Revista FUERZA NUEVA, nº 523, 15-Ene-1977
Entre locura e ignorancia
• Sentenció Eurípides, sin intuir nuestra época aciaga, que, “cuando los dioses quieren perder al hombre, primero le vuelven loco”. No cabe en nuestro espíritu cristiano admitir que Dios quiera la perdición de los hombres, pero sí que estos la busquen voluntaria e inconscientemente, y para ello primero se vuelven locos a sí mismos. Lo estamos viendo.
Locura es ver que quienes recibieron una herencia preciada la dilapiden en un año y prefieran lo peor a lo bueno (no digo lo mejor), celebren con júbilo la división y enfrentamientos de los hermanos y busquen la repetición de una guerra que ya costó un millón de muertos.
Locura es que palmoteen de júbilo unos señores porque desaparece el Tribunal de Orden Público, como si el Código Penal y las leyes, los tribunales de Justicia y las fuerzas de orden público estuvieran encaminadas a destruir el orden, la paz, la armonía, la tranquilidad y el derecho de los ciudadanos, cuando precisamente están para defenderlos.
Locura es celebrar que, en vez de tener una sola fe -que además es la verdadera- haya múltiples creencias, aunque sea a base de la “libertad del error” que señalaba San Agustín. Y que la heterodoxia, la superstición y el paganismo se adueñen de unos incautos para desunirnos a los españoles.
Locura es jalear que hay muchos sindicatos libres y contrarios, clasistas y politiqueriles, internacionalistas y nada profesionales, que reaviven la lucha de clases y creen conflictos laborales y enfrenten a unos trabajadores con otros o a estos con los patronos. Y eso es lo que ya se prepara.
• No, no creo que esta locura fuera motivo de elogio si Erasmo viviera. Nada tiene que ver con la locura quijotesca ni con la “santa locura” de los mártires. Aquella es locura suicida, nada más.
Pudiera ser, sin embargo, otra cosa. No locura, sino ignorancia. “Nada hay más espantoso que una locura activa”, señaló Goethe. Y tal vez estemos en el camino de comprobarlo gracias a nuestros gobernantes actuales.
Se ignora el pasado, se ignora el presente -por indocumentación y falta de visión política- y se ignora, por supuesto, el futuro, que es, paradójicamente, lo que mejor se adivina en estos tiempos calamitosos. Al ignorar la historia no se toma nota de los ejemplos, y se vuelve a caer en los mismos errores políticos; al ignorar el presente, o sea, quién es quién en el panorama político nacional e internacional, se incurre en el papanatismo de imitar lo foráneo con tan perniciosas, y a veces, fatales consecuencias, y adular al enemigo que sacará provecho de la indignidad y bobaliconería ajenas. Se claudica inicuamente y se hacen concesiones inconcebibles. Y es la Patria la que padece las consecuencias.
• Repasar estos días los periódicos o las revistas resulta aterrador en ese sentido de comprobar la furia demencial o ignorante no ya de los periodistas, sino de los llamados dirigentes políticos (…)
Basta simplemente con unos nombres: Carrillo, amnistía total, Diputación de Guipúzcoa y Ayuntamiento de San Sebastián -hasta Fraga lo ha registrado- bilingüismo, Generalitat, Ley de Reforma Política, canciller Schmidt, democracia, Sahara, Tarancón, pornografía, democristianos, Suárez, etc. Son claves del pandemonium ibérico.
EL DIRECTOR
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