Fuente: ¿Qué Pasa?, 19 de Junio de 1971, página 4.
Dúplica carlista a unas “incisiones” anónimas sobre Don Javier
Por JOSÉ MARÍA CODÓN
I. LOS SEUDÓNIMOS Y ANÓNIMOS NO SON CLAROS NI EFICACES.
«A. Zurita de Cebrián» no ha contestado a ninguna de las dos preguntas en que, con naturalidad de diálogo, se le demandaba en mi anterior artículo: 1.ª ¿Qué tenía contra la dinastía abanderada de la Tradición?, y 2.ª ¿Con qué otro abanderado está usted? Ni ha desvelado ese disfraz ingenuo que es un seudónimo. Y en tales circunstancias, una persona que escribe, parapetada en un seudónimo, no se puede arrogar la investidura del Carlismo, ni menos hablar en nombre de la colectividad carlista, ni llevar la voz ni siquiera de sí mismo, porque no ofrece a la libre curiosidad del lector lo que es elemental: su verdadero nombre y apellidos. «Zurita», Blanca (paloma) en Castilla, quebranta, pues, las reglas del diálogo. Quiere que sea una discusión entre sordos, ciegos y mancos. Carlismo y disfraz, identificación noble y seudónimo poco valiente, son incompatibles. Le rogamos y reiteramos descubra, pues, su personalidad verdadera, si quiere, claro está.
II. «ZURITA» CONFIESA QUE DON JAVIER ES LEGÍTIMO DE ORIGEN. NO RECONOCE QUE NACIÓ EN LA ITALIA HISPANA.
Tímidamente, aunque ya aceptando que, por la sangre, Don Javier es legítimo de origen, en una Comunión Legítima, vuelve a decir el señor Zurita, de pasada, que es un Príncipe francés. Y ello comporta contumacia.
Se lo contaremos de otro modo: Don Javier no nació en Francia, sino en la Italia hispánica. Su padre fue don Roberto de Borbón-Parma, Duque del estado español de Parma y general celtibérico, que combatió nada menos que en Lácar. Todos los Monarcas Tradicionalistas, como les denomina la legislación española vigente, le reconocieron y mandó en la Patria como tal. La otra rama dinástica y la España liberal u oficial también le reputaron, sin discusión, Infante de España, por Real Decreto de 19 de mayo de 1854. ¡Léalo, «Zurita»!
Al hermano de don Javier, Don Elías (y con él a su hermana la Emperatriz Zita y a toda la Casa de Borbón-Parma a la que pertenecen), se le reconoció la calidad de español por Real Decreto de 18 de agosto de 1920, firmado por Alfonso XIII y Eduardo Dato. ¡Consúltelo, «Zurita»!
Por eso, los Tribunales franceses, concretamente la Audiencia de Orleáns y el Tribunal Supremo del país vecino, confirmaron en sentencias firmes, la última de 13 de abril de 1932, «QUE DON JAVIER DE BORBÓN NO ES FRANCÉS», y comentándolas, el famoso genealogista Hervé de Petineau, afirma tajantemente que Don Javier es un Príncipe español. (Documéntese, «Zurita», y contésteme con pruebas). Pero «Zurita» se cree más autorizado que el más alto Tribunal francés para adjudicar la nacionalidad francesa.
Finalmente, en las horas decisivas de julio de 1936, que usted, como hombre que creo de buena fe, reconoce palmariamente, Don Javier se sublevó por España. No «transmitió la orden de Don Alfonso Carlos», como usted indica, sino que firmó personalmente el Pacto con Mola y Fal Conde para la «salvación de la Patria». ¿Y qué cree usted, que el 18 de julio la patria que se trata de salvar era Francia? A la hora de la verdad Don Javier se conceptuó y se llamó español. ¿Por qué un supuesto carlista se atreve a negar esto, que es la evidencia?
III. LEGITIMIDAD DE EJERCICIO. EL QUE AFIRMA APRUEBA.
En un príncipe legítimo de origen se presume la legitimidad, salvo prueba en contrario, muy exigente, y no de un hecho aislado, sino de una conducta. Lea bien a Mella, señor «Zurita», y a Fabio, y a todos los legitimistas que van desde Juan García de Castrojeriz al Padre Mariana, y desde Saavedra a Vildósola, Aparisi, Leandro Herrero, Pradera y Esteban Bilbao, y lo aprenderá.
Usted, que afirma la ilegitimidad de Don Javier, ¡justifíquela! No mezcle, metiendo la cabeza debajo del ala, el tema que discutimos, «¡Todavía Don Javier!», que ahora desvirtúa usted entremezclando a don Carlos Hugo, a Santiago Carrillo y al Montejurra de este año. La congruencia obliga a situar la discusión en el punto concreto en que se comenzó.
Don Javier, «el Príncipe de más altura intelectual de Europa», como se le denomina en los medios culturales del Continente viejo, es un arquetipo de legitimidad, cordura y delicadeza. Es como un hidalgo de Castilla, quizá siempre algo «Quijote», que no en vano desciende del Quijote de carne y hueso: el Cid.
Y ahora contestemos a sus cuatro párrafos numerados, gratuitos en verdad.
1.º Don Javier nunca renunció a la Regencia, entre otras cosas porque era irrenunciable, ya que tenía por objeto proveer la designación del sucesor, como advirtió previsoramente don Alfonso Carlos. (Le ruego que publique el documento de renuncia o retire su argumento).
