Fuente: ¿Qué Pasa?, 29 de Mayo de 1971, página 2.



María Teresa Aubá nos habla del «Montejurra 1971»

Entrevista Roberto G. BAYOD PALLARÉS


Muchos lectores «quepasistas» han asistido al acto grandioso del Montejurra en este 1971; pero otros muchos esperan una versión nuestra, como otros años. Yo, por causas de algunos conocidas, no asistí al acto de fe que es el ascender al Montejurra; pero he querido beber en fuente limpia, como es el pensamiento y la acción de esa mujer ibérica, María Teresa Aubá, hija de carlistas, nieta de carlistas y progenitora de carlistas. Cuando uno está con María Teresa apenas puede hablar; tiene que pedir turno, ya que ella habla de carlismo desde que se inicia la conversación hasta que es forzada la despedida. María Teresa es catalana, del Maestrazgo norteño, y su casa solariega respira tradicionalismo y lealtad por los cuatro costados. Vive en Madrid, y a ella recurro para saber qué sucedió en Montejurra y contarlo a los lectores.

Ya sé que fuiste a Montejurra, pues te vimos fotografiada en «Pueblo».

– No quise que nadie me lo contara. Quería ser yo, personalmente, la que juzgase de este Montejurra 1971. Primero, por motivos entrañables, y también para tener una valoración exacta de los mismos, y doy gracias a Dios que me dio fuerzas para ello.

Creo que tuvisteis mal tiempo, frío y destemplado.

– El frío azotaba la piel, pero los carlistas tenemos suficiente fuego para que no se notara.



– La multitud se saludaba sin conocerse. La tarjeta de presentación era la boina.

El haber menos gente que otros años, ¿contribuía a que se notara el frío?

– ¿Menos gente, dices? Pues sí, Roberto, menos gente; pero mucha gente. Ningún acto político en España puede concentrar tanto pueblo. Ten en cuenta, no obstante, la inclemencia del tiempo, la intensa lluvia. Cuando íbamos por los altos de Somosierra diluviaba y el sol no se vio. No es extraño, pues, que hubiera menos gente, a pesar de los miles y miles, te lo aseguro.

En la foto que el diario «Pueblo» publicó estás algo airada. ¿Qué te pasaba?

– Cuando por las tapias del monasterio de Irache, con dirección a la campa, empezó el desfile hacia el monte sagrado, aparecieron las pancartas. La primera decía: «¡Amnistía para los presos políticos!». Otra: «¡Viva la República valenciana! ¡Visca Catalunya lliure!». No lo pude soportar y armé la gresca. Yo sola les apostrofé, les grité, me fui contra ellos, se pararon y les increpé: «¡Comunistas, rojos, traidores…!». Me contestaron cosas sin sentido, alegando que había que seguir otros caminos. «¿Y mi padre y los mártires?», les grité. Fue algo horrible que no lo olvidaré jamás. Fue mucho más duro que la triste y sangrienta experiencia vivida en 1936, cuando nuestros enemigos declarados, por ser enemigos, nos perseguían.

Independientemente de las pancartas, ésos…, ¿qué decían?

– Había muchos barbudos. No tenían en cuenta el heroísmo de los tercios carlistas y gritaban: «¡Revolución, revolución, libertad, libertad!». Yo podía con todos ellos. Cómo sería que «Pueblo» se creyó en el deber de fotografiarme.

¿Cómo te atreviste?

– Ya sabes que en más de una ocasión te he dicho que no soy escritora, sino ¡guerrillera! Y mi sangre catalana, aragonesa y navarra lo demostró en aquellos momentos.

Seguidamente charlamos ampliamente de un artículo que uno de los mejores intelectuales que tiene hoy el carlismo ha escrito en El Pensamiento Navarro; pero que en esa ocasión no ha estado acertado al menospreciar una de las figuras más representativas del tradicionalismo. Son fallos humanos, incluso en las personas más limpias y completas. Es de esperar que la cordura nos aúne hacia el fin común que todos los ortodoxos buscamos. Pero esta cuestión, para no rascar más en las heridas, la dejamos solamente apuntada, ya que ambas prestigiosas personalidades son necesarias para la Causa de la Tradición.

