Revista FUERZA NUEVA, nº 517 4-Dic-1976
LAS RAZONES DE UN “NO”
Muchas y diversas pueden ser las razones para un NO, y, sin una minuciosa búsqueda, saltan a la vista enseguida éstas que me dicta mi condición de católico y español.
NO puedo aprobar un Estado laico que equipara la religión verdadera a las demás, incluidas las sectas y supersticiones, clubs y clanes, e ignora oficialmente a Dios.
NO puedo admitir la democracia inorgánica que establece el derecho de un hombre un voto y equipara al delincuente con el honrado, al sabio con el tarado, al trabajador con el vago, a Dios con el diablo.
NO puedo aceptar un liberalismo que establece la tolerancia del bien lo mismo que del mal, y permite públicamente la blasfemia, la pornografía, la droga y contaminación morales, la corrupción de costumbres, la degradación y la infamia.
NO puedo consentir los partidos políticos que desunen a los españoles, desintegran la nación, enfrentan a las gentes, establece la lucha de clases, favorece el separatismo y sacrifican la historia y la tradición a la componenda política.
NO puedo soportar que se olviden el sacrificio de los muertos -todos, sin excepción- para hacer tabla rasa del pasado y repetir con sangre, nuevamente un holocausto nacional, sólo para complacer a las internacionales.
NO puedo resistir la injerencia del extranjero en nuestros asuntos y el servilismo, claudicación y desvergüenza de quienes pliegan la dignidad de la Patria a los caprichos de organizaciones y sociedades secretas de otras naciones.
NO puedo transigir con las imposiciones morales y políticas a trueque de una ayuda económica o de un supuesto bien estar material y monetario.
NO puedo claudicar ante el terrorismo intelectual que pretende supeditar a una supuesta cultura y cientificismo modernos y universales los valores espirituales del hombre y su dignidad social.
NO puedo complacerme en la argucia dialéctica o sociológica de que hay que supeditarse al “signo de los tiempos”, a las modas y corrientes del mundo, para aceptar lo que daña al alma y a la dignidad más elemental de la persona.
NO puedo ser indiferente ante el hundimiento de una nación que había ocupado un primer puesto en la Historia y volvía a tenerlo, en décimo lugar -o sea, entre los primeros-, siglos después sólo porque la envidia y el odio foráneos se veían contrariados, y quieren huelgas, paro y miseria para España.
NO puedo dejar mi libertad e independencia a merced de la anarquía y el libertinaje, el caos y la lenidad, que se van imponiendo en todas las sociedades bajo disfraces más o menos legales o consensuales. “La verdad os hará libres”, dijo el Maestro.
NO puedo resignarme a perecer en la ignominia aceptando lo que pueda decir la mayoría ni los dirigentes, sólo basados en el poder de los números o la tiranía del poder.
NO puedo, como creyente y patriota, asistir insensiblemente a la destrucción del cristianismo y de España.
Tales razones, ante una reforma política que propugna tácita o implícitamente todos esos males, me fuerza a decir NO a esa reforma política.
EL DIRECTOR
|
Marcadores