“Primero nos imponen recortes, luego nos intervienen la economía, posteriormente nos obligan a cumplir con el déficit y ahora, en cuestión de horas, nos dicen cómo tenemos que
juzgar en España, lo que es delito y lo que no lo es”, rezonga un diplomático español experto en lides europeas. “España ha cedido parte de su soberanía para que Alemania se apropie de ella.
Luego nos extrañamos del Brexit y los populismos…”.
Estas palabras ponen negro sobre blanco una peligrosa tendencia que se percibe tanto en la ‘opinión pública’ como en la ‘opinión publicada’. “Se están plantando”, arguye el diplomático, “las primeras semillas para que el
antieuropeísmo empiece a germinar en España”.
Las plantaron los tres jueces alemanes de la Audiencia Territorial de Schleswig-Holstein con su decisión de rechazar el principal delito por el que el juez Llarena reclamaba a
Puigdemont, el de rebelión, y las
reticencias a hacerlo también por malversación de fondos públicos, una resolución fundamentada más en apriorismos que en fundamentos jurídicos.
Luego se encargaron de abonar dichas semillas la ministra de Justicia alemana,
Katarina Barley, la comisaria europea Vera Jourová y, sobre todo, el líder parlamentario de la socialcristiana CSU, Alexander Dobrindt, que declaró en una entrevista que lo que había sido concedido a los escoceses como derecho de autodeterminación “
no debería ser considerado una postura golpista en el caso de los catalanes; todo el mundo en Europa debe tener el derecho de debatir su identidad”. Y esto lo dice la CSU, el partido socio de la CDU de Merkel.
A todo ello, hay que sumar el protagonismo que se le está dando en la prensa internacional a la
causa independentista —en algunos casos con una línea editorial complaciente, la ‘primavera catalana’, destacando la paja en el ojo ajeno e incapaces de ver la viga en el propio—, y las buenas lides realizadas durante años por el ejército exterior de la Generalitat, esto es, el Consejo de la Diplomacia Pública de Cataluña (Diplocat), que echó el cierre hace apenas unos días en aplicación del artículo 155 y que está siendo investigado por pagos a los
observadores internacionales que se desplazaron a Cataluña con motivo del referéndum ilegal del 1-O.
Con estos mimbres, no resulta extraño que una bruma anti-UE se vaya extendiendo por España,
un país que, hasta el día de hoy, era el más proeuropeo de todos los que conforman la Unión, tal y como muestran las
encuestas realizadas por el instituto DYM junto a WIN/GIA.
La cuestión no es baladí. No es un problema exclusivamente de España. Tampoco de este en su relación con Alemania. Se trata de un problema europeo que vuelve a tensionar el proyecto común y destapa sus debilidades, tales que la integración política, la armonización jurídica, la cesión de soberanía y la división entre países de primera y segunda.
“España no va a romperse por la crisis catalana, pero puede debilitarse… y con ella, Europa”, añade el diplomático. En un artículo en ‘El Mundo’, el exeurodiputado y catedrático en Derecho Constitucional Francisco Sosa Wagner acusaba a los jueces alemanes de “ignorar lo que significan España y el orden establecido en los tratados europeos”, y de vivir “en una
burbuja periodística y televisiva en la que prácticamente no han tenido cabida más que las tesis de los secesionistas catalanes”.
Federico Jiménez Losantos habla de “
200.000 rehenes alemanes” en las Islas Baleares. Incluso algunos líderes del PP consultados piden mano dura al Gobierno para que “
amenace con la suspensión del espacio Schengen, lo que sería un problema para los alemanes que veranean y tienen casa en España”. Una retahíla de declaraciones que no pasarían de ‘boutade’ si no fuera por el contexto actual y la legitimidad que se le da en ciertos ámbitos ilustrados.
FUENTE:
https://blogs.elconfidencial.com/esp...eismo_1550179/
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