Dejemos ese espinoso tema, en el que estamos de acuerdo, y explica a nuestros «quepasistas» cómo se comprende que personas, que en otros tiempos fueron carlistas y que constan entre los de la «Junta de Gobierno», pudieran hacerse solidarios con la llamada «Junta Suprema» en torno a la «declaración» que fue repartida libremente. Te cito, a título de ejemplo, a Juan José Palomino (que se sublevó contra la democrática y socialista República con Sanjurjo); a Piorno, el de Valladolid; a Fernando Sales, el de Valencia, y algunos otros que siempre fueron considerados como carlistas de principios. Aún es más, ¿cómo se comprende que las princesas Borbón-Parma oyeran esas declaraciones y aquellos discursos y no levantaran la bandera de la legitimidad doctrinal?

– Verdaderamente citas personas intachables dentro de la Comunión. Quiero hacerles la justicia de que desconocen estas declaraciones. Pero se les debe preguntar si las suscriben y que expliquen el porqué. En caso afirmativo deben ser expulsados del carlismo ortodoxo y puro. No pueden ser carlistas más que aquéllos que se mantienen en los postulados de Carlos VII y de Alfonso Carlos I. No debemos consentir que utilicen el título o nombre de «carlistas». Por cuanto muchos me merecen confianza doctrinal, considero que es hora de que se aclaren posturas. Me preguntas también sobre las princesas que este año estuvieron en Montejurra. Pues bien, doña María Teresa conoce sobradamente esta cuestión de principios, y no es más ni menos que fiel reflejo de su propia manera de pensar, ya que así se ha expresado en múltiples ocasiones. En resumen, que ¡NO ES CARLISTA! Es doloroso el tener que reconocerlo, pero así es. En cuanto a la otra princesa Borbón-Parma, doña María de las Nieves, desconozco cómo piensa.

Bien, no sólo son las princesas las que nos producen la confusión. Tú, en alguna ocasión, me enseñaste una carta autógrafa de don Javier. Si mal no recuerdo, era ortodoxa y carlista desde el principio hasta el final. ¿Encuentras alguna explicación que justifique el que mantenga esa Junta y que con ella se compenetre?

– Efectivamente, crucé correspondencia con don Javier hasta mayo de 1967. Repasadas las cartas, no encontraríamos ni una sola palabra que pudiera justificar la postura actual y de su Junta. En ellas, en todo momento, se reflejaba un gran hombre y un carlista. Pasada esa fecha, la correspondencia quedó interrumpida y no sé la causa, ya que don Javier me invitó a continuarla, pues tenía afán de enterarse de la realidad de cuanto sucedía en España y en la Comunión. Pero a mis cartas no he recibido contestación. Cuando en febrero de 1970 hablé con él en Francia, me cogió con las manos, muy fuertemente, y me dijo lleno de emoción: «¡Hace tantos años que nos conocemos…!». Yo no sé si los años, la influencia de don Carlos Hugo o el no ver los defectos de los hijos…

Dejemos esto, pues es triste. Tú me has dicho una vez más que eres guerrillera, y lo has demostrado en Montejurra. Eres mujer de acción. ¿Qué cabría hacer para que siga adelante el acto patriótico de Montejurra y para que el pueblo español sepa que esos dirigentes, que se autotitulan carlistas, no lo son? Te pregunto esto porque en el carlismo caben muchas facetas; pero entiendo que no es posible que estén dentro quienes propagan doctrina diametralmente opuesta.

