien de la claridad de las tesis o posturas, me invitaba a salir de mi silencio. He pasado casi ocho meses sin escribir nada, fuera de los trabajos de los diarios locales, para intensificar la labor profesional y cuidar de mis hijos, estudiantes, más y más.
Pero el artículo «Concurrencia de “padeceres” en el Carlismo», titulado «Pero, ¡todavía, Don Javier!», de A. Zurita de Cebrián, me ha impulsado a escribir unos párrafos. Ese trabajito me recuerda el que escribió –el título y la tesis están calcados–, a principios de 1969, don Evaristo Acevedo, que se preguntaba «¿Todavía los franceses?», refiriéndose a los Borbones de Parma. Yo le contesté a los dos días en «Pueblo» con otro: «¿Los Mountbatten aún?». Codón no tiene la palabra, sino sólo una palabra modesta en el concierto de los pareceres de nuestros correligionarios, pero consecuente, a través de los avatares y la táctica. Un ansia de fidelidad a la verdad, concorde con el lema suareciano «Viam veritatis elegi». (Cuidado con la concurrencia de pareceres, porque parecer en castellano es sentencia en latín).
Por eso la cultura del entonces Príncipe Regente pedía en su «Manifiesto de julio de 1936», al iniciarse el Alzamiento, «unión de pareceres». Y esta consigna movilizó 150.000 hombres y contribuyó decisivamente a ganar la guerra. Sólo por respeto al Príncipe de la Conspiración, que realizó labor imperecedera; que costeó de su peculio en San Juan de Luz, desde los telegramas para que se alzase el ejército de África a las primeras armas y camiones; que lanzó a los requetés a la calle, sobra todo el desafortunado artículo que comentamos. Su autor, A. Zurita, nos aclarará si está censado en el carlismo, porque su nombre «no nos suena», y conste que no comulgo con aquel refrán de los integristas: «No te creo, que eres neo».
II. «SE LLAMABA JAVIER Y ERA DE ESPAÑA»
Desconocemos la palabra «camufladamente» en castellano, y la «jurisprudencia carlista»; pero sí sabemos todos los títulos de Don Javier.
Se llamaba Javier y no nació en Francia, sino en los estados hispánicos de Italia. Su padre fue el último duque reinante en Parma y general del Ejército español, con el cual luchó mi tío abuelo Francisco. Don Javier es abuelo de Don Carlos Francisco Javier de Borbón y padre de Don Carlos Hugo. Don Javier es hijo y heredero de don Roberto I de Borbón Parma, último reinante en esta tierra española; nieto de Carlos III, duque de Parma; bisnieto de Carlos II, rey de Etruria y duque de Parma; tataranieto de Luis I, rey de Etruria; cuarto nieto de Fernando, duque de Parma; quinto nieto de Don Felipe, duque de Parma, y sexto nieto de Felipe V, rey de las Españas, y de doña Teresa de Austria, hija de Felipe IV, y así hasta los Reyes Católicos, Fernando III el Santo, el Cid, etc. ¿Tiene legitimidad de origen para ser Abanderado de la Tradición? Sí. Para los detalles de la legitimidad de ejercicio véanse «programas» dinásticos y sus manifiestos todos.
Pero hete aquí que, reconociendo a Don Javier la calidad de Príncipe Regente, el señor Zurita –que en castellano tiene el consuetudinario nombre de «Blanca Paloma», derivado del vasco– dice que Don Javier es francés por convicciones y por arraigo.
III. ACTIVIDAD HISPANISTA DE DON JAVIER
Don Javier ha sido el príncipe regente o no regente más activo de los que ha tenido el tradicionalismo, sin mengua de los otros. Ni ha estado separado del tradicionalismo español, ni está comprometido con la causa francesa, ni se ha producido jamás con abulia: El que haya servido a la diplomacia vaticana le acredita como seguidor del eterno lema «España por el Papa», y eso no es un desdoro, ¡señor Zurita!. Si usted reconoce que Alfonso Carlos es el último monarca directo de la dinastía legítima, encabezada por Don Carlos V; si está de acuerdo con las varias ocasiones en que Franco le llama «gran español y espejo de caballeros», «monarca de los tradicionalistas», «Augusto abanderado de los requetés», deje a los carlistas que sigan pensando lo mismo y no se sienta pisado en el callo de ninguna sorpresa, y respete la voluntad testamentaria de Don Alfonso Carlos.
Capeto y servidor de la Casa de Francia, y no de la nación gala, es todo Borbón, y más los primogénitos. Y de ello se gloriaba Carlos VII, de modo que esta tilde es un timbre de gloria. Y el «haberse opuesto a los nazis» es otro acierto, que le acredita como político prudente, como leal a la civilización occidental, como lo fue también Don Jaime III, pese a los que, como nosotros en nuestro tiempo, eran en el suyo germanófilos, como Mella.
IV. EL PARECER DE MELLA
Y no le negará usted autoridad a Mella, el «gran cantor de las divinas enseñanzas de la Iglesia», según Pío XII. Recuerde: En el «Heraldo de Madrid» de 28 de junio de 1909 dejó imperecederamente escrito: «Si llegase a extinguirse la rama de Carlos V, la rama heredera es la de Borbón Parma, infantes natos de España, que se ha mantenido fiel a la dinastía proscrita, reconociendo su Jefatura y proclamando su Derecho».
La legitimidad de la Casa de Borbón Parma lleva doscientos años de historia corta y casi ochocientos de historia larga.
Reconózcase que la única Casa reinante que no expulsó a los jesuitas fue la de Parma. Recuerde que la primera Doña Margarita de Parma está enterrada en Burgos; recuérdense los diálogos absolutistas de Luis XIV con el duque de Parma y la admisión en sus estados parmesanos a la Compañía de Jesús, que siempre fue confesora de los Reyes Católicos y carlistas, acogida por la Rama de Carlos V y por la dinastía de Parma.
Dos preguntas:
1.ª ¿Qué tiene usted contra la Dinastía Abanderada de los Tradicionalistas?
2.ª ¿Con qué otro abanderado está usted?
Perdone, porque no tengo derecho a tantas preguntas y molestias; pero existe el derecho de réplica en la Ley de Prensa. Y por eso, sin acrimonias, el «corrigere» y el «corrapere»; como creo que es un hombre de buena fe, le invito a seguir dialogando en todos los demás aspectos y puntos que desee. Y para juzgar el libro de Jaime del Burgo sobre el punto de la Regencia de Don Javier, léale completo.
Si usted reconoce, con la Historia y el Derecho, la agencia de la Ley Semisálica en 1937 y 1945, ¿cómo se pregunta en 1971 con asombro: «Pero, ¿todavía Don Javier?»?.
Sí, señor. ¡Todavía Don Javier!
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