Fuente: ¿Qué Pasa?, 22 de Mayo de 1971, página 6.



De antes y después del “Montejurra 1971”

Réplica carlista a unas precisiones genealógicas

Por A. ZURITA DE CEBRIÁN


Por lo visto, a pesar de que tanto se conjuga la manoseada palabra «diálogo», don José María Codón no ha cultivado ni el más somero aprendizaje. En ¿QUÉ PASA? planteábamos la cuestión –totalmente expedita y clarificada– de la absoluta ilegitimidad de ejercicio en que ha caído don Javier, nombrado por el Rey don Alfonso Carlos I Regente de la dinastía legítima, herencia sagrada y juramento a los que don Javier ha faltado públicamente.

Nosotros, en nuestro artículo anterior, no poníamos en entredicho la actuación de don Javier de Borbón-Parma hasta consumarse el Alzamiento Nacional, al que contribuyó con armas, y sobre todo, con la transmisión de la orden de don Alfonso Carlos I de sumarse a la Cruzada. Hasta aquí todo correcto. El señor Codón –especialista para dialogar entre sordos, por lo visto– no se entera de este preámbulo, indiscutido e indiscutible, que sentábamos en nuestro escrito. De manera que venirnos aquí a rememorar genealogías, títulos personales, opiniones de Vázquez de Mella glosando posibilidades dinásticas, recordando raíces hispánicas de los Borbón-Parma, e, incluso, su limpieza histórica en no aceptar la dinastía usurpadora y liberal, todo esto sirve para hacer una buena parrafada en un discurso de velada ochocentista.

Nos sorprende que el señor Codón haya olvidado la doctrina carlista sobre la legitimidad. Mella decía que «si falta la legitimidad de ejercicio puede suceder que cuando esta ilegitimidad sea pertinaz y constante desaparezca hasta la legitimidad de origen». Y el inolvidable «Fabio» escribía: «Necesaria es la legitimidad de adquisición o de origen. NO ES MENOS NECESARIA LA LEGITIMIDAD DE EJERCICIO; EN CIERTO MODO ÉSTA ES MÁS NECESARIA». Decía más: «LA LEGITIMIDAD DE ORIGEN PUEDE ANULARSE POR LA ILEGITIMIDAD DE EJERCICIO». Tal es el caso de don Javier de Borbón-Parma y su hijo don Hugo-Carlos de Borbón. ¿Razones? Recordemos algunas:

1. En 2 de octubre de 1957 el Jefe del Estado español, en unas declaraciones a la agencia Efe, afirmaba textualmente: «Con este fin me visitaron el Consejo Nacional de la Falange y la Junta de Comisarios Carlista para ofrecerse, con toda lealtad y entusiasmo, a la unificación que el interés de la Patria, el estado de la guerra y el pueblo en general venían demandando. A ESTE ACTO MOSTRÓ SU ADHESIÓN ESPONTÁNEA, EN CARTA QUE ENTONCES ME DIRIGIÓ, EL PRÍNCIPE DON JAVIER DE BORBÓN, ALBACEA Y DEPOSITARIO DE LA VOLUNTAD DEL ÚLTIMO DE LOS MONARCAS CARLISTAS, CONSIDERANDO CON ELLA TERMINADA SU MISIÓN». Jamás don Javier ha podido desmentir esta renuncia suya que nadie le pidió, y que, con plena responsabilidad, por la misma dimitía a partir de aquel momento de su Regencia. Luego, cuanto ha actuado con posterioridad, ocultando este hecho a los Tercios de Requetés y demás servicios en guerra, y a toda la Comunión Tradicionalista, lo ha hecho a cuenta propia y particularmente. Pues como Regente y depositario de la legitimidad de don Alfonso Carlos, él mismo se dispensó en esta carta de que hace mención el Jefe del Estado y Generalísimo Franco.

2. Consecuente con esta renuncia al regio encargo de don Alfonso Carlos, don Javier, al llegar la segunda guerra mundial, con su actuación y en sus publicaciones, no hace ya ni la mínima referencia a sus antiguos compromisos con la Comunión Tradicionalista, y juega fuerte en favor de los aliados como un francés más y pretendiente y representante de la Casa Real de Francia.

