Se ha hablado (por parte de Rodrigo) de que Franco trajo la democracia liberal parlamentaria coronada que tenemos hoy debido a la elección de Don Juan Carlos para ser Rey de España.

Me gustaría, citar, algunas palabras (dichas por ALACRAN) entorno a esta cuestión. (Citas provenientes de este hilo: ¿Por qué Franco eligió a Juan Carlos?).

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Hasta 1975, en que se le empezó a ver el plumero, nadie imaginaba que Juan carlos iba a ser un "demócrata"; ni que educado por Franco a base de Academias militares y consejeros del Régimen, realmente estaba recibiendo otras influencias en sentido opuesto.

En vida de Franco (1966) ya Blas Piñar se temía lo peor y cuenta cómo el entonces príncipe les mandó a la porra a él y a un grupo de adictos al 18 de julio que querían intercambiar opiniones para conocer su pensamiento político.

Probablemente Franco conoció, aunque ya demasiado tarde y cuando le había proclamado heredero, las verdaderas intenciones de Juan Carlos, pero nada se podía hacer.

Nada mas morir Franco los españoles vieron estupefactos como el heredero de Franco hacía guiños a los enemigos del sistema y que la traición se iba convirtiendo nada menos que en "virtud". Como Franco lo había apostado todo a la carta de Juan Carlos y esa carta se veía (dramáticamente) que salía rana, todo el régimen pasó a disimular y a disolverse: la derecha tibia se pasó a la democracia partitocrática vía AP y UCD, y desde entonces jugaron a ser tan traidores y veletas como la jefatura del Estado; la derecha dura y los militares disimularon el mal trago y con bastardía cobarde jugaron a adherirse a la traición usando la coartada de “guardar fidelidad a Su Majestad, como heredero del 18 de julio”; y sólo el bunker (Blas Piñar y otros cuatro gatos) le eran críticos, aunque eran silenciados por los mass media.

Para fines de 1976 la catástrofe era ya irremediable y desde entonces ser charlatán chaquetero y mentiroso, imitando a las alturas, ha pasado a ser condición sine qua non para que alguien llegue a ser político.
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Los carlistas lo ven a su modo, los falangistas lo ven del otro, y la oposición a Franco, de otro. etc.

Ésta era la visión que Carrillo y los opositores a Franco tenían del príncipe Juan Carlos, poquísimo tiempo antes de la muerte de Franco, y que corrobora que nadie por entonces (1975) se imaginaba la traición que Juan Carlos ocultaba :

»¿Qué quiere que le diga de Juan Carlos? Es una marioneta que Franco manipula como quiere, un pobrecito incapaz de cualquier dignidad y sentido político. Es un tontín que está metido hasta el cuello en una aventura que le costará cara. ... ¿Qué posibilidades tiene Juan Carlos? Todo lo más ser rey durante unos meses. Si hubiese roto hace tiempo con Franco, habría podido encontrar una base de apoyo. Ahora ya no tiene ni ésa, y es despreciado por todos. Yo preferiría que hiciese las maletas y se marchara junto a su padre .”
(Santiago Carrillo a Oriana Fallaci, semanario L’Europeo, de Milán de 10 de octubre de 1975.)

Eso que Carrillo afirmaba entonces : "Juan Carlos es una marioneta que Franco manipula como quiere, un pobrecito..." era la impresión que aquel Juan Carlos de 1975 ofrecía a la generalidad de los españoles y al mundo. Nadie que conoció esa época puede decir otra cosa.
Imaginar que aquel príncipe de ínfima personalidad
iba a poder dar la vuelta al sistema estaba fuera del alcance de toda lógica, por entonces.

Ahora bien, después de que pasó lo que pasó, a toro pasado, se han sacado a relucir trapicheos, confesiones, querellas, pensamientos ocultos, fobias de Franco, etc etc., que aunque fueran ciertos no modifican la mutación de Juan Carlos ante la opinión pública.

