Ya que la conversación ha llegado a este punto, nada fácil de llegar desde otros hilos mucho más triviales, me gustaría incidir en aspectos anteriores.
Dice Santo Tomás sobre la ley
"una ordenación de la razón para el bien común, hecha por quien tiene a su cargo el cuidado de la comunidad y promulgada solemnemente".
(Summa theologica, 1a, 2ae, cuestión 90, 4.)
Apelemos al sentido común.
De esta definición de Santo Tomás se deduce que ha de haber dos sujetos en la definición de ley: uno “quien tiene a su cargo el cuidado la comunidad” y otro, una comunidad que obedece aun superior.
¿Quien no ve ahí la figura de un rey o bien de un senado o un cuerpo aristocrático de una república?
Lo que no puede ser de ningún modo es que el pueblo ocupe ese puesto superior: ¿cómo “el pueblo” podría a tener a su cargo “el cuidado del pueblo”? Eso es un absurdo que anula la definición de ley de santo Tomás.
Si “el pueblo” hubiera estado a cargo “del pueblo” (¿?) en la mente de Santo Tomás es obvio que no habría dado la definición que dio.
Entrar en cosas tan obvias es ridículo.
Claro que Santo Tomás no dice que haya de ser un monarca el que tenga a cargo al pueblo; pues podría ser como digo una aristocracia, como en las repúblicas de la Italia medieval.
Lo que queda claro es que jamás podría entrar en esa definición, (jerárquica por principio), el propio pueblo como superior.
Respecto a que esa definición de ley obligara al monarca a “asumir pactos anteriores emanados del pueblo” en las leyes que el monarca dictara, estaríamos ante otra cuestión: NO la del ORIGEN DE LA LEY humana, SINO la del ORIGEN DEL PODER de los reyes, que es algo muy distinto.
El tema del origen del poder de los reyes nos llevaría a otro tipo de debate. Ahí sí que podrían entrar teorías pactistas del origen del poder (teorías, repito) frente a otras teorías del poder absoluto de los reyes.
El tema históricamente dio mucho juego en escuelas, literatura política y parlamentos ya desde la Edad media, pasando por el renacimiento y el antiguo régimen.
Pero son dos problemas distintos: el origen del poder nos llevaría al control de los actos del rey y a su responsabilidad externa; pero el origen de la ley del que aquí tratamos es solo el de la justicia y bien común de esa ley.
Si una ley es justa y va dirigida al bien común no hay impedimentos en el orden estrictamente legal y del derecho natural y divino.
Es decir estamos hablando de la ley justa emanada de un superior(origen de la ley), no de los controles externos de ese superior (origen del poder).
Sin contar con que el tema tiene modernamente una carga ideológica brutal en un sentido y otro y no ocurría así en tiempo de Santo Tomás.
Subliminalmente toda persona moderna tiende a desconfiar de los reyes o poderes llamados absolutos y a buscar garantías frente a ellos, incluso sin entrar a ver la justicia intrínseca de esa ley.
Siempre tendemos a creer que lo controlado por más poderes es lo correcto, cuando podría ser perfectamente lo contrario. Y por eso creemos que la ley pactada por más poderes es la más justa, cuando podría ser lo contrario.
El prejuicio viene del desconfiado enfoque moderno hacia el poder superior sin control.
En la Baja Edad media el monarca era el más poderoso (al menos en teoría). El monarca regía y gobernaba como superior. Eso implicaba dar justicia en su reino. Dar justicia implicaba legislar y también juzgar, ambas eran entonces dos caras de un mismo poder. (Tal como la medicina era tanto curar en concreto como investigar remedios medicinales)
Y por lo mismo que al rey se le exigía el mayor conocimiento juzgando también se le exigía el mayor conocimiento legislando.
Pero aquí había un conflicto: el rey, tenía autoridad sí, pero no solía ser tan sabio para saber leyes y derechos justos.
El problema se resolvía rodeándose el rey de juristas expertos cuyas “sabias” decisiones el rey refrendaba con su autoridad.
Porque entonces a la ley se la exigía (Santo Tomás) ser JUSTA. Y obtener la justicia, mediante la ley, era entonces una ciencia a cargo de los sabios en derecho.
Esto debe quedar muy claro. La justicia no era entonces pactar ni agradar a partes interesadas, como hoy se entiende, sino buscar la ley mas justa en sí misma: No era justo ni sabio el que sabía contentar a las partes en conflicto, como hoy sucede. Aunque si se agradaba (lícitamente), mejor que mejor.
Esto no siempre era posible pues había situaciones de hecho en que la nobleza había consolidado poder y se resistía a aceptar el poder absoluto del monarca. Aparecieron entonces las teorías pactistas del origen del poder, que no se deben confundir con las del origen de la ley, como vengo diciendo.
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