3. Es verdad que en 1952 particularmente aceptó, en Barcelona, la continuidad política de don Alfonso Carlos. Pero no aceptó oficialmente ni prestó el juramento que en este caso concreto era obligado. Todavía hay en España muchos carlistas que habían visitado a don Javier de Borbón-Parma en Francia, y al saludarle y aclamarle como Rey, don Javier contestaba: «Bueno, yo soy el Rey para vosotros, para los carlistas». Uno de los primeros carlistas que le saludó al salir del campo de concentración, al concluir la segunda guerra mundial, quedó estupefacto cuando don Javier le preguntaba muy interesado en todos los órdenes qué opinión tenían los carlistas de su familiar don Juan de Borbón y Batemberg… Sólo ante la extrañeza de su interlocutor, don Javier cambió el tema.

4. Cuando España fue convocada al Referéndum para aprobar o rechazar la ley Orgánica, en virtud de esta inercia con que continuaba de alguna manera su situación dentro de la Comunión Tradicionalista que le acataba, también espontáneamente y por propia voluntad, a pesar de cargarse con ello la unidad católica, don Javier de Borbón-Parma transmitió al Jefe del Estado español el siguiente telegrama: «Ruego haga público siguiente telegrama de felicitación al Generalísimo Franco.– Ley Orgánica un gran avance hacia soluciones legales para garantía de la paz, creando estructuras jurídicas Monarquía Tradicional. Como representante dinastía esos principios, expreso públicamente a Su Excelencia mi felicitación. Reitero participación Comunión Tradicionalista para proceso político de apertura popular en conformidad con mi declaración de [3] de octubre». Era un secreto a voces, predicha y configurada con mucha antelación, la solución personal en que cuajaría la sucesión de Franco. A pesar de todo, don Javier de Borbón-Parma mandó votar afirmativamente en el Referéndum Nacional en forma incondicional.

Sin buscar tres pies al gato, jurídicamente estos apartados marginan totalmente la legitimidad, RENUNCIADA VOLUNTARIAMENTE, Y PRÁCTICAMENTE DESVIADA HACIA LA SOLUCIÓN QUE OFICIALMENTE HA SIDO DADA PARA EL FUTURO DE LA MONARQUÍA ESPAÑOLA.

Como si esto fuera grano de anís, hay que añadir algo mucho peor e imperdonable en la actuación de don Javier de Borbón-Parma y de su hijo don Carlos-Hugo.

Don Javier, en 3 de octubre de 1936, había jurado ante el cadáver del Rey don Alfonso Carlos: «Al tomar la Bandera que el augusto finado ha puesto en mis manos, me dirijo a todos recordando que la Comunión Tradicionalista es católica antes que nada, patriótica en la unidad intangible de las variedades regionales, y esencialmente monárquica a través del curso fecundo de una historia milenaria y auténticamente española… Vuestros gritos: Dios, Patria y Rey, han unido a todas las fuerzas saludables en colaboración con el Ejército, unión que, por la fe y el valor de los Requetés, tendrá ya bastante garantía de no romperse jamás, restaurando, por la amistad inquebrantable de los combatientes, la armonía más fuerte de la vida, que es base de la justicia, y sagrada utilidad del Ejército, y cimiento de la verdadera vida de las naciones».

Sabiendo muy bien lo que nos decimos, afirmamos que la actuación de Don Javier de Borbón-Parma y la de su hijo Don Hugo-Carlos, presenta caracteres de perjurio, con su actuación, consciente, cada día más procaz y perturbadora, hasta pervertir en sus documentos la verdadera doctrina tradicionalista. ¿Pruebas? Que lo pregunte Don Javier a Santiago Carrillo, Secretario del Partido Comunista de España, que en sus libros, y en documentos oficiales de dicho Partido Comunista, y en sus publicaciones de estos mismos días, reiteradamente se felicitan de la contribución y colaboración que reciben de los llamados carlistas que siguen las consignas oficiales del javierismo.

