Revista FUERZA NUEVA, nº 498, 24-Jul-1976
EDITORIAL
Homologación
Si algunas funciones –como la de la Corona- sólo revisten carácter arbitral en la práctica o doctrina demoliberalista, pues dentro de la Tradición se asigna al Rey el difícil y trascendental puesto de abanderado de los principios, otras como la presidencia de las Cortes siempre han tenido a su cargo el delicado cometido de actuar como árbitro objetivo e imparcial. En España -al igual que en todas las demás naciones de Occidente- se cuenta con una trayectoria rectilínea al respecto, que ni siquiera se rompería en los tiempos de la II República y bajo las presidencias de personalidades de partido tan destacadas como Besteiro o Martínez Barrio.
Ha llegado la época de la “homologación”, y no obstante parece que el destino ha procurado que, en punto tan importante de la política nacional, no se haya logrado la anhelada “homologación” con Europa o con el pretérito liberal-democrático de España. A nuestro modesto entender, la forma con que Torcuato Fernández Miranda desempeña la presidencia de las Cortes está bastante alejada de aquel arbitraje exento de subjetivismos propio de tan ardua tarea consustancial con el pináculo del supremo órgano legislador del Estado. Quizá el vicio provenga incluso de la sobresaliente personalidad del político astur, que, en el presente caso, no armoniza con la función encomendada, aunque para otra refuerce su candidatura.
Sin duda, tal imparcialidad inherente a dicho arbitraje resulta difícil de compaginar con aquellas declaraciones relativas a la comprobación de quienes están con la reforma y en contra de ella; con la imposición del “procedimiento de urgencia” para todos los temas hasta ahora examinados por las Cortes referentes a la reforma política, donde se contempla perplejo cómo incluso se tasan de antemano las horas del debate y se vota cuestión, como la norma modificadora del Código Penal (*), sin que ningún orador exponga los argumentos en contra; con la rígida aplicación del Reglamento para sortear la oposición explícita de notable parcela de procuradores…
Había de sonar la hora del tránsito de la “autocracia” a la “democracia” para que se observara al presidente de las Cortes usar de tales expedientes que, en cuarenta años de imperio de la primera, jamás se utilizaran. Frente al sosiego, reflexión y análisis sereno requeridos por las normas, que se espera configuren el porvenir para largos años y en cuya elaboración debía participar o al menos oírse el mayor número de procuradores, se asiste a procedimientos orientados en sentido inverso a tales exigencias y en una misma dirección no disimulable…
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