Revista FUERZA NUEVA, nº 494, 26-Jun-1976
VALORES PERMANENTES
En el confusionismo reinante que estamos presenciando los españoles, con pronunciamientos más o menos dogmáticos de quienes, a veces sin más merecimientos que su osadía, se arrogan la representatividad de nuestro pueblo, nos encontramos con una subestimación de los valores permanentes. Esto supone, sin duda, un frontal ataque a la realidad de España y a su destino imperecedero…
De este modo, nos encontramos, por ejemplo, con la forma de cómo se interpreta caprichosamente el papel de la Corona en el instante político y de cómo se califica igualmente la misión de las Fuerzas Armadas, en un afán de tipificar errónea y facciosamente acciones e intenciones de quienes representan en un caso la cúspide del Estado y su más genuina representación y en otro, la perfecta vertebración del pueblo en orden y jerarquía.
La figura del Rey se trata de presentárnosla como decorativa, aséptica, al margen de toda intencionalidad política, sólo mero árbitro, en última instancia, del posible pleito dogmático o de enfrentamientos entre las facciones partitocráticas, cuando en verdad el Monarca ha de ser la representación no sólo del Poder, sino la encarnación de la misma filosofía política de la institución que representa y, en todo momento, por encima de cualquier otra circunstancia, el valedor más firme y el guardián más recio e intransigente de los supremos valores de la Patria.
En cuanto a las Fuerzas Armadas, columna vertebral de la nación, “religión de hombres honrados”, como tal, han de constituir la garantía de la permanencia de esos valores y el respaldo material de que la autoridad y la decisión del Rey, en su defensa, no padezca en momento alguno crisis de desasistencia o carencia de apoyo.
No pueden limitarse, por tanto, esos Ejércitos, nuestros soldados, a la fría guardia del orden constitucional –como lo exige la Ley Orgánica del Estado- ni limitar su acción castrense a defender nuestras fronteras; es decir a defender, sin más, a España de los enemigos “físicos” que atenten en el interior o en el exterior, sino que han de ser también los defensores, con el Rey, de los valores morales, patrióticos y permanentes de nuestro pueblo, unido en unidad de destino bajo el apelativo sagrado de la Patria.
Y esto es importante resaltarlo en esta hora, en este momento crucial, como necesaria aclaración ante quienes perversa y antipatrióticamente desean subvertir, en un caso, valores totalmente irreversibles, y en otro, destruirlos bajo los más vanos pretextos de democracia y representatividad.
Ramón de Tolosa
|
Marcadores