Revista FUERZA NUEVA, nº 495, 3-Jul-1976
Tiempo de locura
[…] Sencillamente demencial […] ha sido la discusión de las Cortes en torno a la reforma del Código Penal, en su artículo o punto quinto para hacer precisiones en torno al término “totalitario”. Al querer dar vía libre a la democracia –o sea, al peor de todos los males, incluido el comunismo, que es la meta de toda democracia-, ciertos procuradores andaban con florituras para no proscribir esos partidos que denigran una sociedad: liberal, socialista, comunista y democristiano. A vueltas con el asunto, lo único que, al final, iba a ser prohibido era el Movimiento Nacional: o sea, el 18 de Julio. Por eso, como señalaba “El Alcázar” en una aguda nota, si Franco viviera hoy, lo procesarían. Demencial.
***
Fernández Cuesta, a quien hay que rendir homenaje por su lealtad y combatividad, ejemplo para tantos traidores, tránsfugas y cobardes, señaló bien al observar que debía proscribirse el marxismo (o sea, socialismo y comunismo); porque en el articulado precedente se recusa todo lo que atenta contra los valores de la sociedad (Dios y la moral), y contra ella van esos y otros partidos, ilegales pero campantes hoy en toda España. Certero, también, Eduardo Ezquer, procurador de Badajoz, al señalar que lo único que había que proscribir es la democracia, como antesala que es del comunismo: o sea, del caos.
Pero no se ilusiones ustedes… Ese Partido Comunista volverá a tener la oportunidad de otro periodo como el de 1931 a 1939. Gracias a los reformistas y sus compinches. A los que ni siquiera se les puede decir “comeréis puerco y mudaréis acuerdo”, porque no escarmientan y su contumacia les arrastrará al fin. La cordura está ausente y con ella cualquier posibilidad de rectificación. Ya no hay remedio. Sólo Dios o esos hombres de la milicia, cuya paciencia puede tener un límite…
***
Porque, para remate, el ministro Fraga acaba de insinuar el cuestionario del referéndum en ciernes. Decir “sí” supondrá la reforma: o sea, al destrucción de lo poco que queda ya del Régimen del 18 de Julio y de la obra de Franco; decir “no” equivaldrá a ruptura -¿no es ya ruptura esa reforma que acaba con todo vestigio franquista?-, y abstenerse supondrá inacción: o sea, querer que las cosas sigan como fueron en vida de Franco. El planteamiento, como se ve, es capcioso, y habrá que esperar a que el pueblo, no la plebe, capte las intenciones de los que subvierten –ésta es la verdadera palabra y no el eufemismo “reformar”- y no acuda a votar. Es la única opción, si la locura de la llamada “clase política” no nos ha contagiado a todos
El Director
|
Marcadores