Revista FUERZA NUEVA, nº 519, 18-Dic-1976
LA HORA DE LAS BABOSAS
(La undécima plaga”)
He recibido, a lo largo de 1976, no diré quejas, pero si amistosas llamadas de algunos lectores lamentando el que haya dejado prácticamente de escribir en la revista. Deseo apuntar dos razones: 1ª, que considero que ya (y de ahora en adelante más) de poco han de servir por sí solas las palabras escritas o habladas; 2ª, que es tal el asco que provoca la situación (en la que nos han hundido los dos Gobiernos de la monarquía instaurada por el Caudillo) en quienes creíamos que todo estaba atado y bien atado o el ver la traición y el perjurio como única moneda circulante que tenga valor real, que nos ha dejado mudos la constante presión en el bajo vientre anunciando el vómito.
Alguien ha profetizado que en España pronto se sufrirá una nueva epidemia: la muerte por náusea. (A mí personalmente me gustaría saber de qué han muerto este año algunos inolvidables camaradas. Aunque, ¡felices ellos, que no verán las infamias que se avecinan! y hasta puede que ¡felices nosotros! Porque, a lo mejor, su intercesión y meritoria muerte alcanza del cielo, impedir lo peor).
Espero, pues, de quienes han echado de menos mis colaboraciones que comprendan las razones de mi largo silencio. Ahora, tras este año de luto y de arcadas, intentaré volver a la palestra y procuraré escribir más asiduamente.
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José Antonio, con la exacta precisión de su genial intuición, inmortalizó a una raza raquítica que, como las alimañas, sólo aparece cuando la ocasión es propicia: “la hora de los enanos” es de todos conocida. Con todo, los enanos aún tienen ciertos valores y hasta cierta gracia. A nosotros, sin embargo, nos toca vivir una hora más triste, en la era de otra infracasta viscosa y repelente: la hora de las babosas.
Asistimos ahora en España (que gracias a una serie de valores raciales o, en otras ocasiones, a la providencial aparición de algún hombre genial en los momentos cruciales de nuestra Historia, se había conservado diferente: es decir, medularmente católica) al baboseo de todo cuanto tenga el más mínimo valor espiritual o humano.
Una plaga de babosas ha inundado la patria hispana desde las alturas de la Administración hasta la sencilla calle -hoy cloaca pestilente-, pasando por la fetidez de los “mass media” privados y oficiales, liberales o subvencionados con el dinero del pueblo, con cuya inocente ingenuidad se cachondean los “demócratas” (¡?).
La náusea colectiva que afecta a cuanto español ejerza como tal, está provocada por esa inmunda invasión de repelentes moluscos. Y ¡cómo disfrutan los eternos e inevitables enemigos de España al contemplar los rastros de esos bichos gelatinosos entrecruzarse por millares, embadurnándolo todo! Nada queda intacto todo es profanado con el recochineo más soez: Dios, Patria, familia, mujer, infancia, juventud, honor valor, dignidad, heroísmo, patriotismo, sacrificio, religión, tradición, autoridad, inocencia, cultura, educación, escuela, lecho, amor, poesía, música, Ejército, instituciones, Iglesia, justicia, ley, orden, vida, muerte, matrimonio, sexo, maternidad, parto, virginidad, trabajo, paz, hogar... y mil conceptos más, siempre que tengan una brizna de espíritu, siempre que en ellos pueda resplandecer algo la mano de Dios o la dignidad de su criatura preferida: el hombre. Eso bastará para babosearlo con odio reconcentrado de más de cuatrocientos cincuenta años.
“Los que no perdonan” han vuelto, tal como lo juraron, pero antes de hacer su entrada triunfal con el “DESFILE DE LA VICTORIA”, y antes de ejecutar y desterrar a quienes les arrojaron de España -los que tuvieron la osadía de cristianizar y civilizar a medio mundo-, han querido vengarse enviando por delante la “undécima plaga” (la que no llegó a azotar a Egipto): la plaga de las babosas.
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¡Españoles!: ¡abrid bien los ojos!, porque este repelente estado de cosas es solo un simple juego satánico, ya vendrá luego, lo bueno, LA GRAN VENGANZA.
Para la Historia: ¡qué papel más triste les ha tocado en el reparto a los Arias, los Suárez (los dos: Adolfo y Fernando), los Fernández Miranda, los Miguel Primo de Rivera, etc. (A propósito, qué genial ha sido elegir al sobrino de José Antonio para darle el “tiro de gracia” al espíritu del Fundador de la Falange: crimen de inevitables fatales consecuencias, en contraste con la fructífera muerte física del mártir de Alicante, cuya irradiación dio a España ocho lustros de paz, progreso y justicia social. ¿A quién sirven? ¿A quién obedecen? ¿Y no hay nadie que sea capaz de abrir los ojos al llamado “pueblo soberano”, cuyo espíritu está siendo narcotizado por la prensa, radio, televisión, cine, editoriales y demás medios de comunicación?
Por mí que no quede. Y como me imagino que este artículo no será del agrado de los “grandes timoneles”, los remito a mi artículo “¡Dios no muere!” publicado en FUERZA NUEVA, número 421, de fecha 1 de febrero 1975.
Gil de la PISA
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