Basta leer la declaración de Hugo-Carlos en la revista «Familia Nueva», contra la confesionalidad del Estado, en contradicción con la doctrina perenne de la Iglesia, del Concilio Vaticano II, del Ideario Carlista, y del juramento de Don Javier en el citado día 3 de octubre de 1936.

Don Javier JURÓ colaborar con el Ejército y los otros combatientes de nuestra Cruzada. A estas horas, el Ejército sabe muy bien que no puede contar con esos grupos activistas y terroristas de los GAC que se camuflan con boina roja. Y los otros combatientes de la Cruzada, guardando cuantas diferencias se quieran con la actual línea y orientaciones concretas de la política española, jamás se sentirán unidos con las afirmaciones repetidas, subversivas, de la revista «Montejurra», que nada tiene que envidiar en muchas de sus páginas y en sus caricaturas a la nefasta prensa anticlerical y procazmente liberal de hace cuarenta años. Y la revista «Montejurra» es un eco fidedigno de lo que piensan Don Javier y Don Hugo-Carlos, pues algunos de sus escritos son redactados por este último. Añadamos lo sucedido una vez más en el acto político del Montejurra de este año, celebrado el pasado 2 de mayo. El ambiente marxista que allí se respiraba no puede disimularse. Aquello, más que un acto religioso y carlista, no era nada más que una ambientación izquierdista, inaudita en la historia de la Comunión. Y lo que se dijo y respiraba en el acto de Montejurra, responde al pensamiento de Don Javier y de Hugo-Carlos, que no en balde se hicieron allí representar por las princesas Doña Teresa y Doña María de las Nieves.

Muy claramente hemos de decir que en este berenjenal no tienen razón el diario «N-D» ni don Emilio Romero, que se rasgan las vestiduras de estos escándalos que sufre el carlismo, dimanantes de sus propios jefes. No tienen razón porque Emilio Romero y «N-D», y determinada prensa también, están inmersos en este maremágnum de desviaciones de los ideales de la Cruzada. Y tampoco tiene razón «El Pensamiento Navarro» cuando protesta de estos hechos y desviaciones de Montejurra, y nos habla «de los carlistas tradicionalistas que son fieles a la dinastía legítima». Para estos carlistas de Montejurra, y para el común de las gentes, la dinastía legítima viene representada por Don Javier y Don Hugo-Carlos de Borbón; y son precisamente Don Javier y Don Hugo-Carlos los mentores de la ideología marxistizante y subversiva de la revista «Montejurra»; de los contactos con la ETA, también presente en Montejurra; de las alianzas inconfesables; y de cuanto vergonzoso se dijo y se produjo en Montejurra. La prueba es que el actual «El Pensamiento Navarro», que, con su actual director, sigue una línea doctrinal ortodoxa, está excomulgado de la Comunión Tradicionalista, de los propios Don Javier y Don Hugo-Carlos, así como los cargos supremos de la Comunión no se recatan de combatir a «El Pensamiento Navarro», a pesar de que nunca este diario había mantenido como actualmente una línea coherente y perfectamente ortodoxa de la doctrina carlista.

El carlismo sólo tiene un problema: declarar oficialmente la heterodoxia carlista y la ilegitimidad de ejercicio de Don Javier de Borbón-Parma y de su hijo mayor. Sólo así, consciente de que carece de dinastía, el carlismo puede ser el carlismo y se puede salvar el tesoro inmenso de su doctrina política. De otra manera, enormes energías se malgastarán al servicio del marxismo con la boina roja. Porque, por encima de las personas y los árboles genealógicos, está el ideario. Este ideario que ahora sacrifican al servicio de ellos sabrán qué sinarquías, estos personajes extraños al carlismo de Carlos VII, de Don Jaime y de Don Alfonso Carlos I.

Si don José María Codón quiere ilustrarnos de árboles genealógicos, que adquiera un museo y en él se extasíe. Pero el carlismo debe conocerse por la sintonía de sus mantenedores con los principios de su trilema sagrado, con todas las consecuencias. Para lo que los árboles genealógicos, al faltar esta sintonía, no pintan nada.