– Desde luego, los carlistas debemos ir a Montejurra. Que yo me haya llevado un disgusto en este 1971 no quiere decir que no vuelva en 1972, si Dios me lo permite. Pero no debemos consentir más infiltraciones, ni más proclamas de don Carlos, ni la presencia de princesas que toleren declaraciones en las que muy escasamente hay algo que sea carlista. He dicho «escasamente», y el que pueda que me entienda.



– El futuro Montejurra ya está en el ánimo de todos o de muchos. Hay que ir hacia el Montejurra que convoquemos nosotros, en la mismísima fecha y con nuestra propaganda, que es la de siempre, la inmutable. El sol saldrá o no saldrá; pero allí deberemos estar con nuestros medios. Hay que plantarles cara, hay que ir con la verdad. Como me decía ayer quien tú tanto conoces…, este Montejurra quizá haya sido providencial. Yo también lo creo. Volviendo a lo que antes me has preguntado sobre las diversas facetas dentro del carlismo, entiendo que efectivamente así es; pero que lo que es imposible es que lo dirijan quienes no son una variante, sino el polo opuesto. Por otra parte, hay quienes se atreven a erigirse en dirigentes por cuanto « proceden del tradicionalismo». Yo diría procedentes del marotismo integral. ¿Es que nos creen atrasados mentales? Lo mismo sucede dentro de la otra fuerza del 18 de julio, en la Falange. Hay mucho interés en dividirnos, en partirnos por el eje. Tienen este propósito los capitalistas liberales. Unos nos abandonan si un cargo oficial lo exige, y otros se unen a «maoístas» y a «separatistas» y dinamiteros, pretendiendo acabar con las dos fuerzas dignas con que cuenta España.

¿Y la «prensa»?

– En todo esto hay algo de misterio. La Prensa los acepta en la denominación que ellos mismos se dan. En cambio, a otros que sostienen las mismas ideas los califican como revolucionarios. Yo creo que muchas autoridades, la prensa y la «papisa Juana» no conocen a estos «carlistas» o no los quieren conocer. Muchos lo consienten, son responsables de que no aparezcan como carlistas más que los que [no] lo son de verdad y lo toleran, a pesar de que hacen buenas digestiones…, gracias a los miles de requetés que murieron en la Cruzada.


¿…?

– Carlistas somos nosotros. Los de la «santa rebeldía», los no contaminados, los que jamás pactaremos ni con unos ni con otros, los que continuaremos la lucha hasta el fin. Se creen que estamos en vía muerta. ¿En vía muerta nosotros? No, Roberto. No nos hemos parado; seguiremos andando y luchando. Somos portadores de legados sagrados y no desfalleceremos. Tenemos poca prensa, es verdad; pero debemos aprovechar la que hay. Además, tenemos otras cosas más poderosas que la prensa.

La conversación se va extendiendo durante mucho más tiempo. Hablamos sobre el «aplec» que el día 9 había de haber en Montserrat, organizado por carlistas conscientes de la responsabilidad histórica. Los dos nos unimos a ellos, aun cuando nos es imposible asistir, para lo que remitimos las adhesiones oportunas y las representaciones. Por mi parte, me lo impediría la obligación de tener que estar presente en el acto de Alcubierre (Zaragoza-Huesca), en el que tenía que hablar el teniente general García Rebull, como delegado nacional de ex combatientes.

Creo que las palabras de María Teresa Aubá son confortadoras, a pesar de todo, pues abre una esperanza al Montejurra 1972. Son tiempos de confusión y de crisis producida por la infiltración en las instituciones más sagradas. Algunas veces no es infiltración propiamente dicha, sino perversión, lo que se ha producido. Quizá otro día pueda publicar la carta que pienso escribir al procurador en Cortes por Guipúzcoa, señor Escudero Rueda, que se autotitula carlista, y que en Zaragoza ha pronunciado una conferencia a tono con los discursos y declaraciones de los falsos carlistas del Montejurra 1971. El carlismo es inmor[t]al, y que Dios nos ayude.