El tema es sencilllo: imaginar que Franco manda jurar las leyes "antidemócratas" del 18 de julio a Juan Carlos... dándole permiso a su vez de que las anule y dé otras en sentido contrario nada más entrar a reinar, es algo inverosimil y descabellado.
Negar que no hubo traición de Juan Carlos y que éste simplemente continuó el "liberalismo" de Franco es una burda calumnia (otra más de las infinitas), y es precisamente ésa la que cierra el círculo de legitimación del juancarlismo como culminación del "franquismo"...

Franco se equivocó no de Príncipe
sino de época, pues -gran ingenuo- aun creía en el valor de un juramento dado ante un crucifijo y una biblia.
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Retomo este hilo con una crítica sobre el libro del año 2000 "¿Por qué Juan Carlos? Franco y la Restauración", que trataba del tema:

"Desde que Sainz Rodríguez publicó en su libro Testimonios y recuerdos (1978) lo fundamental de la correspondencia entre Franco y el Conde de Barcelona, se ha escrito mucho sobre la operación restauradora de Franco. Entre tan extensa bibliografía, en gran parte palatina y adulatoria, destaca por su objetividad la obra de De la Cierva Don Juan de Borbón (1997). Parecía difícil ir más lejos en el esclarecimiento de los hechos y, sin embargo, Torres lo ha logrado sobre la base de una ingente documentación que se refleja en millares de notas y referencias. En medio de tanto dato, ¿cuáles son las principales conclusiones de esta investigación?

1. La versatilidad de don Juan.
La primera exposición de los cambios de don Juan se publicó en estas columnas (vid. G. Fernández de la Mora: "Don Juan de Borbón", en Razón Española, núm. 60, julio de 1993, págs. 33-58) y, desde entonces, los historiadores no han podido rehuir la cuestión. Ahora Torres, apoyado en textos irrebatibles, es definitivamente rotundo y enumera "los bandazos constantes" (p. 512) y concluye que "las posiciones ideológicas de don Juan variaban con el viento de los acontecimientos y con el interlocutor al que se dirigiera» (p. 638). El Conde de Barcelona osciló entre el halago y el ultimátum a Franco, entre la adhesión al Movimiento y los pactos con rojos.

2. El monarquismo de Franco.
En declaraciones publicadas por ABC de Sevilla en 1937, Franco declara acerca de la monarquía: "Mis preferencias desde antiguo son bien conocidas". Y, como demuestra documentalmente el autor, persiste en ese monarquismo durante toda su vida. ¿Convicción especulativa o emocional? Torres se inclina, con razón, por definir el monarquismo de Franco como "sentimental" (p. 30).

3. La designación de sucesor.
Franco podía haber instaurado la realeza en España con el príncipe que hubiera querido. Sobraban candidatos, desde Otón de Habsburgo hasta Hugo de Borbón-Parma. El autor demuestra que Franco jamás concibió otra línea que no fuera la establecida por Alfonso XIII en el tercero de sus hijos, Juan, y, durante años, pensó sólo en él como futuro rey. Incluso después del Manifiesto de Lausana, Franco no eliminó al Infante. Fue el propio don Juan quien con sus bandazos llevó a Franco a descartarlo, a pesar de "haber intentado una y otra vez convencerle para que fuera ese rey" (p. 327) identificado con el espíritu y con la obra del nuevo Estado.
¿Cuándo tomó la decisión de proponer a don Juan Carlos? Según doña Sofía, ya antes de su boda. Según Pemán, Franco le insinuó en 1964 que se inclinaba por el hijo. Pero Torres prefiere la fecha de 1954, que es cuando Franco escribe al Conde de Barcelona que don Juan Carlos debe estudiar en España "para prepararse para responder en su día a los deberes y obligaciones que la dirección de la nación entraña". De todo ello se deduce que don Juan habría sido rey de España a la muerte de Franco si hubiera persistido en su inicial antiliberalismo y adhesión al alzamiento de 1936. Lo impidieron sus consejeros y su falta de firme criterio.

