El subapartado nº 7 está relacionado con los paraísos fiscales. Se establece una medida propia del Estado policial-totalitario característico de la época contemporánea; lo curioso es que normalmente los propios "legisladores" suelen camuflarlo con un lenguaje más suave o melifluo, pero aquí lo expresan de una manera clara y rotunda, junto con la correspondiente amenaza. Dice así:
1.7 - Intercambio fluido y transparente de información fiscal entre todas las Administraciones tributarias europeas
Derogación del secreto bancario y establecimiento de una norma vinculante para todas las entidades financieras establecidas en Europa que obligue a facilitar a las administraciones públicas toda la información respecto de sus clientes, cualquiera que sea el país en el que operen directamente o a través de filiales. Establecimiento de sanciones por infracciones muy graves para las entidades y jurisdicciones que no colaboren.
Uno de los resortes más importantes que han venido estableciendo los países occidentales para un mejor dominio de sus poblaciones, y que se conjuga perfectamente dentro de una misma política común con los que controlan los sistemas financieros de esos mismos países, es el de la configuración de un sistema fiscal cada vez más absorbente y omnipresente, hasta el punto de convertirse en el arma favorita de cualquier entidad pública para la persecución de cualquier elemento individual no ya no deseable, sino incluso que revista caracteres de independencia o autonomía frente al común nivelamiento antisocial colectivo.
El recurso de la inspección fiscal se convierte así en la herramienta política por antonomasia para tener a raya a cualquier "disidente" o "independiente", y siempre será posible encontrar un resquicio por donde poder acusar al "culpable" habida cuenta de las minuciosas y retorcidas sinuosidades de las cada vez mayores leyes, reglamentaciones, órdenes y normativas en general que regulan y perfilan detallada y minuciosamente cualquier aspecto o circunstancia imaginada o imaginable, con vistas al claro objetivo existente en las mismas: la fáctica o práctica imposibilidad de su cumplimiento en la vida real (para todos aquéllos que estén familiarizados con la normativa fiscal actual sabrán de lo que estoy hablando).
La normativa fiscal se ha ido perfeccionando cada vez más, como digo, con vistas a un mayor control de la población (principalmente a partir del proceso acelerativo iniciado en los países occidentales tras los "descubrimientos" teóricos de Keynes y sus "soluciones" hace 80 años). Pero, al margen de esta finalidad política (que los Estados suelen recubrir bajo la capa de política redistributiva, uno de los pilares, como ya hemos visto en subapartados anteriores, de la desviada y viciada ortodoxia ecónomico-financiera), también esta acelerada fiscalidad confiscatoria se produce a consecuencia de la cada vez mayor imposibilidad de hacer frente a la propia soga que yace alrededor del cuello de Estado dominador: la Deuda Pública.
Aunque los países occidentales experimentaron fuertes subidas de la misma a consecuencia de las guerras, sin embargo no es hasta principios de los años ´70 cuando se puede observar un crecimiento en sentido exponencial de sus respectivas deudas, debidas al mecanismo del interés compuesto que, al principio hace crecer la deuda de manera más o menos escalonada pero, llegado un punto, se dispara de manera más acelerada. Esta "causa económica" repercute también, pues, en una mayor afianzamiento de la presión (nunca mejor dicho) tributaria (hasta el punto de que hoy en día, la partida presupuestaria para el pago de la Deuda sólo se destina para cubrir los intereses nada más).
Paralelo a este reforzamiento del aparato fiscal (con su concomitante sistema totalitario de obligaciones de infomación minuciosa por parte de la población de todos sus datos personales, con el correspondiente aparato de vigilancia, incluso hasta el punto de vigilancia y denuncias entre los propios miembros de la comunidad entre sí los unos contra los otros, bajo condición de "recompensas" o de "penas" para los que cumplan y no cumplan respectivamente "su cometido de buen ciudadano responsable"), han venido apareciendo también en el orden internacional actual diversas áreas geográficas y comunidades políticas con sistemas fiscales más suaves y acordes con lo que sería una política fiscal más humana.
Sólo los miembros con más recursos financieros de las comunidades con aparatos fiscales confiscatorios tienen la posibilidad de recurrir a estos denominados "paraísos fiscales" y, por razones obvias, les interesa recurrir a ellos (el resto de la población, para poder sobrevivir, ha de recurrir a la llamada "economía sumergida"). Ahora bien, como en virtud de la viciada política redistributiva, se considera básicamente que la razón de que los pobres sean pobres es porque los ricos son ricos, es lógico (quiero decir, dentro de esta lógica interna viciada in radice) que sobre esa base se establezca una legislación especificando la obligación de declarar esos fondos para que tributen en las comunidades políticas con aparatos fiscales confiscatorios.
