Revista FUERZA NUEVA, nº 488, 15-May-1976
El reciente discurso de Arias Navarro no nos ha traído nada nuevo: es la continuación de la trayectoria iniciada con su famoso discurso del 12 de febrero de 1974, que empezó la sustitución del espíritu del 18 de Julio… es el espíritu del liberalismo, inefable retoño de la masonería. En este último discurso se descorre el velo que pudorosamente guardaba ocultas intenciones y se nos anuncia claramente el camino viejo y trasnochado de una Monarquía liberal…
Ya tenemos a la vista los tres puntales del liberalismo: sufragio universal, partidos políticos y Parlamento. Con ellos se precipitó España hacia su desintegración interior durante el siglo XIX: con ellos la Monarquía se transformó dos veces en República, y con ellos se escindieron en tres guerras los hombres y tierras de nuestra Patria.
No hemos escarmentado todavía y volvemos a emprender la ruta que inexorablemente nos arrastrará a la guerra y a la revolución. Y como las mismas causas producen los mismos efectos, no necesitamos ser adivinos para predecir el futuro de España: descomposición interior, lacra inevitable de los partidos políticos; corrupción del poder, inherente al sufragio universal, postergación del interés general en aras de los intereses particulares de las banderías políticas, las Cortes convertidas en campo de torneos oratorios, inestabilidad, desequilibrio y ruina de la economía nacional, y, por supuesto, convulsiones sociales, luchas callejeras, enfrentamientos armados, fábricas desmanteladas, piquetes de huelgas forzosas, paro, hambre, miseria…
Ese es el panorama que nos traza el discurso presidencial bajo las apariencias de libertad, democracia y homologación con Europa: una democracia liberal que engendrará una democracia socialista y una democracia socialista que engendrará una democracia comunista, y España una vez más convertida en reino de taifas, en tierra de explotación y coloniaje. Es un panorama muy halagüeño.
Julián GIL DE SAGREDO
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