Es curiosa la divergencia que hay entre Perú y México a la hora de tratar su historia. En Perú, donde el mestizaje ha sido menor y donde se han cavado trincheras para separar a indígenas de criollos (sobre todo después de la independencia), Pizarro, el rudo soldado, es respetado y honrado con monumentos. Sin embargo, en México, donde la sangre española e india se han mezclado sin barreras raciales de ningún tipo, el instruido hombre de leyes que era Cortés es despreciado.
Esto me hace pensar que la memoria de Cortés es víctima del sentido de justicia y de civilización que el propio Cortés, como hombre culto y justo que era, defendía. Si hubiese sido un ateo y un bárbaro, si hubiese despreciado, oprimido y exterminado a los indios, hoy estos no tendrían voz para insultar su memoria y posiblemente México estaría lleno de criollos blancos y de monumentos dedicados a su persona. Pero el caso es que a Hernán Cortés, gracias a Dios, los monumentos le importaban menos que la salvación eterna.
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