4. La II Restauración.
Franco dijo a don Juan Carlos que tendría que gobernar de modo diferente que él, cosa obvia pues las Leyes Fundamentales configuraban unos poderes regios limitados. Pero siempre concibió la monarquía instaurada como una continuidad. Por eso se exigió a don Juan Carlos el solemne juramento de "total identificación con los Principios del Movimiento y Leyes Fundamentales del Reino" (p. 759), juramento que fue reiteradamente prestado por don Juan Carlos ante las Cortes e incluso ante el Consejo de la Vieja Guardia.

No obstante, el nuevo monarca fue el "motor del cambio político" (p. 771), el "desmantelador" y "enterrador" (p. 789) del régimen que lo había designado. ¿Cómo fue posible? Gracias a lo que el autor denomina "un golpe de Estado legislativo" (p. 717), porque Franco y los legisladores no previeron que "el Jefe del Estado se convirtiera en el elemento activo que impulsara la conculcación de los Principios" (p. 717), o sea, "que fuese el propio monarca quien decidiera poner en marcha el proceso de desmantelamiento del Nuevo Estado que había hecho posible el regreso de la monarquía" (p. 820).
Hay que añadir que ni siquiera el genocida de Paracuellos lo previó cuando era el líder del PC en los años 70.


5. El agonista.
Es muy conocida la sentencia "la derrota no tiene padres, la victoria muchísimos". Después de efectuada la coronación de don Juan Carlos han proliferado los que se atribuían el protagonismo en la operación. Pero muchos de ellos eran ajenos a la política cuando Franco configuró a España como Reino por la Ley de Sucesión de 26 de julio de 1947. Sólo de Franco fue la decisión de inclinarse por don Juan Carlos desde, por lo menos, 1954. Aunque la presión de Carrero y otros quizás adelantara el nombramiento de un sucesor, "la designación fue única y exclusivamente de Franco" (p. 734).

En suma, sin Franco no habría monarquía, y todos los libros que se escriben sobre la instauración no habrían ni siquiera sido pensados. Los herederos de Alfonso XIII estarían tan olvidados como los de Faruk de Egipto. Mayoritariamente los falangistas eran republicanos, y los carlistas no eran juanistas; cuando Franco impuso a don Juan Carlos fue, por primera y única vez, más allá de los ideales cuya realización se le había confiado en 1936. Sólo hay un "agonista" de la instauración, Franco.

6. Los futuribles.
¿Qué hubiera sucedido si Franco renuncia al poder que le habían confiado los españoles victoriosos y lo entrega a la dinastía de Alfonso XIII? Los filósofos no aconsejan este tipo de especulaciones con los futuros contingentes, pero en política son habituales. El autor aporta el testimonio de uno de los cronistas más áulicos e imaginativos quien atribuye al nada sospechoso Sainz Rodríguez esta opinión: "Si la monarquía se hubiese restaurado en 1945, el Frente Popular se la hubiera llevado por delante en las primeras elecciones y Stalin se hubiera adueñado de España" (p. 456). Es lo más verosímil. El triunfo electoral socialista fue en 1982, pero ya con industrialización, con las clases medias creadas por Franco, y con el comunismo en caída libre.

Las conclusiones históricas de Torres son irrebatibles, lo cual no obsta para que los aduladores palatinos, los políticos resentidos o remunerados, y los escribas dóciles a las consignas continúen falsificando los hechos, aunque éstos siempre acaben imponiéndose. Torres ha realizado un inmenso esfuerzo de documentación y de exégesis textual para presentar un panorama objetivo del que se podrá discrepar en detalles, pero no en la línea general.

Un libro muy importante sobre Franco, quien probablemente pasará a la Historia universal, entre otras gestas, como el último instaurador de una monarquía hereditaria en Occidente.

(Angel Maestro sobre el libro de Francisco Torres : ¿Por qué Juan Carlos? Franco y la restauración de la Monarquía, ed. Denuncia, Madrid 2000 )

http://www.galeon.com/razonespanola/r105-jua.htm