Aquí de nuevo volvemos a la necesaria distinción entre causa próxima y causa última de un determinado problema social. Toda la propaganda que se ha venido elaborando en los últimos años sobre grandes "personalidades" de la vida pública que se enriquecen ilícitamente y guardan sus capitales en paraísos fiscales y no los declaran al fisco español, vienen a ser como los árboles de aquí o de allá que no nos dejan ver el bosque, es decir, el panorama en su conjunto y, por ende, analizar la causa última latente a la inestabilidad social de la población en general.
Recordemos una vez más: una cosa es un acumulador de dinero y otra un creador de dinero; ahora bien, si este último decide (porque sí) establecer una cantidad fija de dinero en una comunidad, resulta natural que una persona vea la causa de sus desgracias en la excesiva acumulación por parte de otros de la mayor parte de esa cantidad deliberadamente establecida como fija. Es más, precisamente me atrevería a decir que la principal causa de casi todas las actitudes inmorales e ilícitas de aquéllos "más aptos" para hacerse con la mayor parte de esa cantidad establecida previamente como fija (lo cual daría apoyo "fáctico" para los tristemente famosos teóricos del "darwinismo social", esto es, "sólo sobreviven los más listos, los más astutos y los más avispados en sus actitudes choriceras, inmorales y corruptas") proviene precisamente... de esa deliberada y arbitraria emisión de una cantidad escasa y delimitada para todos los miembros de la comunidad (como si vinieran a decir: "¡ahí tenéis vuestra ración de dinero, luchad entre todos vosotros por ella... y buena suerte!").
Es precisamente en este racionamiento del dinero que realiza el actual sistema financiero en donde hay que encontrar la raíz de todas las demás consecuencias sociales (o, mejor dicho, antisociales) que derivan de ella por añadidura.
Aquí, una vez más, los redactores del programa "cuelan el mosquito y se tragan el camello". Como dije en otro subapartado anterior, los acumuladores de dinero (ya se moral o inmoralmente obtenida dicha acumulación) son. en términos comparativos, el "chocolate del loro" con respecto a los controladores del sistema financiero. Y no me refiero con esto a que las entidades financieras son, por diferencia, los mayores acumuladores de dinero o de reservas (que también; lo cual podría servir de base, como ya apunté en un subapartado anterior, para provisionalmente descargar la mayor parte de la presión fiscal sobre ellos, liberando así a la población en general), sino porque son los únicos con potestad para crear dinero, es decir, para crear el crédito financiero de la comunidad, sin el cual ningún provecho social auténtico puede haber en una comunidad política en donde la mayor parte de las relaciones económicas entre sus miembros se hacen, no por trueques, sino a través de dinero o crédito.
De esta forma, pues, volvemos siempre a la misma cuestión que aparece soslayada en lo que venimos analizando del programa económico, a saber, la verdadera reorientación del sistema financiero al servicio de la comunidad política: los redactores se centran en multitud de detalles, creyendo que una regulación minuciosa de cada resquicio social y un control democrático mal entendido y utópico de toda y cualquier institución, solucionará todos los problemas. Es decir, descienden al ámbito de lo técnico y particular, queriendo, en último término, controlar cada espacio y cada elemento de la realidad social. Y hacen esto cuando podría perfectamente evitarse simplemente enfocando y centrando la atención en el sistema financiero en sí, en su funcionamiento y en su necesaria reforma, pues una vez conseguido ese objetivo, la población podrá ir estabilizándose, lo cual constituye el requisito necesario indispensable para su propia autorrregulación y emancipación social. Como muy bien decía Salvador Minguijón: “La estabilidad de las existencias [consecuencia primera del reajuste del sistema financiero] crea el arraigo, que engendra dulces sentimientos y sanas costumbres. Estas cristalizan en saludables instituciones, las cuales, a su vez, conservan y afianzan las buenas costumbres”.
Una vez conseguido el objetivo de que el sistema financiero refleje la realidad del sistema ecónomico de la comunidad política, ya no habrá que preocuparse de problemas artificiales surgidos como consecuencia del no menos artificial sistema financiero actual (como es el caso de la necesidad de una cada vez mayor carga tributaria, así como todos los "nuevos delitos" artificiales surgidos a partir de la "nueva ciencia fiscal o tributaria", –que incluyen sus dos ramas, tanto de impuestos confiscatorios propiamente dichos, como de cuotas "sociales" dentro de la viciada política redistributiva del llamado "Estado de bienestar", cuya pesadilla muy bien describiera y previera Tocqueville en su día–, la cual no deja de ser una rama más dentro de la "nueva ciencia de la Administración" surgida con Napoleón y los revolucionarios, y de ahí en adelante, dentro del plano general del mal llamado "derecho nuevo"); sistema financiero viciado que arbitrariamente promueven los actuales controladores del mismo en los países y comunidades políticas cuya economías, vienen (y han venido, a lo largo de la época contemporánea revolucionaria) progresivamente industrializando y monetizando paralelamente sus economías.
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