2.º GUERRA ESPAÑOLA: Se consagró a ayudar a ganarla.
UNIFICACIÓN: Lejos de oponerse, patrióticamente la aceptó, concibiéndola como unidad y no como absorción.
GUERRA MUNDIAL: Como a Príncipe católico y tradicionalista se persigue a Don Javier por el paganismo nazi. Lucha en la resistencia antitotalitaria y es maltratado hasta lo inverosímil en un campo de concentración. Ha hecho honor a su sangre de Príncipe de una Casa como la de Borbón (o de Francia). Lo mismo que su tío Jaime III, y sosteniendo con su vida la tesis de Carlos VII, príncipes de la Casa de Borbón o Francia igualmente.
3.º Reconoce «Zurita» que en 1952, repuesto de sus postraciones físicas, Don Javier aceptó la «continuidad política de Alfonso Carlos» en el Congreso Eucarístico de Barcelona. A confesión de parte, relevación de prueba. Y es regocijante que impute a Don Javier que, al concluir la guerra mundial, preguntó por su pariente Don Juan. ¿Es que el sectarismo antidinástico puede llevar a pensar que la legitimidad de un príncipe se empaña si pregunta por la familia o por un colega? ¡Qué graves «razones» contra la legitimidad de ejercicio! Una frase curiosa o cortés, si es cierta.
4.º EL REFERÉNDUM: Otro tropiezo del polemista. El telegrama a Franco es uno de los mayores aciertos de Don Javier.
«No margina totalmente la legitimidad» la orden de votar el «Referéndum». Al contrario. Toda legitimidad está al servicio del LEGÍTIMO MOVIMIENTO NACIONAL DEL 18 DE JULIO y de la culminación de su proceso: la Monarquía Tradicional, Social y Representativa.
En un salto mortal de la lógica, reconoce «Zurita» que el 3 de octubre de 1936 juró Don Javier ante el cadáver de Alfonso Carlos I las Leyes Fundamentales del Tradicionalismo, y después dice, en otro punto del artículo, «que no juró», y luego, ¿que es perjuro?
Dejando de momento al príncipe Don Carlos Hugo, que no es el tema de la discusión del «¿Todavía Don Javier?», le rogamos rectifique o pruebe su fantástica y temeraria afirmación de que Don Javier tiene una actuación «consciente, procaz y perturbadora, hasta pervertir en sus documentos la verdadera doctrina tradicionalista».
IV. MANIFIESTOS «MARXISTAS» DE DON JAVIER.
Cite, señor «Zurita», un solo documento en que las líneas generales o los puntos concretos de la doctrina carlista se hayan quebrantado por el anciano descendiente de Felipe V y del Cid.
Los que se meten con él –con gran falta de caridad– nunca copian ni uno solo de sus manifiestos, no ya completo como debe ser, sino ni un solo párrafo. A usted le molesta la constructiva y patriótica declaración de [3 de octubre] de 1966, con ocasión del «Referéndum Nacional», pero la voy a transcribir para orientar a los lectores, que como piensan por su cuenta propia, no le hacen a usted ni caso, como me han escrito en varias cartas.
«La Monarquía Tradicional no necesita de partidos políticos para subsistir. En lo que afecta a la función del Rey, se ha perdido mucho la noción correcta. Entre los extremos de la concepción absolutista y de la concepción puramente decorativa, está la Monarquía Justa. Esto es la garantía del poder real, porque le compete defender al pueblo contra los posibles excesos del Estado… En estos momentos de inquietudes religiosas que agitan al mundo, la actitud aconsejable está en las palabras de Carlos VII: “NO DARÉ UN PASO MÁS ADELANTE NI UN PASO MÁS ATRÁS QUE LA IGLESIA CATÓLICA”. Con un alto espíritu de Comunión Nacional, pido a Dios que ilumine a todos y bendiga a España». Como ve usted, es «doctrina marxista». Le puede disculpar el apasionamiento, pero… Hay que rendir culto a la verdad, ante todo, y dejar las «fobias» y las «filias».
La última Declaración de Don Javier es la de Valcarlos, de 6 de diciembre de 1970.
Esta bien depurada doctrina no debe escandalizar, con una manifestación aislada que no es simpática, pero que comienza el texto señalando que la crisis de la Sociedad y de los pueblos se debe «a la ausencia de espíritu cristiano», impidiendo que el paso irremediable de una sociedad estamental y [mono]lítica a una sociedad pluralista y de libertad «se haga por vía cristiana y no marxista». Termina diciendo: «Doy gracias a Dios por su ayuda en tantas dificultades y peligros, y espero con seguridad y confianza el porvenir de la Causa que siempre serví, que es la de la noble nación española».
Son páginas que destilan la miel literaria y política de los reyes clásico del Carlismo. Y, sin embargo, usted los desconoce, los oculta o niega. ¡Revele qué otro documento ha firmado Don Javier en contra de estas ideas! Esperamos impacientes.
Y si no le aporta, diga como los viejos litigantes: «AGNOSCO ME IN VERITATE», y rectifique, porque en conciencia usted no quiere calumniar conscientemente; hay obligación de reparar el daño que se hace con la pluma a la personalidad, a la obra o al honor de un tercero, aunque no sea Príncipe de sangre.
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