Desde luego, el comentario de monseñor Williamson, que suele tener más razón que un santo pero a veces yerra como erramos todos alguna que otra vez, está indudablemente influido por el ambiente anglosajón protestante en que se ha criado. Por eso no le parece una buena idea mezclar razas, pero él mismo no puede dejar de reconocer que hay muchos matrimonios mixtos que duran. De hecho, hasta la recentísima implantación del divorcio en los países hispanoamericanos, los matrimonios interraciales duraban lo mismo que los otros, sin que hubiera mayor proporción de problemas. Y efectivamente, somos mezcla de cuerpo y alma, y no veo que pueda pintar el alma en esas citas que se han puesto como ejemplo. Precisamente por eso dijo Pío XII que descendemos todos de la misma pareja y rechazó el poligenismo, ¿o es que de pronto un buen día Dios va a decidir infundir el alma de golpe y porrazo a una buena parte de la humanidad? Y hasta entonces ¿qué? Desde que el hombre es hombre es compuesto de cuerpo y alma. Todas las variaciones desde entonces son simples variaciones genéticas, pero todos somos humanos, todos valemos lo mismo, y la Iglesia jamás ha condenado la mezcla de razas. Me da igual lo que piensen algunos sacerdotes sobre cosas que no están definidas, pero son casos aislados gracias a Dios.
Tampoco me vale lo de que en el Antiguo Testamento había racismo. Los judíos actuales suelen ser más racistas, pero en el Antiguo Testamento los motivos por los que no quería Yavé que se mezclaran con otros pueblos no eran raciales. Lo que se quería era evitar el contacto con pueblos que practicaban la idolatría, sacrificios humanos y perversiones sexuales. Del mismo que los buenos padres de antes se preocupaban por las amistades de sus hijos y los prevenían contra las malas compañías. Eso fue lo que pasó a Salomón cuando hacia el final de su vida se casó con una extranjera: que se volvió idólatra. Pero en Cristo Jesús no hay griego ni judío, y a partir de la irrupción del cristianismo ya no estaba vedado mezclarse con los gentiles. Y eso que los romanos eran latinos, no semitas; no eran de la misma raza. ¿Y qué?
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